Capítulo 3

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Jimin contaba cerca de una semana de vivir la misma rutina. Despertaba en alguna hora del día, a veces con el lobo negro junto a él y a veces con el animal en la entrada de la cueva; después se alimentaba de algún conejo que traía su acompañante y salía por agua a un lago al que él lo guiaba siempre.

Regresaban después de que Jimin orinara o hiciera lo que tuviera que hacer en el pino que estaba a menos de tres metros de la cueva, al cual Jimin había nombrado como El pinito especial de Minnie.

Y para terminar el día, se tiraba en el fondo de la cueva a esperar a que el lobo se acurrucara con él porque así pasaba menos frío y dormía más cómodo.

Jimin además había descubierto, para su infinita sorpresa, que conforme pasaban los días, comenzaba a sentirse cada vez más incómodo en su propio cuerpo.

Tenía una necesidad que no lograba identificar, pero persistía y lo hacía removerse exasperado. El lobo que lo acompañaba parecía haberse dado cuenta también.

Escuchó un resoplido tras él, y Jimin gimoteó cuando el animal se alejó unos centímetros de él, haciendo que el frío se colara en su espalda.

Jimin tampoco lo juzgaba, suponia que le molestaba que se moviera tanto, además de que había periodos de tiempo en el que se sentía demasiado caliente, como si necesitara copular. Afortunadamente no era tan fuerte como antes, así que había podido mantenerse alejado del lobo. Al cual, por cierto, había decidido poner nombre, porque no puedo llamarte lobo todo el tiempo, así que después de desquitar su tiempo pensando en nombres que le gustaran, se había decidido por Agust.

Jimin también estaba recuperándose de la pata, aún cojeaba, pero no dolía tanto como antes, parecía que no había sido algo tan grave como había pensado. Poco a poco comenzaba a moverse por la cueva, aunque seguía sin atreverse a salir a menos que tuviera sed o ganas de ir al baño, lo cual era más seguido de lo que le gustaría.

Oye, tengo hambre. Miró al enorme lobo tras él, girando sobre su espalda y chocando con el cuerpo peludo. Agust le devolvió la mirada, y si Jimin pudiera, ya estaría haciéndole ojitos para que le consiguiera comida, porque últimamente le daba mucha hambre.

Y porque después de que en una de sus salidas se habían encontrado unas moras que el cambiaformas había devorado gustoso, Agust traía de vez en cuando, Jimin suponía que no eran tan fáciles de encontrar, pero igual le gustaba que con ellas se deshacía del horrible sabor a animal crudo.

Dame comida, pidió en su cabeza, empujando confianzudo al animal con el hocico, porque Jimin ya se había acostumbrado a su presencia mansa. Agust resopló de nuevo y se levantó estirando perezosamente las patas.

Jimin lo vió salir de la cueva, y suspiró sabiendo que estaría solo por al menos una hora, lo cual le servía para... Absolutamente nada. Pasar el tiempo ahí era totalmente aburrido, solo era él y sus pensamientos.

Eso le hacia sentir muy triste, no recordaba la última vez que se había sentido tan solo desde que su madre había muerto a sus 17 años. Jimin ya no tenía familia, y ahora ni siquiera podía llamar a Taehyung para sobrellevar el sentimiento de desolación que se empeñaba en acecharlo por las noches.

Y ahora viviré como un lobo por el resto de mi vida, comiendo carne cruda y durmiendo sobre el suelo, pensó que, al menos, aun tenía a Agust para cuidarle, y con suerte, así sería hasta que pudiera valerse por si mismo.

Jimin resopló cuando sintió la ya familiar sensación de opresión sobre su vientre, quería ir al baño. Como era usual, se preguntó si realmente tenía tantas ganas como para ir él solito.

Decidió que sí, porque se negaba a orinar en el mismo lugar donde dormía. Con pereza se levantó, todavía haciendo lo necesario para no apoyarse en su pata lastimada.

Y torpemente avanzó hasta la entrada de la cueva, la nieve aún persistía en el bosque, posiblemente así sería hasta febrero, algo que no le animaba para nada, jamás había sido de climas fríos, era demasiado friolento para soportarlo, así que agradecía que al menos dentro de su cuerpo lobuno podía mantener un poco más de calor.

Caminó tan rápido como podía en su condición hasta poder llegar a su preciado pino y sintió el alivio llegar lentamente a su cuerpo cuando descargó todo el líquido.

Mientras terminaba de hacer sus necesidades, su mirada se topo con un pino que estaba un poco más alejado de donde él se encontraba, pero que tenía sus ramas hasta el suelo blanco.

Lo observó durante varios segundos con ojos curiosos, porque ese sentimiento estaba ahí otra vez.

...

Jimin miró con ojos brillantes al lobo negro que llevaba cargando a otro animal, agitó la cola emocionado cuando notó que entre sus fauces también iban sus preciadas bayas.

Agust dejó su alimentó frente a él y luego pareció mirar curioso a la pequeña capa de ramas y hojas que había sobre el suelo de la cueva. Jimin lo ignoró porque su estómago era más importante. Pero Agust resopló moviendo las ramas hasta formar un círculo deforme con ellas.

Jimin no lo sabía, pero esa era la base para su primer nido, uno que inconscientemente comenzaría a formar en los siguientes días.

La apariencia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora