Recuerdos

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A pesar de encontrarme agobiado, me acostaba en la cama completamente despierto, recordando lo que me había llevado a este momento. Robbie y yo nos hicimos amigos cuando empezamos la secundaria. Antes de eso, él había sido educado en casa debido a su delicada salud cuando era bebé y niño pequeño, y su mala vista. Sin embargo, cuando estaba para empezar estudios de sexto grado, rogaba que se lo enviaría a la escuela pública. Era el niño mayor de la clase. Yo, a mi vez, me había caído de un árbol en la primera semana de clases del año anterior. Me rompí el hueso del muslo a la altura de la cadera ya seriamente comprometida, y también me rompí la rótula. Me operaron en la ciudad y me enviaron a casa con un yeso desde las axilas hasta los dedos de la pierna derecha y justo por encima de la rodilla de la izquierda. Pasé casi dos meses preso en aquel yeso. Después de eso, tenía que usar una silla de ruedas hasta junio. Me costó un año de escuela. Caminé con muletas por primera vez el día antes de mi duodécimo cumpleaños y todavía las usaba cuando comenzó el año escolar y por dos meses más. Mis padres me regañaron por haber trepado a un árbol, pero un niño tiene que ser un niño, ¿verdad?

Pues, ¿qué me aquejaba la cadera? Cuando comencé el kinder, un par de meses después de mi quinto cumpleaños, comencé a llegar a casa todos los días cojeando y con dolor en la pierna derecha. Al pasar el tiempo, mi cojera se hizo más pronunciada y mi muslo me dolía constantemente. Después de un mes de eso, mi madre me llevó a nuestro médico, quien dijo que solo eran dolores de crecimiento. Al fin, el lunes después del Día de Acción de Gracias, me llevó de nuevo e insistió en que me pusiera en contacto con algún ortopedista en la ciudad. ¡Wow! ¡Iba a viajar en el tren de cercanías! Tomaron radiografías de toda la parte inferior de mi cuerpo, luego más de mi cadera derecha. Pareció una eternidad antes de que nos escoltaran a una oficina, y una eternidad más antes de que el médico entrara con un par de radiografías en la mano. Las colgó en un panel iluminado frente a nosotros y dijo: "Hijo, tu nombre es James, ¿verdad?".

"Sí, señor", respondí, "pero todos me llaman Jimmy".

"Jimmy, parece que has contraído un problema desagradable en tu cadera que se llama enfermedad de Perthes." Señaló la radiografía y dijo: "Esta es la bola de tu cadera, excepto que no parece mucho a una bola. Mira aquí tu cadera buena y verás la diferencia. Por alguna razón, una de cada mil caderas se pudre y se aplana por el peso que tiene que llevar. En realidad nadie entiende por qué. Caminar sobre eso es lo que está causando tu dolor".

"Pero doctor", dijo mi mamá, "él dice que lo que le duele es el muslo".

"Sra. Latham", dijo el médico, "con frecuencia el dolor de cadera se refiera allí. Pensé que como enfermera lo sabría".

"Soy una enfermera cardiaca", dijo mi madre. "No suelo trabajar la parte inferior del cuerpo, menos aún en niños".

"Ya entiendo", dijo el médico. "Pues en mi experiencia, la mayoría de estos casos se curan solo si el paciente se abstiene de caminar sobre la cadera afectada. Le pondremos a Jimmy un cabestrillo Snyder y le daremos un par de muletas y veremos cómo le va en tres meses."

"¡Tres meses!" exclamó mi madre. "¿Así de largo?"

"Sra. Latham", explicó el médico. "Estos casos suelen tardar al menos dos años en resolverse, muchos hasta tres".

"Oh, Jimmy", dijo ella.

"Está bien, mamá. Muletas, eso será divertido". La realidad de tiempo no significaba nada para mí. Solo podía pensar era en ese niño mayor al que le faltaba toda la pierna izquierda, que había visto varias veces en el centro de nuestro pueblo. Le pregunté a mamá qué le había pasado y me dijo que había padecido cáncer. Le pregunté qué era eso y me dijo: "Jimmy, no lo quieres saber". Ese chico, quienquiera que fuera, había visitado mi imaginación y mis sueños constantemente desde que tenía memoria.

El Ciego y El CojoWhere stories live. Discover now