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— ¿De verdad estás llorando?

Milen voltea a verme indignado.

— ¡¿Y como no hacerlo?! —Infla sus mejillas—. ¡Tendrías que tener un corazón de piedra para no llorar con la historia del solitario ser inmortal!

Niego divertida.

Mi querido hermano mayor Milen, era un fanático de las series coreanas. Tenía el pasatiempo de verlas conmigo cada vez que estaba libre de sus responsabilidades con el hospital del pueblo. Incluso repetíamos algunas que lograron gustarnos mucho, como es el caso de la que estábamos viendo ahora.

— No voy a discutir eso contigo, pero... ¿qué no es está la quinta vez que la miras?

Infla más sus mejillas ya sonrojadas.

— Pues... Bueno...eso... —Se cruza los brazos sobre el pecho—. ¿Qué tiene eso de relevante? ¿He? ¡Es goblin, después de todo!

Suspiro, con ganas de reír.

— Olvídalo, mejor voy por más palomitas a la cocina. —Declaro, tomando la taza vacía con intención de levantarme.

Sin embargo, Milen pega un brinco fuera del sofá antes de que siquiera pueda moverme. — ¡Cielos...! ¡Por un momento me olvidé de eso! —Voltea la cabeza en mi dirección—. Las palomitas se nos terminaron hace rato, tengo que ir por más a la tienda.

Arqueo una ceja. — ¿Es eso necesario?

— ¿Pero qué dices, Xey? —Me mira como si fuera obvio, mientras toma las llaves y camina hasta la puerta—. Todavía nos quedan tres capítulos por ver y no podemos hacerlo sin las palomitas... ¿Debería comprar chocolate también?

Ruedo los ojos. — Hazle como quieras.

•✿✿✿✿✿✿•

Unos minutos más tarde...

— ¡Santísimo cielo! —Grite, agarrándome el cabello con las manos—. ¡¿Qué rayos le hiciste a Candy?!

No mucho tiempo después de que Milen saliera con dirección a la tienda, volvió a entrar por la puerta con la cara mortalmente pálida y una expresión de terror en su rostro.

Resultó que en su apuro, accidentalmente termino arrollando a mi preciada bicicleta Candy.

Si, la bicicleta se llama así por la serie animada de Candy Candy.

— Uh... Esto...Xey —Tartamudea Milen.

Frunzo el entrecejo.

— ¡¿Cómo es que ella terminó debajo de tus ruedas?! ¡Yo no recuerdo haberla sacado de su lugar! —Cuestiono exasperada, gesticulando hacia la bicicleta.

La confusión se refleja en su rostro.

— No lo se Xey, ella ya estaba aquí cuando salí —Se rasca la nuca—. Sé lo cuidadosa que eres con tus cosas, por lo que no me pasó por la cabeza la sola idea de mirar antes de sacar el auto, por lo que ni siquiera pensé que Candy pudiera estar tirada en medio del camino de entrada, fue demasiado tarde cuando me percate de que había sido arrollada por las ruedas del coche.

Candy solía ser la bicicleta de mi madre cuando aún vivía, ella fue quien le puso ese nombre. Tenía hermosos recuerdos de pasear en Candy con mi madre.

Volteo a ver a Milen con ojos llorosos.

Su expresión se vuelve atormentada.

Milen detestaba verme llorar.

— Hey, Xey... No llores, por favor —Se acerca hasta pararse delante de mí y limpia con sus pulgares las esquinas de mis ojos—. Candy definitivamente va a estar bien, nada más necesita que la llevemos dónde alguien pueda repararla.

DIMIDIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora