Capítulo 22

604 116 43
                                    

Nicolás se congeló al igual que el ruido a nuestro alrededor, mantuvo las manos en alto procesándolo y cuando empecé a arrepentirme por haber cedido a mi impulso, intenté retroceder, pero me lo impidió atrayéndome a su cuerpo antes de corresponderme

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Nicolás se congeló al igual que el ruido a nuestro alrededor, mantuvo las manos en alto procesándolo y cuando empecé a arrepentirme por haber cedido a mi impulso, intenté retroceder, pero me lo impidió atrayéndome a su cuerpo antes de corresponderme. El mundo desapareció. Cerré los ojos apenas me rozaron sus labios, tan suaves como los había soñado. Pensé que el corazón me explotaría al percibir su ternura. Una sonrisa se me escapó en medio del beso con su cálido aliento perdiéndose con el mío mientras memorizaba cada detalle de su dulce caricia. Y aunque la torpeza de sus movimientos dejaron claro su inexperiencia, deseé quedarme entre sus brazos toda la vida porque ahí todo parecía un mejor lugar. Estuve tentada a hacerlo, de no ser porque un grito rompió la magia.

—¡Fin de las demostraciones amorosas! ¡El partido va a empezar! —exigió Guerrero la atención de todos, pasando a nuestro lado, sin darnos importancia, directo a lo que le interesaba, ganar el juego.

Pegué un respingo que nos obligó a separarnos. De golpe regresé a la realidad. Siguiendo su recorrido a la banca, me encontré con el rostro desencajado de Ulises que no terminaba de creer lo que había visto. Parpadeé, analizándolo. Había besado a Nicolás en frente a toda la escuela. Temerosa alcé la mirada para encontrarme con su expresión perdida, él también parecía estar ordenando sus ideas.

Sin darle oportunidad de llenarme de preguntas, aproveché para entrelazar mis dedos con los suyos y halarlo lejos del resto. Ya habíamos dado demasiado de que hablar, no buscaba aparecer en el titular del periódico porque Guerrero nos echó de una patada. Además, necesitaba tiempo. No sabía para qué, era solo que ni siquiera era capaz de armar una frase para explicar lo que acababa de hacer.

El recorrido hacia los pasillos, casi solitarios por el evento, se acabó en un suspiro. Frené de golpe, a sabiendas no podía escapar durante toda la vida. Aunque no me pareció una propuesta descabellada cuando tuve que darle la cara. Quise hundirme en la tierra y desparecer al encontrarme con su mirada confundida.

—Lamento mucho lo de hace un momento —me excusé deprisa, antes pudiera reclamarme. Respiré—. Yo... Solo... Pensé... —balbuceé, improvisando una buena razón. No la hallé. Gracias al cielo, Nicolás se compadeció de mí.

—No, no, está bien —le restó importancia, sin ponerme contra las cuerdas. Pasó sus dedos por su cabello, nervioso, evadiendo mi mirada, pero me relajó notar estaba escondiendo una tímida sonrisa.
Asentí, un corto silencio se instaló entre los dos, no del que angustia, sino del que anuncia paz tras el huracán. Sintiéndome como una adolescente, no pudo mantener quietos mis pies, ni mi boca, que le ganó la partida a la suya cuando ambos quisimos hablar.

—Eso quería decir que solo habrá una Jena —declaré.

Nicolás lo entendió, estaba respondiendo a la pregunta que habíamos dejado en el aire. Ahora ni siquiera lo disimuló, dejó a la luz una sonrisa cómplice que revolucionó las mariposas en mi interior y me hizo imitarlo. De pronto, me sentí más ligera, todo el peso a mi espalda se había desplomado y ahora a mis pies solo quedaban los trozos de mi escudo. Ese que me protegió y aprisionó por años.

Manteniendo la mirada fija, uno en el otro tambaleamos como un par de chiquillos, dando un paso adelante y atrás, dudando sobre hasta dónde era prudente acercarse. Una parte de mí, deseó que siguiera el impulsó que brilló en su pupila, acortar la distancia y volver a fundir nuestros labios sin darme explicaciones, porque el beso de hace un rato había resultado poco para lo que nos exigía el corazón. Él pareció leer mi mente, sin embargo apenas se inclinó la llegada de un escandaloso grupo nos escupió en el presente.

—Wow, no sabía que se habían reconciliado —nos felicitó su amigo, rodeando animado su brazo de los hombros Nicolás. Ya no había recelo en su mirada.

—Yo tampoco, hasta hace cinco minutos —admitió divertido, sonriéndome.

Sí, fue un cambio de acontecimientos peculiar.

—Estoy tan feliz por ustedes —celebró Tatiana, abrazándome del brazo antes de zarandearme como si fuera su oso de peluche. No pude quejarme, después de todo, se lo debía a ella. Incluso Melissa, a su lado, me regaló una sonrisa amable.

—Y como novia del líder, no puedes quedarte fuera de la fiesta que vamos a organizar este viernes —anunció Alberto, emocionado.

—¿Fiesta? —murmuré anonada, para no soltar en voz alta lo que se repetía en mi cabeza.

¿Novia? ¿Eso era lo que pensaban que éramos? Para ser honesta, a esas alturas ni siquiera sabía si me gustaría la respuesta.

—Sí, de Halloween —resolvió contento. Claro, había olvidado esa fecha—. Habrá disfraces, bebidas, hasta haremos concurso de interpretación —compartió entusiasmado. Asentí fingiendo interés, dándole una sonrisa para no desairarlo—. Será en mi casa, dile a Nicolás que te pase la dirección.

—Sí, muchas gracias —le agradecí su genuina invitación—. Eso haré —mentí como toda una profesional.

—Apuesto que no piensas ir —adivinó Nicolás apenas nos dejaron solos, pero no había enfado en su voz.

—No es por ellos —aclaré enseguida. No quería que me malinterpretara—. Es solo que no suelo celebrar Halloween —le conté retomando el camino. Él me contempló incrédulo, pareció preguntarse si estaría tomándole el pelo—. Al menos no hasta que tuve voz para negarme —añadí siendo más específica.

—¿Y eso? —curioseó—. No me digas que eras de las niñas que se vestían de ángeles. No tiene nada de malo —comentó deprisa, haciéndome reír al pensar podría ofenderme—, es solo que me cuesta imaginar a la traviesa de Jena con un par de alas blancas —reconoció, ganándose un empujón juguetón.

Todo lo contrario, yo no tenía un cabello de santa.

—No, es solo que nunca me gustó —resolví sin darle muchas vueltas, encogiéndose de hombros, para no entrar en detalles.

Nicolás, aunque no lo entendió, pareció quedar satisfecho porque no hizo más preguntas.

—Entonces, ya que todo el mundo estará de fiesta... —inició, disimulando mal los nervios, intrigándome—, podrías pasarte por mi casa el viernes por la noche —soltó de la nada.

Frené, su propuesta me tomó por sorpresa. No porque pensara hubiera algo fuera de lo común, sino porque no entendía el porqué. Mi mirada le pidió detalles, pero él malinterpretó mi silencio.

—No creas que para que estemos solos —me explicó apenado. Tuve que hacer un esfuerzo por no reírme ante su preocupación—, aunque sí lo estaríamos, pero no es lo que estás pensando... —Mordí mi labio reteniendo una risa. Cerró los ojos, reprendiéndose—. En casa solemos preparar el altar de muertos para mamá esa noche —mencionó, de golpe. Todo cobró sentido. Siempre olvidaba esa celebración, en casa no recordábamos a nadie, para nosotros la muerte tenía otro significado—. Si quieres puedes ayudarme, sé que no suena muy divertido, pero...

—No, no —lo corté agitando mis manos—, me parece perfecto.

Mucho mejor que todos mis finales de octubre desde que tenía memoria. Además, me parecía lindo quisiera hacerme parte de algo tan significativo e íntimo para su familia.

—Apuesto que es la cita más extraña de tu vida —se burló, guardando sus manos en su bolsillo.

Parpadeé, confundida.

—¿Cita? —repetí aletargada.

—Bueno, no tenemos que usar esa palabra si no quieres...

—No, sí, está bien —concluí esforzándome por disimular mi alegría. Tal vez le estaba dando más importancia de la que debía—. Entonces, una cita el viernes... ¿Eso significa que me perdonaste? —lo cuestioné esperanzada, buscando claridad. No quería que hubiera más frases a medio terminar entre nosotros.

—¿Tú me perdonarás haberte citado frente a un altar de de muertos? —contratacó, con una sincera sonrisa que dejó clara la respuesta, lejos de resentimientos, tan pura como su corazón. Era tan feliz que me dolía el pecho.

Torcí mis labios, alcé el mentón, fingiendo dudar.

—Voy a pensarlo.

Nicolás me regaló otra sonrisa que me hizo imitarlo.

—Espero tener una respuesta para esa noche, Cuervo —se despidió.

Tuve la impresión, por la forma en que se acercó, que quiso darme un beso, primero en la mejilla, luego en la frente, pero al final a causa de su timidez quedó en nada. De todos modos, no me decepcionó porque a cambio me dio una dulce sonrisa que me hizo sonreír como una niña. Tras una fugaz despedida Nicolás se marchó, me recargué en la pared, siguiéndole con la mirada. Mordí mi labio, sintiendo mis piernas temblar por el terremoto que sacudió mi corazón.

Viernes. Oculté una auténtica sonrisa que terminó escapando por la corazonada que me invadió. Algo me decía que esa noche sería especial para mí, y no me equivoqué.

 Algo me decía que esa noche sería especial para mí, y no me equivoqué

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Hoy hay doble actualización ❤️❤️❤️❤️✨🙀

Todos quieren ser Jena CuervoWhere stories live. Discover now