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La mañana siguiente, solamente llevo quince minutos despierta y me siento demasiado sola. En serio extraño a mi familia. Esta casa es inmensa y aterradora sin ellos. Normalmente a esta hora se podría escuchar a lo lejos un radio encendido, una televisión o la música de mi hermana. Este silencio tan absoluto me abruma terriblemente. Decido llamar a Derek.
—¿Hola? —dice al teléfono mi amigo.

—¡Hola! —lo saludo animada.

—¡Pero si es Carly! ¿Qué se siente mentirle a tu mejor amigo? ¿Eh?

—¿Qué...? ¿De qué hablas Derek?

—No finjas Carly. Sally me dijo que ayer no te vio en ningún momento de la noche. Dime, ¿con quién te fuiste? —bufa —¡Ayer ni siquiera me llamaste!

Oh, esto es malo. Odio mentirle.

—Lo siento mucho Derek. Sí, te mentí. Fui a mi casa sola porque estaba harta de ese lugar. Además un chico quiso... Quiso aprovecharse de mi. Entonces logré que alguien más me llevara. No quería que dejaras de divertirte y actué impulsivamente —le digo con la esperanza de que me crea —Lo lamento.

Él se queda callado unos segundos.

—Esta bien, pero no lo hagas de nuevo —dice brevemente —¿Me llamabas por algo?

—Sí. Mi familia viajó a Australia por mi tía y me dejaron completamente sola. Me siento algo mal aquí, ¿podrías venir y hacerme compañía?

—Carly, quisiera ir de verdad, pero estoy con mi madre resolviendo algunos asuntos de la universidad. Me voy... —no termina la frase.

—¿Cuándo te vas?

—Me voy... Mañana.

Se me cae el alma a los pies.

—¿De qué estas hablando? ¿Cómo que mañana? Las clases deberían empezar en un mes. No puedes irte ahora... —empiezo a desesperarme. Me levanto de la cama y camino por mi habitación.

—Espera Carly, escúchame. Soy un estudiante de intercambio, y me dijeron que necesitaba tiempo para acostumbrarme a ese ambiente y acomodarme al idioma. Por eso debo irme el lunes —me explica.

—¡No! Derek, no. Estaré sola, estaré completamente sola. No puedes irte ahora.

La emoción me invade y algunas lágrimas desesperadas recorren mis mejillas.

—Carly...

Cuelgo el teléfono antes de perder el control.

No puede ser. No puede ser. Derek se irá. Mi mejor amigo estará en otro país mañana. No me queda nadie más aquí. Justo cuando necesito la compañía más que nunca. Empiezo a llorar desconsoladamente. Cuando estoy triste siempre logro pensar en todo lo que podría ponerme más triste. Todo eso se reúne en mi cabeza y no puedo controlar las emociones. Derek se va. Mi familia no está. Thomas seguramente esta arrepentido de lo que hizo. Estoy sola.
Estoy completamente sola y...

El timbre de la puerta me saca de mis pensamientos y me sobresalto. ¿Quién es a esta hora? Suena una segunda vez. Me planteo ignorarlo, pero suena una tercera y una cuarta vez. Limpio mi rostro lo mejor que puedo y bajo hasta la entrada. Respiro profundo y abro la puerta. Cuando veo quién es, simplemente deseo que la tierra me trague y me escupa en Finlandia.

—Hola Carly —dice Thomas Cooper.

Respiro. Intento esconder mi estupefacción.

—Ho-Hola —la digo —¿Qué hace por aquí, profesor?

—Olvidaste algo en mi casa.

—¿Si? ¿Qué cosa?

—Esto —saca de una bolsa mis medias veladas color durazno.

Dios, cuando pensaba que ya nada podía empeorar. Ese día no me fije mucho en los detalles. Creo que suelto una carcajada.

—Que vergüenza. Lo lamento —murmuro.

—No hay ningún problema. Pensé que debía devolverte esto.

—Gracias...

Tomo la bolsa y me quedo en silencio unos segundos.

—¿Estas bien? —pregunta de la nada.

—¿Eh? Sí, sí, me siento bien.

Estoy segura de que ya notó que mis ojos están irritados y un poco hinchados. Al mirar hacia su rostro, veo que su frente está algo sudada. En ese momento me fijo en que el sol está muy fuerte.

—¿Quiere pasar a tomar algo? —le pregunto, actuando tal y como mi madre lo haría.

—Claro —lo dice como si todo el tiempo hubiese esperado a que lo preguntara. Y entra.

Cierro la puerta y me sigue hasta la cocina. Se acomoda en un taburete mientras nos sirvo a ambos limonada helada. Abro las cortinas para que entre algo de luz. Me ubico justo al frente de él, un poco alejada.

—¿Dónde están tus padres? —pregunta luego de tomar un gran sorbo.

—En Australia, por mi tía.

—¿Cuándo regresan?

—No lo sé...

Me concentro en mi bebida.

—¿Estas sola, entonces?

—Así es.

Asiente y toma otro sorbo.

—Es una casa muy grande, ¿te gusta estar sola aquí?

—No mucho... ¿Me está interrogando? —le pregunto.

Lo miro dudosamente. Él sonríe y eso me hace sonreír también, y ponerme roja, claro.

—Es... Curiosidad —responde. Su voz... Su voz es encantadora.

Termina la limonada y se levanta para llevar el vaso al fregadero. Cuando pasa por mi lado me tenso un poco. Escucho sus pasos alejándose y luego acercándose. De repente, está a mi lado. Me sobresalto y casi dejo caer el vaso.

—¿Por qué estas tan prevenida? —pregunta.

—Yo... No... No esperaba verlo —murmuro. No soy capaz de verlo a la cara.

Me quita el vaso de las manos y toma mi brazo suavemente. Me obliga a mirarlo. Mi corazón se acelera demasiado y respiro agitada.

Amo a mi profesor. Primera Parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora