Capítulo 23

674 123 175
                                    

Había perdido la cuenta de todas mis citas, pero estaba segura que jamás estuve tan nerviosa

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Había perdido la cuenta de todas mis citas, pero estaba segura que jamás estuve tan nerviosa. Aunque estaba convencida Nicolás no cruzaría ninguna línea, sabía se adentraría en un rincón de mi corazón del que sería difícil sacarlo. Y predecir el desastre no evitó me presentara en su casa, hecha un manojo de nervios, planchando ansiosa mi vaporosa falda mientras aguardaba atendieran a mi llamado.

No demoró, como si estuviera esperándome la puerta se abrió antes chocara mis nudillos contra la madera una tercera vez. Nicolás me recibió con una brillante sonrisa que me desarmó. Pensé que derretiría ahí mismo cuando su mirada me repasó cautivado, sin una pizca de perversión, haciéndome sentir la chica más bonita del mundo. Me hubiera gustado atribuir su fascinación a mi encanto natural, pero siendo honesta, debía reconocer me había esmerado un poco más de la cuenta.

La prueba es que había enviado a arreglar uno de mis vestidos favoritos, negro con hombros caídos y una falda hasta la rodilla, añadiéndole unas flores naranjas en honor a la fecha. La verdad es que el resultado fue una obra de arte.

—Te ves preciosa, Cuervo —me halagó, y aquel apellido que me causaba tanta repulsión en sus labios sonó como un cumplido.

Escondí una sonrisa. Haciéndome la interesante, me planteé frente a él, cruzándome de brazos fingí estudiar su atuendo. Un pantalón oscuro y una camiseta a botones, sencilla, pero elegante.

—Tú no estás mal.

Él deslizó una media sonrisa negando con la cabeza, mientras me permitía el paso al interior. No lo pensé. Al no ser la primera vez que visitaba aquel sitio, me moví segura por el lugar hasta que choqué con lo que estaba preparando en la sala.

Contuve la respiración contemplando un altar de siete escalones que terminaba en un largo camino de flores de cempasúchil que daban la apariencia de arder, iluminadas por el sendero de velas. Había papeles de colores por todos lados, al igual que un suave olor a incienso que me embargó.

—Perdón, está hecho un desastre —se disculpó Nicolás avergonzado al alcanzarme, poniéndose de cuchillas para recoger lo que encontrara a su paso.

—Es bellísimo —admití maravillada, en un susurro.

Y no se trataba de un vano halago. No podía creer alguien ocupara tanto tiempo en hacer algo por otra persona que ni siquiera vería. Un acto de amor ciego que me enterneció.

Arremoliné mi falda a un costado, cuidando no estropear nada nada mientras recogí uno de los papelitos de colores regados por el suelo que Nicolás había cortado para decorar cada peldaño. Él le restó importancia, ladeando la cabeza junto a una sonrisa cohibida.

—Espero a ella le guste, porque soy pésimo para los trabajos manuales, imperdonable siendo ella una artista —me contó, haciéndose un espacio a mi lado, rodeado de flores y velas encendidas.

—¿Artista?

—Sí, algo así. Cantaba en un bar del centro por las noches y era artesana por las mañanas. Conoció a mi padre cuando fue a dar una entrevista en el noticiero para promocionar un club de arte que ella dirigía. No me preguntes cómo se enamoraron, porque creo que ni ellos mismo lo saben —declaró con una pizca de gracia.

Todos quieren ser Jena CuervoWhere stories live. Discover now