· c u a t r o ·

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—Así que... ¿cómo os conocisteis tú y Keith?

Dejé de mirar hacia la puerta por donde Keith y Garrik habían desaparecido segundos antes. Ahora estaba sola, en casa de aquella preciosa chica a la que Keith se había referido como su amiga.  En un mundo diferente. Y con una completa desconocida para mí.

Tragué saliva y me animé a mirarla mejor. Carolinne era una chica de mi edad, quizás un poco más mayor, como Keith. O me atrevería a decir que más. Su rostro suspicaz y serio me decían que había vivido más que yo. Podría superar los veinte tranquilamente. El cabello rubio caía sobre sus hombros aunque parecía haber querido agarrarlo en un semi recogido con unos palillos. Tenía el rostro suave y fino y era increíblemente bella. Sus ojos azules me juzgaban, pero con cautela, como si temiese de mí de la misma forma que yo de ella.

Porque Keith era lo único que nos unía.

—Me abordó en el metro.

El ceño de Carolinne se frunció un poco.

—Perdón, ¿en el qué?

Oh, por supuesto. Aquí no todo era igual a la Tierra.

—Un tren —expliqué brevemente, mientras mis ojos regresaban a la puerta de nuevo, como si Keith y Garrik volviesen a aparecer por allí por arte de magia.

—¿Un tren?

Era curioso, porque hasta el momento y exceptuando las plantas comepersonas, Valletale parecía la Tierra. Tenía una vegetación parecida, el mismo tipo de animales y construcciones de piedra bonitas. Pocas cosas te hacían pensar que estabas en otro sitio, como la magia, o las plantas que pretendían asesinarte.

—Un vehículo que viaja por el subsuelo.

—¿Por las alcantarillas?

Carolinne parecía genuinamente sorprendida.

—Eh... Algo así.

Asintió y yo apreté los labios. Silencio. Me sentía realmente incómoda bajo su atenta mirada, a lo que acabé añadiendo más sobre la historia:

—Después me persiguió por la calle gritando que podía verme y yo pensé que era un pirado.

—Eso suena mucho a Keith —admitió, y luego hizo un ademán para que la siguiera por el pequeño pasillo de la casa—. ¿Tus padres no te contaron nada sobre Valletale?

Mientras caminaba para seguirla, mi mente viajaba a toda velocidad, totalmente alerta ante el peligro. Keith no parecía haberle contado toda la verdad a aquella chica sobre mí. Ni sobre mi padre. Ella no parecía tener la menor idea de que el gobernador era mi padre.

Intenté hacer memoria sobre lo que le había dicho de mí... El plan era hacer creer a la gente que yo era una descendiente, una persona con familia de Valletale, de aquellos que habían abandonado el lugar antes de que se cerrasen los portales hacia la Tierra, renunciando a regresar nunca. Keith me había contado sobre las leyendas. No era algo tan disparatado, y eso sería yo.

Entonces caí. Si yo podía ver a Keith porque tenía sangre de Valletale, mis padres también deberían haberlo visto. ¿Cómo explicaba eso?

Vamos, Lauren. Piensa rápido.

Llegamos a una especie de sala. Había sillas que parecían bastante cómodas y un extraño sofá sin reposabrazos. Extrañé no ver ninguna televisión. Ni siquiera había relojes.

—Pues... es que... Soy adoptada.

Sí, eso mismo. Adoptada.

La boca de Carolinne se abrió y sus ojos mostraron en seguida el rostro del arrepentimiento. Me sentí mal por mentirla, pero si Keith, que la consideraba su mejor amiga, no confiaba suficiente en ella como para contarle la verdad, ¿por qué lo haría yo?

KEITH  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora