Habían transcurrido dos días desde su llegada al cuartel de la Port Mafia. Para Chuuya y Dazai esos días habían sido relajantes, y para Ryūnosuke, sólo había sido juego y diversión.
Traían sus nuevos trajes de la Port Mafia, incluyendo al más pequeño, y estaban por recibir la primera orden de Mori.
- Buenas tardes, mis queridos niños-. Saludó con sarcasmo, tomando a Ryū en brazos.
- Buenas tardes, señor-. Saludaron en respuesta, haciendo una reverencia de cortesía.
- Como sabrán, ustedes han sido acogidos por la Port Mafia y yo soy el jefe. He venido a traerles las primeras indicaciones y al mismo tiempo, sus trabajos. Si no lo realizan en el tiempo adecuado, tendrán un castigo-. Explicó.
- Conozco sus poderes, y sé que se odian mutuamente, pero tendrán que trabajar en equipo si no quieren sufrir castigos pesados.
Chuuya se veía interesado en trabajar para la mafia. Prestaba atención a las indicaciones y estaba dispuesto a cumplirlas con o sin la ayuda de Dazai. Por su parte, al joven del vendaje le era indiferente si cumplía o no con la misión de Mori. Sabía que podía si lo intentaba, era muy capaz. Pero también, estaba tan acostumbrado a los "castigos" de todo tipo que esperaba ser castigado y torturado hasta la muerte, pues morir era su mayor deseo.
- ¡Entendido, señor Mori!-. Accedió el pelirrojo, mostrándose motivado. Dazai chasqueó la lengua con enfado.
- ¿Qué me dices tú, Dazai-kun?-. Preguntó al verlo desinteresado.
- Lo haré. Sólo dígame de qué se trata-. Contestó. Cruzó sus brazos y posó su mirada en Ryūnosuke, quien parecía incómodo en los brazos de Mori. - Mori-san, ¿qué papel jugará el niño?
A pesar de que Ryūnosuke era producto de violaciones, abusos y castigos constantes, Dazai lo quería y se preocupaba por él. Era su hijo después de todo y le había costado mucho tenerlo. Estaba decidido a no decirle sobre su parentesco a Mori e incluso pidió a Ryūnosuke que no comentara nada.
- Este niño también será parte de la Port Mafia, Dazai-kun. Cuando él tenga catorce años, serás tú quien le enseñe a ser buen ejecutivo de la mafia. Tengo la sensación de que serás muy bueno para esto.
Esas palabras causaban celos en Chuuya. ¿Por qué el jefe de la Port Mafia halagaba tanto a Dazai cuando nadie lo había hecho jamás? Él también podría ser buen ejecutivo, ¿por qué sólo Dazai? No lo comprendía.
- ¡¡¿Y qué hay de mí?!! ¡¡¿Cree que no seré un buen mafioso?!!-. Interrogaba molesto, mientras se ponía sus guantes negros y sombrero.
- Ambos serán muy buenos, Nakahara Chuuya-kun-. Respondió con seguridad. Bajó a Ryūnosuke de sus brazos y lo tomó de una mano.
- También este niño.
Entregó una carta a Chuuya, con las indicaciones de su primera misión en equipo. Caminó de la mano con el niño, hacia la puerta de la habitación. Se lo llevaría a otro lugar de la Port Mafia, lejos de Dazai y Chuuya.
Ryūnosuke volteaba a ver a Dazai, estirando su brazo libre hacia él, y derramando lágrimas. Lloraba en silencio.
- ¡D-Dazai-san!-. Dijo, para no decir "papá" como acostumbraba en el Orfanato cuando nadie estaba cerca.
Dazai fingió una sonrisa.
- Ve, Ryūnosuke. Nos volveremos a encontrar más adelante-. Fue su manera de despedirlo, fría y cortantemente. Le prestaba atención hasta perderlo de vista detrás de esa puerta.
Chuuya terminó de leer la carta y se sentó a la orilla de su cama, suspirando.
- ¡Oye! Pareces idiota mirando a la puerta. ¿Por qué no dejas ir a ese mocoso ya? ¡Sólo ha sido un estorbo para tí, una pesadilla! ¿Acaso le tomaste cariño a tu desgracia?-. Decía con burla.
Dazai se mantenía callado y con la cabeza agachada, pensando infinidades de cosas.
- ¡¡Dí algo, Dazai idiota!!-. Gritó furioso al ser ignorado.
- Eres un chiquillo huérfano, Chuuya-. Se levantó de la cama y comenzó a envolverse más vendajes en sus brazos.
- ¡¡Tú también eres un maldito huérfano!!
- Lo era. Ahora ya no soy huérfano de familia, Chuuya. Ryūnosuke es mi familia, y tengo que recuperarlo.
Chuuya rió a carcajadas, sacando de sus casillas al castaño. No le importaba en absoluto que su compañero se enojara, pues eso quería, hacerlo sentir mal y lo estaba logrando.
- ¿Familia? ¿Esa cosa es tu familia? ¿El idiota de Ryū? ¡No me hagas reír!
Dazai sujetó una de sus vendas sueltas y la posicionó en el cuello del pelirrojo, a manera de ahorcarlo con esto. Apretaba las vendas, jalando a Chuuya hacia atrás, cerca de la pared.
- ¡¡¡Mi hijo no es una cosa ni un objeto, idiota!!! ¡¡¡No vuelvas a mencionarlo!!!-. Amenazó. En ese momento, Chuuya utilizó su poder de manipulación de la gravedad, y se liberó de quien estaba por matarlo.
- ¡¡¡Basta ya, Dazai!!! ¡¡Ahora vamos al pueblo de los cocodrilos a asesinar a esos siete hombres de la misión!!-. Acomodaba el cuello de su camiseta que había sido arrugado por Dazai.
- Con gusto. Quizás los asesinados sean ocho-. Comentó sonriente. Se aproximó a la puerta seguido por Chuuya.
🖤🖤🖤
Habían llegado en la noche al lugar señalado. Un río, poca iluminación, sonidos extraños de la naturaleza y un par de guardias de seguridad, adornaban el pueblo de los cocodrilos. En realidad no había razón para llamarlo pueblo, pues no había casas ni personas que residieran en ese lugar. Sólo los mafiosos esperando a los novatos de la Port Mafia y sin experiencia Chuuya y Dazai, quienes venían armados, y para sorpresa de sus contrarios, poseían habilidades especiales que ellos no.
- ¿Qué tenemos aquí? Mori envió a un par de niñitos novatos y sin experiencia a asesinarnos. ¿Qué les parece?-. Decía con burla el jefe de la organización contraria, señalando a los jóvenes y ordenando rodearlos.
Ahora no eran sólo seis hombres los que debían derrotar, sino, toda una organización entera de más de cien personas.
Chuuya apretaba sus puños, preocupado, molesto, pero mostrándose valiente y capaz de destruir a sus contrarios. Estaba de espaldas a Dazai, cuidándose uno al otro, sin acordarlo antes.
Dazai parecía confiado, sonreía y conocía sus capacidades y las de Chuuya, a pesar de no haber practicado nunca con armas de fuego.
- ¡Seguramente Mori nos jugó una broma! Una que le costará muy caro-. Comentó otro de ellos.
- ¡Suelten a los cocodrilos!-. Ordenó el jefe.
Pronto, además de los cien hombres, más de veinte cocodrilos fueron desatados de sus mandíbulas, dirigidos al par de adolescentes inexpertos que se encontraban en el medio.
- ¡Oh! ¡Traen mascotas! Esto se pone más interesante, ¿O no, Chuuya?-. Dijo confiado y alegre, juntándose más al pelirrojo.
- Sí.
- Acaba con ellos, Chuuya. Usa la corrupción, mientras yo averiguo cómo utilizar esta arma-. Dijo en susurro.
- No necesitas decirme qué hacer-. Susurró en respuesta con fastidio.
🖤🖤🖤
Con Mori...
El hombre enseñaba a Ryūnosuke a disparar, cosa que no hizo con Chuuya ni Dazai antes de enviarlos a la misión.
Era muy pesado para el niño, y estaba asustado.
- ¡Hazlo otra vez, Ryūnosuke-kun!
- M-Me da miedo...-. Dijo en respuesta. Se sentó en una esquina de la habitación y comenzó a llorar.
- ¡Levántate, mocoso!-. Jaló uno de sus brazos, levantándolo bruscamente.
- ¡Vuelve a disparar!
- ¡No quiero! ¡Quiero ir con mi papá!-. Gritó enfadado. Era arrastrado por Mori, pues se negaba a levantarse.
- ¡¡No tienes padres, mocoso, vienes del Orfanato!!