Segunda vida

By Mabigomigola

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No me voy a complicar. Seré un exitoso millonario cuando cumpla 20 años, y mi vida será como siempre he desea... More

Prologo: Raon Miru
Dibu: Cale y Raon
Cultivo (ChoiH x Calex ChoiJ)
Cultivo: parte 2 (ChoiH x Cale x ChoiJ)

Primer amigo (ChoiJ x Cale)

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By Mabigomigola

Aviso:

- Soy mala para las historias largas, y más de personajes tan bien hechos como los de TCF.

- ChoiJ = Choi Jung Soo  y ChoiH= Choi Han

- Están muy occ Sorry

- Pondré yaoi en la historia pero avancemos suave XD.

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En un barrio pequeño de buen estatus, al frente de un parque en donde se dedicaba a pasear con su amigo Raon por las noches, y entre medio de edificios que le quitaban la vista al cielo del que tanto admiró cuando era un pequeño ilusionado; Cale creció dentro del seno de una familia acomodada en Corea.

Sus padres, de origen irlandés y británico, recibieron una oferta de trabajo por parte de una compañía farmacéutica de gran renombre, que les otorgó un buen puesto a cada uno en la sección administrativa de la empresa con la condición de que el señor Henituse se radicase en Seúl antes de finalizar el invierno para comenzar sus actividades laborales. La pareja decidió, entonces, a principios del año mudarse al país asiático. 

Cuando ascendieron a su padre en el cargo de jefe del departamento de administración interna, él viajó con la sensación agridulce de cerrar una etapa de su vida por un mejor porvenir. Después, su joven madre se despidió de su pequeño condado en Belfast a principios de verano, de sus pocos amigos con quien aún comparte correo, y de las azucenas plantadas en su antejardín; con la promesa de regresar en un futuro para conformar una linda familia que comprendiera el amor de donde su herencia proviene.

Cale, sin embargo, al nacer en tierras del antiguo Yoseon por fuera del plan original; aún era un niño extranjero para los doctores que atendieron el parto.

Cale, quien sus padres se imaginaban cuidar en los verdes prados de la campiña irlandesa al lado del mar atlántico, juguetón, activo, con burbujeante vitalidad como cualquier chico de su edad; quedó encerrado en una cuna con tubos insertados en su minúsculo cuerpo en medio de una sala climatizada, sobreviviendo con cada respiro por nacer prematuro.

Fue duro, desastroso para los nervios de la madre, y exhausto para el padre que aún debía seguir trabajando el doble de horas para pagar la excesiva deuda medica. Sin embargo, tras meses de espera frente a la sala de control prenatal, los doctores dieron aval para que la diminuta vida por fin fuera hacia los brazos de los primerizos Henituse. 

Lo habían logrado; en ese momento, el bebé, que ya no solo era Cale si no también Rok Soo, fue recibido por el destino con el mayor de las alegrías tanto en los dos países, como por los dioses mismos; por ser considerado el milagro de la familia Henituse, el primogénito con ascendencia real por parte de sus padres; o por ser la imagen de un pequeño príncipe para sus más cercanos, y la ensoñación platónica de las chicas y algunos chicos que convivían cerca de su casa o iban a la misma escuela.

Cale, Kim, señorito Henituse, pequeño lord, o como sea que le llamaran, «le daba igual la verdad», pensó indiferente; no lograba conectar con la gente intrusa que se le acercaba con la intención de aprovecharse de su status social. 

«.... No importaba, no me conciernen ni me beneficia estar con ellos tampoco», se repetía el niño un poco consternado por la cantidad de veces que sucedía al día, que no eran "algunas meras visitas", según había estado declarando los sirvientes a la hora del té. 

Eran muchas, y demasiado cancinas para su frágil salud.  

En ves de esa estrafalaria etiqueta, él descubrió, gracias a Raon, que era feliz con una vida llena de flojera más que cualquier otra cosa; sus días definidos por una lista interminable de deseos simples que se cumplían con el dedo, en vez de manejarse por impulsos sin mediar consecuencias futuras.

Siempre se conformaba con muy poco; como por ejemplo, le gustaba estar sobre el lomo de su amigo, o entre los besos de su entregada madre, y los apabullantes abrazos de su sobreprotector padre, o cuando comía cordero asado o pollo frito coreano para la cena; esos momentos eran su definición de la felicidad. Entonces, no entendía como podía atraer tanta gente de dudosa calidad.

Si, bueno. Lo entendía; tampoco se podía engañar.

No era su estilo ser del tipo desvergonzado; eso sonaba muy complicado y le restaba de lo importante que era, obviamente, dormir y comer pies de manzana verde. Un gusto culposo influenciado por el poderoso dragón.  

Sin embargo, a pesar de estudiar desde segundo grado en la escuela primaria como los demás niños del distrito; y de hablar el coreano como primera lengua, y no el ingles para sorpresa de muchos, aún seguía sin ser bien recibido en un inicio por su aspecto extranjero. 

El problema radica en que llamaba demasiado la atención de sus compañeros por la clara piel con aspecto de porcelana que poseía por su poca exposición al sol, su cabello rojizo escarlata que le daba un vibrante color a su mirada plana, y contrastando con las salpicaduras de miel y marrón claro presentes en sus iris. 

En sí, era como observar una hermosa rosa bermellón florecer en medio de la población asiática, quienes comparten morfología distinta; una flor delicada, inteligente y elegante que debía ser apreciada desde lejos. Pero para el joven aristócrata, consideraba la soledad más bien una consecuencia de su ineptitud social para conseguir amigos que por su propia belleza física.

 Era demasiado denso para lidiar con las emociones de los demás.

Iba a cursar séptimo grado en una nueva institución por decisión unánime de sus padres para que abriera los ojos antes nuevas experiencias, aunque desistió los primeros días de clases en su nuevo colegio. 

Mantuvo un refuerzo de tutorías en casa mientras mejoraba su fuerza física, repitiendo las mismas nociones básicas de las materias que ya conocía de antemano.

Luego de ese percance, en la segunda semana del periodo por fin obtuvo la oportunidad de conocer chicos de su misma edad. Sin embargo, desde que expuso su introducción presentándose a la clase y saludó a algunos estudiantes en el pasillo contiguo durante el receso; sus nuevos compañeros de salón comenzaron a interpretar sus palabras en distintos puntos de vista por fuera de su previsión, y los que rodeaban su cubículo terminaron actuando o excesivamente protectores, sumisos, ansiosos, celosos, o envidiosos...

Excesivo; la palabra ganadora. Excesivo, excesivo para todo, y eso lo hostigaba. 

Con el tiempo nadie hacía el esfuerzo de acercarse, y el tampoco ayudaba mucho que digamos; y al final, terminó en una jaula de popularidad parecida a la de su casa, irónicamente para su suerte.

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Un suspiro lánguido escapó de su garganta.

Se había escondido debajo del oxidado tobogán rojo del parque de juegos infantil; estaba atardeciendo, y de seguro que los demás niños se habían ido minutos atrás. 

Su cansancio reapareció con solo imaginarse regresar y encerrarse en la habitación con las sirvientas detrás de él, preguntando preocupadas sobre su día. No estaba de ánimos para dar respuestas a falsas acusaciones.

En este instante, en su refugio contra la realidad, deseó un momento de quietud para poder relajarse. 

S-o-l-o. 

Ah~

Otro suspiro más que denotaba el pesado vacío en la intemperie. 

A veces se quejaba como un viejo señor de negocios en vez de un niño de primaria que regresaba del colegio, dictaminó reflexivo; solo faltaba su maletín tejido en cuero negro, con una marca de prestigio en su hebilla o en el borde de la correa porque el traje de ejecutivo que llevaba puesto desde la cintura para arriba en patrones de tonos rojos y negros, le daba toda la pinta de un comerciante regresando de su viaje a Hawái en un vuelo de 16 horas aproximadamente.

Detalló su vestimenta con mayor atención. Llevaba puesto como uniforme, en vez de los comúnmente pantalones largos de los colegios públicos, unas bermudas plisadas de color beige oscuro; en conjunto con una camisa blanca de botones, y un chaleco vinotinto debajo de un saco negro con botones dorados; otorgando la apariencia de un chico acomodado, pero que le jugaba acorde a la imagen de hijo de familia rica.

«....No esta nada mal», reconoció con honestidad. Todavía se sorprendía de la cualidad de su buen porte; le permitía colocarse cualquier trapo sin verse un desastre de la moda andante.  

Se aburrió rápido de su estudio de imagen, y decidió probar con otra cosa. 

Creyó que era el momento perfecto de leer la novela que había dejado para más tarde, pero antes de buscar dentro de su bolso Kippling recordó que la mencionaba se encontraba en un revuelto de papeles en su casillero; que no llevaba consigo por olvidadizo . 

Soltó otro suspiro con sus ultimas energías, esperando disolverse como el agua en el césped, y ser un cumulo de átomos en el vasto universo durante los próximos 3 minutos.

Las cigarras comenzaron a entonar su canto.

"2 minutos con 50 segundos... 2 minutos con 47 segundos..."

«Bueno, después de pensarlo con la mente más clara, todo se sentía bien mientras le daba los minutos a la locha», pensó satisfecho. 

Las piedrillas en sus piernas eran más cómodas que los aburridos sofás o sillas en donde se sentaba siempre; y le gustaba sentir la brisilla que enfriaba y le causaba escalofríos en las piernas descubiertas.

"1 minuto con 16 segundos... 1 minuto con 10 segundos..."

Cerró los ojos para apreciar mejor los sentidos.

"53 segundos... 48 segundos... 39 segundos..."

«Esto si es vida», concluyó aliviado.

"23 segundos... 10 segundos..."

— ¿Qué haces ahí abajo?

—¿hmn?

Su indiferente mirada café se dirigió al borde del tobogán, comprobando la presencia de un estudiante de aparentemente su misma edad; llevaba uniforme de una escuela pública cercana, el típico traje de porte militar negro con una gorra marinera en la cabeza. Al detallar su cara se encontró con una sonrisa inocente y unos ojos curiosos de color onix.

Ese chico le había acabado de hablar en ingles.

«Se acabó el tiempo... », confirmó para sus adentros, manteniendo su atención en el otro. 

Que curioso.

Es como si supiera que debía llegar en el momento justo.

—¿Estás bien? Estas solo, y ya va a anochecer. ¿Quieres que te acompañe a tu hogar?

El intruso realizaba movimientos amplios con las manos; una elaborada pantomima tratando de comunicar su idea de la manera más clara posible.

—No quiero, gracias.

«Chu, chu, fuera de mi paraiso.» Acusó reticente en su mente.

—Oh, vaya.... 

El muchacho mayor, como en la franja de los 12 a los 13 años, se sorprendió de la respuesta en coreano fluido; se sintió traicionado por el aspecto de niño perdido que tenía a lo lejos. 

Cale, quien lo miraba sin cambio de emociones, ya se había acostumbrado a ese suceso por lo que no le dio importancia. Siguió en su posición de descanso, pero esta vez con las piernas recogidas a su cuerpo. «A lo sumo se iría después de ignorarlo», pensó impavido. 

El extraño, en cambio a todo pronostico, se acercó hasta estar a dos pasos de él; tumbándose sobre la gravilla y esparciendo la tierra en todas partes; ensuciando los zapatos de los dos y su mochila sin misericordia alguna. 

«¿Por. Qué. Estas. Aquí? »

— Tu.. ¿Para qu- —el susurro agrio fue tapado por el brillante tono de voz del otro chico.

— Disculpa, mi nuevo amigo no quiere volver aún a su casa, y por eso decidí acompañarlo.

—¿Qué?

—¿Qué?

—...

—...¿Hmn?

«¿Que locuras está diciendo ahora? Yo no veo a nadie acá»Cale se aseguró de mirar hacia todos los ángulos por si encontraba a ese desafortunado amigo del metiche chico. El pelinegro, en vez de ayudar, se quedaba riendo de su intento de búsqueda.

— Jajaja... Un gusto, mi nombre es Choi Jung Soo—estiró la mano en modo de saludo.

Durante un denso minuto de espera no se movió. En cambio, el estudiante Choi se encogió su hombros ante la insistente mirada, demostrando lo poco que le importaba invadir su espacio vital. 

Para Choi, el imperceptible ceño fruncido del pelirrojo le causaba gracia por alguna extraña razón. Se rascó la barbilla, y después de reflexionar sobre su próxima movida para destartalar el actuar hermético del chico abandonado se dio cuenta de un hecho evidente; se rio suave por su torpeza.

—¿Cuál es tu nombre joven maestro?

—... Kim.

— ¿En serio? Pensé que tendrías un nombre distinto, como el de las celebridades en la tele... Las de Holywood, o el de las películas de acción.

Cale ignoró la pregunta del chico, y se quedó observando hacia el norte del parque; ya faltaba poco para que el sol se ocultara tras el conjunto de apartamentos a lo lejos. 

¿Qué era lo que lo demoraba para pararse e irse del sitio sin mirar atrás? Ya su lugar sagrado había sido descubierto, y tampoco estaba dentro de sus planes volver en un futuro cercano para encontrarse con el tal Choi de nuevo; pasaría los días, y este incidente quedaría en la memoria. No obstante, aún así no se movía. 

¿Qué lo detenía?

Después de meditarlo mucho, Cale concluyó que ese Choi era inofensivo, y que no era mala idea decirle su otro nombre porque el chico sabía hablar un rudimentario ingles; asumió que sabría pronunciarlo mas o menos bien, esperaba sin mucha fe.

Tampoco creía que lo volvería a ver después de este encuentro, obviamente.

— ... Cale—dijo bajito—, también tengo este nombre.

— ¡Oh!—se alegró Choi por su primer logro— Te queda muy bien chico lindo, como el personaje de un cuento de aventuras, ya veo.... Un gusto Cale, me puedes llamar por mi nombre de pila Jung, así como lo dicen los extranjeros si te parece mejor. 

—¡! 

La cara de Cale quedó como un poema al escuchar el cumplido excesivamente sincero para su gusto; trató de apartarse del chico que seguía con la misma sonrisa de inicio. Era muy raro. 

— ¿Qué quieres? ¿En serio vas a quedarte juntó a mi hasta que yo me vaya?

— Nop, ya te dije. Estoy acompañando a un amigo, que quizás lo conozcas, su nombre comienza con C y termina con E. — Miraba a todos los lados preocupado— Hmmn,... ¿En donde estará? Creo que se me perdió Cale, ¿Me ayudarías a encontrarlo?

Ah~

«Este chico está loco», determinó en seguida.

Juntó sus manos en su cara en un gesto derrotado, esperando a que el lunático se aburriera de él y dejará de molestarlo; el otro estaba muy empeñado en su papel de conocer al principito malhumorado. 

A pesar de estar notablemente fastidiado, Choi seguía presumiendo de que aún no estaba en peligro de ser echado a patadas por él ya que aún no lo manoteaba o le lanzaba patadas; una confianza que dejaba estupefacto al pelirrojo porque delataba el ingenuo y puro corazón del chico de sonrisa fácil.

Esto no esta bien, debía cambiar de táctica. 

En vez de seguir siendo victima del inocente juego de palabras; él simplemente se paró, se limpió la arena pegada en su ropa; y luego, estiró una mano hacia la obstinación positiva en persona en son de paz. 

— Vamos, se está haciendo tarde y me esperan en mi casa—soltó ofuscado.

— ¡Oh, no puede ser! ¿Será que es mi amigo Cale? —de los ojos de Choi salpicaban estrellas incandescentes de sorpresa— ... Pero qué extraño, el siempre me llama por mi nombre. —contó quejoso sobre la anécdota, despabilando al petirrojo de su zozobra.

«... También tengo hambre, Cale», la voz de su otro amigo invisible lo apuraba en su cabeza.

Tsk, 

«No me saquen de casillas, ustedes dos.»

— Vamos Choi-nim. 

— ¡Esta bien! joven maestro Cale. 

Cale casi se le resbala el brazo del otro por la sorpresivo mote que le colocó, dejándose ir en reacción hacia el piso por el peso del mayor. 

Revolcándose entre un enredo de extremidades, escuchó la risa jovial del idiota de su nuevo amigo como música de fondo. Además, para rematar la broma, el soquete no lo soltaba, y el seguía jalando, y el otro no lo soltaba, y el seguía jalando, y el otro...

¿Qué fue ese sonido?

 — ¡Oh no!—exclamó Choi Jung ausstado—¡Se te rompieron los shorts, joven maestro Cale!

La tragedia pintada en su cara no se igualaba ni por asomo al instinto asesino Henituse que estaba haciendo aparición; la cómoda indumentaria de Cale se había rasgado por todo el corte de la entrepierna, dejando entrever el color azul claro de su ropa interior.

Más encima que, entre la distancia del parque hacia su casa, debía atravesar por un pequeño centro comercial, por lo que el ser expuesto a ese tipo de miradas era algo que inevitablemente sucederá, quiera él o no. Pensaba en pedir ayuda a Raon para solucionar este inconveniente, pero antes de articular la petición el estrepitoso Jung ya estaba ideando un plan B.

 — No te preocupes, joven maestro Cale... —se quitó su saco del colegió y lo envolvió en la cintura del petirrojo, tapando la zona comprometida—Yo te acompañaré hasta tu casa para que no te pueda suceder nada por tu falta de pericia. También, si me permites te puedo llevar en la espalda por si te sientes incomodo al caminar... ¿Así?

Se quedó sin palabras. 

Su paz había sido interrumpida por una brisa fresca y fastidiosa. En ese día de su primera amistad humana, Cale evaluó por primera vez la posibilidad de agarrar una piedra, y lanzarla certera en la frente del impertinente Choi Jung. 

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