~ CAPÍTULO 2 ~

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    Logan

-Señor Ross, tiene visita.- me indicó mi mano derecha y querido amigo Sebastián.

Él era la persona que mejor me conocía. Ha estado conmigo desde siempre. Siempre se ha encargado de mi. No solo es mi asistente personal si no que también mi guardaespaldas y amigo. -Es su padre.- Añadió.

-Esta bien. Dile que pase.- le pedí a Sebastián.

En ese momento me encontraba en el despacho de mi ático de Nueva York donde con solo asomarme a la ventana tenía toda la ciudad a mis pies.

-Hola, hijo- saludó mi padre al entrar en dicha estancia y tomar asiento.

-Padre.- le devolví el saludo de forma cortante.

A lo largo de los años la relación con mi padre fue empeorando, no le gustaba la idea de que tuviera amantes en vez de una pareja estable o que en vez de seguir con el negocio familiar, la inmobiliaria, hubiese fundado uno de los bufetes de abogados más importante del país por mi solo, sin su ayuda.

-Sé que mi presencia no es de tu agrado, pero si no fuese importante no estaría aquí.

-Pues por favor, directo al grano.- le pedí.

-He estado hablando con mi amigo, el Señor Hamilton y resulta que su hija Audrey, necesita bajar de las nubes, ya me entiendes, dejar atrás esa vida de adolescente y empezar una de adulta. Por eso le he ofrecido a su padre que ella pueda venir a Nueva York contigo y trabajar para ti.

-¿Qué has hecho qué?- pregunté sin dar crédito a lo que acababa de oír.- Le has ofrecido a tu amigo que su hija puede vivir conmigo y trabajar para mi sin antes consultármelo.

-Audrey tiene veintidós años y es una chica muy lista, sé que puedes ayudarla y a lo mejor así te cortas un poco con tus salidas nocturnas y controlas un poco más quien acaba contigo en la cama.

-¿Quieres que hagas de niñero de una cría de veintidós años?

-Yo no lo diría así.

-Hay que joderse.- bufé.

-Su vuelo sale mañana a las once de la mañana desde Los Ángeles.- añadió antes de salir del despacho- Por cierto, ya le he dicho al servicio que preparen una habitación para ella.

Tras cerrarse la puerta del despacho estuve pensando en lo que acababa de pasar. Obviamente conocía a Audrey pero hacía años que no la veía, la última vez que lo hice fue cuando ella tenía dieciséis años en la fiesta de año nuevo que organizaban sus padres. Recuerdo su espíritu rebelde y cómo encaraba a sus padres. Yo por ese entonces tenía veinte años, en efecto actualmente tengo veintiséis años.

Más allá de lo racionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora