The stranger ➸ J. HoSeok ©

By personarandoom

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¿Para qué vivimos? ¿Qué nos impulsa a seguir de pie pese a las atroces situaciones que nos depara la vida? Ho... More

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By personarandoom

¿El Espresso era un café? El capuchino... ¿Un té? ¿Un jugo?

Volvió a hojear aquel extenso manual cuyo contenido eran las recetas de cada una de la bebidas que se servían ahí y que por supuesto, debía memorizar.

La señora Watson le había ofrecido un trabajo a medio tiempo en cualquiera de sus tantos negocios, como agradecimiento por lo ocurrido aquél trágico día. Ella, como primera reacción, no supo bien como escoger entre la gran lista, puesto que nunca antes había tenido un empleo o siquiera algo cercano a ello y no sabía cuál le convendría más.

Aunque finalmente sólo optó por el de una cafetería, le pareció bonito en cuanto lo vió; pensó que quizás sería agradable trabajar ahí, y talvez sería lo mejor para que sea su primera vez en algo así.

Se equivocó.

Todo era tan excéntrico para ella, ¿Cómo iba a siquiera imaginar que existirían tantos tipos de café o de té?

De cualquier manera, ella siempre supo que nada sería fácil. Puesto que ahora debía dar todo de sí para ganar su propio dinero y valerse por sí misma. Ése sería el primer paso para cumplir su objetivo. Quería dejar de ser una carga.

Soltó un gritito de sorpresa en cuanto notó que el vaso al que pensaba cargarle sólo un chorrito de leche ahora se encontraba desbordado y con un charco de ésta en toda la mesa. Evidentemente se había quedado demasiado sumergida en sus pensamientos.

Comenzó a limpiar con frenesí aquel sitio y en un intento por arreglar el desastre, uno de sus codos empujó otro recipiente, causando ahora otro regadero.

Suspiró profundamente. Talvez debió considerar la ayuda de otros empleados para aquel labor de preparar esas bebidas, pero no, ella quería demostrar que podía sola y así no molestar a nadie más. Tampoco podía fiarse de su peculiar habilidad; ya se había metido en suficientes líos con aquello y corría un gran riesgo con aquellas amenazantes láminas de vidrio que hacían de paredes. Además, no pensaba que sería buena idea hacer más embrollos ya que su jefe era un poco...

—Señorita Blue, ¿Aún no sirve los pedidos de la mesa número...— las palabras se le quedaron en el aire al notar bien el estado de todo ahí. —¿Qué has hecho aquí?

Blue no supo que decir, sólo se quedó congelada allí de rodillas y mirando de forma inquebrantable al joven castaño frente a ella.

—Señor Hansol, discúlpeme, fue mi error.— dijo eso mientras se levantaba, con la cabeza agachada. —Juro que limpiaré todo...

El chico lanzó un suspiro y apretó su puente nasal de forma impotente mientras negaba.

No había duda de que se encontraba cansado de ella, y así era. Aunque a penas era el segundo día en el que Blue había empezado a trabajar allí, su inexperiencia la delataba horriblemente. Fueron incontables las veces en que ésta cometió errores y claro estaba que para Hansol, su joven jefe, cada equivocación de ella significaba una astilla más en el dedo para él. 

Desde un principio el chico se notó en desacuerdo con aceptar a Blue allí pero de todas formas tuvo que hacerlo puesto que, por un lado él también fue uno de los rescatados por Blue aquella vez y además, también era nieto de Watson Minhee; una mujer nada facil de contradecir.

—A penas hemos empezado la mañana y tú ya has hecho otro de tus desastres. No sé en qué estaba pensando mi abuela al dejarte trabajar aquí. Y tampoco entiendo qué tan especial eres como para que te ofrezca algo así.— por fin lo soltó, suspiró cansado; parecía estar totalmente al borde de su paciencia. Entonces le lanzó esa mirada de perspicacia que siempre mostraba desde que la conoció, como si algo en ella le hiciera ver sospechosa; como si de alguna forma él fuese consciente de que algo extraño ocurría con la chica. —Todo eso sólo me lleva a una misma cuestión... ¿Acaso utedes dos ocultan algo que yo no sepa?

Blue tragó saliva al oír aquello último. Un escalofrío recorrió su cuerpo con la sóla idea de que ése chico también se enterara de su delicado secreto. 

¿Podría ser que le haya visto hacer aquello? No, de ninguna forma, todos los rehenes -excepto por la señora Watson- tenían los ojos vendados y parecían estar lo suficientemente aterrorizados como para haberse dado cuenta de ello.

¿Y si entonces la señora Watson fue muy obvia? No podía ser eso, no quería creer aquella posibilidad ya que confiaba demasiado en la promesa de la mujer. 

Trató de no hacerse más ideas y sólo asumir que talvez ése chico tan sólo se hallaba confundido. Obvio que debía estarlo, no todos son fácilmente rescatados de unos peligrosos ladrones por tan sólo una pequeña chica.

Blue estuvo a punto de hablar pero estonces Hansol se le adelantó.

—Como sea, termina de limpiar todo esto y trata de no hacer más líos. O sino...— antes de salir le dedico una mirada de amenaza pero enseguida pareció darse cuenta de algo. —Bueno, no sirve de nada amenazar con echarte ya que aunque quisiera no podría hacerlo.— sólo se giró y se fue.

Ella suspiró de alivio; por fin acabó esa tensión. Aún en el suelo miró aquel desastre, se dispuso a seguir limpiando hasta que su celular comenzó a vibrar en forma de llamada desde su bolsillo. Miró de quien se trataba y se vio sorprendida por olvidar ese pequeño detalle.

...

Blue vió aquella cabellera castaña a la distancia, y aunque aparentemente no llevase puesto ese particular uniforme aún así automáticamente logró reconocerlo. Sonrió con picardía mientras comenzaba a caminar de forma sutil, acercándose cada vez más hacia la persona que se hallaba sentada de espaldas en una de las mesas del lugar donde ahora trabajaba.

—Bienvenido, ¿Va a pedir algo, señor?— cuestionó ella una vez que se encontró a un costado de éste, adquiriendo una postura recta.

El jóven aún sin caer, señaló algo en la libreta de precios.

—Sí, pediré...— cuando miró hacia arriba sus labios quedaron entreabiertos por la sorpresa y miró de arriba a abajo el unifome de la chica. Ella se llevó una mano a la boca para aguantar una risa. —¿...Blue?

—¡Sorpresa!— alargó, con una evidente emoción. Le palmeó el hombro y se sentó frente a él.

Ella había invitado a Jungkook a ese lugar sin decirle nada de su posición allí, obviamente. Por una parte pensó que sería agradable sorprenderlo de esa manera y compartir la alegría de su nuevo empleo con él. Y también, lo había llamado porque aún no podía quitarse la culpa de encima por lo ocurrido aquella última vez con Hoseok.

Éste, aunque pareció extrañado por la repentina petición de ésta, de igual manera aceptó. Pero jamás se habría imaginado algo como lo que sus ojos veían en ese preciso momento.

—No sabía que trabajabas aquí.— sus ojos, que ya de por sí eran grandes, lo estaban aún más.

—Es porque a penas empecé ayer— sonrió.

—Vaya, me sorprendiste de verdad. Felicidades.

Blue se sintió completamente feliz de oír aquel elogio; era como si sus esfuerzos valieran la pena por primera vez de sólo oírlo. El joven oficial siempre fue realmente amable con ella pero en ese preciso momento entendió algo muy importante dentro de sí: No se arrepentía de ninguna manera de haberlo conocido y de ser ahora su amiga. 

Muy a pesar de que éste también fuese un hombre, algo dentro de sí siempre le decía que ella no sentía lo mismo por Jungkook que por Hoseok.

Pero de todas formas le agradaba estar así, sólo disfrutando de su compañía sin ser prisionera de extrañas emociones que nisiquiera ella comprendía bien.

Algo cruzó por la cabeza de la chica entonces.

—Quería verte Kookie...— Blue acomodó un mechón detrás de su oreja, no sabiendo por donde empezar.

Por su parte, el chico frente a ella se congeló a penas oírla y paulatinamente sus mejillas se sintienron ahogantemente calientes.

—¿E-en serio?— se dió una bofetada mental por titubear de esa manera, parecía un idiota actuando así. —...¿Por qué?

—Disculparme.— espetó ella de forma plana. Con una expresión totalmente sería.

Jungkook lo pensó un momento, desentendido. No sabía si había olvidado algún detalle o algo que aplicara que Blue, su querida amiga quiera disculparse en ese mismo instante. Pero no hubo forma; para nada él pensaba que la chica podría causarle algún tipo de problemas. ¿Entonces qué podría ser?

—¿Disculparte por qué?— la mirada de Jungkook se tensó al ver cómo la chica bajaba la cabeza apenada.

—Por lo que ocurrió con Hoseok aquella vez...

"Oh..., eso." Pensó Jungkook y su ceño se arrugó de tan sólo imaginar a ese patán.

No sabía mucho de Hoseok, Blue vagamente le había mencionado que vivía temporalmente con Jiwoo y el hermano menor de ésta, pero jamás se habría imaginado que aquél sujeto iba a dejarle tan amargo sabor en la boca con aquella primera impresión. ¿Es que quién se creía para controlar así a Blue y como para no dejarla salir con él?

El jóven oficial respiró profundamente y trató de calmar aquellos nervios.

—No entendí bien lo que le ocurrió pero no ví otra solución más que irme con él y dejarte allí sólo. De verdad lo siento.— Blue se inclinó un poco.

—No, no pasa nada...— se apresuró un poco. —Verás... Me sorprendió un poco su comportamiento pero creo que reaccionaste muy bien.— sonrió para calmarla. —Pero aunque aún así tengo curiosidad sobre porqué le molestó tanto verte conmigo...

La chica lo pensó un poco. Ella también quería saber aquello. 

—La verdad es que no lo entiendo muy bien.— miró al chico. Algo me dice que él lo hace porque no quiere tener problemas con su hermana por si algo me sucede... Es por eso también que quiero empezar a ganar mi propio dinero y poder alquilar un espacio yo misma, y así tal vez dejar de ser una carga.

—No eres una carga... Sólo que ese tipo es...— apretó fuertemente los dientes. Blue enseguida le interrumpió.

—Pero créeme que Hoseok no es una mala persona. Él sólo... está pasando por un mal momento.

Él intentó relajar un poco sus músculos. Aunque no conociese muy bien a ése tal Jung Hoseok y el sólo hecho de oír aquel nombre le hiciera desear estrellar su puño en algún lugar por la ira, decidió no tomar esas riendas y confiar en las palabras de la chica frente a él. Con el corto tiempo de conocerla, sabía que Blue siempre decía lo que pensaba, y que a pesar de que se debía a su mentalidad inocente, también supo que ella no hablaría sólo porque sí. Eso le dejaba por sentado que ella debía conocer con bastante profundidad a aquél hombre como para no tambalear en sus palabras. 

—Te creeré.— resopló. Ahora frunció el entrecejo —Pero si hace algo sólo dime y‐

La mano de la joven se posó sobre la suya haciendo que detuviera sus palabras. —Tranquilo, no hará nada.— le dedicó una suave sonrisa que lo hizo calmar de nuevo.

Conversaron unos momentos más, hasta que Hansol por fin le llamó la atención. El lugar no estaba tan repleto de clientela y sabía que ningún cliente estaba necesitando atención, pero debía recordar quién era su jefe y el cargado temperamento que siempre demostraba.

Blue y Jungkook se pusieron de pie listos para despedirse pero entonces oyeron una resaltada "urgencia de último instante" en el plasma TV colgado en una pared del local.

La noticia trataba sobre el asesinato de un oficial que trabajaba en una estación de un pueblo cercano a Seúl. Según lo que aclaran, sucedió durante la madrugada de aquel mismo día y el responsable en esos  momentos era desconocido. Ninguna de las cámaras de seguridad lograron captar algo de la escena; todas habían sido saboteadas minutos antes. ¿Cómo era eso posible?

Blue, por más que se hallara algo impactada por aquello, decidió desviar la vista y mirar a su amigo, quien encontraba totalmente petrificado con la vista incada aún en la luminosa pantalla. 

Las manos de Jungkook temblaban de forma casi imperceptible. Al principio ella pensó que sólo era porque se trataba de un oficial cómo lo era el mismo pero en unos instantes entendió que no sólo se trataba de eso.

—Lo conocía...— masculló casi inaudible.—Debo irme, lo siento.— De la nada empezó a caminar desesperadamente hacia la salida. Blue sintió el impulso de seguirlo pero sus apretadas circunstancias se lo impidieron.

Luego intentaría llamarlo.

~

[03:44 am del mismo día]

El sonido de la noche era gobernante, las zonas penumbrosas imposibilitaban la vista a lo que sea que se ocultase en la oscuridad de los frondosos bosques. Y sólo la dichosa carretera de asfalto era apenas iluminada por la tenue luz de la luna media. Entre la densa capa de neblina que provocaba el frío nocturno se comenzaba a notar algo; una delgada silueta.

Pasos concurridos y potentes hicieron notable la presencia de alguien entre la solitaria y temerosa ruta. Unas botas de cuero tan oscuras que casi se camuflaban con aquel fúnebre paisaje; pantalones de mezclilla algo desgastados al igual que esa chaqueta de tela gruesa que acababa en una capucha, que no permitía asomar ninguna facción de aquel curioso individuo. 

Por un momento las potentes pisadas dieron una pausa, deteniéndose frente a lo que parecía ser una vieja estación de policías. Como acto próximo, éste caminó hacia la entrada de aquel lugar.

•••

Un foco parpadeante iluminando a duras penas. Papeles y envoltorios de comida chatarra desparramados de un lugar a otro. Y allí, con las piernas cruzadas sobre el revoltoso escritorio; un hombre regordete que vestía un uniforme de oficial. 

Parecía estar muy ofuscado hojeando aquella revista de comestibles con precios viejos; tanto que ni siquiera se inmutó al oír que alguien giraba la manilla de la puerta y sólo se aproximó a elevar un parpadeo la vista cuando noto que esa persona se ponia frente a su despacho. 

Vestido con ropa oscura y con rostro incógnito por la sombra de una capucha. Tenía el cuerpo delgado con extremidades largas; por lo que supuso era hombre. 

—Soy el oficial Shin. ¿Qué se le ofrece?— se limitó a decir mientras bajaba los pies del escritorio y adoptaba una postura más cómoda. —¿Sucede algo, señor?— volvió a hablar éste al notar que aquel extraño no daba respuesta.

El misterioso individuo sin decir palabra alguna, se acercó más y colocó un papel sobre la mesa; una fotografía. 

El policía tomó el objeto, analizándolo. Era la imagen de una hermosa joven de cabello negro. Los ojos de aquél hombre trataron con esfuerzo de no demostrar la sopresa que lo invadió al reconocer perfectamente esas familiares facciones.

—Sabes donde está.— una voz varonil y ronca se desprendió de él finalmente. El agente se congeló un micro segundo al oír que aquello dicho fue una recta afirmación. —Quiero que me digas dónde está.— señaló a la manos del mayor.

El hombre limpió su frente y carraspeó, intentando no demostrar su nerviosismo. Comenzaba a sospechar, y no es que no lo haya hecho al principio, puesto que al inicio sólo pensó que sería otro de esos tontos adolescentes tratando de llamar la atención o queriendo un taxi gratis diciendo estar perdidos. Pero en esos momentos ya le parecía muy extraño que un desconocido con el rostro oculto lleguase en plena madrugada a una estación con un sólo oficial de guardia sólo para exigir el paradero de una persona en una foto. Además de que parecía estar muy seguro de que él tendría aquella información.

—Lo siento, pero no puedo dar información ajena así nada más. Y además, ni siquiera me has dicho tu nombre o al menos me has mostrado tu rostro.— acto seguido soltó la fotografía hacia el escritorio y pretendió seguir hojeandol el papel.

No iba a decir nada, por supuesto que no lo haría con el aura sospechosa que aquel  tipo emanaba. Sabía que por ignorarlo de aquella manera se arriegaba a que se enfurezca e intente algo malo pero quiso quitarse aquella idea ya que sólo parecía ser un chiquillo testarudo. Y tambié cabe destacar que si por alguna razón se atreviera a hacer una estupidez, él sólo tendría que detenerlo con su pistola eléctrica.

Tomó una mala decisión. El oficial en esos momentos no lo notó pero en uno de los puños del extraño sobresalían tres puntiagudos clavos de metal, apretó más su agarre a estos.

—Dime dónde está.— sonó seco y dio un paso al frente.

El hombre apretaba los dientes, intentaba parecer indiferente pero en verdad es que estaba cada vez más inquieto con la actitud de aquel misterioso tipo.

—Mira muchacho...— apoyó fuertemente una mano en la mesa, tratando de demostrar su superioridad. —Ya te he dicho que no puedo darte ninguna información si ni siquiera sé quién eres o qué relación tienes con ésta chica a la que buscas.

—Entonces...— estiró ese mismo brazo con el que empuñaba aquello hacia el oficial. —Tendré que pedírtelo por las malas.

Lo que el agente vio un momento después no tuvo lógica o explicación alguna en su mente. Los tres clavos metálicos que yacían en el puño del desconocido ahora levitaban en el aire. Incrédulo, el mayor elevó su vista para ver aquello y no logró que ninguno de sus músculos reaccionasen; como si su cuerpo se paralizara, en esa incómoda posición, con una palma apoyada en la mesa.

En un parpadeo uno de los clavos desapareció y en el mismo instante algo comenzó a punzarle el dorso de la mano. Con temor y la mirada temblorosa bajo con lentitud hasta la mesa y allí se encontraba ahora el cuerpo puntiagudo, clavado en su dicha extremidad. 

Un grito desgarrado no tardó en inundar aquel ambiente, el hombre mayor con desespero intentó levantar su mano pero se dio cuenta de que ésta se encontraba firmemente enganchada a la madera de abajo.

—¡¿Qué me has hecho, maldito infeliz?!— chillaba el pobre hombre. 

El incógnito ahora se apoyaba con ambas manos en la mesa, el movimiento que hizo para inclinarse más cerca del hombre herido provocó que la capucha se hiciera para atrás y ahora su rostro era alumbrado claramente. Su aspecto era de un joven que ni parecía llegar a los veinte. 

—¿Me lo dirás ahora?— dijo irónicamente. 

Por más que le era impensable, entendía la situación en la que se encontraba en ese instante; algo que nunca en sus tantos años trabajando como agente de policía le había tocado vivir. Sabía que sólo debía darle aquello que quería pero también era consciente de que, aunque ni él mismo que estaba viendo lo creía, ese sujeto frente a él  era alguien muy peligroso y por eso no podía arriesgarse a decir algo. 

El oficial negó fervientemente. —Yo...no sé nada.— mintió mientras mascullaba a causa del dolor. Esperando las probabilidades de que aquel sujeto le creyera y se marchase, aunque fuese un porcentaje muy bajo. 

No fue así.

Como respuesta a su resistencia otro clavo se dirigió hacia él. Esta vez era uno más grande tanto en grosor como de largor, lo suficiente como para atravesar ahora su antebrazo hasta dejarlo remachado en la madera al igual que su otra extremidad. Aquello hizo que gritara el doble o quizá el triple que la primera vez.

—Maldito... maldito...— sollozaba ya sin fuerzas, con ambos brazos clavados sin repudio alguno a la mesa. —Todo está grabado. Investigarán y te encontrarán.— el hombre adolorido levantó un poco la vista para poder mirar con pudor al chico. —Te pudrirás en la carcel- un dolor indescriptible lo hizo aullar de nuevo. Los objetos de metal que le atravesaban comenzaron a retorcerse y hundirse más, causándole mayor sufrimiento del que ya estaba pasando.

—Ya me encargué de las cámaras, no te preocupes.— por primera vez demostró una expresión en su rostro; una sonrisa tétrica con una particular forma.

Sin embargo, en ningún momento detuvo el movimiento de aquellos objetos metálicos y sólo podían oírse los lamentos del pobre oficial.

—...ul...— oyó como a duras penas la voz salía de la boca del agonizante hombre. El más joven acercó un poco su oído para entender mejor y piendo que se lo repitiera, retorciendo aún más los clavos. —¡S-Seúl!— soltó seguido de un bramido. 

—Dime más...— exigió.

—Busca al oficial Jeon Jungkook, el sabe... Se fue con ella. Encontrarás los... archivos referidos a él en el gabinete de allí...— señaló con la mirada aquél lugar.

—Muy bien, buen trabajo.— el chico se dirigió al cajón y sin buscar tanto, encontró el dicho nombre masculino y su paradero.

El oficial exaló con alivio cuando vio que aquél individuo que le torturó se dirigía hacia la salida con los papeles en la mano. Pero luego también se percató de que el último clavo, éste aún más grande que el anterior, levitaba ahora con la punta casi tocando su frente. 

—¡No! ¡Por favor! ¡Tengo familia! ¡Perdóname la vida, por favor!— suplicó con sus últimas fuerzas. 

Por otro lado, mientras se colocaba de nuevo la capucha, pensó.

—Lo siento, tú querías ver mi rostro.— y salió de allí.

El oficial Shin se quedó en su despacho, con las extremidades superiores pegadas a la tabla y con un clavo enterrado en su entrecejo.

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Han pasado 84 años juju ^•^
Lo siento ;–;' *c va corriendo*

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