Su vida era confusa, él la había hecho confusa desde su llegada, él era el culpable de haber destruido cada una de sus partes y volverla a reconstruir con torpeza y esfuerzo. Lo odiaba, pero al final del día cuando llegaba a casa, una sonrisa instantánea se posaba en su rostro al verlo acompañado de su maleta, una sonrisa ladeada y un montón de anécdotas aéreas que en ocasiones le parecían aburridas, pero que se sentaba con la mirada fija a escuchar en el nombre del amor.