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By damonsscum

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By damonsscum

LONDON ES UN LUGAR DESCONOCIDO cuando eres de un pequeño pueblo como lo era Small Heath, y Tommy Shelby lo sabía perfectamente.

Los Peaky Blinders habían evolucionado desde el día en el que Billy Kimber murió.
Arthur solía decir que primero estaba Dios y luego los Blinders, por lo que Polly se molestaba, pero en el fondo podía admitir que era cierto.

Los tres hermanos Shelby viajarían a Londres para reunirse con la mafia más grande de Inglaterra: los Rowen.
Los más poderosos de todo el país.
Había muchos rumores sobre este grupo y el primero era que eran vampiros y varios habían visto al jefe, Douglas Rowen, beber la sangre de sus víctimas en una copa de oro.
La gente también dice que la esposa, Meredith, era una bruja, la mejor que había y que podía hacerte tener una muerte dolorosa sin siquiera tocarte. Por último estaba su única hija, Pearl; de ella se hablaba poco porque solo se conocía su nombre, no su cara o quién era realmente.

La gente dice que Pearl es una bruja vampiresa con rasgos de ángel, que cualquiera que la mirara quedaba enamorado inmediatamente.
Pero estos eran solo rumores.
La familia Rowen, se mantiene de perfil bajo, al menos las dos últimas, ya que al padre le encanta que la gente sepa que él tiene a Inglaterra comiendo de la palma de su mano.

Aquel nublado y helado día, los Shelby se encaminaron a una "reunión" con los Rowen.

- ¿Estás seguro de esto, Tommy? - preguntó John algo inseguro. - Digo, esa gente es más de lo que podemos soportar.

- Cállate, John. Los Rowen nos pueden chupar los-

- Estoy seguro de que podemos lidiar con ellos, sí. Negocios son negocios y Douglas Rowen es un hombre muy inteligente, sabrá apreciar lo que ofrecemos - responde.

- Escuché que ellos trabajan solos.

- Y así es, nunca tienen aliados. Normalmente están en guerra con todos, sin motivo aparente - ríe Arthur.

Tommy suspiró al saber que sería un largo viaje con sus hermanos a su lado.

Thomas Shelby había regresado de la guerra en Francia siendo un hombre completamente nuevo, sabías que era él por cómo lucía pero no era el mismo por dentro.
Con el peor trabajo que te podrían otorgar en batalla, Thomas vio e hizo cosas que ningún ser humano debería.
Estaba perturbado mentalmente pero juraba haber cerrado la puerta del pasado por siempre, pero los más cercanos a él sabían que no podía dormir bien gracias a sus constantes pesadillas que lo despertaban cada diez minutos.

- Escuché que tienen una hija.

- La bruja vampiro - rió John a cambio. - . Apuesto a que es una horrible chica, por eso nadie sabe cómo luce - negó.

- Douglas es un hombre responsable que mantiene a su hija fuera del ojo público porque sabe que en cualquier momento la pueden usar en su contra. Según sé, su hija es educada en casa y solo sale de ahí cuando es necesario - respondió el de en medio mirando a su hermano menor.

- Igual no tiene apuro de salir, si corres diez kilómetros en de esa casa seguirás dentro de la propiedad - suspiró. - . Malditos millonarios, tienen todo lo bueno.

- ¿Tú conoces a Douglas, Tom?

- No. Pero él sabe quién soy, como yo sé quién es él. Sinceramente, pensé que no accedería a nuestra visita, pero mírenos, directo al futuro - asintió.

Arthur gritó alegremente golpeando los asientos traseros, haciendo reír a John y sacándole una sonrisa a Tommy.
Los hermanos posiblemente nunca se separarían, aún con las peleas pero los tres sabían que desearían tener una familia más unida y más amorosa, tal vez sin ser Peaky Blinders.

Mientras tanto, en Londres, los Rowen se preparaban para la llegada de los pueblerinos.
Meredith había cocinado su delicioso pastel Victoriano, receta familiar que solo las mujeres conocían.
Douglas se preparaba mentalmente para conocer a Tommy Shelby y trataba de descifrar qué idea le llevaría a la mesa.
Y luego estaba Pearl, quien cepillaba dulcemente el cabello de su caballo: Napoleón. Le cantaba una dulce canción con aquella voz angelical que poseía y el caballo relinchaba de vez en cuando, contento.

- Cada día es más hermoso, ¿no, señorita? - pregunta el cuidandero del establo. - Este año podríamos incluso inscribirlo a las carreras y estoy seguro de que ganaría.

- No me de falsas esperanzas, señor Cullen. Sabe que es mi sueño que Napoleón compita - ríe acariciando al blanco animal.

- No son falsas, señorita Rowen. Después de estos años de entrenamiento, Napoleón es más que capaz de competir - sonríe.

- Sabe que no es así, si mi pobre Napoleón compite en esas carreras morirá seguro.

- Es verdad, señorita - concordó observándolo.

- ¿Cómo está Lucas? - preguntó Pearl cambiando el tema.

- Oh, él está muy bien. Esta semana comienza esas clases que tanto quería tomar - sonríe, recordando a su dulce hijo.

- ¡Eso es grandioso! Envíele un grandísimo saludo de mi parte - exclamó contenta.

Marcus Cullen asintió tímido, una vez más, cautivado por la belleza y amabilidad de la joven chica que había nacido en cuna de oro.

Pearl se despidió de su caballo y regresó a su casa, pero antes se detuvo a regar las flores que ella misma había plantado.
Sin dudas, esa chica parecía una princesa de cuento de hadas, tanta inocencia, dulzura y amabilidad, eran correspondientes de un personaje ficticio.

Desde que Pearl era menor, las personas que la rodeaban se sorprendían por la grata belleza de aquella niña y después desarrolló actividades en las que era excelente, como piano, pintura y canto. Pearl era una niña prodigio.

- Cariño, ¿estás segura que quieres estar presente en la mesa esta noche?

La voz de su padre la sacudió un poco, pero luego de recobrar su postura, asintió.

- Acabo de cumplir veinte años y creo que ya es tiempo de que sepa un poco más sobre lo qué haces - él negó.

- No, mi amor. No quiero que te metas en este negocio porque se aprovecharán de ti rápidamente - suspiró. - . Podrás estar en la mesa, pero no podrás hablar u opinar, solo serás una espectadora - ella asintió, ganada.

- ¿Puedo al menos saber los nombres de los caballeros que nos visitan, padre?

- Arthur, Thomas y John Shelby y no creo que sean unos caballeros ante todo - finalizó.

Era la primera vez en mucho tiempo, en donde Pearl conocería a alguna de estas personas con las que trabajaba su padre... o a una simple persona. Estaba emocionada.

- Joder - susurró Arthur mirando el palacio de los Rowen.

- ¿Que hacen ellos?

- ¿Qué no hacen ellos? - responde Tommy, botando su décimo cigarrillo al suelo.

Luego de unos minutos en los que el portero los cuestionara y otros más en lo que llegaron a la entrada del hogar, dos personas salieron a recibir a los Shelby.

- ¡Bienvenidos! - exclamó el hombre de cabello canoso, sonriente.

John lo observó a detalle y notó cómo no tenía ni una sola arruga en la cara, al igual que la mujer de vestido acuoso.
"Vampiros", se dijo mentalmente.
Un miedo invadió las venas del menor y por un momento temió por entrar a ese enorme palacio.

- Señor, señora Rowen; soy Thomas Shelby, es un placer conocerlos - dijo el jefe amablemente, saludándolos.

- Arthur Shelby.
- John Shelby.

- Bien, soy Douglas Rowen y esta es mi esposa, Meredith - sonríe cálido. - ¡Entren! Entren, por favor. En un momento serviremos la cena - asintió.

Los Shelby (a excepción de Tommy) miraban todos y cada uno de los detalles de la casa, sabiendo que era oro, plata y más. Si rompías algo ahí, seguramente ya debías cientos de billetes.

- ¿Pasamos al salón o al comedor directamente? - preguntó Douglas a sus invitados.

- Oh, como ustedes deseen, nosotros no tendremos queja alguna - respondió Tom rápidamente.

- Al salón, entonces - responde Meredith.

Tuvieron que caminar por algunos minutos y no era una broma, el lugar era enorme y Arthur juró que le dolían los talones.
Llegando al salón, era una taberna tres veces más grande que el Garrison y tenían el doble de botellas de ellos.

- ¿Que desean tomar? - preguntó Meredith, atenta.

- Whiskey - habló Tommy por los tres.

- ¿Irlandés o escocés?

- Irlandés, por favor.

- Oh, Pearl, hija, ¿te presentas con nuestros invitados?

- Oh, Dios mío - suspiró John.

"Apuesto a que es una chica horrible", aquellas palabras se esfumaron cuando un delgado y pálido cuerpo, pecoso, con cabello castaño claro, unos ojos amielados, con unos labios rosados y regordetes se presentó frente a los hombres.
Los tres estaban embobados y los padres no lo notaron, pues estaban preparando las bebidas.
Pearl frunció el ceño al ver cómo Arthur y John la miraban sin parpadear.

- Soy Pearl Rowen, es un gusto conocerlos, señores - sonríe amable. -, espero se sientan cómodos en nuestra morada.

La chica estrechó manos con los dos antes mencionados y ambos, besaron su mano.
Cuando llegó el turno de Tommy, la chica se embobó con aquellos ojos tristes de color azul cielo que se iluminaron cuando conocieron los de ella. El mayor sonrió levemente y besó su mano con extrema suavidad, mirándola a los ojos en todo momento.

- Hermosa - susurró inaudiblemente mirándola retirarse al bar con sus padres.

- Son iguales, no te preocupes - sonríe la madre, entregando los vasos.

- Si me permiten - los tres asintieron.

Pearl colocó los vasos frente a los tres cuerpos y tomó asiente al frente de Tommy, sonriéndole cálidamente, sin sospechar de él.

- Si esta es la vampiresa, que me encaje lo que quiera - susurró Arthur al oído de John.

- Señor Rowen-

- Llámeme Douglas, al fin y al cabo seremos socios en algunos minutos - sonríe.

- Bien; Douglas, tiene una casa hermosa.

- Muchas gracias. Ha ido de generación en generación, es una antigüedad - ríe. -. Muchachos, ¿por qué no vamos al grano?

- Está en guerra con los italianos más que con alguien más y nosotros podemos ayudarle - dijo Arthur tomando iniciativa.

- Tenemos hombres inteligentes - siguió John.

- Los Peaky Blinders le ofrecemos nuestro apoyo, para combatir a los italianos y a cualquier otro grupo con el que pueda tener conflictos - dijo Tommy con voz ronca, encendiendo un cigarrillo. -. La única condición es que estaremos trabajando con usted y no para usted, Douglas - sonríe seco.

El billonario se quedó callado bebiendo de coñac que se había servido en un vaso, observando a Tommy fijamente sin expresión y viceversa. Si bien, no le vendría mal una ayuda del famoso grupo, tampoco quería verse débil y sacar a la luz que se había aliado con los dioses de Birmingham.

- Los Peaky Blinders nos convienen, padre. Su trabajo si más no es limpio, es ingenioso. El señor Shelby, aquí presente - dijo apuntando a Thomas con la cabeza. -, es una de las cabezas más inteligentes en tu mundo. Los italianos no se darán ni cuenta cuando él esté cerca, a menos que vaya dejando su rastro de evidencias, como comúnmente le gusta hacerlo - finalizó.

Cada alma en el salón se sorprendió levemente. En la cara de Tommy se había dibujado una sonrisa coqueta, enternecido por la manera en la que decía sus palabras.
Douglas, era posiblemente el más sorprendido, ¿cómo iba su hija a conocer a los Blinders o cómo trabajaban?

- Apuesto a que harán un buen trabajo.

- Pearl tiene razón, Douglas. El señor Shelby es un hombre inteligente que sabe cómo manejar a sus hombres - dijo Meredith dándole la razón a su hija.

- ¿Después de lo que ocasionaron en el lugar de Mario? - preguntó Douglas, mirado a Arthur. -. Concuerdo con ambas, Thomas Shelby es inteligente, ingenioso y lo que quieran, pero sus hombres hacen lo que quieran - el mencionado negó.

- Él da órdenes claras y todos la seguimos, pero siempre hay un idiota que quiere lucirse con Tommy - respondió John. - . Si nos da la oportunidad de trabajar con usted, no lo decepcionaremos.

- Le doy mi palabra, Douglas - dijo el cabecilla poniéndose de pie.

Teniendo Pearl una vista frontal al hombre, quedó encantada por el porte de aquel.
Repasó su cuerpo milímetro por milímetro, observó sus detalles y lo bien que se veía ese reloj colgando en su tronco.
Ella no sabía si se sentía así porque era el primer hombre que conocía desde hace mucho tiempo, había conocido chicos, pero no hombres. No como este hombre.

Douglas igualmente se puso de pie, analizando a Shelby mientras caminaba hacia él.

- Si uno de sus hombres comete un error o se quieren lucir haciéndose los graciosos, nuestra unión se convertirá en guerra y los cortaré uno por uno, ¿me escucha? - Tommy asintió.

- Los cortaré yo mismo - susurró de vuelta.

Una vez más Douglas calló, no dijo nada más.
Se quedó de pie a centímetros del gánster, analizando la situación y decir sí o no al motivo por el cual los Shelby estaban sentados en esos sillones de terciopelo rojo.

- Sesenta para usted, cuarenta para mi. Los botes llevarán mitad de su mercancía y mitad de la mía - susurra Tommy casi inaudible. -, solo este trabajo. Lo mío propio queda fuera del trato - suspiró.

- ¿Cuántos serán?

- Los que sean necesarios - sonríe levemente. -, no tema, Douglas. Con nosotros de su lado no tendrá que preocuparse - asintió, bebiendo de su vaso.

- Entonces que así sea, Shelby.

Ambos estrecharon sus manos y luego el mayor las estrechó con John y Arthur, agradeciendo su visita.

- Entonces pasemos al comedor - dijo Meredith con una cálida sonrisa.

Mientras los seis caminaban, John tenía la mirada fija en la pequeña cintura de Pearl, mientras Arthur estaba confundido por cómo el negocio fue bastante sencillo.
Tommy, por su parte, tenía la mente en por qué sintió una especie de conexión con aquella joven cuando él estaba profundamente enamorado de Grace Burgess.

- ¿Por qué... aceptó tan poco?

- Porque él no necesita más dinero, su negocio y el de nosotros no es el mismo, solo le estamos dando una mano y nos unimos a él para la guerra con los italianos - respondió Tommy sin mirarlo, en un susurro.

Llegando al comedor que era fácilmente lo que se podría ver en el palacio real del Rey; los Shelby se sentaron y los Rowen ofrecieron su atención a los invitados.
Una vez la cena estuvo servida, no hubo necesidad de rezar, como Polly acostumbraba a hacerlo, cosa que ponía incómodo a Tom.

- La cena está deliciosa, señora Rowen - halaga John.

- Oh, la ha preparado Pearl. Le encanta cocinar - sonríe.

- Vaya - suspiró el menor. -, señorita Rowen, su cena está espectacular.

John sonrió pícaramente, haciendo sonrojar a Pearl y Tommy sintió un tipo de enojo, pero no sabía si era algo más o simplemente que su hermano se comportara de esa manera con la hija de su nuevo socio.
Fuera de eso, la cena se mantuvo tranquila y acogedora, en ese momento los Shelby supieron que los rumores sobre el vampirismo o brujería, eran falsos... o al menos eso querían creer.

- Se está oscureciendo y me sentiría más cómoda si se quedaran a dormir - susurró Meredith a su esposo. -. Son los Peaky Blinders, Douglas. Cualquier descuido y les rebanan la garganta - suspiró.

- Tendrán que disculparme, tengo unos pendientes fuera - dice Pearl con voz suave, levantándose de la mesa.

- Hija, en unos minutos será de noche, sabes que no puedes estar afuera de noche - negó el padre.

- Solo tengo que darle la medicina a Napoleón, el señor Cullen se fue temprano. No tardaré - responde apenada.

Douglas ignoró a su hija y suspiró, pero terminó accediendo al reconocer que aquel caballo era el mejor y único amigo de Pearl.

- Nos sentiríamos más cómodos si optaran pasar la noche aquí - sugiere.

- No, no, sería una gran molestia.

- Nada de molestias, no. Iré a preparar las habitaciones - sonríe la mujer.

- Es muy amable de su parte, señor Rowen - agradece John con una sonrisa.

- Douglas - corrigió. - ¿Whiskey?

Luego de unos minutos charlando, Tommy Shelby comenzó a preocuparse por la hija de Douglas, quien posiblemente solo se había quedado fuera hablando con "Napoleón".

- ¿Ya habrá entrado Pearl? - susurró el padre desconcertado.

- Será mejor bajar a revisar - sugiere Tommy. -, quédese aquí. Yo iré.

Aquel comentario sorprendió a los hermanos e inquietó a Rowen, quien no tuvo oportunidad de decir que no, cuando el gitano ya estaba fuera del salón.
Thomas usó su memoria para recordar cómo habían ido desde el comedor al salón, recorriendo el palacio inquieto y estresado.

Cuando por fin salió de la propiedad, encendió un cigarrillo para relajar su estrés y caminó sin rumbo una vez estuvo seguro de que Pearl no se encontraba dentro de su hogar.

Mientras caminaba Tommy pensaba en su familia, en el negocio y en Grace.
Oh, Grace.
Se había mudado a Nueva York y se había casado con un banquero millonario; lo mejor para ella, no se merecía una vida en donde corriera peligro cada segundo de su día.

Fue entonces cuando un canto angelical lo sacó sus pensamientos. Era Pearl.
La chica estaba sentada en una silla en un enorme y reluciente establo, observaba a un precioso caballo de cabello blanco comer unas manzanas y ella, le cantaba alegremente una linda melodía.

- Su padre estaba preocupado por usted, le he dicho que vendría a revisar - dijo Tommy con voz ronca.

- Oh, señor Shelby. Me asustó - rió tímida. -. Puede decirle a mi padre que regresaré en un segundo - suspiró.

- Es usted hermosa, señorita Pearl - dijo directamente.

- ¿Disculpe? - preguntó la chica con las mejillas instantáneamente rojas.

- He dicho que es hermosa - respondió. -. Es probablemente la chica más hermosa que he visto en mi vida, si la llevara de vuelta a Birmingham tendría que matar a algunos cuantos por mirarla con picardía.

- Puede decirle a mi padre que regresaré en un segundo, gracias - repitió.

- ¿Por qué trata de evadir los halagos? Veo que se sonroja cuando le digo lo hermosa que es - siguió Tommy, sin expresión, como solía ser.

- Señor Shelby, puede retirarse.

Pearl comenzó a ponerse nerviosa.
Anteriormente había enamorado a un gánster solo con una sonrisa, aquel hombre había sido el judío Alfie Solomons.
Todo aquello había sido un caos, porque ella también correspondió su amor pero el mayor supo que si llevaba aquel secreto amorío a otra cosa, posiblemente acabaría muerto y su unión con los Rowen se vería triturada.
Alfie le seguía enviando cartas diciéndole que la extraña y que no pasa un día sin pensar en ella.

Entonces, Pearl conocía como sería el destino de Tommy Shelby si se acercaba a ella.

- ¿Cuántos años tiene, Pearl? -

- Veinte años, señor Shelby - el mencionado encaró una ceja.

- Es toda una mujer - suspiró.

- Si se acerca a mí le diré a mi padre y posiblemente lo maten, así que por favor, retírese - dice rápidamente, nerviosa.

- Verá; mi corazón le pertenece a una mujer que me traicionó, pero... cuando la vi entrar a usted a ese salón, con este hermoso vestido y esa sonrisa cálida en su rostro, creo que mi corazón cambió su rumbo - susurra.

- Pero qué cosas dice - negó, bufando. -. Buenas noches, Napoleón - besó la cabeza del caballo y salió del establo.

- Déjeme hablar con usted a medianoche en donde usted sepa que nadie nos verá.

- Escuche, aprecio sus halagos, sí, pero no debería estar diciéndome estas cosas, no sabiendo quién es mi padre - negó. -. Ahórrese los malos momentos.

- Entonces nos vemos a medianoche en su habitación - suspira Tommy.

Pearl se alejó temblorosa de aquel ojiazul que la ponía extrañamente nerviosa.
Igual que él, su corazón le correspondía a un hombre que la había traicionado, diciéndole que se casaría con ella y luego la terminó desechando por su apellido una vez lo pensó bien. Sin embargo, esa noche pudo sentir una conexión inquietante con aquel misterioso gitano.

¿Realmente iría a su habitación? Pero no sabía dónde quedaba su pieza, ¿o sí?

- Ala izquierda - exclamó antes de entrar a su hogar, Tommy rió muy suavemente.

¿Pero qué había hecho?

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