En el lienzo de mi vida, él fue el pintor de un amor inolvidable. Sus ojos, estrellas que guiaron nuestro destino, reflejaban un hogar perdido encontrado en su mirada. Cada abrazo suyo era el refugio donde el tiempo se detenía, y la conexión de nuestras almas creaba un santuario eterno. Juntos, tejimos una historia única, donde su presencia era el eco de un hogar perdido, descubierto en cada gesto y abrazo compartido.
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