Todo tiene su equilibrio, para que exista la muerte, debe existir la vida y para que la vida tenga esencia, debemos fallecer. Pero más allá que algo abstracto, la Vida y la Muerte fueron capaces de dejar una fuerte descendencia. Uno de ellos de actitud tan tempestuosa como la guerra y frívolo como la muerte más lenta. En cambio, el otro es capaz de apaciguar a las personas con su tacto. Se pasea con sus mejillas arreboladas, iluminando a todos justo como la incipiente luz que se ve tras un oscuro túnel. Mas esto no evita que sigan los designios del tiempo y el destino. Justo por ello se complementan, acariciándose con tacto firme y manteniendo el equilibrio de la creación entre sus manos. Bailan una danza interminable en cada uno de nosotros... hasta que la alegría entre ambos se ve afectada por un intruso, logrando que la perfecta sincronía entre estas fuerzas se vea perturbada y que los vestigios del caos hagan notar su presencia. Una bestia contenida surge de entre la oscuridad de un alma. ¿Quién podrá controlarla? Tan solo un ser es capaz de controlar al monstruo que habita dentro de la muerte. ¿La tempestad tomará el mando?