05 | Las palabras de Italia

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Gásper

5 de octubre

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—¡Ya te escuché mamá! —de mala gana terminé de guardar las cosas en la mochila.   

—¡Gásper el transporte pasa en menos de 5 minutos! —siguió gritando como si no hubiese escuchado mi respuesta.

—¡Que ya voy! —mascullé.

Colgué la mochila al hombro como de costumbre, observé mi reflejo en el espejo antes de salir de la habitación, acomodé la gorra y planché el pantalón con las manos.

—Eres hermoso chiquibaby —le guiñé un ojo a mi reflejo.

Caminé lo más rápido que pude, al llegar observé a mi mamá guardar lo que supongo es mi almuerzo en una de las loncheras. Es demasiado extraño, nunca lo hace ya que no siempre esta en casa, pero me alegro que se esfuerce.

Sonreí.

—Amor no quiero que sigas comiendo esas cosas —acarició mi mejilla.

—Ayer dije que no lo volvería a hacer —rodeé los ojos—. Bueno, adiós madre —besé su frente.

—Tu padre y yo saldremos de la ciudad así que estarás solo, no te descontroles, nada de fiestas, alcohol, dormir hasta tarde —enumeraba con sus dedos.

—Mamá me dices eso con demasiada frecuencia —suspiré—. Ya me lo aprendí.

Desde que tengo memoria me ha dicho lo mismo cada vez que va a salir, el trabajo de mis padres los obliga a salir de la ciudad aunque ellos no quieran, pero lo mejor es que pueden tener vacaciones de hasta un mes.

—Genial, ahora ve y me saludas a tu novia Darla —me empujó por los hombros.

¿No… via?

—Darla no es mi novia, es mi amiga —fruncí el ceño.

—Deberían serlo, combinan a la perfección —asintió—, invítala a comer, dejaré comida deliciosa en el horno —levantó las cejas de arriba hacia abajo.

No me dejó hablar.

Llegamos a la puerta, ella me hizo una seña para que siguiera avanzando, casi cerró la puerta en mis narices.

¿Yo y Darla siendo novios? La conozco de hace años, es mi hermanita aunque a veces yo siento que…

—¿¡Niño subirás o no!? —la voz me hizo pegar un brinco.

¿Dios? Arrugué las cejas y luego vi al frente, la puerta estaba abierta dejando ver la cara del señor gruñón, me espanté.

—Si, si, ya voy —di grandes zancadas para no molestar más al hombre bigotón.

Darla y yo siempre nos sentamos en el mismo lugar desde que entramos a preparatoria, últimos asientos en la esquina derecha, ella siempre escoge la orilla para ir viendo el paisaje, que siempre es el mismo no le hayo demasiada gracia, como sea.

A cuatro cuadras el autobús se volvió a detener, la casa de Darla, a los pocos segundos ella entró con su usual desorden, ya saben, pelo suelto, libretas en manos, la mochila colgando de su brazo, una calceta abajo y otra arriba, donas de cabello en su muñeca y su botella de agua color lila.

Corazones de papel [Pausada]Where stories live. Discover now