Capítulo Ocho.

28.8K 2.2K 223
                                    

Tranquilo, Thomas, sólo será por hoy. Mañana irás por lo que viniste y el viaje terminará más rápido de lo que imaginas.
-¿Thomas?
-¿Qué? -digo, saliendo de mis pensamientos.
-Le preguntaba a Alice como se conocieron y, luego, recordé que no pude hablar. Así que, ¿cómo se conocieron?
"Matame"
-Ella vive cerca de la tía Julie.
-¡Vaya! ¿Tú le entiendes? -asiento.
-Estuve aprendiendo -Alice toca mi hombro y me giro a verla.
"Quiero decirle algo"
-Quiere decirte algo.
"¿Usted cocinó?"
-Pregunta si tú cocinaste -le digo a mi madre.
-Si, ¡por supuesto! -dice con una sonrisa.
"Pues cocina malísimo. Esta comida es un asco"
Trato de no reír ante su comentario y vuelvo a mirar a mi madre.
-Ha dicho que nunca comió algo más delicioso -me da una pequeña patadita por debajo de la mesa y luego entrelaza su mano con la mía.
-Gracias, Alice -seguimos comiendo en silencio y luego mi padre decide hablar.
-¿Qué hay de tus padres, Alice?
"Dile que murieron"
-Alice...
"Es menos doloroso, creeme. Y es casi real"
-Sus padres murieron en un accidente -ambos abren los ojos horrizados.
Como si la muerte no habitara todos los días esta casa.
-Lo siento.
"Siento decirte que tus padres son idiotas"
-Lo sé. Dice que está bien.
-¿Qué los trajo por aquí? -le doy un sorbo a mi vaso de agua.
-Maya.
Y así es como sueltas una bomba sin darte cuenta.
-Thomas.
-Vinimos a visitar a Maya.
-Thomas -los miro a ambos.
-¿Qué? -espeto.
-No hables de ella como si estuviera viva.
"No los escuches"
-Es mi hermana.
-¡Era tu hermana! -exclama mi madre-. Ya no más, Thomas. Los muertos no entran a esta casa.
Me pongo de pie y Alice me imita.
-Entonces denme por muerto -me doy media vuelta-. Porque no pienso volver.
-¡Thomas!
Y la puerta se cerró detrás de mi.
"Oigo pasos"
Siento la adrenalina de mi cuerpo por la acción que acababa de hacer y tomo su mano.
-Entonces, ¡a correr!
El viento nos azotaba la cara con fuerza mientras corríamos, sin ninguna razón en especial. La sonrisa de Alice me hacia sentir mejor.
Nos detuvimos y tomamos aire. Luego la besé. Paramos un taxi y fuimos al hotel con la respiración agitada, los rostros mojados del sudor y la mirada extrañada del taxista que malinterpretó nuestro estado.
"No, señor taxista, no follamos detrás de un árbol. Es más, no follamos"
Solté una risa y apoyé mi cabeza sobre el hombro de Alice.
Maldito sea el amor.

Palabras Mudas: SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora