Β²Alessia y la CΓ‘mara de los S...

By chrysthemums

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INTRODUCTION
2. En Flourish y Blotts.
3. El sauce boxeador.
4. Gilderoy Lockhart.
5. Los Β«sangre suciaΒ» y una voz misteriosa.
6. Un cumpleaΓ±os de muerte.
7. La inscripciΓ³n en el muro.
8. La bludger loca.
9. El club de duelo
10. Con las manos en la masa.
11. La pociΓ³n multijugos.
12. Un diario misterioso.
13. Punto de quiebre.
14. Aragog
15. Basilisco.
16. La CΓ‘mara de los Secretos.
17. El heredero de Slytherin.
18. Fin del segundo aΓ±o.
NOTE

1. La Madriguera.

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By chrysthemums


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Al llegar a su hogar, después de un alocado primer año, la pelirroja no tardó en preguntarle a su tía acerca de los colgantes. Pero ella sólo le había confirmado que le habían pertenecido a su madre, y que sólo los había visto una vez.

Recostada en su cama, Alessia observaba con detenimiento el colgante, y se dio cuenta de algo redondo sobresalía de la parte trasera, era pequeño y parecía una especie de botón. Estaba a punto de presionarlo cuando tocaron la puerta de su habitación.

— ¿Puedo pasar? — Era su hermano.

—Sí, claro

El azabache abrió la puerta, adentrándose a la habitación de su hermana y se sentó al pie de la cama, la pelirroja, inmediatamente, se acercó a él.

—Tía me contó sobre los colgantes de mamá.

Alessia lo miró con ojos esperanzados.

— ¿Sabes algo sobre ellos? — dijo, pero toda esperanza se fue al verlo negar con la cabeza.

—No sé nada, lo siento — soltó una risita al ver la cara de frustración de su hermanita —. Tía me dijo que eran dos, ¿perdiste el otro?

—No, claro que no.

—Está bien, creo que sé que hiciste con el — declaró, y le enseñó un anillo que llevaba, el cual tenía una piedra parecida a la de su collar —. En mi primer año también me obsequiaron algo de nuestros padres, específicamente de papá.

La pelirroja abrió los ojos sorprendida.

— ¿Tenía remitente? — Suponía que Dumbledore también era el responsable de aquel regalo.

—No — dijo Jayden — Pero decía que debía de compartirlo con alguien.

Compártelo con la persona que tú creas correcta — murmuró la pelirroja.

—Exacto... creo que tú ya tomaste una decisión, ¿no? — Alessia asintió.

—Tú también, ¿verdad?

—Sí...

— ¿Puedo saber quién es? — preguntó Lia.

—No — dijo, y se levantó de su lugar dirigiéndose hacia la salida. Alessia abrió la boca indignada.

—Pero ¿por qué?

—Porque no.

—Si me dices quien es yo te diré a quién le di el otro colgante.

—Ya sé a quién se lo diste.

—Mentiroso.

—Se lo diste a Harry.

La pelirroja se quedó estática en su lugar.

— ¿Cómo lo supiste?

—La verdad es que no lo sabía, sólo dije su nombre al azar — declaró el azabache encogiendo los hombros, mientras volteaba a verla —. Pero me acabas de confirmar que sí fue a él a quien se lo diste.

En esos momentos, Alessia parecía tomate.

—... Así que Harry, eh — dijo con una sonrisa ladeada, mientras subía y bajaba sus cejas.

—Es mi mejor amigo.

— ¿Así se le dice ahora?

Alessia lo empujó hacía la puerta

—Tranquila, peli-peli — dijo Jayden —. No le diré a nadie que te gusta Harry.

— ¡No me gusta!

—Ay, sí, ajá — rodó los ojos divertido —. Dime, hermanita, ¿desde cuándo te empezó a gustar nuestro amigo Harold?

— ¡Que no me gusta! — llegaron a la salida. Lo sacó y cerró la puerta —. ¡Adiós, Laurence!

— ¡Te quiero!

— ¡Yo no!

— ¡Sé qué me amas Emilia!

— ¡Tendré que decirle a tía Amelia que deje de decirte mentiras!

Y así pasaron dos meses, cualquiera creería que los amigos de Alessia le enviaron montones de cartas en esos largos meses, pero no. Nada, ninguna carta, ninguna tarjeta de cumpleaños. Alessia había estado enviándoles cartas a sus amigos ¡Incluso le había enviado un regalo de cumpleaños a Harry! Pero ninguno de ellos le había contestado, ni siquiera Harry, el cual había prometido hacerlo, aunque supuso que debió de haber ocurrido algo con sus desagradables tíos, y eso le preocupaba.

— ¿Sucede algo, Lia? — preguntó su tía Amelia en medio de la cena al ver a su sobrina distraída, ella y Jayden habían estado hablando sobre quidditch pero la pelirroja ni siquiera hablaba.

—Nada, tía, no te preocupes...— murmuró con la mirada en su plato.

—Alessia — dijo Amelia cruzándose de brazos —. Si no es nada, entonces ¿por qué estás tan desanimada?

La pelirroja suspiró, tal vez estaban ocupados o simplemente se habían olvidado de ella, pero ya habían pasado dos meses y no había señales de ellos.

—Está desanimada porque sus amigos no le han enviado cartas — se entrometió Jayden —. Tal vez han estado ocupados, Lia, o puede ser que tus cartas se hayan extraviado, y a lo que me contaste de los tíos de Harry, puede ser que ni le permitan enviar cartas.

La menor de los Benedette asintió comprendiendo lo que decía su hermano. Pero no podía evitar sentirse mal.

— ¿No te han enviado cartas? — preguntó extrañada Amelia —. Arthur me dijo que su hijo ha estado enviándote cartas para saber si irías a su casa, pero que no contestabas. Y yo estuve esperando a que me dijeras algo, para llevarte con ellos.

Alessia abrió los ojos incrédula.

— ¿Qué? ¿Por qué no me lo dijiste? — chilló.

—Tú no comentaste nada, por lo que supuse que no querías ir.

—Espera...— dijo Alessia —. ¿El señor Weasley dijo que yo no contestaba? ¡Pero si les he mandado millones de cartas a Ron! (A los tres, de hecho) Ellos son los que no contestan mis cartas.

—Yo sólo te digo lo que Arthur me dijo — Amelia soltó una risita al ver la cara de indignación total en la cara de su sobrina —. Entonces, ¿quieres ir?

La pelirroja asintió.

—Bien, Jayden también irá. Tenía planeado llevarlos mañana — informó la castaña —. Así que será mejor que vayan a arreglar sus cosas.

Llegando la noche, Alessia subió a su habitación, tenía que preparar todo y averiguar porque Ron no había recibido sus cartas, tal vez había sucedido lo mismo con las cartas para Harry y Hermione.

Abrió la puerta de su habitación, pero ni bien entró cuando una vocecita hizo acto de presencia.

—Alessia Benedette.

La pelirroja pegó un brinco. Una pequeña criatura yacía en su cama, tenía unas grandes orejas, parecidas a las de un murciélago, y unos ojos verdes y saltones.

Alessia lo observó detenidamente, y se dio cuenta de que iba vestido con lo que parecía un almohadón viejo con agujeros para sacar los brazos y las piernas. Aquel pequeño ser, al cual la pelirroja identifico cómo un elfo doméstico, se levantó de la cama e hizo una reverencia tan profunda que tocó la alfombra con la punta de su larga y afilada nariz.

—... Hola...— saludó Alessia. ¿Qué hacía aquel elfo en su habitación?

—Hace mucho tiempo que Dobby quería conocerla, señorita... Es un gran honor...

— ¿G-Gracias...? — respondió la pelirroja mirado hacia distintos lados. ¿Debería de llamar a su tía? —. Disculpe, pero ¿quién es usted?

—Dobby, señorita, Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico.

—Es un placer conocerlo — dijo Alessia —. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo especial?

—Sí, señorita — contestó Dobby con franqueza —. Dobby ha venido a decirle señorita... no es fácil, señorita... Dobby se pregunta por dónde empezar...

—Puede sentarse — ofreció la pelirroja, señalando la cama.

Pero inesperadamente, el elfo rompió a llorar ruidosamente. Era la primera vez que Alessia trataba con un elfo.

— ¡Sen-sentarme! — gimió —. Nunca, nunca en mi vida...

—Lo siento, lo siento — murmuró Lia —, no tenía la intención de ofenderlo.

— ¡Ofender a Dobby! — repuso el elfo con voz disgustada —. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara... como si fuera un igual.

Le indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sentó hipando.

—Entonces supongo que no ha conocido a muchos magos educados — dijo Alessia.

Dobby negó con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levantó y se puso a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: «¡Dobby malo! ¡Dobby malo!»

—No... pero ¿qué está haciendo? — preguntó alarmada, se acercó al elfo de un saltó y tiró de él hasta devolverlo a la cama.

Leia que se encontraba parada en su ventana miraba con la cabeza ladeada al elfo.

—Dobby tenía que castigarse, señorita — explicó el elfo, que se había quedado un poco bizco —. Dobby ha estado a punto de hablar mal de su familia, señorita.

— ¿Ellos saben que usted se encuentra aquí? — preguntó Alessia con curiosidad.

Dobby se estremeció.

—No, no, señorita, no... Dobby siempre tendría que castigarse muy severamente por haber venido a verle, señorita.

Alessia lo miró preocupada.

—Entonces es demasiado peligroso que esté aquí, Dobby.

—Pero Dobby tenía que venir a proteger a Harry Potter y Alessia Benedete, a advertirles.

La pelirroja prestó toda su atención a lo que decía el elfo.

—Alessia Benedette y Harry Potter no deben de volver a Hogwarts este año.

Hubo un silencio largo. Alessia frunció el ceño completamente desconcertada.

— ¿Qué? — dijo —. Pero tengo que regresar... Hogwarts es una de las mejores cosas que me han pasado.

—No, no, no — chilló Dobby. —. Alessia Benedette debe estar donde no peligre su seguridad. Es demasiado importante, demasiado buena, para que la perdamos. Si Harry Potter y Alessia Benedette vuelven a Hogwarts, estarán en peligro mortal.

— ¿Por qué?

—Hay una conspiración, Alessia Benedette. Una conspiración para hacer que este año sucedan las cosas más terribles en el Colegio de Hogwarts de Magia — susurró Dobby, sintiendo un temblor repentino por todo el cuerpo —. Hace meses que Dobby lo sabe, señorita. Alessia Benedette no debe exponerse al peligro: ¡es demasiado importante, señorita!

— ¿Cosas terribles? ¿Quién las está tramando?

Dobby hizo un extraño ruido ahogado y acto seguido se empezó a golpear la cabeza furiosamente contra la pared.

— ¡Está bien! Entiendo, no puede decirlo — gritó sujetando al elfo, tratando de impedir que siguiera golpeándose —. Pero, ¿cosas terribles...? Esto no tiene nada que ver con Quién-usted-sabe, ¿verdad? No tiene por qué decirlo en voz alta, sólo asienta o niegue con la cabeza — añadió apresuradamente, porque Dobby ya se disponía a golpearse de nuevo contra la pared.

Dobby movió la cabeza de lado a lado.

—No, no se trata de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, señorita.

—Bueno, siendo así, no puedo imaginar quién más podría provocar cosas terribles en Hogwarts — dijo Alessia —. Yo debo de regresar a Hogwarts... es mi segundo hogar. Ahí están mis amigos.

— ¿Amigos que ni siquiera escriben a Alessia Benedette? — preguntó maliciosamente.

—Bueno, supongo que habrán estado... ¡Un momento! — dijo la pelirroja frunciendo el entrecejo —. ¿Cómo sabe usted que mis amigos no me han escrito?

Dobby abrió los ojos y bajó la mirada.

—Alessia Benedette no debe enfadarse con Dobby. Dobby pensaba... que si Alessia Benedette creía que sus amigos la habían olvidado... Alessia Benedette no querría volver al colegio, señorita — cuando terminó de hablar extrajo un grueso fajo de sobres del almohadón que llevaba puesto. La pelirroja pudo distinguir la esmerada caligrafía de Hermione, los irregulares trazos de Ron, y hasta un garabato que parecía salido de la mano de Hagrid. No pudo llegar a ver una de Harry.

Masajeó sus sienes, tratando de no abalanzarse contra el elfo.

— ¿Podría darme eso? Por favor.

— ¡Alessia Benedette las tendrá, si le da a Dobby su palabra de que no volverá a Hogwarts! ¡Señorita, es un riesgo que no debe afrontar! ¡Dígame que no irá, señorita!

— ¡Iré! — dijo Alessia enojada —. ¡Deme las cartas de mis amigos!

—Entonces, Alessia Benedette no deja a Dobby otra opción — dijo apenado el elfo.

Antes de que Alessia pudiera hacer algún movimiento, Dobby había salido corriendo hacia la puerta de la habitación, la abrió y la cerró con magia.

— ¡Dobby!

Se escuchó un chasquido, Alessia resopló, Dobby se había ido. Sin embargo, se alegró al escuchar pisadas.

— ¿Alessia?

— ¡Jayden! Trae a tía Amelia, la puerta está cerrada con magia — dijo.

— ¿Con magia? ¿Pero cómo...?

— ¡Luego te cuento!

Escuchó que su hermano se alejaba corriendo, se recargó en la pared y suspiró. Esperaba que no fuera cierto lo que había dicho aquel elfo. Se escucharon más pisadas, una exclamación, y la puerta se abrió.

—Gracias — dijo Alessia al ver a su hermano y a su tía.

— ¿Qué fue lo que pasó?

—Bueno — Un aleteo se escuchó. Una lechuza había entrado por su ventana y dejó caer una carta en sus manos —. ¿Qué...?

Abrió la carta rápidamente y la leyó en voz alta.

Estimada Señorita Benedette:

Hemos recibido la información de que un hechizo sellador ha sido usado en su lugar de residencia esta misma noche a las nueve y treinta minutos.

Como usted sabe, a los magos menores de edad no se les permite realizar conjuros fuera del recinto escolar y reincidir en el uso de la magia podría acarrearle la expulsión del colegio (Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad, 1875, artículo tercero).

¡Que disfrute de unas buenas vacaciones!

Afectuosamente,

Mafalda Hopkirk

Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia

Ministerio de Magia

Alessia levantó la vista de la carta y tragó saliva.

—Les juro que yo no hice magia.

Amelia levantó una ceja.

—Entonces ¿qué pasó? — preguntó cruzándose de brazos.

La pelirroja les explicó lo de Dobby, la advertencia que le había hecho y el cómo la había encerrado en la habitación.

— ¿Te dijo quién está involucrado? — preguntó Jayden. Alessia negó.

—Le pregunté pero empezó a golpearse... al parecer no podía decirlo.

Amelia se quedó pensativa.

—Vayan a dormir — dijo hacia los dos menores —. Mañana nos iremos temprano.



¿Tienen todo? — preguntó Amelia al ver a sus sobrinos. Ambos asintieron —. Bien, ve tu primero Lia.

Agarró un poco de los polvos flu y se acercó a la chimenea.

—Nos vemos en unos minutos — sonrió y arrojó aquellos polvos brillantes —. ¡La Madriguera!

Y enseguida su cuerpo fue cubierto por llamas verdes. Alessia aterrizó en el suelo de la Madriguera, a los segundos apareció su hermano cayendo encima de ella.

— ¡Lau! — se quejó —. ¡Me aplastas!

Se escucharon pasos y frente a ellos vieron a Molly Weasley.

—Oh, bienvenidos, queridos — les sonrió.

—Buenos días, señora Weasley — respondieron los dos menores, aún en el suelo.

— ¿Piensan quedarse ahí? — Detrás de ellos se encontraba Amelia.

Se pusieron de pie y sonrieron apenados. Y siguieron a la señora Weasley. La cocina era pequeña y todo en ella estaba bastante apretujado. En el medio había una mesa de madera que se veía muy restregada, con sillas alrededor. El reloj de la pared de enfrente sólo tenía una manecilla y carecía de números. En el borde de la esfera había escritas cosas tales como «Hora del té», «Hora de dar de comer a las gallinas» y «Te estás retrasando».

Sobre la repisa de la chimenea había unos libros en montones de tres, libros que tenían títulos como La elaboración de queso mediante la magia, El encantamiento en la repostería o Por arte de magia: cómo preparar un banquete en un minuto.

Alessia miraba alrededor, tratando de encontrar alguna señal de Ron y los gemelos, pero al no encontrar a nadie decidió preguntarle a Molly. Tal vez los chicos seguían durmiendo.

—Yo también quisiera saber en dónde se encuentran esos niños — respondió la pelirroja mayor mientras servía té —. No estaban en sus dormitorios cuando fui a despertarlos y tampoco está el coche.

Alessia volteó hacia Jayden y lo miró con ojos entrecerrados, tenía la ligera sospecha de que él sabía dónde estaban aquellos tres chicos. Sin embargo, Jayden evitó la mirada de la pelirroja mientras tomaba su té tranquilamente.

—Vengan, queridos, les diré donde dejar sus cosas — dijo Molly.

Jayden y Alessia se despidieron de Amelia, ya que ella debía de ir al trabajo y siguieron a la Señora Weasley. Mientras subían las escaleras la oji-azul se acercó a su hermano.

—Tú sabes dónde están, ¿cierto? — susurró.

—No sé de qué me hablas — respondió Jayden, subiendo rápidamente las escaleras.



Los hermanos Benedette se encontraban en uno de los sofás de la casa Weasley, Jayden se había quedado dormido con su cabeza descansando en el regazo de su hermana, mientras ella le proporcionaba caricias en el cabello.

Un súbito grito se escuchó, parecía provenir de fuera.

—... ¡PUES PODRÍAS SEGUIR SU EJEMPLO! — Era la señora Weasley.

Alessia se levantó moviendo con cuidado la cabeza de su hermano para dejarla reposar en el sofá. Se asomó puerta y logró distinguir a cuatro cabelleras rojizas y una azabache acercándose a la casa.

Sonrió y se acercó a ellos.

— ¡Harry! ¡Ron!

Los dos mencionados levantaron la vista. Harry sonrió automáticamente y se acercó a la pelirroja. Lia se lanzó a los brazos del azabache y lo abrazó con cariño.

—Te extrañé — dijo Alessia al separarse.

—Yo igual — declaró. Se rascó la nuca, aparentemente nervioso —. Perdón por no enviarte cartas... sé que lo prometí, pero pasó algo inesperado.

—No te preocupes — dijo —. Creo saber lo que pasó.

Los dos se miraron con sonrisas en los rostros.

— ¿Alessia...? — dijo confundido Ron, pero después pareció acordarse de algo. La señaló —. ¡Tú!

La pelirroja volteó a verlo extrañada.

— ¿Yo?

— ¡No respondiste a ninguna de mis cartas!

—Pues digamos que también pasó algo inesperado...— dijo encogiendo los hombros.

Harry y Ron intercambiaron una mirada.

—¿Para nosotros no hay saludo? — preguntó Fred. Alessia se acercó a los gemelos y les dio un abrazo en forma de saludo.

Los seis ingresaron a la casa. Alessia les explicó lo que había pasado, sobre Dobby, las cartas y la advertencia. La señora Weasley preparaba el desayuno sin poner demasiada atención en lo que hacía, y en el rato que tardó en freír las salchichas echó unas cuantas miradas de desaprobación a sus hijos. De vez en cuando murmuraba: «cómo se les pudo ocurrir» o «nunca lo hubiera creído».

—Tú no tienes la culpa, cielo — aseguró a Harry, echándole en el plato ocho o nueve salchichas —. Arthur y yo también hemos estado muy preocupados por ti. Anoche mismo estuvimos comentando que si Ron seguía sin tener noticia tuyas el viernes, iríamos a buscarte para traerte aquí. Pero — dijo mientras le servía tres huevos fritos y le pasaba tostadas con mermelada a Alessia — cualquiera podría haberlos visto atravesar medio país volando en ese coche e infringiendo la ley...

Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo.

— ¡Estaba nublado, mamá! — dijo Fred.

— ¡No hables mientras comes! — le interrumpió la señora Weasley.

— ¡Lo estaban matando de hambre, mamá! — dijo George.

— ¡Cállate tú también! — atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Harry y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció —. También nos preocupamos por ti, Alessia, tampoco respondías las cartas, igual Jayden. Pero afortunadamente Arthur se encontró con Amelia en el trabajo y preguntó por ustedes.

En aquel momento apareció en la cocina una personita bajita y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, dando un grito, se volvió corriendo. Alessia soltó una risita.

—Es Ginny — dijo Ron a Harry en voz baja —, mi hermana. Se ha pasado el verano hablando de ti.

—Sí, debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry — dijo Fred con una sonrisa, pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir una palabra más. Jayden, que había despertado de su siesta, retuvo una carcajada y Fred le dirigió una mala mirada. No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.

—Estoy que reviento — dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor —. Creo que me iré a la cama y...

—De eso nada — interrumpió la señora Weasley —. Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.

—Pero, mamá...

—Y ustedes dos, vayan con él — dijo ella, mirando a Ron y George —. Ustedes sí pueden irse a la cama, queridos — dijo a Harry y a los dos hermanos Benedette —. Tú no les pediste que te llevaran volando en ese maldito coche. Además, Alessia, Jayden, llegaron muy temprano, deben de tener sueño.

Pero Harry, que no tenía nada de sueño, dijo con presteza:

—Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.

—Yo también ayudaré, señora Weasley — dijo. Jayden asintió, dando a entender que el también iria. 

—Son muy amables, queridos, pero es un trabajo aburrido — dijo la señora Weasley —. Pero veamos lo que Lockhart dice sobre el particular.

Y agarró un pesado volumen de la repisa de la chimenea. George se quejó.

—Mamá, ya sabemos desgnomizar un jardín.

Alessia echó una mirada a la cubierta del libro de la señora Weasley. Llevaba escritas letras doradas de fantasía «Gilderoy Lockhart: Guía de las plagas en el hogar». Ocupaba casi toda la portada una fotografía de un mago de pelo rubio ondulado y ojos azules y vivarachos. La fotografía se movió y guiño un ojo a todos con descaro. Alessia hizo una mueca, pero la señora Weasley le sonrió abiertamente.

—Es muy bueno — dijo ella —, conoce al dedillo todas las plagas del hogar, es un libro estupendo...

—A mamá le gusta — dijo Fred, en voz baja pero bastante audible.

—No digas tonterías, Fred — dijo la señora Weasley, ruborizándose —. Muy bien, si crees que sabes más que Lockhart, ponte ya a ello; pero ¡ay de ti si queda un solo gnomo en el jardín cuando yo salga!

Entre quejas y bostezos, los Weasley salieron arrastrando los pies, seguidos por Harry, Alessia y Jayden. El jardín era grande.

—Los muggles también tienen gnomos en sus jardines, ¿saben? — dijo Harry a Ron y Alessia mientras atravesaban el césped.

—Sí, ya he visto esas cosas que ellos piensan que son gnomos — dijo Ron inclinándose sobre una mata de peonías —. Como una especie de papás Noel gorditos con cañas de pescar...

Se oyó el ruido de un forcejeo, la peonía se sacudió y Ron se levantó, diciendo en tono grave:

—Esto es un gnomo.

— ¡Suéltame! ¡Suéltame! — chillaba el gnomo.

Ron lo sujetó con el brazo estirado, mientras el gnomo le daba patadas con sus fuertes piececitos. Ron lo agarró por los tobillos y lo puso cabeza abajo.

—Esto es lo que tienes que hacer — explicó a Harry. Levantó al gnomo en lo alto («¡suéltame!», decía éste) y comenzó a voltearlo como si fuera un lazo.

Viendo el espanto en el rostro de Harry, Alessia añadió:

—No les duele. Pero los tienes que dejar muy mareados para que no puedan encontrar su madriguera.

Entonces Ron soltó al gnomo y éste salió volando por el aire y cayó en el campo que había al otro lado del seto, a unos siete metros, con un ruido sordo.

— ¡De pena! — dijo Fred —. ¿Qué te apuestas que lanzo el mío más allá que aquel tocón?

Alessia rió divertida, se inclinó a la mata de peonias, segundos después sacó a un gnomo e hizo lo mismo que Ron.

Harry aprendió enseguida que no había que sentir compasión por los gnomos y decidió lanzar al otro lado del seto al primer gnomo que capturase, pero éste, percibiendo su indecisión, le hundió sus afiladísimos dientes en un dedo, le costó mucho trabajo sacudírselo...

—Caramba, Harry..., eso habrán sido casi veinte metros...

Pronto el aire se llenó de gnomos volando.

—Ya ves que no son muy listos — observó George, agarrando cinco o seis gnomos a la vez —. En cuanto se enteran de que estamos desgnomizando, salen a curiosear. Ya deberían haber aprendido a quedarse escondidos en su sitio.

Al poco rato vieron que los gnomos que habían aterrizado en el campo, que eran muchos, empezaban a alejarse andando en grupos, con los hombros caídos.

—Volverán — dijo Ron, mientras contemplaban cómo se internaban los gnomos en el seto del otro lado del campo —. Les gusta este sitio... Papá es demasiado blando con ellos, porque piensa que son divertidos...

En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa.

— ¡Ya ha llegado! — dijo George —. ¡Papá está en casa!

Y los tres pelirrojos corrieron a su encuentro.

Alessia le tomó la mano a su hermano, y éste le sonrió para después disponerse a caminar, pero la pelirroja lo detuvo mientras volteaba hacia atrás. Harry estaba ahí.

Lia se soltó de su hermano, y se acercó a Harry para tomarlo de la mano.

—¿Vamos? — murmuró. El oji-verde sonrió y asintió. Ambos caminaron hacia Jayden y la pelirroja le volvió a tomar de la mano.

Los tres se dirigieron hacia la casa. Jayden los miró y soltó una pequeña risita.

— ¿De qué te ríes? — preguntó la oji-azul. Los dos menores lo miraban con intriga.

—De nada en especial — respondió regresando su vista al frente y entraron a la casa.

El señor Weasley estaba sentado en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados. Era un hombre delgado, bastante calvo, pero el escaso pelo que le quedaba era tan rojo como el de sus hijos. Llevaba una larga t[única verde polvorienta y estropeada de viajar.

— ¡Qué noche! — farfulló, agarrando la tetera mientras los chicos se sentaban a su alrededor —. Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda.

El señor Weasley tomó un largo sorbo de té y suspiró.

— ¿Encontraste algo, papá? — preguntó Fred con interés.

—Sólo unas llaves que merman y una tetera que muerde — respondió el señor Weasley en un bostezo —. Ha ocurrido, sin embargo, algunas cosas bastante feas que no afectaban a mi departamento. A Mortlake lo sacaron para interrogarle sobre unos hurones muy raros, pero eso incumbe al Comité de Encantamientos Experimentales, gracias a dios.

— ¿Para qué sirve que unas llaves encojan? — preguntó George.

—Para atormentar a los muggles — suspiró el señor Weasley —. Se les vende una llave de merma hasta hacerse diminuta para que no la puedan encontrar cuando la necesitan... Naturalmente, es muy difícil dar con el culpable porque ningún muggle quiere admitir que sus llaves merman; siempre insisten en que las han perdido. ¡Jesús! No sé de lo que serían capaces para negar la existencia de la magia, aunque la tuvieran delante de los ojos... Pero no creerían las cosas que nuestra gente le ha dado por encantar...

— ¿COMO COCHES, POR EJEMPLO?

Alessia dio un saltito. La señora Weasley había aparecido blandiendo un atizador como si fuera una espada. El señor Weasley abrió los ojos de golpe y dirigió a su mujer una mirada de culpabilidad.

— ¿Co-coches, Molly cielo?

—Sí, Arthur, coches — dijo la señora Weasley, con los ojos brillándole —. Imagínate que un mago se compra un viejo coche oxidado y le dice a su mujer que quiere llevárselo para ver cómo funciona, cuando en realidad lo está encantando para que vuele.

El señor Weasley parpadeó.

—Bueno, querida, creo que estarás de acuerdo conmigo en que no ha hecho nada en contra de la ley, aunque quizá debería haberle dicho la verdad a su mujer... Verás, existe una laguna jurídica... siempre y cuando él no utilice el coche para volar. El hecho de que aquel coche pueda volar no constituye en sí.

— ¡Señor Weasley ya se encargó personalmente de que existiera una laguna jurídica cuando usted redactó esa ley! — gritó la señora Weasley —. ¡Sólo para poder seguir jugando con todos esos cachivaches muggles que tienes en el cobertizo! ¡Y; para que lo sepas, Harry ha llegado esta mañana en ese coche en el que tú no volaste!

— ¿Harry? — dijo el señor Weasley mirando a su esposa sin comprender —. ¿Qué Harry?

Al darse la vuelta vio a Harry y Alessia y se sobresaltó.

— ¡Dios mío! ¿Es Harry Potter...? — dijo y le dirigió una mirada a Lia —. Y tú debes de ser Alessia, ¿cierto? Encantado de conocerlos. Ron nos ha contado mucho sobre ustedes...

— ¡Está noche, tus hijos han ido volando en el coche hasta la casa de Harry y han vuelto! — gritó la señora Weasley —. ¿No tienes nada que comentar al respecto?

— ¿Es verdad que hicieron eso? — preguntó el señor Weasley, nervioso —. ¿Fue bien la cosa? Qui-quiero decir — titubeó, al ver a que su esposa echaba chispas por los ojos —, que eso ha estado muy mal, muchachos, pero que muy mal...

—Dejémosles que lo arreglen entre ellos — dijo Ron a Alessia y Harry en voz baja, al ver que su madre estaba a punto de estallar —. Vengan, quiero enseñarles mi habitación.

Salieron sigilosamente de la cocina y subieron la escalera torcida. En el tercer rellano había una puerta entornada. La oji-azul la identificó, era la puerta de la habitación de Ginny. Antes de que se cerrara de un golpe, Alessia pudo ver un instante un par de ojos castaños que estaban espiando.

—Ginny — dijo Ron —. No saben lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se esconde.

Subieron dos tramos más de escalera hasta llegar a una puerta con la pintura desconchada y una placa pequeña que decía «Habitación de Ronald».

Cuando Harry y Alessia entraron, con la cabeza casi tocando el techo inclinado, tuvieron que cerrar un instante los ojos. Parecía que entraban en un horno, porque casi todo en la habitación era de color naranja intenso: la colcha, las paredes, incluso el techo. Luego se dieron cuenta de que Ron había cubierto prácticamente cada centímetro del viejo papel pintado con pósteres iguales en que se veía a un grupo de siete magos y brujas que llevaban túnicas de color naranja brillante, sostenían escobas en la mano y saludaban con entusiasmo.

— ¿Tu equipo de quidditch favorito? — le preguntó Harry a Ron.

—Los Chudley Cannons — confirmó Ron, señalando la colcha naranja, en la que había estampadas dos letras «C» gigantes y una bala de cañón saliendo disparada —. Van novenos en la liga.

Ron tenía los libros de magia del colegio amontonados desordenadamente en un rincón, junto a una pila de cómics que parecían pertenecer a todos a la serie Las aventuras de Martin Miggs, el «muggle» loco. Su varita mágica estaba en el alféizar de la ventana, encima de una pecera llena de huevos de rana y al lado de Scabbers, la gorda rata gris de Ron, que dormitaba en la parte donde daba el sol.

Alessia echó un vistazo por la diminuta ventana, Harry se le unió a los segundos. Abajo, en el campo, podían ver un grupo de gnomos que volvían a entrar de uno en uno, a hurtadillas, en el jardín de los Weasley a través del seto. Se volvieron hacia Ron, que los miraba con impaciencia, esperando que alguno de los dos emitiera su opinión.

—Es un poco pequeña — se apresuró a decir Ron mirándolos a ambos —, a diferencia de la habitación que tenías en casa de los muggles o tu habitación en la casa de tu tía Amelia. Además, justo aquí arriba está el espíritu del ático, que se pasa todo el tiempo golpeando las tuberías y gimiendo...

Pero Harry le dijo con una amplia sonrisa:

—Es la mejor casa que he visto nunca.

Alessia asintió de acuerdo.

—Es asombrosa, Ron.

Ron se ruborizó hasta las orejas.





















 ________✰彡 author's note: 

Este es el anillo de Jayden.

¡Espero que les haya gustado el capítulo! 















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『CHRYSTHEMUMS 2020』

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