Tres amores y medio | 1

By teguisedcg

1M 78.9K 66.9K

A Inma le acaban de romper el corazón. Sin embargo, a pesar de no estar del mejor humor, termina saliendo de... More

Introducción 🍃
<< Prólogo >>
<< Playlist >>
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diéciseis (II)
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Dieciocho (II)
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veinte (II)
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
«La primera noche»
«Solo somos amigos»
<< Segunda parte >>
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
<< Epílogo >>
«Una peculiar forma de abrir puertas»
«En un universo paralelo»
«Bebé en camino»
«Feliz cumpleaños, papá»
Sigue leyendo...
<< Lectura conjunta >>

Capítulo Veintinueve

9.8K 972 1K
By teguisedcg

Capítulo dedicado a andigefor amo tus comentarios y todo el amor que le estás dando a la historia 🥺👉👈

(Canción: Wings de Birdy)

<< 29 >>

Mini-maratón por los daños colaterales
2/2

Hace mucho que perdí la noción del tiempo. Demasiado. Los últimos días, semanas o meses los he transcurrido encerrada en las cuatro paredes de mi habitación en la casa de mis padres. Todo me supone un esfuerzo. A veces, incluso, el mero hecho de respirar resulta trabajoso. Mi rutina se limita a comer, llorar y caer dormida por culpa del llanto. Todos los días igual.

Seguía sin entender cómo la gente podía seguir con su vida normal. Cómo eran capaces de continuar cuándo había otro que ya no iba a poder. Siento nuevas lágrimas recorriendo mi rostro. Ya ni siquiera me molesto en retirarlas. Una vez más, dejo que humedezcan la almohada. Mi cuerpo tiembla con cada nuevo sollozo. Las sienes me palpitan mientras que el dolor de cabeza incrementa.

«No quiero seguir así».

No puedo. Absolutamente todo me duele. Hay un pinchazo constante en mi corazón que logra paralizarme. La presión en mi pecho sigue latente. No obstante, su calor ya no está cerca. Ni su olor. Ni su cercanía. Tampoco están los «te quiero» susurrados, los besos robados y las sonrisas surcando nuestros rostros.

Ya no hay nada. Solo ausencia, dolorosa y silenciosa.

Me arropo con las sábanas, ocultándome debajo de ellas. Los temblores no dejan de golpearme. Mi garganta se desgarra por los lamentos. Cierro en puños la manta, consiguiendo que los nudillos se vuelvan blancos por la fuerza.

Estoy tan enfocada en intentar disminuir la intensidad de mi llanto, que no es hasta que siento el colchón hundiéndose por el peso de alguien cuando logro acallarlo de golpe. Con lentitud, me destapo sin pensar siquiera en las pintas que debo de tener. Lo primero que capto son sus ojos azules. Recorro su mirada clara, su nariz respingona y sus labios mullidos. El hoyuelo que se le forma en el lado izquierdo de su mejilla al sonreír capta mi atención. Parpadeo un par de veces, enfocando mejor la vista.

—¿Hemos vuelto a la cueva? —pregunta con voz suave.

Su sonrisa desaparece ante mi silencio. Me enderezo en mi sitio y rodeo sus hombros. Sus brazos delgados me estrechan un poco más cerca de ella. Vuelvo a tener esa sensación de estar en casa cuando está junto a mí, aunque esta vez también me invade la nostalgia. La había echado mucho de menos. Sus dedos intentan peinar los mechones enmarañados y su otra mano acaricia mi espalda. Lloro con intensidad, cómo si no hubiese llorado lo suficiente el resto de los días.

—Estoy aquí, ¿vale? —susurra.

Cierro los ojos con fuerza e inhalo su colonia a lavanda. El olor me trae tantos recuerdos de cuando éramos más pequeñas, que ahora mismo desearía volver a esa época. Me separo de Lara. Nos mantenemos las dos la mirada. Su cabello castaño largo ha dejado de serlo y en su lugar ahora es tan corto que ni siquiera le llega al mentón. El flequillo oculta sus cejas pobladas. Esta vez no está maquillada.

—Te he echado de menos —digo con voz enronquecida.

Su labio inferior tiembla y ella se lo muerde. Una de sus manos ahueca mi rostro y con delicadeza retira el rastro húmedo de lágrimas. Sus ojos están brillosos. Conociéndola sé que está haciendo su mayor esfuerzo para no llorar delante de mí.

—Lo siento tanto, Inma.

Ambas nos dejamos caer hacia atrás en la cama. Estiro la manta para que nos abrigue a las dos. Con dos movimientos Lara se quita los zapatos y escucho cómo caen al suelo. Vuelve a abrazarme cómo si se tratase de una niña pequeña que necesita ser consolada. Aunque no está lejos de ser la realidad.

—A-a veces siento que no puedo más. É-El se ha ido, ¿sabes? Ni siquiera fui capaz de ir a su funeral, solo me acerqué y me marché al minuto —digo, antes de romper a llorar de nuevo.

—Cualquiera en tu lugar habría estado igual.

Niego con la cabeza.

No sé cuándo sucede, pero acabo durmiéndome. Es la primera vez que duermo una noche entera. Me aterra pensar que si no duermo con alguien no seré capaz de dormir del tirón. Sin embargo, cómo cada madrugada me levanto sobresaltada. Salgo de la cama con prisas, acabando arrodillada frente al retrete y vomito.


* * *


Observo a mi hermana y a mi mejor amiga. Las dos han decidido pasar la tarde conmigo entre manta, helado y películas. Apoyo la cabeza en el hombro de Lara. El asesino vuelve a asesinar a otra víctima sin escrúpulos llenando la pantalla de sangre. Mientras eso sucede yo me llevo una nueva cuchara de helado a la boca.

—Inma, ¿tú tienes tampones aquí? Es que no quiero ponerme las compresas de mamá.

Asiento. Eva me da un beso en la mejilla antes de salir de la cama y marcharse al baño.

—La regla me mata —se queja—. ¿No podría venir solo un día? Solo necesito que me venga para saber que no estoy embarazada y ya.

—Yo lo preferiría la verdad. Últimamente lo paso fatal —responde Lara.

—¿Tú? —me pregunta Eva.

—A mí me lleva sin venir dos meses— mascullo y vuelvo a comerme una nueva cucharada de helado.

Veo como Lara y Eva intercambian una mirada entre ellas antes de clavar sus ojos en mí. Intento ignorarlas, pero no soy capaz. Pauso la película en el momento más culminante y les presto atención.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Te lleva sin venir dos meses? ¡¿Cómo puedes estar tan tranquila?! —grita mi hermana, dramática.

—Leí en internet que sucede a veces por el estrés o la falta de ingesta de alimentos.

—Pero, ¿te has hecho la prueba? —cuestiona Lara.

—¿Qué prueba?

—La del embarazo, Inma. ¿Te has hecho un test de esos?

«¿Embarazada?»

No, imposible.

Enzo y yo siempre usamos condón. Solo una vez lo hicimos sin protección y yo me tomé la pastilla del día...oh, no.

Siento cómo toda la sangre se acumula en mis pies. «No, no, no». No puede ser. Se me forma un nudo en la garganta. La presión en el pecho reaparece de nuevo, cuándo llevaba varios días —desde la llegada de Lara— sin experimentarlo.

—¿E-Estoy e-embarazada? —cuestiono sin disimular el miedo en mi voz.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos. Tengo ganas de hacerme un ovillo y desaparecer del mundo. Escondo mi rostro entre las manos al sentir el llanto abriéndose paso al exterior. Al respirar noto punzadas. No soy capaz de escuchar nada a mi alrededor salvo los latidos desenfrenados de mi corazón. La respiración cada vez es más irregular. Me cuesta inspirar el aire para mis pulmones. Todo en mi cabeza da vueltas. No dejo de repetir la palabra «embarazo» cómo si fuese un disco rayado. Aunque pronto, para mejor o peor, es sustituida por otra nueva: «bebé».

«No puede ser».

—Inma, respira, por favor —logro oír una voz, mezclándose con el bum-bum descontrolado de mi corazón.

—¿Compro o no el test?

—Cómpralo y yo intento tranquilizarla.

Escucho el sonido de la puerta cerrándose y pasos alejándose de la habitación. Una mano acaricia de arriba abajo mi espalda. Me concentro en el ritmo pausado y tranquilo de la caricia. Poco a poco, comienzo a respirar al mismo ritmo.

—¿Mejor?

Retiro las manos de mi cara. Observo a Lara, que me devuelve la mirada llena de preocupación. Tiene un rastro de lágrimas en la bronceada piel de sus mejillas. Acerco mi mano a su rostro y se lo retiro con cuidado.

—No me des otro susto como este —suplica.

Me limito a asentir con la cabeza. No estoy segura de si sería capaz de hablar sin que me temblase la voz.

El crujir de la puerta al ser abierta capta mi atención. En el marco aparece Eva con una bolsa de plástico. Se acerca a la cama y vierte su contenido sin preocupación. Hay seis cajas de cartones donde hay bebés por todos lados al igual que: «Test de embarazo». Observo cada uno de los test con pánico. Con el solo hecho de verlas hacen que la posibilidad de estar embarazada sea más real y tangible. No estoy preparada para esto. No quiero, no sin él a mi lado.

Miro tanto a mi hermana cómo a mi mejor amiga en busca de ayuda. Eva me ofrece una pequeña sonrisa.

—Si no lo haces, nunca saldrás de dudas —me alienta.

Suspiro antes de abrir la primera caja. Las dos castañas me ayudan con el resto. Según las instrucciones tengo que hacer pis encima del palo rosa y esperar durante cinco minutos. No puede ser tan difícil, ¿no? Me marcho al baño con los seis test y comienzo a usarlos uno por uno hasta culminarlos todos. Los dejo amontonados en el lavabo y salgo. Eva ya tiene puesta la cuenta atrás.

Son solo cinco minutos. Pero resultan ser los más largos de mi vida. La incertidumbre me carcome y no dejo de retorcerme los dedos en espera a una respuesta. Estoy tan enfocada en que el tiempo termine que no soy consciente de las consecuencias y responsabilidades que tendré si sale positivo. El pitido de un teléfono corta el hilo de mis pensamientos.

Miro el primer test.

«Positivo».

Así los siguientes. Todos y cada uno de ellos tienen dos rayas rosas en el centro.

—Inma, ¿estás bien?

Niego con cabeza. Si hablo, comenzaré a llorar de nuevo. Mis ojos están fijos en las dos rayas. Luego bajo mi mirada a mi vientre plano. Coloco una mano encima de él, cómo si de alguna forma pudiese sentir la diferencia.

—E-estoy embarazada —susurro con la voz ronca por el cúmulo de emociones.

Siento unos brazos rodeando mis hombros y cómo alguien besa mi mejilla.

—Enhorabuena, hermanita —dice Eva.


* * *


¿Quién me diría que acabaría en un lugar así?

Nadie, sería la respuesta. Ni yo misma me lo esperaba y mucho menos en estas circunstancias.

No obstante, después de dos semanas ignorando el hecho, Eva me ha obligado a ir al médico. Ahora estamos las dos sentadas en las sillas de la clínica. Mi rodilla no deja de subir y bajar por los nervios. No sé qué esperarme de todo esto. Bueno, en realidad sí, pero no sé cómo me lo tomaré. Siento unos dedos cálidos entrelazándose con los míos.

Levanto la vista para encontrarme con sus ojos verdes —iguales que los míos— fijos en mí. Me da un ligero apretón y me ofrece una pequeña sonrisa.

—¿Inmaculada Guerrero? —cuestiona una voz femenina y envejecida.

Mi hermana y yo nos levantamos a la misma vez, captando la atención de la doctora. Esta sonríe al localizarnos y se acerca a nosotras con un folio.

—¿Inmacu...?

—Sí, soy yo —digo, interrumpiéndola.

—Necesito que rellenes este papel antes de entrar en la consulta. Cuando lo hagas, dirígete a la puerta D1.

Asiento. Mascullo un «gracias» antes de sentarme de nuevo. Eva me da un bolígrafo y lo relleno todo con mis datos. No me pasa desapercibido el temblor de mi mano al escribir. A mi hermana tampoco. Respiro con profundidad una última vez antes de acercarme a la puerta que me había indicado la doctora.

Escucho a Eva con su taconeo habitual pisándome los talones. Toco dos veces en la puerta y la abro al oír un «adelante» del otro lado. Recorro con la mirada la estancia. Hay una camilla en el lado contrario en el que se encuentra la doctora. A su izquierda hay un monitor dónde supongo que se verá la ecografía. La doctora se acerca a nosotras mientras se coloca los guantes de látex.

—Túmbate en la camilla.

Obedezco. Me tumbo en ella y el material frío provoca que me dé un escalofrío a pesar de llevar ropa.

—Levántate el jersey —ordena con amabilidad. Veo cómo trae consigo un bote con un líquido azul y apunta a mi piel con él—. El gel está un poco frío, ¿vale?

Asiento. Siento el líquido frío cuando entra en contacto con mi piel. Logra ponerme los pelos de puntas. Busco a ciegas la mano de mi hermana y ella no tarda en entrelazarla con la mía. Los nervios que se habían calmado renacen de nuevo cuándo la doctora acerca una de las sondas a mi vientre y comienza a dibujar círculos con ella.

El silencio reina la sala. Incluso llego a aguantar la respiración. Observo cada uno de los movimientos de la doctora al mirar la pantalla. Veo cómo toca uno de los botones y el silencio es corrompido por el latido de un corazón; el suyo.

«Es real».

Siento las lágrimas acumulándose en mis ojos. Eva me da un apretón a través de nuestras manos. Lo peor llega cuándo la doctora gira la pantalla en mi dirección. Entonces frente a mí aparecen sombras y figuras difusas según dónde esté la sonda. De repente, una imagen más nítida se muestra. Observo algo más fascinante que lo anterior. Un bebé. Mi bebé. Se ve a la perfección su cabecita y su pequeño cuerpo, si me fijo bien incluso soy capaz de captar sus manitas.

Esta vez sí rompo a llorar. Mis ojos no se despegan de la pantalla. Los latidos de su corazón siguen sonando y ahora se han convertido en mi melodía favorita. Podría pasarme horas escuchándolo. Viviendo, dentro de mí. Es una sensación tan nueva y desconocida que no sé cómo expresarla bien mediante palabras.

—¡Enhorabuena, mamá! Estás de doce semanas —anuncia.

«¿Doce semanas?»

Eso significa que...

Miro a mi hermana. La felicidad momentánea se mezcla con la tristeza de saber que Enzo hubiera podido saber que era padre si me hubiese dado cuenta antes.

—E-Enzo todavía estaba vivo —susurro para que solo ella me escuche.

—No pienses en eso ahora. Céntrate en ti y en la nueva personita que hay creciendo dentro tuyo.

La doctora me ofrece un trozo de papel para limpiarme el resto del gel. Nos despedimos de ella y nos acercamos al mostrador para concertar una nueva cita para dentro de ocho semanas. Salimos en dirección al coche.

El viento sopla con fiereza esta tarde y trae consigo el aroma a sal del mar. Inhalo y exhalo con lentitud. Experimento una paz tan liviana y grata que me sorprende que sea yo misma quién la sienta. Instintivamente poso mi mano encima de mi vientre. Lo acaricio con lentitud, siendo consciente ahora de la persona que hay dentro.

—¿Vamos o qué?

—Tengo una cosa que hacer —digo.

Eva me mira de forma extraña. Le sonrío para tranquilizarla. Cierro mi abrigo, al subir la cremallera. El cielo está soleado hoy y corre una ligera brisa a pesar de ser junio. Cada vez está más cerca el verano y no puedo esperar a sentir los granos de arena contra mis pies descalzos, la sal en mi piel y los rayos del sol brindándome calor.

Camino por las calles de la capital con tranquilidad. Siendo viernes, a estas horas hay menos coches y más personas disfrutando del buen día que hace. Cruzo un paso de peatón y giro a la derecha hasta toparme con la entrada metalizada de color negro. Varias enredaderas ascienden por la puerta brindándole un aspecto menos lúgubre. Respiro de nuevo, armándome de valor, antes de entrar.

Paseo entre los pasillos llenos de lápidas en busca de la parte trasera. Al llegar hay una colina rodeada por pequeños árboles y arbustos. Busco con la mirada su nombre e intento hacer memoria de donde lo enterraron. Cuando creo que lo encuentro, me aseguro y leo lo que hay escrito en la lápida.

Enzo Rubio Montero

13 de mayo de 1994- 31 de marzo de 2019

Me siento en el césped. Recorro con mis dedos las formas de las letras. Desde su funeral no he sido capaz de venir a verle. Ni una sola vez. Esta es la primera desde que se marchó, pero no podía guardarme esto para mí sola. Los ojos se me empañan con nuevas lágrimas. Parpadeo, intentando hacerlas desaparecer. Observo la lápida cómo si en lugar de estar en frente de un trozo de piedra, él fuese quién está delante de mí. Con sus rizos castaños y rebeldes, sus cejas pobladas, su nariz recta y sus ojos grises, con ese pequeño lunar en el izquierdo. Y, también, con las mangas arremangadas dejando a la vista los tatuajes de sus brazos.

—Vas a ser papá —digo, acariciando la lápida con voz encogida.

Podría imaginarme su sonrisa. Pero no esa torcida sino la amplia que solo me mostraba a mí. Esa que contenía toda mi felicidad en un gesto. En el suyo.

N/A No puedo evitar emocionarme incluso si es solo corrgiendo. Me da mucha pena, satisfacción e ilusión. Pena, porque aunque no lo creáis, darle fin a una vida que tú has creado siempre es, al menos un poquito, amargo; satisfacción, porque que os emocionéis significa que estoy haciendo algo bien, que si la muerte de Enzo os duele es porque es un personaje al que se le ha cogido cariño, que transmite, que se siente y, por último, ilusión, porque es mi primera novela romántica aunque no lo parezca, porque nunca creí que fuese a gustar tanto y porque, a pesar de lo que ha pasado, seguiréis leyendo y llegaréis al final.

Y sobre todo estoy agradecida, debería guardarme esto para los agradecimientos pero bueeeeeno, es lo que hay. Es que no sé, sigo alucinando, pidoperdón. 🥺❤

Nos vemos la próxima semana, pesadas 👉👈

Continue Reading

You'll Also Like

16.3K 821 26
¿Muchas veces me pregunté si esta es mi realidad o un sueño del cual debó despertar? No lamento lo que hice o me arrepiento de mis acciones, creo que...
2K 102 6
Una hermosa historia qye tiene un final trágico :^ Tiene dos temporadas 1 y 2
211K 7.4K 62
Lee tus fantasías con los chicos de boku no hero y divierte leyendo 7w7 LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN
228K 34.1K 81
Kloss es la banda del momento, tiene los cuatro integrantes más buscados en las redes sociales y lideran las listas de ventas, pero su fama no fue da...