día treinta y dos.

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¿Sabes? Me gusta tenerte como amigo, Kyle.

-Kate.

Ah...

-Kyle.

Digo, puedo hablar contigo y tú puedes hablar conmigo. Nos entendemos, ¿cierto?

-Kate.

, así es.

-Kyle.

Y nos reímos juntos. Eso es lindo.

-Kate.

.

-Kyle.

Y a pesar de que a veces discutimos, sé que puedo contar contigo.
Tú sabes que cuentas conmigo, ¿verdad?

-Kate.

Lo sé, Kate.

-Kyle.

Y me gusta eso, ¿sabes? Te extrañaría mucho si las cosas fuesen de otra forma.

-Kate.

Te escribo esto porque probablemente la pena no me lo permita decírtelo en la cara, pero eres la única persona que me hace sentir segura, Kyle. Y creo que nunca antes me he tomado el tiempo necesario para darte las gracias. Y lo veo necesario. Así que gracias, Kyle.
Aprecio mucho tu amistad.

-Kate.

Kate.

-Kyle.

¿Qué?

-Kate.

¿No te gustaría que fuese de otra manera?

-Kyle.

¿A qué te refieres?

-Kate.

¿En serio no te gustaría que nada cambiara?

-Kyle.

Yo solo sé que no quiero perderte, Kyle.

-Kate.

Yo tampoco quiero perderte.

-Kyle.

¿Kate?

-Kyle.

¿Sí?

-Kate.

También quiero agradecerte. Por tu amistad, tu paciencia, por a veces acceder a pasarme las respuestas y bueno, por todo, básicamente.
He aprendido mucho de ti (y no hablo precisamente de matemáticas).

-Kyle.

Te quiero.

-Kyle.

Kate, pásame la dos [RE-SUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora