Las vastas llanuras del viejo Oeste, valientes tribus de pueblos indígenas en pos de su libertad, sedientos colonos envueltos en irreconciliables luchas, resaltan la seguridad que en tales condiciones no hay lugar para sentimientos. Pero aún así, ese despiadado mundo, tiene otra cara en la moneda. Aquellos orgullosos habitantes de las praderas también conocen de verdaderos sentimientos. Son capaces de amar con timidez y ternura, apasionadamente y con ardor.
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