Batalla Decisiva

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La fortaleza de uno mismo se obtiene por medio de una guerra entre nuestros miedos y nuestra voluntad

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La fortaleza de uno mismo se obtiene por medio de una guerra entre nuestros miedos y nuestra voluntad.

La despedida del pueblo de Ferzen fue tan rápida como su llegada y estadía. La tensión de lo que estaba por venir mantenía a la pareja en un ambiente silencioso y carente de la vitalidad de un viaje ameno.

Con cada paso que daban la incertidumbre de lo que debían hacer se complicaba a un grado de cancelar la misión o desertar de la misma, o al menos, es lo que pensaba Jericho. La chica poco a poco iba perdiendo la voluntad de continuar caminando, su mente estaba repleta de pensamientos lúgubres y una voz interna le decía que debía retirarse antes de que su corazón fuese destrozado ante la futura escena que presenciaría. Pero, como si se tratara de una típica representación de la parte buena o angelical, otra voz le recordaba su promesa interna de ayudar al hombre que caminaba a su lado, que se había comprometido con cumplir el objetivo del viaje y que no importaba el daño que tuviera en su ingenuo corazón, que todo esto también era una prueba de su valía y fortaleza para superar un amor infantil y no correspondido.

Por su parte, Ban estaba en una situación similar que su acompañante experimentaba. Sabía que estaba a escasos kilómetros para reunirse nuevamente con la hada sacra, la que había jurado ser su único y más grande amor, a quien hizo una promesa eterna y que sabía debía cumplir. Pero éste compromiso lo hacía por eso, solo por saldar un juramento y no por los motivos iniciales: por amor y devoción a Elaine. El bandido estaba en un punto dónde esperaba que la chica a su lado dijera algo para abortar la misión y regresar a Liones. No sentiría remordimiento por no cumplir su palabra con la rubia, estaba seguro que la guardiana de la inexistente fuente de la juventud entendería su decisión y la aceptaría o al menos sería comprensiva y lo dejaría seguir con su vida. Eso era lo que se repetía constantemente con cada paso que daba, tratando de apaciguar el sentimiento amargo que poco a poco inundaba su corazón por pensar de esa forma. Otro momento de recriminación llegó a su atormentada mente ¿Que pensaría el resto de sus seres queridos de su decisión de abandonar a la hada sacra? Sus amigos definitivamente lo apoyarían, o al menos eso esperaba, pero quién no lo comprendería y por supuesto lo detestaría con todo su ser sería el Rey de las Hada: Harlequin. El soberano de las hadas tendría un enorme desprecio y rencor por él, ya que había gritado a los cuatro vientos su amor por su hermana menor y que en un periodo corto de tiempo su afecto por ella cambiará dejaría en duda su propio sentir y su palabra. No quería crear conflicto entre ellos ni mucho menos involucrar al resto de sus cámaras, no quería provocar una guerrera civil en los pecados capitales solo por el cambio de elección de sus sentimientos.

Pero lo que realmente importaba era lo que ocurría en su entorno. Tal vez si algunos de los dos no hubiera estado sumido en sus atormentados pensamientos, se habrían percatado de las múltiples presencias que poco a poco los iban rodeando.

El sonido de un artefacto afilado acercándose a gran velocidad hacia ellos e impactando en un cuerpo hizo que el pecado de la avaricia saliera de su trance y se percatase que una lanza de hierro había atravesado su cuerpo de lado a lado. Con esto la pelilila también salió de sus pensamientos, provocando un grito agudo por la sorpresa y el ataque. El peliazul solo miro la arma con desprecio y, sin mucho esfuerzo, se la quito del pecho arrojándola al suelo. Ambos rápidamente se colocaron en una posición ofensiva, preparados para lo que fuera que había atacado. Sin esperar mucho, una lluvia de flechas cayó sobre ellos, pero ambos jóvenes fueron lo suficiente veloces para esquivar, con ligeras heridas, ese ataque.

El Santo Grial [JeriBan]Where stories live. Discover now