Durante la función, Esmeralda no había podido quitar la vista del hombre que, desde un palco preferencial, la observaba embelesado, con los codos apoyados en la barandilla y el rostro apoyado en las manos, y la había aplaudido entusiasta al sonar la última nota. Cuando el telón se cerró, y luego volvió a abrirse para salir a recibir el aplauso del público y un gran ramo de flores, ella miró nuevamente hacia el palco, pero él ya no estaba allí, y tampoco lo vio entre la multitud...pero ahora, por un caprichoso giro del destino, estaba aquí, parado frente a su puerta...
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