· t r e s ·

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· N a r r a  K e i t h ·


Todo mi cuerpo estaba en tensión. Aunque las calles parecían desiertas y solo la luz de la luna iluminaba nuestro camino, debíamos continuar alerta.

Desde que los ataques de lobos comenzaron a darse con frecuencia, la Gobernadora había puesto toque de queda a toda la población. Eso no evitaba que pudiésemos encontrarnos con algún guardia haciendo su ronda, o con adolescentes rebeldes que salían a divertirse. Yo mismo me lo salté en más de una ocasión en el pasado.

Nunca pensé que regresaría de esta manera. Cuando me fui tenía una misión clara. Era un orgulloso soldado al que le habían asignado una difícil decisión. El mejor de la promoción. Tenía un año para tratar de encontrar al Gobernador. En mi estúpido e hinchado ego pensé que lo lograría. Incluso me había imaginado a mí mismo entregándoselo a la actual Gobernadora, recibiendo condecoraciones y con mis padres orgullosos de mí.

Y aunque regresaba con Garrik, algo había cambiado. Él no me importaba. Valletale, mi hogar, sí. Y necesitábamos su magia para que volviese a ser un lugar seguro para las personas. Sin embargo... Él tenía razón. Su madre era una persona cruel. Mi familia, por fortuna, estaba bien posicionada y nunca llegó a sufrir, jamás nos faltó nada. Nunca pensé en los demás.

Pero mi cambio de mentalidad se debía a una razón egoísta: era por ella. Lauren, que caminaba detrás de mí en silencio. Nunca pensé que me enamoraría de ella, ni de nadie. Porque el amor nunca había sido una prioridad en mi vida y tampoco algo que me interesara. Por supuesto, había tenido alguna que otra relación, pero nunca nada serio. Solo físico. Mi cabeza estaba centrada en ser el mejor soldado.

Supongo que la vida no sigue los planes que nosotros queremos.

Cuando descubrí quién era su padre, fue como un golpe de agua helada. Como si me hubiesen pegado un puñetazo en la cara, y desde ahí llegó toda la preocupación, el sobrepensar las cosas, el verlo todo desde otro punto de vista. Porque Garrik tenía razón: si descubrían que Lauren era su hija no la dejarían libre. La tendrían encerrada por el tiempo que hiciese falta hasta asegurarse de que ella no tenía los poderes y, en el mejor de los casos, la matarían.

Nunca antes me había importado qué hacían con los que tenían el don.

Pero ahora era su vida la que estaba en juego.

Y con ella, mi corazón.

Les hice una señal de que tuvieran cuidado cuando llegamos a las afueras de Newtale, la ciudad donde vivía, y la más importante de todas. A diferencia de la Tierra, en Valletale vivían bastantes menos personas y prácticamente todas nos encontrábamos en la misma expansión de tierra. Como sucedía con los continentes, estábamos divididos en diferentes distritos, pero el principal, de nombre también Valletale y cuya capital era Newtale, era donde nos encontrábamos. Esto se debía a que todos querían la protección que la magia del Gobernador podía otorgarles, puesto que cuanto más cerca te encontrases de él, menos peligros habría.

Los edificios de las afueras eran de piedras blancas y paredes bajas, respetando las antiguas edificaciones y la cultura sobre la que habíamos crecido. Había plantas bien cuidadas con flores, cosa que no sucedía en el centro de la ciudad, ya que habían sido eliminadas por miedo a que se volvieran agresivas como las de los bosques. Por allí habría menos gente, y era un alivio ya que la casa a la que nos dirigíamos se encontraba en esa zona.

Cuando Carolinne se mudó allí al graduarnos me molesté con ella. Estaba poniéndose en peligro. Los lobos atacaban primero a las casas de las afueras y ella había vivido toda su vida en el interior. Sin embargo, y como era costumbre, no me escuchó e hizo lo que le dio la gana con tal de alejarse de sus padres. Ahora me alegraba un poco de su decisión. Solo esperaba que no se hubiese mudado en este tiempo en el que estuve fuera.

KEITH  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora