En la mitología griega, la ninfa Clytia se enamoró locamente del Dios del sol, Helios, el cual no sentía lo mismo por ella. A Clytia se le partió el corazón y murió de pena, convirtiéndose en un girasol que seguia al sol allá a donde fuera. No quería perder de vista a su amor, el Sol.
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