Ocho.

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Me cambié en el baño del cuarto de Ian y cuando vi su bañera recordé que Andrew llegaría en cualquier momento. Dentro de mí se desató una mezcla de emoción y enojo. No lo quería ver aún, no estaba preparada emocionalmente y seguía molesta, mucho.

Cuando salí, vi que Ian estaba acostado viendo televisión. Lo envidié demasiado porque él tuviera ese tipo de privilegios.

—Aquí está la ropa, gracias —dije sinceramente.

Él asintió con la cabeza.

Al ver que no estaba dispuesto a decir nada más, la dejé sobre la cama y vi Los Miserables reposar en su cómoda. Me atreví a tomarlo y acaricié la inscripción.

—¿Víctor Hugo? —le pregunté—. No te ves del tipo que lea.

Ian se volvió hacia mí, por primera vez interesado en lo que estaba diciendo.

—No te ves del tipo que lee.

—Pues lo hago, ¿y tú? Dado que eres una hipster que le gusta el cine independiente, supongo que sí.

—Demasiado —afirmé con la cabeza, sonriendo.

—¿Cuál es tu libro favorito?

—Este —repuse—. ¿Y el tuyo?

—Ese.

Dejé el libro en la cómoda y miré el reloj que estaba observando, atentamente, el desarrollo de nuestra primera conversación civilizada. Sonreí al darme cuenta que por primera ocasión ninguno estaba siendo sarcástico ni grosero con el otro. Estábamos hablando bien sobre algo que nos unía: la lectura.

El pequeño reloj digital marcaba las 11:01. Para esa hora, Andrew ya debía estar en la sala de visitas.

—Al rato te veo —dije a modo de despedida.

Caminé rumbo a la puerta, sabiendo lo que me esperaría cuando saliera de su recámara. Seguramente Violeta me estaría buscando por todo el departamento y Andrew estaría impaciente por verme; y aunque sabía lo que me esperaba, no estaba preparada del todo para enfrentarlos. No quería hacerlo. Prefería estar con el idiota de Hatcher y pelear con él que ir a la realidad. La realidad es mil veces más dura que lo que en ocasiones aparenta.

—Noelle —exclamó Ian a mis espaldas.

Me giré sobre mis talones y lo miré, expectante.

Él vaciló un poco.

—Fue divertido… a pesar de que seas irritante y miedosa.

Puse los ojos en blanco.

—Lo mismo digo, idiota.

Salí de su recámara y fui al vestíbulo. No había nadie conocido. Habían algunos pacientes y entonces vi con el rabillo del ojo, el cabello revuelto de mi mejor amigo en la sala de visitas. Opté por irme a mi cuarto a dormir un momento pero vi que Violeta venía hacia mí. Se veía un tanto molesta.

Dentro de mi cabeza apareció una balanza. En un extremo estaba una incómoda conversación con Andrew y en el otro lado estaban los reproches de Violeta y sus incesantes preguntas sobre dónde había estado. Obviamente preferí a mi mejor amigo así que, en menos del cantar de un gallo, entré a la sala.

Cuando me vio, me abrazó fuertemente, sin importarle que siguiera molesta con él. Sus ojos buscaron los míos e hicieron vibrar mi interior. Pero no podía perdonarlo, no podía hacerlo por más que lo quería. Me había traicionado y eso es algo que no se olvida tan fácilmente. Siempre eso estaría grabado en mi mente, siempre.

Redención.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora