Epílogo

20.2K 1.9K 163
                                    

Nunca fui capaz de detallar a la perfección lo que un sueño significaba para mí, hasta el día en el cual todos ellos se comenzaron a cumplir en mi vida. Solo ahí, pude entender que los sueños son nuestra esperanza, son lo poco a lo que nos aferramos cuando la realidad quiere derribarnos.

A ellos me había aferrado toda mi vida, y cuando menos lo creí, todos se cumplieron.

Tenía mi propio restaurante, tenía a una persona que me amaba por sobre todas las cosas; pero lo más importante, era que tenía lo que siempre anhelé: Una familia.

—Hola Jade—me saludó Massiel mientras metía algunos cuadernos en su bolso.

—Debes llamarme mamá o me convertiré en una mala madrastra.

—Algún día pasará—dijo entre risa.

También me reí, en especial porque casi siempre le hacia la misma broma. No me importaba en lo absoluto la manera en la cual ella me llamaba pero siempre solía bromear con ello. La palabra mamá, para mí significaba mucho y estaba consciente de que quizás significaba lo mismo para muchas personas. Una madre era nuestra mejor amiga, nuestro pilar y nuestro mejor apoyo.

Por esa razón jamás iba a obligarlas a ellas a llamarme de tal manera, porque sabía a la perfección que no era merecedora de ese título. Solo que si ellas así lo consideraban, yo estaría feliz de asumirlo.

—¿Ya te vas?—le pregunté y la chica asintió con la cabeza.

Massiel había comenzado a estudiar la carrera de psicología en una universidad privada de otra ciudad. Solo solíamos verla los fines de semana y aunque la idea a su padre le había parecido fatal, terminó entendiendo que nuestros hijos son prestados por un debido tiempo. Ellos deben recorrer su propio camino. Y eso era lo que ella estaba haciendo.

Mara siguió inscribiéndose en concursos de arte y solía ganar, no teniendo el primer lugar en todos, pero cada vez que conseguía un lugar importante, se retaba a ella misma a seguir avanzando.

Kener se convirtió en un chico guapo de dieciséis años que día a día llegaba de la secundaria con uno que otro golpe. No era fácil para él ser un poco introvertido y recibir burlas por ello. Algo que sí me agradó fue ver que Alisa desde el primer instante se preocupó por él y decidió llevarlo a un psicólogo. Eso produjo muchas mejorías en el chico, incluso elevó su autoestima.

Alisa se encontraba viviendo en un nido de amor, con su pareja y su pequeño terruño de ojos oscuros que llegó para complementar su felicidad. Esa pequeña niña se robó gran parte de su atención, amor y por supuesto dinero. Solo que también llegó para hacerlos a ambos muy felices.

Roth siguió viviendo en nuestra antigua casa, aunque probablemente iba a ser por un corto tiempo. No lo sabía con exactitud, pero llevaba pocos meses conociendo a alguien y cada vez que la miraba a los ojos, me daba cuenta que sentía esa necesidad por compartir su vida con ese hombre, quien se veía que la amaba. Y lo más importante era que no solo la quería a ella, también a su hijo.

Eiden siguió siendo el mismo maracucho de siempre, alegre y fiestero. No estaba segura si me había olvidado por completo, pero al menos sabía que lo estaba intentando. Además, tenía una relación sana y muy bonita con la chica de la heladería.

Todos estaban en sus propias ocupaciones, en su propio universo, pero sin olvidarse de que cada vez que algún miembro de la familia nos necesitara, estaríamos ahí, todos juntos como la familia unida en la que nos habíamos convertido.

—Buenos días preciosa.

Cuando escuché la voz de Eliam sentí un fuerte golpe en mi vientre y traté de calmarme. Estaba acostumbrada a ello, pero seguía siendo algo nuevo para mí.

—Otra patada más—le anuncié y él sonrió—. Ya he perdido la cuenta de cuantas patadas recibo al día.

—Ellos son igual que tú, extrovertidos.

—No es mi culpa, amor. Las únicas veces en las que patean mi vientre es cuando escuchan tu voz. Se estremecen tanto como yo, no los culpo, es imposible resistirse.

Eliam volvió a sonreír agachándose para plantar un beso en mi barriga. Esa acción solía ejecutarla cada vez que iba de salida hacia su trabajo, solo que ese día su destino no iba a ser el mismo. Ese pelinegro de ojos grises estaba a punto de tomar un vuelo hacia Madrid, España por motivo de asistir a su primera firma de libros.

—Los amo tanto, mis pequeños revoltosos.

—¡Eliam!—lo miré fijamente.

—Lo siento—se disculpó y volvió a quedar a pocos centímetros de mi barriga—. Te amo pequeña revoltosa y también amo a tu hermano.

Sonreí satisfecha. Habían pasado aproximadamente dos meses desde que nos habíamos enterado que tendríamos mellizos, una niña y un niño que llegarían para robar nuestro corazón. Y eso me tenía llena de felicidad.

—Dijiste que me mostrarías la dedicatoria del libro y no lo hiciste—crucé los brazos aparentando molestia—. Ni siquiera me has dejado leer por lo menos un capítulo.

—¿Y qué me darás a cambio?

—Los besos más deliciosos que hayas probado en tu vida.

Eliam soltó una pequeña risa un poco nerviosa, se acercó hacia mí y con detenimiento me susurró al oído:

—Dedicado a la niñera entrometida que conquistó mi corazón frente a las teclas de un piano y en ese mismo lugar me imploró que bajara su vestido. No sé si fui tuyo desde ese día, solo sé que te pertenezco.

Sentí mis mejillas arder de la vergüenza. Si de esa manera estaba escrita la dedicatoria, no quería ni imaginar todo lo que estaba incluido en ese libro que él había escrito.

Quería leerlo, moría por hacerlo.

Eliam amaba escribir libros, tanto como yo amaba compartir mi vida con él. Él era mi hogar, yo era el suyo. Puede que nos faltara mucho para conocer quizás el verdadero significado del amor, solo que siendo tan inexpertos íbamos a amarnos hasta nuestro último aliento.

---

SI TE GUSTÓ EL LIBRO, NO TE OLVIDES DE SEGUIRME AQUÍ EN WATTPAD Y TAMBIÉN EN INSTAGRAM.

LEE MIS OTROS LIBROS, PROMETO ENGANCHARTE CON CADA UNO DE ELLOS❤️

Mi perfecta melodía, (BORRADOR)Where stories live. Discover now