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Aburrido, Satoru lee algunos documentos que Yaga le había enviado para su próxima misión, cuando escucha unos pasitos acercarse. Deteniéndose en la entrada a la sala de estar, Megumi aparece con una mirada sencilla y una expresión un poco quejumbrosa. -¿Qué ocurre? -le pregunta al pequeño niño de seis años del que se había hecho cargo.

-Es hora de la siesta. -dice sacudiendo sutilmente la manta en su mano, la cual es de color salmón y está llena de dibujos de perritos.

Mientras una sonrisa se le escapa, Satoru olvida los papeles para levantarse. -Por supuesto. -dice mientras se acerca a Megumi. -Vamos. -le indica que camine adelante, viéndole trotar hasta una de las habitaciones que daba vista al jardín trasero de la casa, además de que el piso de madera estaba cubierto por un tatami en el cual a Megumi le gustaba tomar la siesta. Gojo no le entendía, pero tampoco le importaba con tal de que hiciera feliz a Fushiguro.

En la habitación, Megumi ya había arreglado todo, guardando sus juguetes en su lugar, abriendo las puertas corredizas hacia el jardín y colocando una almohada en el centro del lugar. Entonces se sienta, esperando a que Satoru se quite los lentes y se acueste colocando la cabeza sobre la almohada. Cuando eso ocurre, Megumi le cubre la parte superior con la pequeña manta, metiéndose debajo de ella para acurrucarse a un lado de su tutor, quien pasa un brazo por debajo de su cabeza para que tenga más apoyo.

Gojo no entiende el porque de esa maña de tomar la siesta con él, pero no le interesa si eso le salva del papeleo en la mesa. Además, no es que duerma mucho, así que disfrutaba de esas pequeñas siestas.

Megumi, por otro lado, descubrió que era más sencillo dormir cuando podía sentir que no estaba solo, escuchando los latidos del corazón de Satoru hasta quedarse dormido. Además, por una conversación que escuchó, se enteró de que Satoru no dormía mucho, así que pensó que tomar pequeñas siestas con él le ayudaría.

-¿Qué harás cuando estés tan grande que no tomarás la siesta? -Satoru le pregunta.

Megumi lo piensa, pero no es sentimental cuando responde: -Estaré demasiado ocupado para eso, así que ni siquiera lo pensaré. -luego hace una pequeña pausa. -Pero eso no importa, ahora puedo tomarlas.

Gojo no dice nada, Megumi cierra los ojos recostandose más contra su pecho, moviéndose hasta que está satisfecho con su posición. Satoru sonríe, rodeando a Megumi en un abrazo. El cabello negro del niño que debe cuidar queda cerca de su rostro, por lo que es inevitable no oler el champú infantil con el que le había lavado el cabello esa mañana. Sintiendo ternura cuando oye la respiración adormilada de Megumi, Satoru besa su cabeza, imaginando la clase de persona en la que se convertiría Fushiguro cuando creciera. Es así como también se duerme, pensando en cuándo perderían esos momentos.

Pasos en el pasado | JJKWhere stories live. Discover now