Capítulo veintisiete.

11.4K 669 42
                                    

Pongan su presente:

Años atrás.

Eros.

Mis ojos estaban puestos en mi novia, quien acababa de salir de la alberca. El traje de baño que traía puesto se abrazaba perfectamente a sus curvas.

El color rojo debía de admitir que hacía que se mirara demasiado sexy y temía en cualquier momento me pusiera a babear .

Ella camino hasta mi y se sentó a mi lado.

—¿Qué piensas?

—En que eres jodidamente preciosa, mi amor.

Las mejillas de Ginger se volvieron rojas.

—Y que quiero sacarle los ojos a todos los chicos que te  están comiendo con los ojos.

—Bueno, eso no debería de preocuparte demasiado ya que estoy a lado del hombre que amo y no de alguien más.

—Y gracias a dios por eso. Aún así, ya me cansé de estarle gruñendo a cada grupo de chicos que pasa por tu lado.

—¿Y tienes una idea mejor?

—Uf, claro que la tengo.

Me acerque a ella y coloque un mechón de su cabello atrás de su oreja, mientras observaba las pequeñas pecas que salpicaban en su nariz, inhale su olor, olía a coco. Acaricié su labio con la yema de mi dedo, haciéndola estremecer. Ginger cerró los ojos y noté como su respiración comenzó a acelerarse.

—Joder, solo bésame.

Sonreí de lado

—Eres una mandona.

—Deja de provocarme y bésame. —Gruñó.

Atrapé sus labios en un beso desesperado, sus manos se fueron directamente a mi cabello, dónde comenzó a acariciarlo con suavidad. Gruñí en su boca.

—Todos esos chicos que te miran, espero que hayan visto esto y se den cuenta que no tienen ninguna oportunidad contigo.

Ginger se río y rodó los ojos.

—Ven, vamos a tomar un poco el sol, se supone que es a lo que vinimos, ¿no?

—En si, no. Hemos venido a relajarnos.

—Vale, como sea. Pero para mí es lo mismo.

Ginger se acostó en una de las hamacas y me extendió el protector solar.

—¿Que? —Dije confuso, ella rodó los ojos.

—Ponme un poco en la espalda, lo que menos quiero es quemarme.

Ella se acostó boca a bajo, y me fue inevitable no observarlo fijamente, mi novia tenía un cuerpo de infarto, todo en Ginger hacia que me convirtiera en una fiera.

No podía culparme.

Me puse a lado de ella y unté un poco de protector solar en su espalda, deje un beso en su nuca y mire rápidamente como su piel se erizaba bajo mi toque.

—Listo —Me acerqué a su rostro y la besé suavemente.

—Gracias, hombre guapo. Ahora déjame relajarme.

—¿Me pones un poco? —Le pregunté, ella asíntió.

Ginger se levantó y me acosté para que me colocará bloqueador, ella dejo un beso en mi espalda, enviando una oleada de placer. Sus manos comenzaron a masajear mi ancha espalda y debía de admitir que eso me estaba poniendo muchísimo

Finge que me odias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora