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No podía creerlo.

En un estado de completo shock, observé como si de la mismísima parca se tratara, al chico que se suponía debía estar internado en un hospital de la capital en este preciso instante.

Eiler Lirer.

Alto, delgado y con un cuerpo ligeramente tonificado (que me resultaba extraño en alguien que supuestamente había regresado de entre los muertos), piel pálida, ojos dorados como la miel y cabello tan negro como la noche (en marcado contraste con el de su odiosa gemela Rubi, que se lo había teñido de cobrizo).

El día que me enteré del estado crítico en el que se encontraba, recuerdo haber insistido durante horas, hasta el punto de exasperar al pobre Milen, para que me llevara al hospital donde estaba internado. Todo para que, después de haber conducido durante horas, los padres de Eiler nos negaran la entrada e incluso nos amenazaran con llamar a la policía si intentaba acercarme a algún miembro de su familia nuevamente.

Después de eso, me enteré por mi hermano que su estado era crítico y posiblemente irreversible.

— Me complace anunciar que, tras pasar por una dura batalla, el joven Eiler Lirer ha salido victorioso y ahora está de vuelta con nosotros —comentó alegremente el director Hase.

La clase entera quedó sin palabras, pero poco a poco los aplausos comenzaron a resonar por todo el salón.

— Joven Lirer, ¿por qué no escoge su asiento hoy? —ofreció el director Hase.

El pánico me invadió de inmediato.

Quería creer que no, pero ahora que Dekan no estaba ocupando su lugar junto a mí, tenía el ligero presentimiento de que su asiento (ahora vacío) captaría su atención.

Como si hubiera podido escuchar mis pensamientos, nuestras miradas se cruzaron.

Sabía que debería pensar positivamente sobre su recuperación o incluso alegrarme de que hubiera sobrevivido a una situación de salud tan crítica, pero el recuerdo del constante acoso, maltrato y discriminación por parte de los habitantes del pueblo después de su internación me impedían hacerlo.

Una avalancha de sentimientos me invadió de manera abrumadora: celos, resentimiento, impotencia y, sobre todo, ira.

Los recuerdos de los momentos felices que una vez compartimos de niños ahora estaban manchados por la gente del pueblo que se encargó de atormentarme durante los años que siguieron a su partida.

Admito que durante un breve tiempo, una pequeña parte de mí esperaba que, así como hoy, Eiler Lirer apareciera y desmintiera todos los rumores que circulaban sobre mí. Sin embargo, esa fantasía murió tiempo después cuando su hermana también se unió al acoso.

Por eso, verlo siendo recibido tan cordialmente por todos me afectaba tanto, cuando a mí solo me había tocado recibir su completo desprecio durante años.

Para mi desgracia, una pálida mano señaló el asiento vacío de Dekan como si fuera mi sentencia de muerte.

La sangre se drenó por completo de mi rostro.

Mientras tanto, la clase entera enmudeció.

— Tienes que estar bromeando... —murmuré atónita.

No podía creer que, después de todo lo que se rumoreaba sobre nosotros, más el tener que soportar durante años ser señalada como la principal causa de todas las desgracias que le habían ocurrido a este chico, él realmente estuviera considerando que sentarse junto a mí era una buena idea.

¿Qué estaba pensando?

El director Hase parecía estar reconsiderando su decisión de permitir que Eiler escogiera su asiento.

DIMIDIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora