03
SOPHIA :
—Querido Papá Noel, soy Kate Pierce —Kate comienza a hablarle a la cámara, cubro mi rostro con mi celular disimuladamente.
Estoy acostada en su cama, cansada de la vida. Sí, buen momento para grabar.
—De la calle Bridgton 18, Lowell, Massachusetts. Quería decirte que me porté bien este año. Sé que no me fue muy bien en la escuela, ya que me saqué un Regular en Español —alzo las cejas— ¡Me cuestan mucho los idiomas! Además, Sophia está ocupada para enseñármelos —me mira y le sonrio forzadamente— Pero prometo mejorar mis notas en el Año Nuevo. ¡Ayudo mucho a mamá! Trabaja muchas noches en el hospital, y Sophie prepara la cena varias veces, yo lavo los platos y saco la basura. Y trato de no meterme en problemas. A veces digo malas palabras, pero solo cuando mi hermano Teddy se burla de mí y lo manda a la... Pierdo el control.
Ahogo una risa.
—Igual, Santa, no pido mucho esta Navidad. Solo una patineta de Bones Brigade. Ya sabes, la roja con un esqueleto. Mi hermano no me presta la suya. Dice que las niñas no usan patinetas. No perdería el tiempo trayéndole regalos. Se está volviendo un perdedor...—se interrumpe cuando Teddy le lanza un zapato a la cabeza. ¿Y este cuando entró?— Teddy! ¿Qué diablos? ¡Perdón! —se disculpa.
Teddy toma la cámara.
—¿Me criticabas?
—Teddy, devuélvesela —me levanto e intento alcanzarla, pero como la jirafa que es, la alza.
—¡Déjala, la romperas!
—Qué importa? Tiene como 20 años.
—Es buena para papá y para mí. ¡Devuélvemela!
Seguimos forcejeando.
—Es increíble que hagas videos para Santa.
—¿Por qué?
—Ya tienes 10. ¡Casi 11!
—¿Y?
- No tienes idea, ¿verdad?
—¿De qué hablas?
—Kate —se la termina entregando. Apoya sus manos en sus muslos, quedando a la altura de Katie— No existe... —no lo dejo terminar, ya que cubro su boca con mis manos.
—¿Qué cosa? —pregunta impaciente.
Alejo mis manos, lo miro fijamente y él corresponde, parecemos tener una conversación de miradas.
Teddy suelta un suspiro.
—No...es posible que él vea el video —termina mintiendo— Solo lee cartas escritas a mano —camina hacia la puerta.
—¿Adónde vas? —pregunta Kate.
—Con mis nuevos amigos.
—Iremos contigo —Katie habla, la mira alzando las cejas.
Teddy ríe —¿Qué?
—¡No puedes dejarnos solas! Irémos contigo.
—Ya llegué! —aviso quitándome mi abrigo.
Katie baja corriendo las escaleras, y cae en el último escalón.
—¡Estoy bien! —se levanta— Soph —corre hasta mí— Tienes que ver algo.
Alzó las cejas.
—¿La pasas bien con tus amigos? —pregunto apenas abre la puerta.
Estoy sentada en la silla, con mis pies apoyados en su cama, mientras que Katie está literalmente pegada en la puerta de su habitación. Haciendo guardia.
—Sal de mi cuarto. No puedes entrar —deja la patineta junto al clóset.
—Y tú no puedes robar autos del estacionamiento —contesto retadora.
Se petrifica unos segundos.
Suelta una risa falsa y nerviosa —¿Qué? No robé un auto.
—Lo vi todo.
—No tienes pruebas.
Muestro la cinta:
—¿Quieres apostar?
Su sonrisa se borra, y comienza a acercarse a paso lento, como un león intentando cazar a su presa.
—Dame eso.
Me levanto y me cubro con la silla.
—Cuando mamá vea esto, ¡enloquecerá! —Katie exclama entrando a la habitación, y cubriéndose conmigo— ¡Está tan harta de ti que te denunciaría ella misma!
—¡Dame esa cinta! —corre hasta mi, y antes de que pueda escapar, sus manos se ciñen a mi cintura. Le lanzo la cinta a Katie, y ésta escapa, Teddy me suelta y corro junto a ella a abajo— ¡Están muertas!
—¡Y tú estás preso!
—¡Dámela ya! ¡Vamos!
—¡No!
Todos comenzamos a pelear. Teddy me quita la cinta, y Katie lo empuja. Éste cae y se lleva consigo el árbol artificial. Me agacho a tomar la cinta, y cuando me volteo para levantarme, Teddy me toma del tobillo.
—Basta, Teddy! —Katie intenta separarnos— ¡Nos pertenece!
—¡No sean niñitas! —responde.
—¡Basta!
—¿Qué demonios ocurre? —todos nos levantamos de inmediato al escuchar la voz de Claire— ¿Así están cuando me voy?
—Ella empezó —Teddy apunta a Kate.
—¡No! —la culpada niega rápidamente— ¡Él hizo algo horrible y tengo pruebas!
Claire lo mira y deja la bolsa en el suelo.
—Jesús... ¿Qué hizo ahora? —pregunta y la pequeña se queda en silencio.
Intercambio miradas con Teddy.
Claire fija su mirada en Teddy, luego en mí y por último en Katie —¡Estoy esperando, Kate! ¿Qué hizo Teddy?
—Me empujó contra la pared y rompí esa foto —miente.
Claire nos mira, y luego levanta la foto. Gracias al cuadro me fijo que es en la que estamos los cinco. Junto a Doug. Asiente para sí misma.
—¿Saben qué quiero para Navidad? ¡Que se lleven bien! —sus ojos llorosos nos mira a cada uno— ¡Eres el mayor! —se dirige a Teddy— ¡Espero más de ti! Teddy, vuelve a levantar el árbol. ¡Y ponle las luces! ¡Te lo pedí toda la semana! —él hace caso— ¡Vamos! Papá tendría este lugar como... Niñas, ayúdenme a descargar las compras.
No dudamos en hacer caso.
—Teddy —lo nombro en un susurro. No responde, cierro la puerta detrás de mi y lo muevo agresivamente— ¡Teddy!
—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunta alterado, levantando su cara de la almohada.
—Tengo hambre y está oscuro abajo. Acompáñame —pido. No reprocha y se levanta con pereza.
—Puedes ir sola —termina quejándose. Pero de igual forma abre la puerta y camina escaleras abajo— Bien —se apoya en el mesón cuando llegamos a la cocina.
—Gracias, ya puedes subir.
—Me quedaré aquí, hasta que te vayas. Para que sientas pena por mí y no me despiertes en la madrugada.
—Ja, ja —suelto sarcástica. Me pongo de puntitas, intentando tomar el paquete con galletas navideñas, al no alcanzar me giro a él— Jirafa, ayúdame.
Se reincorpora y camina hasta mí, no espera a que yo me aleje, y toma el paquete con su pecho pegado a mi espalda. Finjo no estar nerviosa, y la recibo.
—Gracias —espero a que se aleje, pero no lo hace.
Termino volteandome sin ninguna razón, y cuando lo hago levanto la cabeza, juntando nuestras miradas. Nos quedamos así unos minutos, haciendo contacto visual. Sus brazos van hacia el mesón, encerrandome y acorralandome con su cuerpo. Mi respiración se vuelve agitada, e intento disimularla.
—¿Qué haces? —pregunto en un murmullo.
—¿Tú qué crees? —acerca su rostro al mío— No hemos hablado desde que pasó eso, Sophia —escuchar salir mi nombre de sus labios sólo logra alterarme más.
—No sé de qué hablas.
—Sí, lo sabes.
Trago duro.
—Incluso si lo sabría, no tendríamos por qué hablarlo.
Vuelvo a voltearme, tomo un plato, echo galletas ahí. Paro mis movimientos en seco, cuando sus manos encuentran mi cintura, y su mentón se apoya en mi hombro.
—¿Qué pasa? —se hace el desentendido.
—Nada —agradezco saber mentir, y finjo normalidad.
—Quiero besarte, Sophia —lleva su mano a mi mentón, me gira hacia él, y apenas alzo la mirada, sus labios tocan los míos.