AETHER

By MoonRabbit13

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Lena solo desea una vida normal. Sin las costumbres esotéricas de su madre, sin vecinos que cree en extraterr... More

SINOPSIS
1. Colores
2. Archienemigos
3. Souvenir
4. Lluvia
5. Lágrimas
6. Extraterrestre
7. Perfume
8. Brindis
9. Casa
10. Nieve
11. Voraces
13. Canciones
14. Nada
15. Ánimos
16. Beso
17. Modelo
18. Hotel
19. Fuego
20. Mapas
21. Cueva
22. Pasado
23. Poder
24. Inicio
AGRADECIMIENTOS
OTROS TÍTULOS
PREGUNTAS Y RESPUESTAS

12. Luz

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By MoonRabbit13

―...Zan. Izan por favor. Abrí los ojos. Izan.

Obedecí de mala gana. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el rostro de Lena contra el techo del automóvil. Su rostro estaba pálido, ojeroso e inundado de lágrimas que caían sobre mí.

¿Qué...? ¿Qué había pasado?

Hice un esfuerzo por recordar, pero todo era un revoltijo de sensaciones, imágenes y dolor.

En algún momento de la pelea, Lena había llegado. Nos había encontrado en uno de los tantos bosquecitos que rodeaban el pueblo y se internaban en las montañas. Ella simplemente apareció allí.

Recordaba su expresión al ver el estado cómo me habían dejado esos voraces. Recordaba haber gritado su nombre cuando la vi corriendo hacia mí, cómo deseé que no se acercara, que no me viera así. Recordaba el terror que me invadió al verla capturada por uno de esos voraces.

Recordaba... Recordaba la luz que emanó de ella y extinguió a los voraces. Los deshizo como el sol a las pesadillas. Una estrella quemándolo todo a su paso. Pero después de eso, todo fue oscuridad.

Ahora me encontraba recostado en el asiento trasero del Renault sin saber cómo podría haberme arrastrado hasta allí. Lena estaba arrodillada a mi lado, presionando un paño sobre mi pecho. Sus manos estaban empapadas con mi sangre y sus ojos con sus lágrimas.

Cuando me vio despertar dejó escapar un sollozo.

―Izan, tú...

―Tenés que quitarlo ―respondí, enfocándome en lo más urgente.

―¡¿Estás loco?! ―chilló.

―No podré curarme si eso sigue en mi pecho.

―Estás demasiado débil, si lo hago terminarás de desangrarte antes de que termines de curarte. Y esta mierda de auto no se mueve. Izan...

―Si me dejas, puedo usar un poco de tu éter para curarme. Solo una pizca.

Ella ni siquiera lo dudó. Asintió, quitándose las lágrimas con las manos sucias y manchándose el rostro con mi sangre.

―Tendré que romper esto ―me advirtió, tomando remera.

Yo asentí.

Lena llevó su boca al cuello de mi remera y con un movimiento brusco rasgó la tela en dos, exponiendo mi pecho al frío interior del auto. Intenté ver mi pecho, pero en la posición en la que estaba solo podía ver de manera borrosa mi piel pálida cubierta de sangre.

Lena me miró insegura. Tuvo un pensamiento fugaz, algo sobre flores de ceibo que florecían desde la madera clavada en mi piel. Era una imagen romántica de aquella situación. Levanté mi mano y aparté su cabello de su rostro.

―Podés hacerlo. No tengas miedo ―dije acariciando su nuca―. Vos podés arreglarme.

Lena respiró hondo y se acomodó a horcajadas sobre mí, temerosa de lastimarme con su peso. Aún en estos momentos ella no dejaba de ser consciente de su cuerpo, de verlo como un obstáculo.

―Lo voy a hacer ahora ―me dijo y puso una mano sobre mi hombro y con la otra tomó la estaca que tenía clavada.

Me miró a los ojos, esperando que le diera permiso. Asentí, dándoselo.

Lena empezó a quitar la rama astillada de mi pecho, provocando que lanzara un gruñido de dolor y apretara mi agarre sobre su nuca.

―¿Te lastimo?

―¡Solo hazlo! ―gruñí.

De un tirón decidido, pero no brusco, Lena quitó aquello de mi pecho y lo lanzó a algún lugar del auto. Tomé su muñeca y apoyé su mano sobre la herida.

Cerré mis ojos y me concentré en su éter, su esencia. Tomé una parte de ella y la mezclé con la mía, dirigiéndo ambas a la zona de la herida. El éter podía acelerar el proceso de curación, podía recomponer los tejidos faltantes.

Me concentré en Lena. En su peso sobre mis caderas y sus manos sobre mi pecho. En los mechones de cabello y sus lágrimas que caían sobre mi rostro. En su respiración agitada y su voz diciendo mi nombre. En cómo pronunciaba mi nombre con alegría cuando éramos pequeños, cómo lo gritaba a modo de insulto o lo susurraba como mal presagio en nuestra juventud.

Ella estaba pensando lo mismo. Su mente era un caleidoscopio de recuerdos compartidos. De esta y otras vidas. Tantos que ella ni siquiera llegaba a comprenderlos. Pero su decisión era más fuerte que el miedo que la invadía. Miedo a perder a alguien más a manos de los voraces. Miedo a perderme otra vez.

El dolor se mitigó y pude respirar con normalidad.

Sintiéndome un poco más seguro, aflojé mi agarre sobre la muñeca de Lena, pero no la solté. No quería dejarla ir todavía. Abrí los ojos y miré a Lena con una sonrisa insegura.

Ella dejó escapar un jadeo al ver mis ojos. Un destello multicolor que se apagó en cuanto dejé de usar el éter.

―Izan...

―¿Viste? Te dije que podíamos hacerlo ―dije con una sonrisa.

Ella dejó caer su frente contra mi hombro desnudo y su cuerpo se sacudió por nuevos sollozos.

―Shh... Ya pasó, todo está bien ahora ―susurré en su oído, acariciando su cabeza y apartando su cabello de mi pecho para que no se manchara de sangre.

No estoy seguro de quién se movió primero, pero a mitad de camino nuestras bocas chocaron.

Primero fue un contacto del que ninguno quería ceder. Pero entonces tomé su nuca, enterrando mi mano en su cabello. Lena dejó escapar un suspiro y yo aproveché para profundizar el beso. Ella no se iba a quedar atrás, por supuesto. Se apoderó de mi labio inferior y lo mordió con cuidado, provocando que un sonido grave naciera de mi garganta.

De alguna forma, conseguí erguirme y sentarme con la espalda contra la puerta sin soltar a Lena. Tomé su rostro entre mis manos y ella llevó las suyas a mis hombros. Su mente era un completo caos. Sus sentimientos habían atrapado y encarcelado a su razón, tomando el control de todo. De sus manos que me jalaron más cerca de ella; de sus piernas que me capturaron; de su boca, compañera de baile de la mía.

Esta chica jamás terminaría de sorprenderme. No podía creer que ella estaba besándome. Después de todos estos años de odio, ella me estaba besando. Ella me desea, lo sabía. Ese sentimiento alumbraba su mente con letras de neón. Me desea tanto como yo siempre la deseé. Y cuando ella llevó sus suaves manos hacia mi cabello, mi rostro, mis hombros perdí la cordura. Me dejé ganar por su contagiosa locura.

Tomé su cintura y la acerqué más a mi cuerpo. Llevé mi boca a su cuello, deleitándome con el sonido de su respiración agitada y sus pensamientos alborotados.

Sabía que esto estaba mal. Sabía que no debería dejarle acercarse tanto a mí. Sabía que esto nunca terminaba bien, para ninguno de los dos. Sabía que no debía amarla. Pero eso me era imposible. Siempre lo había sido. Era como si me pidieran que viviera en la oscuridad, que dejara de respirar, que niegue esta verdad.

Yo había sido hecho para ella. Siempre lo supe.

En cada vida. Ella era mi maldición. Y la única razón por la que seguía renaciendo.

Yo la cuidaría y estaría siempre a su lado. Pero estos sentimientos iban más allá del deber. La quería para mí. Quería tenerla solo para mí, su cuerpo, su alma y sus recuerdos. Quería que fueran mis manos las únicas que recorrieran su cuerpo. Quería ser el único que supiera sus secretos. Quería que este momento sea eterno.

Pero eso no era posible. Yo tenía una misión en este mundo, una única misión en toda mi vida. Y no podía fracasar; fallarles a los míos, a Lena. Debía ser fuerte por su bien, por el bien de ambos. Aunque para ello debía arrancarme el corazón con mis propias manos.

—Lena —susurré contra su piel acalorada. Me separé sólo unos centímetros, viendo como ella intentaba alcanzarme de nuevo. Al parecer, no me dejaría ir tan fácilmente—. Lena, debemos irnos a casa.

Pero ella me calló con otro beso y yo me encontré desabrochando su abrigo. Detrás de este cayeron también un sweater y una camisa hasta que la sentí temblar contra mi cuerpo y mis manos recorrieron su espalda desnuda.

Ella se encogió cuando la acaricié, insegura. Siempre insegura de su cuerpo.

―Sos tan hermosa. Siempre lo fuiste, Lena ―le susurré, mientras besaba sus hombros, sus clavículas, el inicio de sus pechos.

Ella se encontraba a horcajadas sobre mí y podría sentir que mi deseo por ella no eran solo palabras. Pero cuando vi que su piel se estaba manchando con mi sangre, al fin reaccioné y me alejé de ella.

―Debemos irnos a casa, Lena ―le dije, mientras acariciaba su mejilla.

Ella también pareció despabilarse en ese momento y sus ojos se agrandaron cuando vio que la sangre no había desaparecido. Miró a nuestro alrededor y también vio que seguíamos varados dentro del auto de su madre en medio de la nada. Y entonces volvió a mirarme. Sus ojos se abrieron al darse cuenta de lo que habíamos hecho, de lo que estábamos a punto de hacer.

―La puta madre ―susurró, llevándose las manos a la boca.

Volviendo a ser la misma de siempre, salió despedida hacia atrás, intentando poner toda la distancia entre nosotros en ese pequeño lugar y buscando desesperadamente sus prendas.

Con una sonrisa que era una mezcla de alivio, diversión y decepción, cerré mi chaqueta y salí del auto para darle un poco de privacidad.

Un momento después, ella también salió, nuevamente abrigada.

―Ni una palabra sobre esto ―me amenazó, esquivando mi mirada.

―De acuerdo ―respondí con una sonrisa, porque otra respuesta la pondría histérica como siempre.

―¿Qué haremos ahora? ―preguntó mirando a nuestro alrededor.

―Supongo que caminar hacia la casa más cercana a pedir ayuda ―respondí, con un encogimiento de hombros―. Pero antes, ayúdame a mover el auto.

Ella me dirigió una mirada confundida cuando me vio ponerme detrás del auto con las manos extendidas para empujarlo.

―No podemos decir que chocamos contra unos alienígenas más duros que el metal de esta máquina. Con ponerlo contra algún árbol bastaría para crear una coartada decente. Diremos que perdiste el control del volante a causa del hielo y nos estrellamos contra aquel árbol ―agregué, señalando un ejemplar cercano al camino.

―Está bien, pero me debés una ―dijo ella poniéndose a mi lado, con cuidado de no tocarme.

―Muffin, con lo de esta noche te debo un par de vidas ―respondí con una sonrisa.

¿Soy yo o hace calor? 

Uff, preparense porque esto es solo es solo el inicio 7u7 Capítulo doble porque sí, estaba muy ansiosa por traer este capítulo. Espero que lo hayan disfrutado.

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