CAPÍTULO XX ¿Es tu decisión?

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CAPITULO XX¿Es tu decisión?

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CAPITULO XX
¿Es tu decisión?

Terminé de arreglar mi peinado; había optado por llevar el cabello suelto en pequeñas ondas rubias. Esta noche era la cena de beneficencia y todos estábamos terminando de darnos los últimos toques antes de irnos.

Me miré al espejo por última vez; el vestido dorado se ajustaba a mi cuerpo, dejando al descubierto el pronunciado escote frontal mientras caía limpiamente hasta mis pies. Matías había escogido ese vestido por mí y tenía que admitir que era hermoso.

—¿Estás lista? —preguntó Dani, asomándose por la puerta — Ya es la hora.

Me giré y extendí mis manos para que pudiese verme y opinar. Dani sonrió y asintió.

—Estás perfecta, Matías no podrá quitarte los ojos de encima.

Bajamos las escaleras del edificio y Matías estaba abajo esperando por mí. Sus ojos se abrieron en una amplia sorpresa cuando me vio; sonreí, me gustó provocar esa reacción en él. Se acercó a mí y tomó mi mano mientras depositaba un dulce beso en el dorso.

—Luces hermosa...

—Tú no luces nada mal... —Y era la verdad. Llevaba un traje oscuro de etiqueta que se ajustaba en sus fuertes brazos y su espalda y una corbata fina de seda azul marino que hacía resaltar sus increíbles ojos. Me sonrió y le devolví la sonrisa — Será mejor que nos vayamos o llegaremos tarde.

Las chicas y Lucas nos siguieron en la carretera, mientras el auto de Matías lideraba el camino hasta la fiesta. La casa había sido decorada con luces amarillas, que rebotaban formando altas figuras sobre las blancas paredes de la entrada, y todo el lugar estaba atestado de autos y personas esperando por entrar.

Nos hicimos paso a través de la multitud hasta estar en el interior de la casa; una vez adentro, la madre de Matías nos vio llegar.

—Isa, cariño —saludó, dándome dos besos en las mejillas —. Me alegra tanto que hayas podido venir, mi esposo estará contento de verte.

—Mamá —interrumpió Matías, aclarando su garganta —, te presento a unos amigos.

Comenzó a presentar a las chicas y a Lucas, pero yo estaba absorta contemplando el lugar. El amplio vestíbulo había sido despejado de los hermosos muebles que había visto el primer día y, en cambio, una centena de mesas de bronce habían sido dispuestas elegantemente por todo el espacio. Un grupo de música clásica tocaba en el fondo de la pieza sobre una pequeña tarima y el centro del lugar estaba dispuesto para ser la pista de baile. El salón era hermoso y todos los que asistían vestían sus mejores galas. No pude evitar sentirme un poco cohibida a pesar del extraordinario vestido que me había regalado Matías. Comencé a sentir unas incontrolables ansias por escapar, hasta que vi los rostros conocidos de Olivia y Max.

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