Capítulo 31 + Aviso importante

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El temido lunes llegó demostrándome que ninguna espera es eterna

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El temido lunes llegó demostrándome que ninguna espera es eterna. Recorrí los pasillos a junto a una decena de miradas siguiéndome los pasos con el mismo interés que había despertado en años. Todo parecía seguir intacto, al menos a los ojos del mundo, porque dentro de mí estaba claro apenas quedaban pinceladas de aquella Jena que inició el curso con la única intención de consolidar mi reinado.

—¿Cómo estuvo tu noche?

Escuché la voz de Nicolás apenas doblé el pasillo. Y ahí estaba el causante de mi metamorfosis, con esa cara de niño que me robó una sonrisa.

—Rara —confesé acortando la distancia entre los dos, sin embargo mi alegría me delató—, pero mejor de lo que esperaba —acepté. Para que mamá y yo nos volviéramos confidentes aún faltan un par de vidas, mas habíamos dado el primer paso. El más difícil—. ¿A ti cómo te fue? —pregunté enseguida, adelantando él tenía sus propios problemas.

Nicolás, se encogió de hombros, restándole importancia.

—Sobreviví —resolvió con simpleza, sin perder la sonrisa.

—Entonces tomémoslo como un triunfo —concluí celebrando.

—¿Estás lista para este miércoles? —curioseó reparando en las miradas que al pasar a nuestro lado nos estudiaban sin descaro. Pese a los meses aún no se acostumbraban a vernos juntos.

—No —reconocí sincera, dándole un fugaz vistazo a la gente que nos rodeaba. Tanta atención comenzaba a ser abrumadora—, pero lo estaré.

Aún no había encontrado un reto al que no le hiciera frente.

Nicolás disimuló una sonrisa mientras me paraba de puntillas en mis altos botines, para comprobar el rostro de los estudiantes mientras la pareja que nos antecedía daba su discurso. Conclusión: aburridos, creo que hasta distinguí un par de bostezos al fondo. Tampoco podía culparlos, la voz del dirigente del club de música parecía estar entonando una canción de cuna.

—Esto es ridículo —escupí ansiosa, apartándome para caminar por el diminuto cuarto donde nos hicieron esperar por nuestro turno. Estar encerrado en la habitación donde guardaban las pelotas en el gimnasio era la pesadilla de cualquier claustrófico—. Solo falta que nos pongan a repartir calcamonías con nuestra cara —protesté. Pude sentir la mirada de Nicolás siguiéndome de un lado a otro—. ¡Vamos a ganar una corona, no la gobernatura del Estado!

—Tal vez están celebrando será la última vez que podremos mostrar nuestra cara en público —alegó divertido, Nicolás.

Detuve mi descontrolado recorrido afilando mi mirada en su dirección.

—Por lo que vemos ya tenemos el intermedio cómico.

Él escondió una media sonrisa que lo hizo lucir más atractivo con aquella camisa a botones, zapatos pulcros y algunos rizos ordenados de forma tan natural que nadie hubiera sospechado habían tardado un buen rato en encontrar su lugar perfecto. Tenía que reconocer que aunque los padres de Nicolás hicieron la mayor parte del trabajo, yo le había ayudado a sacarse brillo.

Todos quieren ser Jena CuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora