«Solo tenemos dos opciones: vivimos de ilusiones o morimos de realidades».
Al volver a Seattle, Anne debe enfrentarse a realidad: su padre no es el hombre a quien siempre idealizó.
Roy huye de la presión de sus padres. Oculta algo que le arrebató lo...
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Anne
—¡Insulina! —grito separándome de Roy—. Quiero decir, ¡la insulina! ¡No te has inyectado!
Lo miro con horror mientras él se carcajea.
—¿Qué te parece tan gracioso? ¡Es más de las diez! —Le doy una mirada reprobatoria pero no borra su sonrisa.
—Relájate, por atrasarme un rato no pasará nada. Eres adorable cuando te preocupas por mí —alega pellizcándome la mejilla.
—Sí claro, lo que tú digas. Eso no quita que es muy tarde, venga que debes inyectarte —espeto tirando de él, sin embargo, no se mueve de su lugar.
—Oye —me llama pegándonos para unir sus manos en mi espalda baja—. Estaré bien, llegaremos temprano —asegura—, pero antes quiero que me prometas algo.
Lo miro arrugando el entrecejo.
¿A qué viene esto?
—Amm... claro, ¿qué es?
—Promete que nunca te irás de mi lado.
Nuestras narices se rozan y habla sobre mis labios.
—¿Por qué quieres que te prometa eso? —inquiero y lo veo tragar grueso.
—Porque no podré vivir sin ti. Eres la única que quiero a mi lado. —Se acerca un poco más y humedece sus labios fijando la vista en mis ojos—. Quiero que entiendas que para mí eres lo más perfecto que existe y no quiero perderte. Sé que es una locura y... pronto será complicado vernos...
Demonios... ¡Olvidé decirle!
—Amm sobre eso... —lo interrumpo—. Hay algo que no te he dicho.
—¿Qué? —Se separa confuso.
—Pues... no iré a San Francisco —suelto y pareciera que los ojos se le saldrán de sus cuencas—. Decidí quedarme en Seattle.
Se aferra a mí tomándome por sorpresa. Envuelve mis piernas con sus brazos, mis pies dejan de tocar el suelo cuando da vueltas conmigo.
—¡GRACIAS MUNDO GRACIAS! —grita y no puedo evitar carcajearme—. ¡¡SOY EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDOO!!
—¡Oye, estás haciendo un escándalo! —Golpeo su hombro sin dejar de reír—. Nos están mirando raro...
—¡NO ME IMPORTA! —continúa con su escándalo—. ¡TE AMO ANNE!
Siento que todo a mi alrededor se paraliza.
Me ama...
Roy me ama...
Me deja en el suelo y toma mi rostro plantándome un beso en los labios, intentando calmar su respiración agitada.
—Soy oficialmente el más suertudo de todo el mundo —sentencia entrelazando nuestros dedos—. Ahora vámonos porque mi tía ha de estar histérica porque no he ido a ponerme la insulina...
