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Esa misma noche, luego de todo lo sucedido durante el corte de electricidad, tuve un sueño bastante extraño. Para empezar, desperté en medio de un verdoso prado rodeado de árboles y flores de origen desconocido. Nada de lo que alcanzaban a ver mis ojos parecía algo que hubiera visto antes, ni siquiera en los documentales de TV sobre la naturaleza que solía ver mi padre, aunque lo que más resaltaba eran las extrañas nubes que circulaban sobre mi cabeza.

Al principio, te daban la idea de que, si te estirabas un poco, tal vez podrías alcanzarlas, pero luego de que las miraras bien, te dabas cuenta de lo lejos que en realidad estaban; tenían un tono rosa que las hacía parecer un gigante algodón de azúcar.

A mi alrededor, la vegetación se veía tan viva que sus colores parecían sacados de unas acuarelas; flores extrañas crecían por todos lados, dándole un aire de cuento de hadas. De pronto, una delicada mariposa de hermosos colores (violeta, menta y rosa) voló muy cerca de mí antes de comenzar a alejarse. Atraída por un inusual sentimiento de familiaridad, comencé a seguir a la linda mariposa dentro de lo que parecía ser un bosque.

Alejándome por completo del prado a campo abierto, caminé hasta que ya estuve lo suficientemente adentrada en el bosque. El tronco de los árboles era demasiado grueso y no dejaba pasar casi la luz solar, quedando solo pequeños huecos donde se colaban rayitos del sol.

Detuve mis pasos al mismo tiempo en que la mariposa se posaba sobre los pétalos de una extraña y hermosa flor azul que parecía hecha con luces florecientes. Me quedé de piedra en el momento en que una enorme sombra se cernió sobre mi espalda; mi brazo derecho había quedado suspendido con dirección hacia la mariposa.

El aire caliente de lo que fuera que estuviera parado detrás de mí sopló muy cerca de mi oído. Por un momento, incluso llegué a pensar que a lo mejor podría ser Dekan, todo gracias a su constante violación a mi espacio personal. Sin embargo, el dueño de la sombra no resultó ser otro más que el lobo con el que me había topado antes de desmayarme durante el incidente con la electricidad.

Y justo en el momento en que nuestras miradas por fin se encontraron, me desperté del sueño. Sobra decir que un millar de preguntas surgieron después de eso.

Sacudí la cabeza y detuve la línea peligrosa en la que se estaban dirigiendo mis pensamientos en este momento; las preguntas solo harían que me adentrara más en ese asunto y eso es algo que no debería pasar.

Sí, lo mejor será olvidarlo todo.

— ¿Joven Pratt?

Pego un respingón ante la voz molesta del profesor de E.F. (educación física). Parecía que había estado llamándome durante un buen tiempo mientras yo estaba recordando lo sucedido en mi sueño.

— ¿Sí?

Justo ahora, mi rostro debía de parecer un tomate, todo gracias a que medio salón tenía puesta su mirada sobre mí en este momento.

El profesor arquea una ceja. —Veo que ya volvió de su viaje astral, joven Pratt —señala hacia la cancha de voleibol—. Ahora, diríjase hacia allá con sus compañeras, por favor.

Con las mejillas ardiendo, hice lo que me dijo el profesor de E.F. El resto de las chicas me siguieron mientras susurraban a mis espaldas, algo a lo que ya estaba acostumbrada.

— Muy bien, jovencitas, voy a necesitar que formen dos equipos y se coloquen a cada lado de la red —saca su carpeta—. Mientras paso lista, de uno en uno, vayan acomodándose en ambos lados de la cancha.

Seis minutos después, estaba en el lado derecho de la cancha junto con otras cinco estudiantes más, delegada como la capitana de este equipo.

Y como para hacerlo más interesante, el profesor de E.F. decidió poner de capitana del otro equipo a la única persona de esta escuela que bien podría catalogar como “en peligro de reproducción”.

DIMIDIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora