Fetiche

Από StolenClock

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Albert Capdevila tiene todo: Belleza, carisma, el cuerpo ideal y un ingenio de muerte. Además, es abiertament... Περισσότερα

Sinopsis
Aviso
Capitulo 1
Capitulo - 2
Capitulo - 4
Capítulo - 5
Capítulo - 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
- Capítulo 15 -
- Capítulo 16 -
-Capítulo 17-
Capítulo 18
- Capítulo 19-
- Capítulo 20 parte 1-
- Capítulo 20 parte 2-
-Capítulo 21-
-Capítulo 22-
-Capítulo 23-
- Capítulo 24 -
-Capítulo 25-
-Capítulo 26-
-Capítulo 27-
-Capítulo 28-
- Capítulo 29-
- Capítulo 30-
- Capítulo 31 -
- Capítulo 32 -
- Capítulo 33 -
- Capítulo 34 -
- Capítulo 35 -
-Capítulo 36-
-Capítulo 37-
- Capítulo 38 -
-Capítulo 39-
-Capítulo 40-
-Capítulo 41-
-Capítulo 42-
-Capítulo 43 -
-Capítulo 44-
- Capítulo 45 -
-Capítulo 46-
-Capítulo 47-
- Capítulo 48 -
- Capítulo 49 -
-Capítulo 50-
-Capítulo 51-
-Capítulo 52 -
-Capítulo 53-
- Capítulo 54 -
-Capítulo 55 -
-Capítulo 56 -
- Capitulo 57 -
- Capítulo 58 -
- Capítulo 59 -
- Capítulo 60 -
-Capítulo 61-
- Capítulo 62 -
-Capítulo 63 -
- Capítulo 64 -
-Capítulo 65 -
-Capítulo 66-
- Capítulo 67-
-Capítulo 68-
-Capítulo 69-
-Capítulo 70-
- Capítulo 71 -
- Capítulo 72 -
-Capítulo 73-
-Capítulo 74-
-Capítulo 75-
-Capítulo 76-
- Capítulo 77-
-Capítulo 78-
- Capítulo 79 -
-Capítulo 80-
-Capítulo 81-
Capítulo 82
Capítulo - 83
- Capítulo 84-
- Capítulo 85 -
- Capítulo 86 -
- Capítulo 87-
- Capítulo 88-
-Capítulo 89-
- Capítulo 90-
-Capítulo 91-
- Capítulo 92 -
- Capítulo 93 -
- Capítulo 94 -
- Capítulo 95 -
Extra 1 - 30 minutos con Pablo
Extra 2 - Mashup
Extra 3 - Charlas con Isabel

Capítulo - 3

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Από StolenClock

El despertador suena alrededor las 06:30. Por desgracia, como el coche de Dona sigue en el mecánico ella se ve obligada a levantarse antes para coger a tiempo el transporte público.

— No quiero levantarme. — Se queja mientras apaga la alarma y mira al techo por un rato. Antes siquiera de hacer nada Dona ya está pensando en el trabajo, o en la bronca que se va a llevar por los archivadores. — Poco a poco Dona, poco a poco. — Mentaliza de forma positiva y finalmente se levanta.

Como de costumbre busca el albornoz, lo pone, y se dirige al baño con los calcetines en los pies. No se molesta en ponerse las zapatillas de andar por casa, el lavabo está al lado de su puerta.

Una vez en el baño, ella enciende la luz y activa la calefacción eléctrica. No mucho después sale, va a la cocina y toma un vaso lleno de agua. Entonces vuelve a la habitación, escoge la ropa para el día y se mete en el lavabo de lleno, que ahora está calentito y Dona podrá desvestirse sin temblar como una hoja.

♣♣♣

Las tres primeras horas Dona no se toma un respiro ni para tomar un vaso de agua o estirar las piernas. De vez en cuando ella alza la cabeza del mundo de archivadores porque oye pasos de gente por el pasillo, y teme, que uno de estos sea el de su jefe.

Solo se tranquiliza cuando no escucha a nadie tocar la puerta.

— Casi lo tengo. — Cierra el penúltimo archivador y lo aloja en el carrito, teniendo cuidado de no tirar nada o que algún papel se extravíe.

El último archivador es el más gordo de todos, y también el de más antigüedad. — Mejor voy guardando estos de momento. — Concluye levantándose del asiento y arrastrando el carrito fuera.

Por suerte, Dona no se choca con nadie y es un alivio. Encima, cuando llega a la zona del ascensor este abre al instante, algo inusual. Dona siempre tiene que esperar unos valiosos minutos, que hoy de casualidad, no puede perder.

Sin embargo, antes siquiera que ella tenga la oportunidad de meterse adentro, alguien la tira del hombro con delicadeza. Si se puede llamar "delicadeza" tocar a alguien que no conoces.

— ¡Hola perdona! — Dona se da la vuelta y lo que ve la quita el aliento, pero en el buen sentido. Delante de ella está el hombre más hermoso que ha visto jamás. Al menos de cerca. Es joven, alto, pero que muy alto, y con la piel bronceada. A Dona no la suele gustar los rubios, pero abrirá una excepción para este.

— ¿Sí? — Ella empieza con una cálida sonrisa y el sujeto la sonríe de igual forma. Por un momento, Dona casi cree que él tipo está coqueteando con ella. Sin embargo, se da cuenta algo tarde de que no.

— ¿Eres de la limpieza verdad? ¿Podrías reponer el papel higiénico del baño masculino cuando puedas? — Comenta el tipo con normalidad, y puede que esto haya sido el factor que más enervó a Dona, sin embargo ella educadamente negó con la cabeza.

— Lo siento, no soy la de la limpieza. — Ella responde con una floja sonrisa que no la alcanza la mirada. Incluso, por un momento Dona baja la vista y observa la ropa que lleva puesta.

¡Si ni siquiera tiene el uniforme de limpieza!

Será por el carrito Dona. Seguro que será por eso, intenta calmarse y encontrar razones de peso, pero la gota que colma el vaso es lo que el sujeto dice a continuación.

— ¿A no? Es que te pareces un montón a la chica que viene a limpiar de vez en cuando. Me habré confundido. — Concluye y se va.

Ni un perdóname que me he equivocado sale de la boca del tipo. Aquello solo aumenta más el enfado de Dona, pero ella se calla.

¿Qué motivo tendrá para exaltarse? ¿Un error tonto de alguien que ni siquiera conoce?

No.

♣♣♣

Son las diez y cuarenta de la mañana cuando Albert se despierta. Es tarde, como él ya se imagina, pero no irá al trabajar sin el móvil.

Él bosteza luego de levantarse del todo para ir en busca del portátil, que si la memoria no le falla lo tiene dentro de la mochila tirada sobre el sofá.

Albert siente un poco de frio, así que se acerca al termostato y pone en marcha la calefacción del suelo radiante, además, enciende de paso el gigantesco televisor de 85 pulgadas con el telediario de fondo. Distraídamente se pone las gafas y estira los brazos, aún es muy pronto para ponerse las lentillas.

Además, las gafas le quedan mejor de todas formas. Le da un toque intelectual que siempre es bueno a la hora de ligar, o querer mostrar seriedad en las auditorias anuales que hace su empresa.

— A ver...— Trastea por un rato en las aplicaciones de Windows hasta encontrar el Outlook. Entra en su correo e envía un par de mensajes, excusándose que hoy no podrá ir a trabajar debido a percances personales. — Creo que tenía un móvil viejo de los míos en alguna parte. — Deja el portátil sobre la mesita que tiene delante del sofá y busca en la cajonera que hay al lado de la tele. — Lo habré tirado. — Reflexiona por unos momentos antes de encaminarse al teléfono fijo que tiene por casa, cogiendo polvo debido al desuso. Llama a su móvil, cosa que debería de haber hecho ayer, y nadie le contesta. Intenta una segunda vez, y finalmente alguien lo coge. — ¿Hola? Buenas ¿Con quién hablo?

— Yo estaba a punto de hacerte la misma pregunta. — Una voz femenina se hace oír al otro lado de la línea. — Supongo serás el dueño del móvil ¿No?

— ¡Si! Soy él mismo. Me llamo Albert. ¿Trabajas en la disco? — Indaga más tranquilo.

— Sí, y antes de irme suelo revisar los baños y me encontré tu móvil. Tiene la pantalla bastante jodida.

— Mierda. — Albert maldice. El móvil no tiene ni siquiera dos meses de uso y ya lleva la pantalla rota. — Perdona, — se excusa. — ¿Queda alguien en la discoteca para que yo pueda acercarme?

— Estoy yo, pero a punto estoy de irme. — Explica la desconocida. — Si te das prisa y no vives muy lejos me puedo esperar.

— ¡Genial! — Albert asiente. — Vivo a un cuarto de hora de la disco, iré de inmediato.

— Okay, pues aquí te espero. Pregunta por Yomi.

— ¡Gracias!

♣♣♣

Once y veinte marca en el reloj de pared cuando Dona levanta la vista del último archivador aun por acabar. Y como adivinando su pequeña distracción, el móvil vibra. Es una llamada del mecánico, para avisarla que el vehículo ya está listo para recoger.

Dona se lo agradece y además, como aún no ha desayunado, aprovecha la oportunidad de ir a recorrer el coche, evitando así tener que volver en transporte público a casa.

Con rapidez ella se pone en marcha, ya que el siguiente tren es de aquí a siete minutos exactos. Dona se sabe los horarios de memoria porque está acostumbrada a los transportes públicos, en parte debido a su madre, que siempre la pide mirar, por las veces en que Dona no puede acercarla a lugares específicos. No obstante por si las moscas, Dona echa un vistazo en la página oficial del ferrocarril antes de cerrar la puerta de su pequeño despacho y encaminarse al ascensor.

Por suerte no vuelve a ver el tipo guapo que la confundió con la de la limpieza antes.

Con apenas recordarlo la enfada.

— Tonterías. — Se tranquiliza antes de plasmar una ancha sonrisa en el rostro y seguir.

♣♣♣

— Tanta calle y ni un puto aparcamiento. — Albert se queja antes de irse a la zona más lejana de toda la civilización humana, porque en la calle principal no hay un solo sitio disponible. Ni siquiera en zona azul.

Con el poco buen humor que le queda termina por aparcar en el descampado. El lugar idea donde los niños hacen botellones a mansalva.

La discoteca no está muy lejos, por eso él no tarda demasiado en llegar. Delante del establecimiento hay mujer con pinta de Emo, él la saluda y ella asiente. Así que ella es Yomi, piensa.

La mujer rápidamente alza el móvil en alto antes de entregárselo sin dilatación. Por educación, Albert la invita a un desayuno como pago por las molestias, pero la mujer niega con la cabeza.

— No hace falta. — Le da la espalda para cerrar la portaría y Albert entiende que la charla acabó.

— ¡Hasta luego! Y gracias otra vez. — Se despide antes de seguir su propio camino. Oye de fondo como la tipa se despide también, pero él no se molesta en mirar. — Ahora que lo pienso, tampoco he comido nada. — Reflexiona de camino al descampado y para. — Un desayuno tampoco estaría mal. — Echa un vistazo a su alrededor, cuando se acuerda que no muy lejos de allí hay una panadería en la carretera principal. Lo sabe porque ayer por la noche cuando iba de camino a la disco la vio. — Sí, un desayuno no estaría nada mal. — asiente para sus adentros y da media vuelta. Él puede ir caminando, además, por cómo está el patio, es muy probable que no haya aparcamiento por allí tampoco.

♣♣♣

Para sorpresa de Albert, la panadería rebosa de gente. En parte es una buena señal, ya que lo que venderá allí realmente es bueno por la forma como atrae la clientela. Aunque por otra es molesto, porque él tendrá que apretujarse con otras personas, y por la mañana, mientras más lejos estén de Albert, mejor.

No le queda otra que sentarse en la banqueta cerca del caja, debido a que las mesas están todas llenas. Eso sin contar las personas que esperan para que se vacíen las demás.

Albert tiene tiempo, pero no le apetece esperar. Así que en cambio se distrae revisando el móvil, o en todo caso lo que queda de él. La pantalla esta partida pero aún se puede sacar provecho del dispositivo. Seguirá utilizándolo hasta que se estropeé del todo.

Se acomoda entonces en la banqueta, pero no llega a estar del todo confortable.

En algún momento se le acerca una chica, le pregunta que pedirá y Albert dice que un bocata grande de jamón y una lata coca cola zero. Si él se va a saltar la dieta por un día, que sea a lo grande. Además, se lo ha ganado.

Para sorpresa de Albert, el bocata no tarda demasiado en llegar y él opta por pagar de una vez. Distraídamente pega un bocado y le gusta el crujir del pan. Una prueba fehaciente de que está fresco. Deja caer uno o dos suspiros antes de abrirse la coca cola y tomar un trago.

— Divino. — Susurra en su mundo. Hace meses que no se come un buen jamón, y ya ni se diga pan. Como mucho uno integral, y en menos cantidad de la que está jalando ahora. Luego tendrá que hacer el doble de ejercicios en el Gym.

— Hey, perdona. — Una voz femenina se hace oír detrás de Albert. Por la cercanía, la mujer está dirigiéndose a él fijo. Así que Albert deja lo que queda del bocata en el plato y gira la cabeza. Es una mujer negra la que le está hablando, una muy por encima de peso hay que acrecentar. Tiene el pelo rizado, y lo lleva en un moño que no la realza para nada. La ropa que tiene puesta es cutre, y aunque es holgada en todos los lados solo la hace ver más gorda. Sin embargo, la mujer tiene un rostro decente. Y por cómo sonríe, se la ven los hoyuelos que forman en las mejillas.

La mujer no parece que trabaje en la panadería y tampoco tiene pinta de estar mendigando nada, así que la última opción es que está interesada en él. No es la primera vez que le pasa a Albert, y no será la última. Mujeres que empiezan a charlar con él de repente, y después de un rato le pide el Instagram. Albert ya se conoce la jugada, y para evitar momentos incómodos simplemente suelta:

— Lo siento cariño, pero no me van las mujeres. — Responde con una dulce sonrisa, y la mirada de desconcierto de la mujer es tan obvia que le hace gracia.

No es la primera mujer que me mira de la misma forma, Albert piensa con ironía. Por Dios, que él no actué como el típico hombre gay, no lo hace menos gay.

— A mí tampoco. — La desconocida dice entonces, sin esconder la clara incomodidad reflejada en el rostro. Pero más que incomodidad, se ve enfadada. Debido a eso, Albert nota que ella le está señalando algo en la palma de la mano y él mira a la dirección indicada. — Tu DNI estaba en suelo y vine a avisarte. No hay de qué. — la mujer responde dejando el documento sobre la barra antes de dar media vuelta para irse.

Albert se da cuenta al instante que la ha pifiado, pero bien.

Joder, él maldice internamente y siente ganas de chocar la cabeza en la pared más próxima. Si incluso puede sentir las miradas de los demás en su dirección.

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