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Cuando Louis aceptó ser el cuidador de mascotas real, nunca pensó que debía cuidar a diez gatos, siete perros... More

única parte

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Louis siempre ha sido realmente bueno con los animales, desde pequeño siempre ha tenido esta relación con ellos que puede resultar hasta trascendental, un poco inexplicable incluso, y lo adora, en serio lo hace.

Todavía recuerda la primera vez que tuvo una mascota a los tres años, no sabía muchas cosas, en realidad todavía le costaba mucho hablar para aquel entonces, pero de alguna forma siempre conseguía pronunciar el nombre de su cachorro de la manera más perfecta de todo el mundo, como si fuese algo que estuviera en su mente mucho antes de que pudiera siquiera pensarlo. Era su mejor amigo en la vida, su amor incondicional por aquella criatura celestial lograba llenarle el corazón de cariño y una ternura tan pura que era incluso admirable de ver.

Y louis lo amaba, aun lo hace a pesar de que ya no se encuentre con él, aun cuando simplemente tiene fotografías de recuerdos que de alguna manera conserva en su memoria y forma parte de aquel álbum imaginario que guarda en su cabeza, junto con todas sus experiencias con los demás animales que ha tenido a lo largo de su vida.

Han sido muchos, más de los que los dedos de sus manos juntas pueden contar, y los ha querido a todos y cada uno de una manera distinta, especial para ellos, totalmente diferente a la forma en la que quiere a las personas. Es algo peculiar, como si su alma estuviera atada a ellos, para ser su compañero, para cuidarlos con la misma devoción y amor que siempre ha tenido dentro, para estar con ellos hasta el último día de aliento.

Los animales han sido la vida de Louis, si tuviera que dar un resumen de sus veintidós años se basaría en eso, porque de alguna manera no le ha bastado tener sus propias mascotas para adorar, sino que también ha decidido estudiar veterinaria en la universidad y pasarse unos buenos años arduos aprendiendo maravillas sobre como cuidarlos, tratarlos y atenderlos.

Ahora tiene un título certificado colgando de la pared de su habitación que ha conseguido no hace mucho tiempo, dos cachorros que ama con toda su vida y la necesidad de encontrar un empleo que lo ayude a subsistir a él y a sus amores en aquel pequeño departamento en el que vive. Si, Louis ahora mismo se encuentra desempleado, y aunque su madre le ha ayudado con unas cuantas cosas, necesita buscar un trabajo que le permita vivir con sus mascotas.

Y es justamente por eso que sostiene aquel periodico con tanto esmero mientras esta sentado en el mueble de su casa, la seccion de empleos está abierta de par en par y sus ojos se pasean por los anuncios al mismo tiempo en el que sus dedos acarician la cabeza peluda y negra de Clifford, quien se encuentra apoyado a su costado porque ese parece ser el lugar más seguro para el estar. Siempre que lo ve sentado o acostado en algún lugar, clifford se encuentra a sí mismo un espacio contra la esquina de su cuerpo, y louis lo recibe sin protesta y con los brazos abiertos porque lo adora, sinceramente lo hace.

El respirar tranquilo de su cachorro le hace saber que está dormido, y no puede evitar alzar los ojos para buscar a Quentin con la mirada. Lo halla al otro lado de la reducida sala, recostado en la alfombra negra circular, con su juguete de goma en la boca inmensamente entretenido en sus propios asuntos, tan cómodo y tranquilo que le saca una sonrisa inconsciente al muchacho.

Tiene ganas de ponerse de pie e ir hacia él a darle un montón de besos, y decirle lo buen chico que es y lo mucho que le ama. Sin embargo, no puede hacerlo, porque eso significaría despertar a Clifford, y lo adora tanto mientras duerme que no le gustaría hacerle algo como eso. Además, tiene que concentrarse, porque ya lleva una hora buscando y todavía no encuentra ni un solo trabajo que le parezca conveniente y que para rematar pague bien.

Se llena los pulmones de aire, regresa la mirada al periodico y continua con su búsqueda. No le interesa en absoluto ser plomero, la idea de ser camarero en un nuevo restaurante de carnes no es una opción para él, tampoco le entusiasma el ser niñero de cuatro niños cuyas edades varían entre los cinco y 8 años y definitivamente no quiere nada que ver con ninguna carnicería cercana.

El estómago se le retuerce de mala manera de solo pensarlo, y tacha con una equis el anuncio sin siquiera pensarlo. Resopla a duras penas, sus dedos encuentran la cabeza de Clifford y por el rabillo del ojo puede ver a Quentin caminando hacia el. Una sonrisa se desliza en las comisuras de sus labios cuando lo mira sentarse a su lado y hace esto de apoyar la barbilla sobre su regazo, recostandose de él en un pedido de caricias y mimos que Louis definitivamente comprende.

Le acaricia la cabeza con dulzura, incluso se inclina sobre él y le deja un beso justo en el puente de la nariz.

—Hola, precioso— Le saluda en voz baja. Le regala otro beso. —¿Vienes a ayudarme a encontrar un trabajo?

Quentin lo mira con sus ojitos oscuros y Louis chasquea la lengua, rodeando su cuello con los brazos en un abrazo, frotando la esquina de su lomo mientras siente cómo su corazón se derrite de amor por él. Piensa en lo mucho que le gustaría encontrar un empleo en el que pueda llevarlos sin problema, porque la idea de dejarlos en casa acompañados de alguno de sus amigos le destroza el corazón.

Louis nunca ha sido muy bueno despegándose de sus cachorros, ni de ninguna de sus mascotas en general, siempre se encuentra con esta necesidad ferviente de estar rodeado por ellos, de tenerles un ojo encima para asegurarse de que nada les hace falta, de que están sanos y salvos alrededor de él.  Duerme con ellos, desayuna con ellos, hace todo manteniendolos involucrados porque su asuencia les hace falta, y cada vez que no los tiene cerca es capaz de percibir como un hoyo negro se va formando en su pecho, y la unica manera de cerrarlo es teniendolos cerca una vez mas.

Un pequeño sonido de lamento se escapa de sus propios labios y se incorpora en el mueble con un profundo suspiro que no lo lleva a ninguna parte. Arregla el periodico cuando se ha arrugado un poco en su costado, y sus ojos azules se pasean por la página de trabajos. Quentin se queda en su posición, Clifford alza la cabeza al escucharlo quejarse y Louis piensa que algo debe de haber para él antes de que entre a la etapa de la desesperación.

Señala con la punta del marcador que tiene en la mano derecha y arruga un poco las cejas en un gesto de consideración.

—¿Qué opinan sobre asistente de gerente en un vivero?— Les pregunta, como si ellos fuesen a darle la respuesta con vocales y consonantes. —Sería divertido trabajar con plantas, ¿verdad? Podríamos incluso conseguir unas cuantas para el balcón.

Clifford le regala un ladrido antes de volver a bajar la cabeza hacia su regazo, al lado de Quentin, y quizás Louis lo interpreta con una negativa.

—Es cierto, ya tenemos la terraza llena. No creo que sea buena idea, además, la paga no es demasiado genial.

Tuerce la boca con la intención de seguir buscando, y tiene la sensación de que este no será su dia de suerte, cuando de repente  su mirada se encuentra con el anuncio perfecto. Las cejas se le alzan y en su mente recita las palabras del aviso mientras su corazón late en emoción al ver que se trata de un empleo como cuidador de animales en el palacio de la monarquía de Inglaterra.

No tiene mucha información, en realidad solo mencionan que necesitan a alguien que conozca sobre cualquier clase de animales domésticos, y que sea capaz de llevarse bien con ellos, luego está el número telefónico, y ese es. Ese es el trabajo que Louis necesita, porque no solo tendría la oportunidad de pasarse el día rodeado de preciosas criaturas de la naturaleza, sino que también lo haría en el castillo, lo que significa que la paga debe de ser buena, y él en serio lo está necesitando.

No quiere tardarse ni un segundo más, extiende la mano hacia la mesita de decoración que hay a su derecha y agarra el teléfono inalámbrico que se encuentra cargando en su base. Aprieta el botón de llamada, se asegura de que tiene tono y marca el número a velocidad nerviosa, con dedos temblorosos y el corazón a millón cuando piensa que esta puede ser la oportunidad de su por ahora no tan agraciada vida.

Marca, el tono resuena en la línea un par de veces y alguien por fin contesta.

—Ha llamado al Castillo de Windsor, ¿en qué puedo ayudarle?— Dice la mujer del otro lado.

Louis sacude las pestañas sin poder creer que en serio se ha comunicado con el hogar de los monarcas que rigen su país. Se llena los pulmones de aire, Quentin y Clifford lo miran con atención y se grita mentalmente que tiene que responder antes de que piensen que todo se trata de una broma.

No lo es, espera seriamente que la solicitud de empleo no lo sea.

—Buenas tardes, llamo por el anuncio que tienen en el periodico— Contesta en un suave balbuceo, aunque al final no es demasiado grave y consigue entenderse. —Eh, el que dice que están necesitando un cuidador de animales domésticos.

—Oh, si, si— La señora suelta un suspiro de alivio que resuena en la línea, y Louis frunce ligeramente el ceño cuando no sabe como debe interpretarlo. —Muchas gracias por llamar, ¿está interesado o conoce a alguien que lo esté?

—Estoy interesado.

—Fantástico. ¿Con quien tengo el placer de hablar?

—Huh, mi nombre es Louis Tomlinson.

—Bueno, Louis. ¿Crees que puedas venir al castillo a las diecisiete horas para recibir una entrevista?

—¿A las diecisiete horas?— Murmura para sí mismo mientras calcula en su mente cuando es exactamente. Realiza que es a las cinco de la tarde, y sus ojos viajan directo hacia el reloj que cuelga en alguna de sus paredes. Son las tres y treinta. —¿A las diecisiete de hoy?

—Así es. ¿Puede?

—Huh, si. Yo— Se relame los labios. —Creo que sí.

—Perfecto. Los detalles sobre el empleo se les serán dados si su entrevista es un éxito, cuando llegue pregunte por la señora Marion, le llevaran conmigo de inmediato. Le esperamos con interés, señor Tomlinson.

—Gracias.

Y eso es todo. La mujer cuelga, Louis se queda con el teléfono en la mano y sus cachorros aguardan por una reacción de su parte. Quentin ladra cuando nada viene, y Louis sacude las pestañas dándose cuenta de que tiene una cita a las cinco de la tarde en el Palacio Real.

—Oh, cielos— Jadea para sí mismo, en voz baja. Las cejas se le arrugan en un gesto de procesamiento y se encuentra a sí mismo preguntándose cómo es que está sucediendo esto. —Voy a conseguir empleo— Dice con asombro. —Un empleo que involucra animales, no puedo creerlo.

Se pone de pie cuando la emoción lo invade y no le permite quedarse sentado, y hace esto de empezar a caminar de un lado a otro mientras piensa en cómo se va a vestir, qué tipo de preguntas podrían hacerle, cuales podrían ser las respuestas ideales, si habrá más candidatos, cuantos animales tendrá que cuidar, si necesita usar sus habilidades de veterinario novato recién salido de la universidad, si necesita un curriculum, y oh cielos.

—Tengo que llamar a Zayn— Chasquea los dedos en voz alta y de inmediato se consigue el teléfono de la casa. —Alguien tiene que quedarse con ustedes dos en lo que no estoy.

Clifford ladra.

Louis lo mira con los ojos entrecerrados.

—Ni lo sueñen, la última vez que los deje solos encontré la bolsa de comida regada por todo el bendito suelo y tuve que coger para el veterinario con ustedes para prevenir indigestiones— Les recuerda. Quentin le regala un nuevo ladrido. —No se quedaran aquí sin supervisión, Zayn vendrá. Zayn es bueno y responsable, ¿de acuerdo?

Ambos cachorros lo miran en silencio y Louis toma eso como una aceptación de su parte. Marca el número de su amigo sin demasiados problemas, se pega el auricular al oído y aguarda a que la línea sea descolgada mientras sigue caminando de aquí para allá con cierta ansiedad creciendo en su cuerpo.

Está a punto de cantar alabanzas cuando Zayn contesta.

—¿Aló?

—Hola, Zayn— Saluda. —Soy Louis.

—Eh, si. Tengo identificador— Se ríe suavemente. Louis cierra los ojos respirando. —¿Cómo estás amigo?

—Genial, en realidad estoy a punto de estar muchísimo mejor.

Zayn tararea en la línea y Louis escucha como mueve algo de su lado del teléfono. Se muerde la esquina de la boca y camina hacia la cocina para conseguirse un vaso de agua. Los cachorros lo persiguen con calma.

—¿Y eso por que?

—Bueno, resulta que he conseguido una entrevista de trabajo en el Castillo de Windsor— Confiesa.

Se apoya el teléfono entre el hombro y la mejilla, consigue la porcelana en uno de los gabinetes de la cocina y va directo hacia la nevera para abrirla y tomar el jarrón de agua. Se sirve hasta el tope, Zayn se ríe con cierta extrañeza.

—Vaya, que mala recepción hay aquí— Comenta. —Por un segundo pensé que habías dicho que conseguiste una entrevista de trabajo en el Castillo de Windsor.

Louis se ríe inevitablemente. Se toma toda el agua de una sola respiración.

—Huh, eso fue lo que dije.

—Me estás tomando el pelo.

—No, no lo estoy. Tengo una bendita entrevista de trabajo en el Castillo.

—Santos cielos, Louis— Jadea, la alegría se nota a leguas en su voz y Louis aprieta los labios para evitar sonreír todo lo que quiere. Se siente tan agradable que alguien se emocione tanto como él puede estarlo. —¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En qué instante?

—Bueno, puedo responder todas esas preguntas a cambio de un pequeño favor de tu parte.

—Por supuesto, ¿qué necesitas?

—Que cuides a Quentin y Cliff en lo que no estoy. La entrevista es a las cinco y tengo que bañarme y parecer decente y tener una crisis acerca de que esta es la oportunidad de mi vida y no puedo echarla a perder.

—Claro que puedo cuidarlos, tengo el día libre hoy. ¿Quieres que vaya ahora?

—Si, por favor.

—De acuerdo. Me alisto y arranco para allá.

Louis suspira profundamente, se coloca una mano en el pecho.

—Mil gracias, Zayn. No sé qué haríamos sin ti.

—Claramente muchas cosas si lograste conseguir una entrevista de trabajo en el Palacio. Quiero detalles antes de que te vayas y en cuanto regreses a casa, ¿me oíste?

—Ni lo dudes.

—Bien. Nos vemos.

—Si. Adiós.

Y cuelga, y respira, y su mirada baja directo hacia sus perritos, quienes se encuentran viéndolo como si supieran que en cualquier instante va a explotar. Por fin se ríe sin poder creerlo, y se coloca sobre sus rodillas al mismo tiempo en el que extiende los brazos. Ambos cachorros encuentran un espacio en su pecho, y Louis los abraza con tanta fuerza, hundiendo el rostro en sus pelajes mientras les frota las manos en las espaldas, y siente que se le llenan los ojos de lágrimas por la alegría.

—¿Oyeron eso, amigos?— Murmura, con la voz fañosa y la nariz húmeda. —Existe la posibilidad de que consiga un trabajo en un lugar importante. ¿No es eso fantástico?

Lloriquea suavemente cuando se siente demasiado afectado al respecto, y se las arregla de una forma u otra para mantenerse entero, tal vez las caricias a sus perritos le ayuda, o quizás sea lo contento que le ponen las lamidas que Clifford le brinda en la esquina de la cara como muestra de su afecto.

Louis les deja un beso a cada uno en las cabezas, y se pone de pie con un pequeño quejido cuando las rodillas le han dolido un poco. Respira, y se dice a sí mismo que tiene que arreglarse, sabe que Zayn tiene una copia de las llaves de su departamento, así que no se preocupa al momento de ir al baño para tomar una ducha.

Llega en un santiamén y con Clifford y Quentin a su espalda, los deja sobre su cama y se encierra en el cuarto de baño. Se desnuda en un segundo, casi con apuro y se introduce en la ducha sin ningún problema. Abre el grifo, el agua fría le cae sobre el rostro y sus pulmones se despejan con alivio, se baña con afán, pensando en que tiene que quedar con el mejor olor a avena de todos, por un segundo considera el quitarse la barba y el bigote de varias semanas, pero al final decide que no tiene tanto tiempo para dedicarse a eso.

Termina de asearse, consigue su toalla, se seca con manos un tanto temblorosas cuando el pensamiento de realización empieza a apoderarse de su mente y continúa con su rutina de higiene que incluye pasta dental, enjuague bucal, desodorante y alguna que otra salpicadura de colonia que lo ayude a mantenerse fresco durante unas cuantas horas.

Sale del baño, los perros ya no están dentro del cuarto y se apresura en buscar su ropa interior. No tiene idea de que va a ponerse, así que camina hacia su armario un poco más nervioso que hace unos segundos. Piensa en que tal vez debería de utilizar una camisa y pantalones de tela, lucir un poco más formal, pero lo cierto es que no usa esa clase de pantalones desde que tiene quince años y la cantidad de camisas que posee son limitadas.

Se decide por una simple, de color azul claro y mangas cortas, que dejan a la vista los numerosos tatuajes que adornan su piel, y de repente se consterna, porque no quisiera que lo tacharan de ninguna manera tan solo porque posee alguno que otro dibujo prominente. Se muerde la boca ante el pensamiento, se dice a sí mismo que con su personalidad causara la mejor de las impresiones y agarra la camisa de una buena vez. Se la pone boton por boton, y saca un par de jeans oscuros que lo hacen lucir impecablemente decente.

Se calza sin problema, se echa un vistazo en el espejo de cuerpo completo y se llena los pulmones de aire.

—Esta es una gran oportunidad— Le dice a su propio reflejo. —Estarás en un lugar genial, probablemente rodeado de perritos, y eso es asombroso. De seguro te pagarán bien, y definitivamente no tendrás que preocuparte como vas a pagar la cuenta de la luz que se vence en una semana. ¿Bien? Bien.

Asiente para sí mismo, se aliza la camisa con las manos y sale de su habitación. Regresa a la sala en busca de su móvil, y en ese mismo instante la puerta del departamento es abierta. Zayn entra sin disturbios, y una sonrisa crece en su rostro en cuanto lo ve.

Suelta un silbido coqueto, Louis extiende los brazos a cada lado de su cuerpo al mismo tiempo en que da una vuelta para que lo vea mejor.

—Cielos, ¿vas a conseguir trabajo o un novio?— Bromea de la manera más amistosa de todas.

Louis se ríe sintiendo como la sangre se le acumula en las mejillas y aprieta los labios para no lucir como un bobalicón sin sentido. El nunca ha sido muy bueno con los cumplidos, en realidad se vuelve un completo desastre enrojecido por culpa de ellos, y aunque no tiene ninguna clase de sentimientos hacia Zayn además que el del infinito amor fraternal, en especial porque a Zayn le gustan las chicas y tiene la novia más agradable de todo el universo, nunca puede evitar volverse un tomate cada vez que hace un comentario sobre su apariencia.

—Trabajo— Contesta, todavía sonrojado. —Definitivamente un trabajo. Es lo que más estoy necesitando, muchísimas gracias otra vez por venir.

—No es nada— Le hace una seña con la mano para quitarle importancia al asunto. —¿Dónde están Quentin y Clifford?

Louis gira el rostro hacia el balcón y los encuentra a ambos de pie, con las cabezas metidas entre los barrotes mientras miran hacia afuera y dan unos cuantos ladridos.

—En la terraza mirando a la gente— Responde y decide que no es necesario llamarlos. Se llena los pulmones de aire y regresa la mirada hacia Zayn. —Ya comieron, así que probablemente tengas que sacarlos a pasear para que hagan lo que tienen que hacer. Cliff ya tomó su siesta, pero Quentin no así que quizás lo haga en un rato, o no sé.

—Louis, he cuidado a tus perros un montón de veces. Sé cómo hacerlo, quédate tranquilo.

—Lo sé— Inhala, una mueca de preocupación se cruza por su rostro. —Pero estoy nervioso, ¿y si tengo demasiada competencia? O me hacen preguntas imposibles.

—Lo harás bien— Le asegura. —¿De qué trata el trabajo de todas formas?

—Quieren a alguien que cuide sus mascotas.

Zayn arruga las cejas en un gesto de obviedad y se termina de acercar a él.

—Pero eso es algo que tú amas hacer, como, en serio lo adoras. Ese empleo tiene tu nombre escrito en todas partes.

—No lo sé, amigo. No quiero confiarme demasiado.

—Estarás bien, quédate tranquilo.

Louis tuerce un poco la boca y en el instante en el que está a punto de seguir dudando, Quentin y Clifford entran corriendo, tan solo para rodear a Zayn con ladridos y saltos en busca de su entera atención. Louis se deleita con sus cachorros contentos, y quizás los adora un poco más de lo que ya lo hace. Le gustaría muchísimo quedarse con ellos, sobretodo cuando su amigo se ha sentado en el suelo y ha empezado a jugar con los perros.

Sin embargo, el tiempo está corriendo y necesita seguir moviéndose para poder llegar a la entrevista a tiempo. Regresa a la habitación para buscar su billetera, vuelve a la sala a coger el movil, consigue el periodico para anotar el numero del anuncio en su agenda, agarra sus llaves y se despide.

—Ya me voy— Avisa, Zayn le dedica una mirada. —Deseenme suerte, ¿si?

—Suerte— Sonríe.

Clifford y Quentin ladran.

Louis les lanza un beso y se marcha.

Baja las escaleras del edificio con los nervios latiendo en lugar de su corazón, y se siente infinitamente ansioso mientras se para en la acera y extiende la mano para conseguirse un taxi. Lo hace en un segundo, se monta en el asiento trasero, saluda al chofer con la voz algo temblorosa y le pide que lo lleve al castillo de Windsor.

El hombre lo mira por un segundo.

—¿Está seguro?— Cuestiona, porque quizás es la primera vez que alguien le dice algo como eso.

Louis asiente, se relame los labios.

—Si. Voy a una entrevista de trabajo allí.

Y quizás no es necesario el compartir aquella información, pero supone que se le ha salido en un intento de agregarle veracidad a sus palabras. El conductor alza las cejas brevemente y arranca el coche sin más preámbulos. El viaje es algo largo, o al menos Louis lo siente de esa manera mientras juega ansiosamente con sus dedos sobre el regazo, y se muerde el interior de las mejillas, y mira cada dos segundos la hora en la isla del vehículo, y se dice a sí mismo que puede hacerlo, que es capaz de conseguir este empleo.

Le pide tantísimo al cielo que eso pase que a lo mejor y le dan la ignorada de su vida.

Espera que no, porque está necesitando todas las fuerzas que el universo tenga para darle, en especial en el instante en el que llega a su destino.

Observa por la ventana la inmensidad del castillo y en su cabeza no existen palabras que sirvan para describir la belleza que tiene delante de sus ojos. La infraestructura es casi celestial, magnífica, y la garganta se le seca terriblemente cuando ve la enorme reja de hierro y un par de guardias vigilando toda la entrada.

La voz del chofer llama su atención y reacciona justo a tiempo para poder pagarle el costo del viaje. Todo ocurre muy rápido, desde la manera en la que le dice que guarde el cambio hasta la forma en la que se despide y baja del carro. Se queda allí parado durante unos segundos, unos que pasan tan veloces como los latidos de su corazón en plena taquicardia. Se llega a sentir un poco enfermo de los nervios, en realidad cree que puede llegar a vomitar en cualquier momento, y se obliga a sí mismo a tragarse cualquier cosa que pueda pasar por su garganta para evitar accidentes.

Se llena los pulmones de aire, se dice mentalmente que todo está bien y se dispone a caminar hacia la entrada. Cada paso resulta ser un martirio para él, y en algún instante piensa en simplemente darse la vuelta y volver a casa como una especie de fracasado, sin embargo, se recuerda que necesita un empleo para que él y sus cachorros sobrevivan, que su madre ya no puede seguir ayudándolo de la manera en la que lo hacía cuando estaba en la universidad, y que definitivamente tiene que volverse independiente por el bien de su propia persona.

Así que sigue caminando, y de alguna forma logra llegar hacia el par de guardias. Uno de ellos lleva la mirada hacia él, y Louis se aclara la garganta.

—¿Qué necesita?— Cuestiona el hombre, con la voz tan gruesa que Louis por un segundo tema el tener un arma terrorista en los bolsillos y no saberlo.

—Huh, vengo por una entrevista de trabajo— Contesta como puede. —La señora Marion me dijo que estuviera aquí a las cinco.

Ambos sujetos intercambian una mirada y de repente uno de ellos se acerca al muro de la derecha y presiona un botón. La enorme reja empieza a abrirse y Louis aguanta la respiración.

—La señora Marion le estará esperando en la puerta, le pedimos con insistencia que no abandone su lado en ningún momento— Le pide con toda la seriedad del mundo,y Louis piensa que ni estando loco se alejaría de nadie en aquel palacio.

—Gracias— Consigue decir.

Cruza el portón, recorre el largo sendero del jardín delantero y llega hacia una gran puerta dorada, resguardada por un par de guardias más. Louis está dispuesto a repetir las mismas palabras que le dijo a los hombres anteriores, sin embargo, aquello no parece ser necesario, porque tan pronto como estos nuevos sujetos lo ven, uno de ellos abre la puerta, y entonces hay una mujer esperando por él.

Aprieta los labios al ver la elegancia que porta, y por un segundo piensa que debio de haber usado pantalones de tela en lugar de aquellos jeans que ahora lo hacen sentir como un completo tonto. Se aclara la garganta y se acerca a la señora con cierto temblor en las manos.

—Buenas tardes— Saluda en un murmullo, se vuelve a despejar la garganta. —¿Usted es la señora Marion?

—Así es— Sonríe ampliamente. —Me imagino que usted es el señor Tomlinson.

—Lo soy, si.

—Maravilloso, sígame por favor— Le pide. Y Louis lo hace sin dudar, quizás porque quiere cumplir la orden de los guardias anteriores o porque este nuevo par lo están mirando fijamente.

Sea cual sea el motivo, anda junto a la mujer sin problemas, y se adentran al interior de los largos pasillos de techos altos del castillo. Louis alucina con todo lo que tiene a su alrededor, las paredes tapizadas son espléndidas, los adornos que hay en las esquinas son lo más bonito que ha visto en su vida y hay tanto espacio que tiene miedo de pensar en cualquier cosa y que sus palabras resuenen en un eco eterno.

—Ha sido una completa emoción el que alguien llamara por el anuncio del periodico— Empieza a decir la señora Marion, doblan a la izquierda y se introducen en un nuevo pasillo, con cornisas enormes y puertas en forma de arco que Louis se queda mirando. —Estábamos a punto de perder la esperanza con respecto a ese tema.

Louis se pasa la lengua por los labios y por fin le presta atención  a la mujer.

—¿No vienen muchos candidatos?

—Unos cuantos lo han hecho, pero cuando conocen a los animales a ellos no parecen agradarles demasiado— Sacude la cabeza en un gesto de lamento. —Una verdadera pena, los reyes insisten en que busquemos a alguien al azar, pero el príncipe desea que sus mascotas se sientan a gusto con sus cuidadores. En lo personal opino lo mismo, no quisiera que nadie sufriera algún accidente de mordida, ¿sabe?

—Si, lo entiendo completamente— Balbucea, y se siente todavía más nervioso. —Pero, no hay ningún león ni nada por el estilo, ¿verdad? Esa no es la razón principal por la que nadie se queda, ¿cierto?

Piensa que la pregunta es ridícula tan pronto sale de sus labios, y la sangre se le acumula en la cara en una clara señal de vergüenza. La mujer se ríe con suavidad, elegancia incluso, y menea la cabeza.

—No, joven. No tenemos ningún león, no se preocupe por eso— Le asegura, y Louis consigue exhalar con cierta tranquilidad. —¿Usted se lleva bien con los animales, joven Tomlinson?

Louis endereza la espalda y mueve la cabeza en varios asentimientos.

—Yo, si. Si. Desde pequeño he tenido una buena cantidad, ni uno solo escapó y ya no se encuentran por causas naturales.

—Que tragedia. Lamento escucharlo.

—No pasa nada.

—¿Y a qué se dedica?

—Pues, recientemente he conseguido mi título como veterinario, y he estado explorando diversas opciones de trabajo. Esta es una de ellas.

—¿Veterinario?— Inquiere. Louis asiente con un pequeño ruido de por medio. —Que fascinante, los postulantes anteriores no tenían ninguna relación con los animales como usted. A pesar de que ya tenemos un veterinario disponible, considero que será muy interesante que uno se dedique al cuidado de las mascotas.

—Gracias— Murmura, porque lo cierto es que no sabe qué contestar a eso.

—Bien— Dice y de repente se detiene delante de una de las grandes puertas. Louis se acomoda el cuello de la camisa sin motivo aparente. —Este es el salón en donde se encuentran los animales, se que dije que tendría una entrevista de trabajo, pero primero me gustaría saber cual es la química que pueden tener usted y las mascotas, ¿le parece?

—Si, por supuesto.

La señora Marion inclina la cabeza en un acuerdo y separa la madera sin mas preambulos. Entran de inmediato a la habitación, y las cejas de Louis se alzan cuando ve la cantidad de creaturas hay dentro. Son literalmente diez gatos gordos, siete perros de diferentes tamaños, cuatro conejos blancos y dos diminutas tortugas en una especie de contenedor lo suficientemente grande como para ser considerada una casa de tortugas.

A Louis se le llenan los pulmones de aire, puede sentir como la alegría y la sorpresa brota en su interior, reemplazando el nervio y el pánico que ha tenido desde que ha salido de casa. Una sonrisa crece en sus labios y los primeros en notar su existencia son los cachorros.

Dos de ellos, los más grandes, son los primeros en correr hacia él. Louis escucha a la señora Marion jadear al mismo tiempo en el que se hace a un lado, y él, lejos de estar asustado, abre los brazos para recibirlos. Se inclina a su altura y atrapa a ambos perros con regocijo, mientras ellos ladran y le regalan lamidas en cada esquina del rostro, el mentón y alguna que otra parte del cuello.
A Louis se le escapa una risa contenta cuando los otros cachorros se acercan y hace todo lo posible por acariciarlos a todos, mientras lo olfatean y se dejan mimar por él.

—Hola, amigos— Les saluda, con la misma voz que usa cuando habla con Clifford y con Quentin. —Es un placer conocerlos a todos. Cielos, ustedes son todos preciosos, ¿no es así? Unas preciosidades.

Tres de ellos ladran, los otros tres se sientan en el suelo mientras menean la cola y jadean con la lengua afuera, el más pequeño da saltitos contra su pierna llamando su atención y Louis no duda un instante en tomarlo entre sus brazos. Se endereza en su posición y le da varios besos en la cabeza al perro que sostiene como si lo conociera de toda la vida. Lleva la mirada hacia la señora Marion, quien lo ve con las cejas levantadas y la boca entreabierta.

Está impresionada, ese es un hecho, y Louis quiere creer que es debido a lo que le ha contado acerca de los antiguos postulantes para el trabajo. Se muerde las mejillas internas con suavidad y respira suavemente mientras los cachorros siguen a su alrededor.

—¿Cómo hizo eso?— Inquiere ella de repente, todavía en su estado de sorpresa sincera. Sacude la cabeza anonadada. —Es la primera vez que veo a Trevor y a Toby ir hacia alguien que no sea el príncipe, con tanta emoción.

Louis regresa la vista hacia los más grandes, sin dejar de estirar las comisuras de los labios.

—Trevor y Toby, ¿huh? ¿Y qué suelen hacer estos buenos chicos?— Pregunta ligeramente curioso, porque los ve y no cree que puedan hacer otra cosa además de juguetear y ser los más preciosos que ha visto jamás.

Por un segundo piensa en que si Clifford y Quentin lo ven rodeado de todos estos animales se pondrían terriblemente celosos de verlo compartir con otros perros además de ellos.

—Gruñir mucho y ladrar por montones— Le hace saber. —En especial a los desconocidos y a cualquiera que se acerque demasiado al príncipe.

—Bueno— Se acerca al rostro al perrito que sostiene y que, sorprendentemente, se ha dormido en sus brazos. Hace todo lo posible por no despertarlo, pero al final aquellos párpados caídos se levantan y Louis está cerca de derretirse de ternura. —Supongo que les he caído bien.

—Y vaya que lo ha hecho— Sonríe, contenta entre su sorpresa duradera. Juntas las manos con encanto. —¿Podría acercarse a los gatos para saber cómo reaccionan ante usted?

Louis asiente sin problema. La sensación nauseabunda que alguna vez estuvo en el inicio de su estómago ha desaparecido completamente y ahora se encuentra con esta comodidad exquisita que siempre lo invade cuando está cerca de sus perros, o de cualquier animal en general.

Está con las criaturas que más ha querido desde que tiene memoria y que lo hacen sentir en una especie de jardín celestial en donde nada nunca le duele y todo parece ser una nube infinita de cariño sincero y comodidad eterna.

Aquel sentimiento solo lo ha abordado estando rodeado de ellos, y no cree nunca encontrar a nadie que pueda igualar esa percepción, y lo cierto es que ni siquiera lo está buscando, porque con el amor de los animales tiene suficiente.

Baja al cachorro y se acerca a los cojines de suelo en el que se encuentran la mayoría de los gatitos gordos. Hay pequeños, medianos y grandes, algunos duermen entre ronroneos y otros simplemente están tumbados sobre la cómoda colcha redonda y rosada, aparentemente traída para ellos.

Louis se acerca a uno mediano, que tiene manchas negras salpicadas en su pelaje blanco y lo mira con sus ojos de distinto color. Uno es negro y el otro azul, y lo hacen pensar en que es increíblemente precioso y su alma se revuelve en ternura cuando se coloca en cuclillas, acerca la mano hacia él y el minino le atrapa uno de los dedos con las patitas rosadas y rellenas.

Le olfatea el dígito, como si estuviera intentando reconocer su olor o algo por el estilo, y de pronto lame la yema con esfuerzo, y Louis termina soltando una risa silenciosa y risueña, mientras le da toquecitos en la nariz y empieza a jugar con sus patas.

Algunos gatos maúllan en voz alta cuando parecen querer su atención y la sonrisa que ahora tiene el muchacho parece querer romperle la cara. Los mininos se agrupan a su lado y se frotan contra la tela de sus pantalones y un poco contra sus costados al estar en su posición, ronroneando con comodidad ante su presencia encantadora.

Louis es literalmente el mejor amigo de todos los animales, y ellos parecen darse cuenta, porque se acercan a él con tanta sencillez y familiaridad que es como si le conocieran de toda la vida.

Él se siente justamente así.

—Pero qué preciosos son todos— Comenta en voz baja, alucinado, encantado a más no poder, disfrutando con toda la sinceridad de su corazón el poder tener esta oportunidad tan magnífica.

Estar rodeado de aquellas mascotas es como un sueño para él.

La señora Marion aplaude, sacándolo de su pequeña burbuja creada por gatitos adorables y rellenos que no dejan de ronronear a su lado.

Louis arrastra los ojos hacia ella.

—Es maravilloso. Por favor, joven Louis, dígame que está interesado en aceptar este trabajo.

Se pone de pie y arruga ligeramente el entrecejo.

—Si lo estoy— Asiente. —Pero, ¿qué hay de la entrevista?

—Ya no hace falta, he visto todo lo que he tenido que ver y usted es el indicado para este puesto. No creo que exista nadie en el mundo que se lleve tan bien con los animales como usted lo hace.

—Vaya— Jadea con una sonrisa. La alegría empieza a bullir en su interior con agrado. —Muchas gracias por la oportunidad, señora.

—Nada de eso. Venga conmigo, por favor. Le entregaré toda la información que necesita para empezar a trabajar.

Le hace un gesto con la mano para que lo siga y Louis se despide de las mascotas con cierto pesar. Caminan hacia la puerta de al lado, que resulta ser una oficina un poco más pequeña, contiene un escritorio de madera y una silla de espalda alta, hay varios archiveros que definitivamente no combinan con el tapiz de la pared ni la elegancia de todo el lugar y un enorme ventanal que da vista a lo que parece ser un valle que deja a Louis impresionado.

Se pregunta si allí es donde deberá pasear a las mascotas.

Se centra en la señora Marion de repente, quien se acerca al escritorio y abre el primer cajón. Saca una carpeta gruesa negra y luego una roja más delgada, las toma entre sus manos y regresa delante de Louis para extendérselas.

El muchacho las agarra sin problema.

—La carpeta negra contiene toda la información sobre los animales— Empieza a explicarle. —Hay una fotografía en el expediente de cada uno, así sabrá cuál es cuál y cómo debe cuidarlos. Debo decirle que son un poco malcriados, el príncipe los ha consentido tanto que no aceptan nada de nadie que no sea él, pero con lo que he visto de su parte estoy segura de que no tendrá ningún problema con ellos.

Louis tararea con un asentimiento de por medio.

—Eso espero.

—La carpeta roja es para usted, contiene sus horarios de trabajo, el monto de su nuevo sueldo, las inclusiones del empleo y ciertos términos y condiciones que debe aceptar. Hay un formulario que debe llenar y traer mañana mismo con usted.

—¿Mañana?— Inquiere.

Casi se ahoga con su propia saliva, resulta ser una suerte el evitarlo justo a tiempo.

La mujer asiente sonriente.

—Sí, mañana mismo empieza. Será un placer tenerlo aquí lo antes posible, los animales han estado solos por un buen tiempo, y necesitamos con urgencia alguien que cuide de ellos como se debe.

—Huh, de acuerdo. Supongo que si puedo comenzar mañana.

—Fabuloso, simplemente fabuloso— Celebra, más feliz de lo que cualquiera podría estar, incluso más que el mismo Louis, quien ahora se está sumergiendo en una especie de laguna de pánico y parálisis. —Un chofer irá a buscarlo todos los días y lo llevará de vuelta a su hogar sin problema alguno, no es necesario que use un uniforme ni nada por el estilo, con su vestimenta de civil es suficiente. Sin embargo— Hace una pequeña pausa y le echa un vistazo a sus brazos. Louis no puede evitar hacer lo mismo. Tiene estas repentinas ganas de quitarse los brazos cuando la mirada de la mujer lo incomoda de cierta forma. —Le agradecería que usara camisas con mangas más cubiertas, no nos gustaría que el príncipe lo viera de esta manera.

Louis se relame los labios brevemente.

—¿Por qué?— Pregunta en un murmullo. —¿El príncipe detesta a las personas con tatuajes?

—Oh, no. No— Sacude la cabeza. —Nada de eso. Sus tatuajes ni usted son el problema. El conflicto está en que el príncipe es bastante persuasible, y en ocasiones suele desear cosas que están fuera de su alcance debido a su posición. Si ve los tatuajes, es probable que quiera tener alguno.

Louis alza las cejas un segundo, y termina asintiendo con vagueza cuando lo comprende. Quizás tiene sentido, o tal vez no, pero no le da mucha mente al asunto, porque después de todo no tiene demasiados problemas con simplemente usar mangas largas, en especial si se lo piden para poder trabajar.

Él en serio va a trabajar.

—¿Tiene alguna pregunta para finalizar?— Cuestiona la señora Marion.

—Sí— Responde casi de inmediato, porque es algo que le viene a la mente de repente e incluso se agradece a sí mismo por haberlo recordado justo a tiempo. —¿Cree que sea posible traer a mis mascotas conmigo?

—¿Sus mascotas?

Louis se aclara la garganta cuando de pronto se siente tonto por preguntar.

—Sí, es que, huh. Tengo dos perros en casa y no hay nadie que cuide de ellos por mí. Así que me preguntaba si tengo la oportunidad de traerlos conmigo. Son muy buenos— Se apresura en agregar cuando la señora aprieta los labios. —Están entrenados, y no van a molestar a los otros animales en absoluto. Por favor, no me gustaría dejarlos solos en mi casa.

—¿No tiene ningún conocido que pueda vigilarlos por usted?

—Tengo un amigo, pero él trabaja en horario de mañana y tarde, y no podría quedarse con ellos mientras estoy aquí.

—De acuerdo— Acepta. Louis respira en silencio. —Puede traer a sus amigos caninos las veces que desee. ¿Algo más?

—No, señora. Eso es todo.

—Muy bien. Espero con ansias su primer día de trabajo, joven Tomlinson. Sus habilidades con los animales serán una completa complacencia para todos en el castillo.

—Gracias a usted por darme la oportunidad.

La señora Marion le sonríe con agrado y le hace un gesto hacia la puerta. Es hora de marcharse, y camina con ella por los inmensos pasos en dirección a la puerta de salida. Sostiene las carpetas entre las manos, apretadas contra su pecho mientras sus piernas se mueven una delante de la otra. En su cabeza procesa todo lo que está sucediendo, y de alguna manera u otra se encuentra delante de la puerta en forma de arco.

—Nos vemos mañana, joven— Se despide la mujer.

Louis asiente casi en el aire.

—Hasta mañana.

Le dedica un pequeño gesto con la mano y sale del castillo. Recorre el sendero del jardin con la mirada fija en algun punto del suelo y cuando alza la vista se encuentra con un coche negro. El chofer está al lado de la puerta trasera y en cuando nota su presencia se endereza en su posición.

—¿Usted es Louis Tomlinson?— Le pregunta.

Louis asiente.

—Si, soy yo.

—Mi nombre es Frank y seré su conductor de ahora en adelante— Le informa abriendo la puerta del vehículo para él. —Si es tan amable de decirme su dirección se lo agradecería.

Louis parpadea casi atónito, porque eso ha sido más rápido de lo que pensaba que podría llegar a ser. Se introduce en el auto, deslizándose en el asiento de cuero refinado tan solo para quedar en el solitario espacio. Frank ocupa el espacio del conductor y lo mira por el retrovisor en espera por una respuesta a su petición anterior.

Le da la dirección de su departamento en un murmullo que ni siente en la boca, y el resto del camino se la pasa en ese estado de ausencia repentina en donde en su cabeza se repiten los sucesos de hace unos momentos, desde sus nervios mortales hasta la presencia amable de la señora Marion, desde el montón de animales divinos hasta la noticia de que tiene que utilizar prendas de mangas largas para evitar que el príncipe, si es que alguna vez llega a toparse con él, lo vea y quiera tener algún tatuaje en la piel.

Todo sucede muy rápido, y solo se da cuenta de que ha llegado a casa cuando Frank llama su atención al abrir la puerta. Se relame los labios, sacude las pestañas en varios parpadeos y sale del coche.

—Gracias, Frank— Murmura.

El hombre inclina la cabeza en su dirección.

—Estaré aquí por usted a las nueve de la mañana, si tiene algún inconveniente no dude en decírmelo.

—Está bien. Adiós.

—Pase buena tarde.

Y eso es todo.

Louis camina con las carpetas todavía en mano hacia el interior de su edificio, sube los tres pisos en las escaleras hasta llegar al suyo, y con dedos torpes se las arregla para sacarse las llaves de los bolsillos, introducir una de ellas en la cerradura y abrir la puerta.

El primero en aparecer es Clifford, quien corre en su dirección al mismo tiempo en el que Louis cierra la puerta. Se llena los pulmones de aire, deja las carpetas en la superficie más cercana y se coloca sobre sus cuclillas para recibir a su mascota. Por fin se siente la boca.

—Hola, amigo— Le saluda, acariciándole detrás de las orejas con ambas manos. —¿Me echaste de menos?

Clifford ladra y empieza a olisquear su ropa tan solo para empezar a ladrar con más insistencia. Louis se muerde los labios ocultando una sonrisa culposa, y se incorpora cuando le llegan a molestar los tobillos por la posición.

—Puedo explicarlo, Cliff. El olor a otros cachorros tiene una justificación totalmente prudente— Le dice.

Clifford vuelve a ladrarle y antes de que pueda responderle cualquier cosa, Quentin aparece corriendo, y Zayn va justo detrás de él. Tiene los pies descalzos y el cabello revuelto, y Louis está casi seguro de que ha tenido que estar en su cama con los dos cachorros recostados a su lado o algo por el estilo.

—No te escuché llegar— Dice el moreno con una pequeña sonrisa. Quentin y Clifford empiezan a gañir hacia Louis mientras se encaraman en sus piernas con las dos patas. Zayn alza las cejas. —Vaya, nunca los vi tan alborotados. ¿Eso es que están felices de verte?

—No realmente— Le acaricia la cabeza a Quentin, quien la mueve para poder lamerle la mano. —Es que huelo a otros perros y se han dado cuenta.

—Ah— Zayn asiente. —Bueno, ¿y qué tal te fue entonces? ¿Eso de oler a otros perros es una buena noticia o algo así?

Louis intenta no sonreír demasiado ante su pregunta, porque de alguna forma es solamente ahora que consigue sentirse abrumado por las sensaciones de alegría, excitación y felicidad que empiezan a burbujear en su interior. Al final se le hace un poco imposible el evitar el regocijo que lo invade y se encuentra a sí mismo riendo cuando por fin procesa las buenas noticias.

—¡Tengo el empleo!— Exclama.

Y las palabras en su boca son tan dulces como una brisa de primavera, y los latidos de su corazón son tan apacibles que ni siquiera parecen reales en su pecho. Piensa en que esta es la oportunidad de su vida, que ha salido de la universidad y ha conseguido este trabajo que le da la ventaja de estar rodeado de preciosos animales a los que puede cuidar, con los que puede jugar y pasar todo su tiempo, sin mencionar que le han dejado llevar a Clifford y a Quentin, cosa que hace de todo esto lo mejor que le ha podido pasar en la vida.

Zayn alza los brazos en su lugar, soltando una risa de júbilo que llena el pecho de Louis. El moreno camina hacia él, y teniendo cuidado de no pisar a ninguno de los cachorros, rodea su cuerpo en un abrazo apretado.

Ambos ríen en voz alta.

—!Eso es grandioso!— Celebra Zayn con sinceridad. —Cielos, sabía que ibas a arrasar en esa entrevista, nadie sabe de animales más que tú.

—En realidad— Se apartan un poco. —No recibí ninguna entrevista.

El moreno arruga el entrecejo confundido, Louis se encoge de hombros.

—¿Ah no? ¿Y entonces?

—Pasamos primero a ver a las mascotas, la señora Marion quería saber su reacción ante mi presencia, y les gustó mucho, demasiado. Eso pareció impresionarla porque me dio el empleo y quiere que empiece lo antes posible, mañana mismo en realidad.

—Eso es genial, increíble. Pero— hace una pausa y baja la mirada hacia los perros. —Mañana tengo que trabajar, ¿con quien vas a dejarlos?

—He pedido permiso para llevarlos conmigo, lo cual es asombroso porque no podría dejarlos solos un día entero.

—Vaya— Silba alucinado. —Tú sí que debiste causar una buena impresión, ¿eh?

Louis sonríe ampliamente, las mejillas ardiendo levemente en su breve bochorno sin sentido.

Se pasa la lengua por el labio inferior.

—Creo que ha sido más por el hecho de que están desesperados, ¿sabes? Son muchos animales, como, muchísimos. Y el príncipe parece ser lo bastante caprichoso con ellos como para no querer a nadie que no se lleve bien con ellos.

—¿Conociste al príncipe?— Inquiere Zayn de repente, con las cejas alzadas.

Sacude la cabeza en una negación.

—No. Es lo que dijo la señora Marion. No conocí a nadie más que ella, y a mi nuevo chofer.

—¿Tendrás un chofer?

—Si. Vendrá por mi todos los días y me traerá de vuelta.

—Caray. ¿Y no están necesitando a alguien más?— Cuestiona con un tono de broma que hace que Louis se ría. —No me molestaría que me llevaran al trabajo, estoy un poco cansado del autobús, ¿sabes?

—No hace falta que me lo jures.

—Bueno, ¿y? ¿Cuanto te van a pagar?

—Eh— Se rasca la mejilla en un gesto pensativo. —En realidad no lo he visto. Me han dado esta carpeta roja con toda mi nueva información, hay un formulario que debo llenar y todo eso, no lo se.

—¿Y qué esperas para revisar? Vamos a ver cuanto te pagarán por cuidar animalitos.

Louis se muerde el interior de las mejillas y se acerca a la mesilla en donde ha dejado las carpetas. Se consigue la roja, la abre sin problema y Zayn se coloca a su lado, ambos pasean la mirada sobre la hoja, y sus ojos se enfocan en el salario que Louis estara recibiendo de ahora en adelante.

Ambos parpadean atónitos.

—Louis— Le llama.

—Dime.

—¿Estoy necesitando anteojos o ahí en serio dice que te van a pagar tres mil libras cada semana?

—Creo que lo dice, o quizás los dos necesitamos.

—Amigo— Le da una palmada en el brazo. Louis se balancea con suavidad cuando no se lo espera. —Te acabas de ganar el empleo del año. Literalmente tus problemas económicos todavía inexistentes acaban de resolverse con este salario.

Louis atrapa su propio labio inferior entre los dientes.

—Supongo— Murmura, todavía en una especie de estado de shock porque lo cierto es que no ha pensado que recibiría tanto dinero por cuidar animales.

Considera que hay más cosas que debe de tener en cuenta, pero lo cierto es que ahora mismo no quiere pensar en ello. Han sido muchas emociones por hoy, demasiadas, y lo que cree estar necesitando es pasar un rato con Quentin y Clifford, y pensar en lo extrañamente amable que ha sido el universo con él. Espera que no sea una trampa cósmica, porque eso sería lo peor que podría pasarle.

Se llena los pulmones de aire y cierra la carpeta dejándola sobre la negra que tiene que leer antes de mañana.

—Bueno— Mira a Zayn con una suave sonrisa. —¿Ya fueron al parque?

—No— Se encoge suavemente de hombros. —Estábamos mirando televisión en tu cuarto por un rato, alguien que miraré disimuladamente se quedó dormido.

Y entonces hace esto de girar el rostro hacia Quentin, que ladra una sola vez y se recuesta en el suelo. Louis le sonríe ampliamente, tanto que los ojos se le llegan a achicar y puede sentir como se le hacen aquellas arruguitas en las esquinas que no puede evitar.

Se pone en cuclillas y lo llena de besos mientras le dice en voz baja lo mucho que lo ama.

Es posible que Clifford aparezca de donde sea que ha estado para recibir un poco de atención también.

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Entonces, Louis ahora mismo se encuentra recostado sobre su cama, con el pecho sobre la colcha y los codos apoyados en las sábanas mientras la carpeta roja que le han dado en el castillo se encuentra abierta delante de él. Clifford está apoyado sobre su espalda baja, respirando con tanta parsimonia que lo hace creer que se encuentra sumergido en el sueño eterno, mientras que Quentin está distraído con el programa de televisión animado que tanto le gusta y que le hace pensar a Louis que es como un niño pequeño.

Le echa vistazos de vez en cuando para asegurarse de que está todo en orden con él, pero casi de inmediato regresa su atención a los papeles que tiene enfrente. Sostiene el lápiz con la mano derecha y se rasca la esquina de la cabeza con la goma de borrar mientras lee los términos y condiciones que le están imponiendo. No es la gran cosa, lo cierto es que Louis no tiene problemas de cleptomanía, ni ninguna de las malas mañas que se incluyen en aquel listado y que al parecer han ocurrido porque ni en su más loco pensamiento consideraría nada de esto.

Resulta hasta un poco gracioso, y llega hasta a reírse en silencio cuando le piden que se abstenga de probar la comida para los animales, cosa que él en serio no puede creer que alguien cuerdo haría. Se le alzan las cejas al pensar que existe mucha gente extraña en el mundo, sin embargo, su ceño se frunce ligeramente cuando en el párrafo anterior le prohíben estrictamente tener algún tipo de relación no profesional con el príncipe durante sus jornadas laborales.

Se lo encuentra un poco raro, sería una mentira el decir que no piensa en que al parecer alguien ha intentado involucrarse con el príncipe, no obstante, no se preocupa demasiado, porque al final no está interesado en absolutamente nada que no sea cumplir con su trabajo y hacerlo bien. Además, tiene la idea de que de seguro aquella condición es para las mujeres, porque en ningún instante considera la posibilidad de que al príncipe puedan interesarle los hombres.

Es algo que le parece imposible, aun cuando a el mismo le gustan los chicod, pero de alguna manera no pinta al monarca en un paisaje que lo incluya siendo homosexual.

Y es loco, y no piensa en eso, sino que se concentra en aceptar aquellas condiciones y términos para ir directo al formulario que tiene que llenar. Resulta ser bastante sencillo, se le hace fácil escribir en las casillas correspondientes y marca todo lo que considere necesario.

Escribe sobre sus alergias a las nueces en la línea diseñada para eso mismo, piensa con fuerza cuáles son sus platillos preferidos de desayuno y almuerzo y se decide por cosas que realmente resultan ser bastante triviales. Y así mismo continúa llenando todos los espacios hasta que las hojas están llenas y no hay más nada que hacer, le echa un vistazo nuevo para asegurarse de que todo está en orden y un gran bostezo se escapa de sus labios sin que pueda evitarlo.

Guarda los papeles en la carpeta en la que han llegado y extiende el brazo hacia la mesita ‪de noche‬ para dejarlo allí hasta el día siguiente. Se remueve con cuidado de no despertar a Clifford y le deja el hocico junto con la cabeza sobre la cama para que esté más cómodo que en su espalda.

Toma asiento en la orilla de la cama, mira a Quentin que todavía observa la televisión con esfuerzo y se pone de pie sin demora. Le acaricia el lomo y se inclina sobre él para dejarle un beso en la frente, justo entre los ojos.

—Hora de dormir, amigo— Le murmura, sabiendo que puede entenderlo y que no tendrá que decírselo dos veces.

Va al baño de paso, vacía su vejiga, se lava las manos y regresa a la habitación para hallar a sus cachorros acomodados entre las sábanas, dejándole un espacio en el centro para que pueda escurrirse entre ellos. Louis sonríe para sí mismo, con tranquilidad, los labios cerrados, y busca el control remoto para apagar la pantalla. Encuentra su lugar en el colchón y no duda ni un solo segundo en abrazarse a sus perritos como si su vida se basara en ellos, y quizás si lo hace, pero no es una molestia ni nada por el estilo, y Louis no piensa demasiado en ello cuando los párpados se le empiezan a cerrar por sí solos y pronto está cayendo en un profundo sueño.

Esa noche sueña con buenas noticias y un montón de animalitos preciosos, y tal vez, cuando la alarma empieza a sonar ‪a las siete y treinta de la mañana‬, Louis cree que necesita por lo menos cinco minutos más para poder seguir con su descanso. Sin embargo, no se queda, porque esta voz en su cabeza le dice que es su primer día de trabajo y que definitivamente no puede arriesgarlo desde el primer instante tan solo por unos cuantos minutos de sueño de más.

Abre los ojos con pereza, se gira sobre su costado para extender la mano y agarrar el celular, y desliza el dedo por la pantalla para apagar el despertador. Se estruja el ojo con el dorso de la mano, y un gran bostezo se interrumpe en su rostro mientras se desliza fuera de la cama y se pone de pie. Estira el cuerpo, se gira para ver a sus mascotas y halla que Quentin sigue dormido a pesar de que suele levantarse con el ruido de la alarma al igual que Clifford.

Frunce ligeramente el entrecejo y se acerca a él para tocarle la cabeza y asegurarse de que no está caliente ni nada por el estilo. Clifford se introduce en su campo de visión cuando parece estar necesitando de esa misma atención. Louis respira, los labios se le estiran en las comisuras en una suave sonrisa y se endereza en la esquina de la cama para atraer a Clifford a su regazo y envolverlo entre sus brazos. Recibe varias lamidas en la barbilla mientras le acaricia el lomo y le estruja un poco el pelo, lo rasca debajo del hocico y le deja varios besos silenciosos antes de que Quentin se despierte y se interponga entre ellos.

Louis se termina riendo inevitablemente.

—Oi, chicos. Si me pongo a repartir cariño equitativamente no vamos a salir del departamento nunca— Les dice, volviendo a colocarse de pie y palmeándose los muslos para que ellos también se bajen de la cama. —Hoy es un día importante, así que tenemos que estar listos antes ‪de las nueve‬.

Quentin ladra, Clifford se sienta y Louis se llena los pulmones de aire antes de hacerles a ambos una seña y caminar hacia la puerta. Salen de la habitación sin demasiados problemas, llegan a la estrecha cocina y es verdaderamente sencilla la rutina matutina que Louis conserva. Se hace una greca de café para sí mismo, llena los tazones de sus perror con la cantidad que sabe que se comen a esas horas, asi como tambien llena sus platos hondos con agua y se prepara a sí mismo un desayuno tranquilo y silencioso en donde piensa en todo y a la vez nada y tal vez un poco más en lo afortunado que es y todo eso.

Eventualmente termina, friega todos los trastes que ha utilizado, y va directo al baño. Sus hábitos de higiene son bastantes básicos, se ducha con su jabón líquido aromático preferido, se encarga de estrujarse cada parte del cuerpo con la esponja y se da un shampoo rápido en el pelo para salir en un santiamén. Se seca el cuerpo, se envuelve con una toalla, camina hacia el lavamano en donde se cepilla los dientes, usa enjuague bucal, se afeita el poco vello facial que ha empezado a crecerle sin que pueda evitarlo y se coloca desodorante y colonia para evitar futuros malos olores.

Sale del cuarto de baño, y sinceramente no se sorprende al ver a sus perritos recostados en la cama con la televisión encendida porque de alguna forma, y Louis honestamente no tiene ni la menor idea de cómo o cuándo ha pasado eso, Clifford ha aprendido a encender el televisor con el control remoto e incluso a cambiar los canales. Por supuesto, es un poco desastroso al respecto, ha llegado a alterar ajustes que no deberían de ser manillados en primer lugar e incluso le ha roto el mando unas dos veces, pero Louis lo deja estar y le repite una y otra vez que si quiere ver televisión tiene que ser más cuidadoso.

No sabe si Clifford lo ha entendido a ese punto, pero por lo menos no han tenido ningún accidente desde la última vez.

—Espero que no hayan dejado ningún reguero en el suelo de la cocina— Les dice mientras camina hacia el estante con gavetas que contiene su ropa interior. Saca un par de calzoncillos cortos y se los pone por debajo de la toalla antes de echarles un vistazo con la espera de recibir alguna respuesta por parte de ellos, pero no la obtiene, porque están tan concentrados en las imágenes de la pantalla que no escuchan a Louis hasta cierto punto.

Respira, y el asunto es que, a él le gusta mucho tratar a sus animales como seres inteligentes, los años que tiene con ambos perros los ha dedicado para entrenarlos de manera en que, de alguna forma u otra, puedan entender ciertos comandos y hasta basicamente todo lo que les comunica. Y ha ido bastante bien, Clifford y Quentin son básicamente las mascotas más inteligentes que Louis ha podido tener en años, recordando esa vez que tuvo un hamster que se caía de su propia rueda sin razón aparente. Sin embargo, ha estado recibiendo este tiempo un poco difícil en donde ninguno de los dos ha logrado comprender que tienen que ser menos desastrosos a la hora de comer.

Suele echar el agua fuera de los tazones, las bolitas para perro nutritivas que tanto les gustan terminan rodando por todas partes en la cocina y Louis no sabe cuántas veces va a tener que repetirles que tienen que ser un poco más moderados al respecto. No se enoja ni nada por el estilo, porque después de todo sigue recordando que ellos son solo perros, no obstante, pierde un poco el quicio cada vez que entra a la cocina y pisa sin querer aquellos alimentos o hace un desastre de pisadas negras cuando no se da cuenta del mojadero.

Lo deja estar por el momento cuando ve que ellos no van a hacerle caso y se resigna a ir hacia el armario para buscar su ropa. Recuerda especialmente lo que la señora Marion le ha dicho con respecto a ocultar los tatuajes que adornan sus brazos, así que se consigue una camiseta de mangas largas y tela ligera que cubre la mayor parte de su piel y que es lo bastante bonita como para hacerle creer que creara una buena impresión con ella. Se pone pantalones jeans azules claros y se inclina sobre sus rodillas para enrollarse las esquinas inferiores de las prendas.

Se pone zapatos, se peina el cabello acomodando el flequillo y finalmente está listo. Agarra su móvil de la mesita ‪de noche‬ y ve que ya son ‪las ocho y cuarenta de la mañana‬, por lo que tiene que moverse un poco más rápido y apresurarse en terminar de dejar todo arreglado. 

Consigue las cintas de correas para sus perros, se agradece a sí mismo por haberlos bañado el día anterior porque definitivamente no le hubiese dado tiempo de hacerlo en esa misma mañana y silba delicadamente para que ellos se acerquen. Se pone en cuclillas delante de ambos y le engancha la correa a cada uno del collar con las insignias que contienen sus nombres por delante e información suya por detrás. Se endereza en su lugar, coge su billetera, su móvil, por un segundo se olvida del formulario que ha llenado la noche anterior, pero lo recuerda justo antes de salir de la habitación y lo sostiene contra su pecho mientras agarra los extremos de las correas y va hacia la entrada con sus mascotas.

Se guarda las llaves en el bolsillo junto a la cartera, apaga todas las luces necesarias y por fin sale de su departamento. Baja las escaleras con Clifford y Quentin siguiéndolo detrás y llega a la puerta del edificio para ver que Frank  está parqueado en la acera aguardando por él.

Louis se empieza a sentir algo nervioso, porque sabe entonces que esto de verdad está pasando y que él en serio ha conseguido un empleo en el castillo Real con un salario buenisimo y tiene la oportunidad de llevar a sus cachorros. Nada puede ser realmente mejor que eso, y si hay algo, Louis sinceramente no cree necesitarlo, porque con esta oportunidad está bien y es todo lo que requiere para continuar con su vida.

—Buenos días, joven Tomlinson— Le saluda el chofer, con una suave sonrisa en los labios y una inclinación de cabeza.

Louis le sonríe de vuelta.

—Buenos días, Frank. 

—¿Los cachorros son suyos?— Cuestiona, hay cierta curiosidad en su tono de voz y Louis no está demasiado sorprendido.

Quizás el conductor conozca la cantidad de animales que hay en el Palacio, por lo que probablemente le resulte algo impresionante que para adicionar también está llevando a los suyos.

—Lo son, si— Asiente suavemente. Baja la mirada hacia ellos, que están distraídos con cada persona que les cruza por el lado e intentan irse con ellos aun cuando siempre regresan alrededor de Louis. —Él es Quentin y el negro es Clifford. Chicos, saluden.

Y tan pronto como escuchan a su dueño decir aquello ambos se levantan sobre sus dos patas y extienden las patitas delanteras en dirección a Frank. El hombre se ríe en silencio y les da la mano para que los perritos coloquen las suyas sobre sus palmas. Las agita y aprovecha para darles una caricia cuando vuelven al suelo.

—Que obedientes son— Comenta, sin aquel gesto de asombro dibujado en su rostro maduro. —A usted realmente le irá muy bien con las mascotas del príncipe, sin duda.

Louis se llena el pecho de aire al escucharlo decir aquello, y es inevitable que tenga este nudo en la boca del estómago que le hace estirar las comisuras de manera casi temblorosa.

—Que el cielo te escuche.

Y eso es suficiente para que Frank abra la puerta del coche. Louis deja que Quentin y Clifford entren primero tras decirles, y se desliza por el asiento junto a ellos sintiendo como la angustia del primer día va creciendo y creciendo hasta convertirse en una sensación desagradable que le dura todo el camino. Lo compara con su primer dia en la universidad, el cual fue bastante difícil teniendo en consideración que tropezó con alguien y terminó con la camiseta llena de agua al igual que el inicio de sus pantalones, y es probable que al recordar aquello le pida muchísimo al universo, le suplique más bien, que nadie le tire nada encima y que sus perritos no tengan ningún accidente dentro de este auto.

En algún instante del camino su móvil vibra e intercambia mensajes de texto con Zayn que llegan a calmarlo lo suficiente como para respirar sin que le vibren hasta las piernas, y eventualmente, llega al Castillo. Los grandes portones de plata se hacen presentes y Louis no cree que dejará de sentirse impresionado jamás por lo grandiosa que es aquella infraestructura. 

Las puertas se abren, Frank introduce el carro por el sendero de asfalto y lo detiene justo en la entrada. Los mismos guardias del día anterior están parado en cada extremo, vigilando, y Louis traga toda la saliva que la consternación crea sin tenerle consideración. Respira, o por lo menos se dice a sí mismo que lo haga y le echa un vistazo a sus animales antes de abrir la puerta y salir.

Quentin y Clifford lo siguen con un pequeño salto y Louis tiene que sostener las correas casi con fuerza cuando parecen estar increíblemente emocionados por estar allí, revolotean a su alrededor entre ladridos y brincos contra las piernas de Louis, y es posible que su corazón se llene de ternura al verlos de esa forma. Siempre suele sacarlos al parque que queda cerca de su departamento, pero supone que tal vez y de vez en cuando pueda llevarlos a conocer otros territorios cercanos.

Se inclina hacia la ventanilla del copiloto después de cerrar la puerta  y se despide de Frank con un gesto de mano antes de girarse sobre sus propios pies, respirar espantosamente hondo y dejar escapar todo el aire con la esperanza de que los nervios se vayan con él.

—Ya es hora, chicos— Murmura con suavidad, bajando la mirada hacia ambos perros que aguardan por él sentados en el suelo.

Se ponen de pie tan rápido como Louis da el primer paso, sube las escaleras con el mismo temor del día pasado y se detiene al final del último escalón cuando los guardias lo miran con seriedad.

—¿Qué necesita?— Inquiere luego de haber carraspeado con suavidad, justo como ayer.

Louis se pregunta cuántas personas entran y salen del Palacio que no recuerdan su rostro, y casi de inmediato se le ocurre que tal vez no tiene nada de especial para recordar.

Se aclara la garganta él mismo.

—Soy el nuevo cuidador de animales— Les dice, esperando que no tenga que dar ningún otro tipo de explicación además de esa porque sinceramente le resultaría una completa vergüenza el que nadie sepa que es el nuevo empleado. —Huh, la señora Marion sabe de mí.

—La señora Marion nos ha informado acerca de usted— Afirma el otro guardia, demasiado grande, corpulento, Louis está sinceramente alucinado por la cantidad de masa corporal que conserva aquel sujeto. —Bienvenido, y buena suerte.

Abren la gran puerta, se hacen a un lado y Louis tiene todo el derecho de pasar. Tira de la correa esperando a que sus cachorros vayan delante de él y camina por la entrada del Castillo tan solo para encontrarse con la misma mujer que le ha dado aquella maravillosa oportunidad.

Louis está agradecido con el cielo porque ella lo haya estado esperando, porque sinceramente necesita que alguien lo guíe por lo menos en su primer día, y quizás también en el segundo, pero en este es esencial para él tener una compañía porque ciertamente no cree poder andar por aquellos pasillos sin sentir que va a perderse.

—Buenos días, joven Tomlinson— Le saluda, con una brillante sonrisa, alegre incluso, como si le hiciera sentir inmensamente feliz al tenerlo allí presente. —¿Cómo se encuentra?

—Un poco nervioso— Contesta con honestidad, porque no cree que pueda ocultar el ligero temblor presente en sus manos sudorosas. —Pero estoy bien, ¿y usted?

—De igual manera, un tanto aliviada al saber que por fin las mascotas del príncipe tendrán a alguien que cuide de ellas— Confiesa colocando una mano sobre su pecho vestido. Baja la vista hacia los cachorros de Louis, que están demasiado tranquilos, como si supieran que deben comportarse aun cuando Louis no les ha dicho una sola palabra al respecto. Ha olvidado darles el sermón antes de salir del departamento. —¿Estos son los suyos?

—Eh, si. El de la derecha es Clifford y el otro es Quentin— Los presenta, y tiene este pensamiento aleatorio sobre que nunca antes había dicho tanto los nombres de sus perros delante de otras personas. —Son muy buenos chicos, así que le prometo que no habrá ningún problema con los otros animales.

—No lo dudo— Regresa la mirada hacia él, y extiende la mano en su dirección. —Imagino que ese es el formulario completo.

—Así es, señora.

Louis no duda un segundo en dárselo, el alivio que siente al desprenderse de aquellos papeles se siente en sus hombros.

—¿Leyó las informaciones de la otra carpeta?

—Hasta la última página.

—Magnífico, entonces venga conmigo para empezar con su primer día.

Louis asiente tontamente y sigue a la mujer por los pasillos tapizados y de techos altos en silencio, el sonido de las patitas de sus perros resuenan al ellos caminar, y Louis sonríe cada vez que se acercan a cualquier cosa para olisquearla e investigar, familiarizarse con el nuevo ambiente con la mayor de las tranquilidades, sin caer alborotos ni ponerse a ladrar como suelen hacerlo cuando tienen curiosidad o están emocionados.

Se hace una nota mental de comprarles un nuevo juguete masticable a cada uno.

Consigue llegar a la habitación en donde se encuentran las otras mascotas, Louis la reconoce por el arco que hay en la parte más alta de la estructura y respira en silencio. La señora Marion abre la puerta sin más preámbulos y los cuatro se adentran en el interior repleto de todos estos animales que ha conocido el día anterior. Cierra detrás de él con el suficiente rapidez para que a nadie se le ocurra escaparse, y siente el tirón en su brazo cuando Quentin y Clifford empiezan a jalar de él para encontrarse con los otros perros, quienes se acercan a ellos con emoción y olisqueos y tantos ladridos que resulta ser escandaloso.

Louis quisiera poder quitarles el amarre de las correas, pero lo cierto es que se encuentra algo así como paralizado cuando sus ojos se han encontrado con el muchacho que se halla sentado en el suelo, encima de un cojín, con cuatro gatos recostados alrededor con confianza, complacencia, mientras que dos de los conejos descansan en su regazo como si fuese el mejor lugar para estar.

Traga saliva cuando cree reconocerlo y es posible que el aire se le tranque en los pulmones cuando aquel muchacho gira el rostro hacia él y enfoca sus orbes verdes sobre su persona. Louis nota la manera en la que sus cejas se alzan brevemente para regresar a su lugar como si nada hubiese pasado, y pasa un minuto entero en el que el sujeto lo observa sin siquiera moverse, sin decir palabra alguna que pueda calmar el ardor que ha empezado a formarse en la parte baja de las tripas del pobre Louis.

No sabe qué es, ni qué significa, pero agradece inmensamente que la mujer a su lado interfiera de una vez por todas.

—Príncipe Harry— Le llama. A Louis se le detiene el corazón por una milésima de segundo. —¿No debería de estar en su clase de esgrima ahora mismo?

La pregunta es inquisidora como ella sola, como si la señora Marion supiera su horario de pies a cabeza y solo hiciera la interrogante para recordarle que esta habitación no es su lugar.

El príncipe deja al par de conejos blancos sobre el suelo, Quentin y Clifford siguen intentando quedar libres para intentar jugar con los siete ruidos perros de razas distintas y Louis se sacude en su posición cuando el monarca se pone de pie. Lo hace con gracia y con estilo, casi como una flor en plena primavera abriéndose a su nueva vida, va vestido con este traje blanco y pulcro que no tiene ni una sola mancha, de pantalones largos y pegados a sus pantorrillas, una especie de camiseta de mangas largas con un chaleco encima y unas zapatillas tan limpias que es posible que parezcan hasta nuevas.

Louis no se sorprendería demasiado si así fuera, aunque lo que si lo asombra es el atractivo del príncipe, con el pelo tan rizado y ligeramente corto, lo suficiente como para acariciarle el inicio de la nuca sin llegar a pasarse de ahí ni un solo centímetro más; con las mejillas suavemente coloradas, como si fuese completamente natural y no necesitara de nada más en la vida porque la sangre sabe distribuirse por su rostro de manera tan esplendorosa que es casi majestuoso; sin mencionar lo fantástico que queda ese traje con todo el conjunto de su presencia y nada más.

Louis en serio no sabía que necesitaba ver al príncipe de Inglaterra vestido de ese modo hasta que lo ha visto con sus propios ojos.

El monarca se acerca lentamente, sus ojos resplandecientes pasando de Louis hacia Quentin y Clifford y volviendo a él casi de inmediato. Un escalofrío le pasa por la espina dorsal cuando se detiene justo delante de él y la forma en la que arrastra la mirada hacia la señora Marion, como si no quisiera despegarla de él por nada del mundo, en serio hace que Louis crea que se ha enamorado a primera vista.

No sabe qué ocurre con su cabeza y con su corazón que ahora funcionan de manera desenfrenada y torpe, pero quiere verdaderamente que se detenga antes de que sufra una aneurisma o algo por el estilo.

—Si, debería— Asiente lentamente, estando de acuerdo con ella. Tiene la voz más atractiva y elegante que Louis ha podido escuchar jamás, con un adentro tan pulcro, tan correcto que ni siquiera parece real. Es sublime, grandioso, digno del linaje que carga en sus hombros y que se le nota a leguas con toda la facilidad del mundo, y Louis está secretamente encantado. —Pero le he mandado a comunicar a mi profesor que llegaré unos cuantos minutos tarde debido a que me interesa conocer a la persona que estará cuidando a mis amores.

—No es necesario, príncipe. El joven aquí presente se encargará de mantenerlos en buen estado.

—Tal vez, pero quiero verlo con mis propios ojos— Insiste, y eso es suficiente para que la mujer mueva la cabeza en una afirmación de acuerdo y le permita quedarse. El príncipe señala hacia la carpeta que tiene entre en antebrazo y el pecho. Louis traga saliva echándole un vistazo a sus perros. —¿Qué es eso que tienes ahí, Marion?

La señora arruga brevemente el entrecejo como si no supiera de qué habla, pero reacciona lo suficientemente rápido como para no perder el tiempo.

—Es la información del joven Tomlinson, está destinada a ser revisada por sus padres para informarles sobre su presencia en el Palacio.

El monarca tararea suavemente antes de extender la mano hacia ella.

—¿Puedo verlo?— Cuestiona, aunque sus ojos están puestos en Louis, como si le estuviera pidiendo permiso aun cuando es probable que su palabra valga más que el mismo oro teniendo en consideración que él va a heredar la corona del rey.

A Louis le toma todo el esfuerzo de su cuerpo el hablar.

—S-si, por supuesto— Contesta en un balbuceo torpe.

No cree que sea demasiado pedir que la tierra se abra y lo devore a él y a la vergüenza que se encuentra sintiendo en esos momentos.

—Príncipe Harry...— Murmura la señora Marion, hesitante, insegura al respecto.

El muchacho alza las cejas en su dirección.

—Solo voy a verlo, nada más.

La mujer suspira profundamente y le entrega la carpeta con el formulario que básicamente resume todos los datos de Louis, quien traga saliva y tiene tanta ansiedad encima que se empieza a cuestionar sobre sus propias respuestas en cada pregunta que se le ha hecho. De alguna manera no recuerda ni una sola de las cosas que ha puesto y sinceramente está todo lo nervioso que alguien puede encontrarse en esa situación.

¿Por qué él en serio ha tenido que conocer al príncipe de Inglaterra en su primer día de trabajo?

¿Por qué no ha podido toparse con él casual y accidentalmente en alguno de los enormes pasillos con la posibilidad de pasar desapercibido y ya?

¿Por qué el universo ha decidido que esto tiene que suceder.p conjunto a su muerte? Porque eso es justamente lo que Louis cree que va a pasar, va a sufrir un ataque cardiaco y eso será todo de él.

Espera que Zayn pueda hacerse cargo de Quentin y Clifford en su ausencia, y que no lo echen tanto de menos porque sabe que él lo hará.

Harry abre la carpeta llamando la atención del pobre Louis, sus ojos se pasean por el papel y su cabeza cae ligeramente a la izquierda mientras aparta los ojos por un segundo cuando Clifford se ha acercado a él y ha empezado a lamerme los zapatos.

Louis jadea y tan rápido como puede, agarra a su cachorro entre brazos y lo presiona contra su pecho. Cierra los ojos brevemente con la intención de calmar su diminuto ataque de pánico y está seguro de que ya será despedido, no ha empezado bien y ya lo van a echar a la calle porque su perro le ha ensuciado los zapatos a una de las personas más importantes de todo Reino Unido.

Louis quiere llorar.

—Marion, ya puedes retirarte— Le dice, de repente, sin preámbulos ni preparaciones previas.

Él realmente le avisa que tiene que irse. Louis no sabe qué significa.

—Pero, príncipe. No creo que sea buena idea que usted...

—Por favor, Marion— La corta, alzando la mano en un gesto delicado que sirve para interrumpirla de inmediato. La señora respira profundamente. —Hay guardias en cada esquina de este Castillo, ¿recuerdas? Es imposible que algo que no deba suceder, lo haga.

La mujer no queda con más opciones, en realidad ni siquiera debería de pensar en una forma de debatir su petición, y Louis sabe que ella no lo hace, porque asiente suavemente y se inclina levemente.

Louis se aferra un poco más a Clifford, que ha apoyado la cabeza en su hombro y se ha quedado demasiado cómodo entre sus brazos.

—Por favor, príncipe Harry, recuerde su educación y mantenga la compostura. ¿De acuerdo?— Rememora, casi como una advertencia que Louis no sabe interpretar.

Se siente tan perdido en toda esta conversación que ni siquiera sabe a dónde mirar.

La mujer se dirige hacia Louis entonces.

—Si necesita algo, cualquier cosa, por favor no dude en avisar joven Tomlinson— Le comunica con una suave sonrisa, después de todo, sigue contenta con que él esté allí. —Una vez más, gracias por sus servicios.

El monarca afirma con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con ella hasta cierto punto y pronto, para la preocupación eterna del pobre muchacho que cree que no va a sobrevivir a su primer día de trabajo, la señora Marion se retira. Louis pega un disimulado respingo cuando la puerta es cerrada a su espalda y se obliga a sí mismo a mantener los ojos abiertos y la mirada en el suelo ante la presencia del rizado.

—Así que— Empieza a hablar, ahora un poco más suave, menos demandante, como si sintiera una pizca de confianza alrededor de él que le permitiera relajar su tono. —Louis Tomlinson.

Louis se relame los labios antes de asentir como un tonto.

—Huh, sí señor. Soy yo— Se inclina levemente en una reverencia, idéntica a la que la señora Marion ha hecho antes de marcharse. —Es un honor conocerlo.

—¿De verdad eres veterinario o solo lo pusiste aquí para conseguir el empleo?— Inquiere de repente.

Louis no se lo espera, pero de inmediato responde.

—No, señor. Yo no, fui muy honesto al llenar esas preguntas, y me gradué de la universidad de veterinaria— Aclara, porque tiene esta terrible necesidad de hacerle saber que es cierto y que él no es ningún mentiroso.

Quiere tanto dejar de estar tan nervioso.

El príncipe tararea suavemente, Clifford por fin se remueve entre sus brazos y a Louis no le queda más remedio que dejarlo ir para que se encuentre junto con todo el resto de animales. Son tantos, y lucen tan preciosos ese día, él realmente ha estado deseando quedarse con ellos para poder jugar y acariciarlos y alimentarlos y cuidarlos durante toda una jornada.

—¿Esos son tuyos?— Cuestiona llamando su atención.

Louis asiente buscando a Quentin entre la cantidad de perros que se encuentran revoloteando entre sí, teniendo cuidado con los gatos alrededor. Es un paraíso que Louis no ha podido disfrutar por lo angustiado que le hace sentir la presencia del monarca.

—Así es, señor.

—¿Cuáles son sus nombres?

—Eh, el negro es Clifford y el marrón es Quentin. He recibido el permiso de la señora Marion para traerlos— Añade mientras se retuerce las manos entre sí, se vuelve a pasar la lengua por los labios. —Espero que eso no le incomode.

El precioso rizado alza una de las cejas.

—¿Por qué habría de incomodarme?— Pregunta con cierta incredulidad de por medio. —Parecen estar llevándose bien con mis muchachos y hasta ahora no le han pisado las colas a mis gatos.

Louis no sabe qué responder a eso, así que simplemente se queda callado con los ojos pegados al piso, como si la cerámica decorativa fuese lo más interesante de todo el mundo.

—¿Fue difícil?— Inquiere el príncipe de pronto.

Louis levanta la mirada y frunce ligeramente las cejas en un gesto de confesión.

—¿Qué cosa, señor?

—Nombrarlos— Menciona, se muerde la esquina de la boca de una forma que Louis considera celestial y, santo cielo, ¿cómo es posible que esté considerando la boca de alguien definitivamente inalcanzable? Louis está seguro de que tendrá muchos sueños de agonía con respecto a esto. —Apenas y he podido darles uno a algunos, pero es que son tantos que eventualmente estoy considerando llamarlos a todos fluffy, pero eso sería un problema, ¿no?

—Uhm, supongo que sí tuve que pensar un poco sobre eso cuando, cuando los adopté, pero estoy seguro de que puede darles el nombre perfecto a cada uno, sólo tiene que mirarlos a los ojos y la respuesta llegará a usted, o, o por lo menos eso fue lo que me pasó a mi.

Se encoge de hombros para quitarle importancia a esa anécdota que nadie le ha pedido contar y está tentado a dar un paso hacia atrás cuando el heredero se acerca a él. Lo mira fijamente por unos segundos que a Louis le parecen eternos, y él ni siquiera sabe cómo es que mantiene el contacto visual con él, o quizás ni lo hace porque de vez en cuando termina viendo de soslayo y hacia abajo.

Una gota de sudor le cae por la nuca cuando siente la presión de aquellos ojos verdes sobre él, y de alguna manera su corazón da un vuelco de ángulo completo cuando lo ve sacudir las pestañas en varios parpadeos.

—¿Te gustan mucho los animales?— Murmura, porque la distancia entre sus cuerpos es tan corta que resultaría un desperdicio utilizar otro volumen que no sea ese, tan bajo, casi ronroneado, precioso en los oídos sensibles del muchacho.

Louis asiente bobamente, como un tonto.

Se siente como tal.

—Si, señor. Mucho.

—¿Y eres feliz estando alrededor de ellos?

—Si, señor.

—¿Y Quentin y Clifford?— Fira brevemente el rostro hacia atrás para echarles un vistazo. Louis aprovecha la distracción para que el alma le vuelva al cuerpo. —¿Ellos son felices alrededor de ti?

La pregunta lo toma desprevenido, pero Louis se pone exclusivamente serio, porque nadie nunca lo ha hecho cuestionarse al respecto.

—Espero que sí— Confiesa, baja la mirada por un instante antes de regresarla a él. —Los he tenido por un largo tiempo ya, desde que eran pequeñitos. Siempre han sido tan inteligentes y juguetones, pero tan buenos, que no merecen nada menos que mucho amor, y espero poder estar dándoselos, y que ellos puedan sentirlo.

Hay algo en hablar sobre sus perros que le quita todo el mal del cuerpo, y por un segundo se encuentra a sí mismo queriendo ir hacia ellos y apretarlos entre sus brazos, y llorar un poco acerca de lo mucho que los ama y cómo los siente parte de todo su ser.

Si hubiese una casita en el corazón de Louis, él viviría allí dentro con Quentin y Clifford, y no tiene ninguna duda sobre ello, aunque sí considera en hacer espacio para una persona más por muy absurdo y desquiciado e imposible que suene.

No piensa en ello.

Retrocede en ese territorio y definitivamente no cruza la línea.

—Ya veo— Dice el príncipe y por fin se aleja. El aire vuelve a los pulmones de Louis, quien hasta ahora ni había caído en la cuenta de lo mucho que ha estado necesitando del oxígeno. —¿Te molesta si me siento un rato a ver cómo cuidas de ellos? El antiguo cuidador era bueno, pero no lo suficiente.

Podría haber un doble significado en sus palabras, sobretodo por la forma en la que alza las cejas en un gesto inquisitivo, pero Louis prefiere no sacar conclusiones de nada y simplemente se dedica a asentir.

—Por supuesto. Como guste.

—Perfecto— Sonríe suavemente, la sombra de lo que parece ser un hoyuelo atormenta a Louis y juega con su cordura. —Te informo que los tazones de comida están vacíos y han sido llenados anoche durante la cena, por lo que lo primero que debes hacer ahora mismo es alimentarlos.

—Huh, sí señor. Por supuesto.

Se queda en su lugar, sin embargo, porque lo cierto es que no tiene ni la menor idea de dónde se encuentran los suministros de comida para los animales.

El príncipe parece darse cuenta de que está perdido,porque se ríe silenciosamente y le señala hacia una de las puertas de madera que hay en la parte izquierda de la habitación.

—Las bolsas están en ese armario, será tu deber avisarle a alguien cuando se acaben, ¿está bien?

—Si, entendido. Muchas gracias, mi príncipe.

El muchacho oculta un jadeo visiblemente al escucharlo llamarlo de aquella forma, y de cierta manera se crea esta breve tensión entre ambos que es quebrantada cuando Louis se aleja en dirección al armario. Abre la puerta sin problema y se encuentra con estas fundas de comida para cada especie animal.

Se llena los pulmones de aire sintiendo la mirada del rizado clavando su nuca y se las arregla para cargar la bolsa con comida de perro entre sus brazos sin hacer el ridículo. Con los ojos escanea el suelo de la habitación en busca de los tazones en donde se supone que debe ir la comida, y los encuentra al mismo tiempo en el que, de soslayo, ve como el príncipe se sienta en el suelo y permite que Quentin se suba a su regazo.

Louis tiene miedo de que su perrito le arruine el traje de esgrima que todavía lleva puesto, porque sinceramente no podría soportar que aquella vestimenta tan pulcra reciba una mancha justamente por su mascota.

Sería el colmo suyo de parte del universo.

No obstante, el rizado parece estar llevándolo bastante bien con él, porque deja que le dé lamidas en la esquina de la mejilla y lo abraza mientras le estruja las manos en el lomo acariciándolo. Louis no se preocupa más entonces, porque de alguna manera verlo interactuando con Quentin le hace recordar que aquel joven es una persona Justo como lo es él, y que incluso comparten un cariño inexplicable por los animales, de manera en que piensa que Harry no es tan diferente y que no tiene que consternarse por nada más.

Respira profundamente y se dice a sí mismo que todo está bien.

Se dedica a servir la comida de perros en los tazones, está seguro de que en la carpeta de informaciones ha debido de tener una guía que le explicara qué plato pertenence a cada quien teniendo en consideración que son más animales de los que puede contar siquiera con los dedos, pero usa su sentido común, y se entera de que los siente platos de color azul son de los perros, los diez rojos son de los gatos, los cuatro verdes son de los conejos y que los amarillos que están dentro de la casa para tortugas son de justamente ellos.

Louis sirve el alimento con la experiencia que ya tiene, y va y viene en busca de cada respectiva bolsa hasta que todos se encuentran llenos. Guarda el último paquete en el armario y cierra la puerta antes de palmearse los muslos y llamar la atención de todos los animales presentes, y del príncipe, quien aparentemente ha dejado a Quentin marchar y ahora se encuentra leyendo la información del formulario de Louis.

—Es hora de comer, preciosos— Avisa, y señala hacia el alimento.

Los perros son los primeros en ir al ataque, Quentin y Clifford están distraídos con unos juguetes masticables que han estado compartiendo desde hace minutos, a los gatos gordos les toma varios minutos el estirarse y verificar que realmente la comida está lista y los conejos saltan de manera tan preciosa y encantadora hacia sus platitos que Louis tiene ganas de llenarlos de besos a todos.

Pero se abstiene de hacerlo, porque está demasiado ocupado cuestionándose qué tanto es lo que aquel bellísimo rizado lee.

No sabe qué hacer mientras los animales comen, y dado que el monarca está aparentemente interesado en lo que Louis ha escrito allí, piensa que lo mejor que puede hacer es seguir trabajando. Hace todo lo que usualmente hace en casa con sus mascotas, recoge la cantidad inmensa de juguetes, enrolla las bolas de lana que al parecer a algunos gatos le gustan y queda tan enternecido cuando ve los peluches que supone que son para los conejitos.

La habitación pronto se vuelve un desastre ruidoso de patas al pisar, maullidos, ladridos, estruendo de pequeños saltos y, para Louis es el paraíso, y no puede evitar tener esta sonrisa de bobalicón encantado cuando más de una mascota se acerca a él para recibir cariño, y se lo da, por el mismo cielo que se los da. Se llega a sentar en el suelo para que todo el que quiera se acerque, y por un segundo se ha olvidado de la presencia del callado príncipe, quien no deja de acariciar la panza de uno de sus conejos que está tirado en el suelo y que ya ha terminado de comer hace un rato.

O eso es hasta que el rizado termina de leer por fin el formulario, y lo cierra de manera tan ruidosa que Louis pega un disimulado respingo con un gato gordísimo entre los brazos. Quentin y Clifford están alrededor de él, probablemente un poco celosos de que este con otro animal, pero no lo suficiente porque de alguna forma continúan distrayéndose con los otros.

Louis lleva la mirada hacia su alteza, y traga saliva visiblemente nervioso cuando el muchacho, literalmente, gatea hacia él. Lo hace lento, y provocativo, ignorando por completo que su traje de esgrima sigue siendo blanco y que sus rodillas se curtirán de mala manera. No parece importante cuando llega hasta Louis y lo mira con esos ojos tan verdes, tan brillantes, relucientes como un par de estrellas que han conseguido hacerse paso en el cielo de Louis.

—¿Crees en el amor a primera vista, Louis?— Le pregunta, tan aleatorio como nadie en el mundo y Louis no se lo ha esperado.

Por un segundo no sabe qué responder con exactitud. El príncipe Harry se sienta sobre sus rodillas y no se inmuta cuando uno de sus enormes perros se apoya de él. Es un gran danes color negro, y Louis está un poco enamorado de él.

—Si— Termina respondiendo. —Yo supongo que sí. Uhm, ¿por qué lo pregunta?

El monarca ladea un poco la cabeza, la manera en la que le caen los rizos en la frente es espléndida, y hay algo magnífico en la forma en la que todos los animales parecen orbitar alrededor de ellos con comodidad.

—Porque al parecer eso es lo que han sentido mis mascotas contigo— Le dice en una confesión de realización. Louis traga saliva. —Nunca los vi tan a gusto con la presencia de nadie que no fuera yo, siempre hay aunque sea uno que no soporte a los cuidadores que la señora Marion consigue, y eso es suficiente para que yo no dude en echarlos, porque la comodidad y el bienestar de mis amores es lo más importante para mi.

Louis se relame los labios, y lo comprende, percibe lo mismo por Quentin y Clifford,p. Piensa que si alguno de ellos no se sintiera bien alrededor de Zayn, no lo mantendría tanto a su alrededor como de por sí ya lo hace.

—Lo entiendo, mi señor.

El sucesor al trono sonríe suavemente y asiente una sola vez.

—Sé que lo haces, y es por eso que quiero darte esto— Dice.

Y antes de que Louis pueda ser consciente de cualquier cosa, Harry está inclinándose hacia él, con las manos en el suelo y el torso extendido en su dirección mientras acerca el rostro al suyo y Louis siente como el aire se le atasca en los pulmones hasta hacerlo querer desmayarse. Se mantiene despierto y recibe este beso en la mejilla que lo alivia y al mismo tiempo lo decepciona de una manera que ni siquiera puede describir.

El príncipe se aparta con la misma lentitud, solo que no se echa hacia atrás completamente, se queda cerca de la cara del muchacho para, tal vez, observar su reacción de cerca. Louis se roza la mejilla con la punta de los dedos.

—¿P-Por qué fue eso?— Cuestiona, porque es eso o darle las gracias y se siente tan patético ahora que agradecerle provocaría que básicamente busque el balcón más alto en el castillo para poder lanzarse.

El sucesor a la corona sonríe suavemente, otra vez el atisbo de hoyuelos se hace presente y Louis quiere tanto acariciarlos.

—Eso es por haber traído contigo a Quentin y Clifford— Se balancea suavemente, distraído. —Son preciosos y encantadores. Estoy seguro de que todos serán buenos amigos.

A Louis se le seca la garganta mientras intenta seguir funcionando como una persona para nada afectada.

—No es, no es nada, señor. Uhm, no podía dejarlos solos en casa— Intenta explicar, como si eso fuera verdaderamente importante.

El monarca tararea en voz baja.

Vuelve a inclinarse hacia adelante y Louis cree estar listo para recibir otro beso en la mejilla, pero no piensa que está preparado para obtener aquel beso que cae directo en sus labios. Se le abren los ojos en impresión, porque es repentino, inesperado, y no encuentra motivo alguno por el cual el príncipe de Inglaterra lo está besando, pero es una realidad, es algo que actualmente ocurre y a Louis se le va a salir el corazón.

Pero no lo detiene, no lo aparta porque su alma arde en aquel beso, porque siente este caliente infernal recorrerlo en cada fibra, cada vena, y cada esquina del cuerpo, y se siente quemar con fervor mientras mueve los labios por encima de los del príncipe, mientras desliza la mano hacia su nuca con atrevimiento y le aprieta el pulgar en la esquina de la mejilla para incitarlo a abrir los labios y dejarlo explorar el paraíso de su boca.

El rizado lo hace, con un pequeño gemido de por medio que se pierde en sus gargantas y que va directo hacia el corazón enloquecido del pobre Louis. Le da miedo el siquiera intentar cualquier cosa, pero se aventura al riesgo de tocar la punta de su lengua con la suya y sentir la calidez de un pedazo de lo que parece ser el mismo sol. Se deleita en su cavidad, se siente en una nube que sube y sube y sube y lo lleva hacia el cielo, y no quiere bajar, quiere quedarse allí para siempre, rodeado de animales y con un príncipe al que no conoce, pero que aun así cree que es el indicado.

Para su desgracia, el heredero se aparta con un pequeño chasquido y un delgado hilo de saliva que flota entre ellos y se pierde en el universo. Se miran, ambos respiran con agitación, o probablemente sea Louis quien sinceramente se está sofocando y piensa que se va a desmayar.

—Y eso— Murmura, en un ronroneo que de verdad provoca que a Louis se le detenga el alma. —Eso es por cuidar de mis mascotas, son mi vida y están en tus manos. No me decepciones, Louis.

Louis traga saliva medio hipnotizado.

Menea la cabeza de un lado a otro.

—Nunca— Promete.

Harry sonríe, esta vez amplio, enorme, con aquellos hoyos en las mejillas increíblemente profundos y preciosos. Todo el rostro le brilla en contentura al escucharlo y Louis no puede creer que alguien así verdaderamente exista. Pero lo hace, y está delante de él, y Louis, bueno, Louis está algo encantado.

Le da un nuevo beso en los labios, corto y tortuoso, que lo deja queriendo un poco más, y Louis observa como simplemente se pone de pie, se limpia las rodillas de los pantalones y camina con gracia y elegancia hacia la puerta. Se gira para echarle un último vistazo y se asegura de no abrir la puerta demasiado para que ninguno de los animales tenga tiempo para escapar.

Se marcha.

Louis queda solo en aquella habitación, con un cosquilleo terrible en los labios, el aroma del príncipe pegado a la nariz y un montón de mascotas que han sido los únicos testigos de lo que acaba de suceder.

Louis es capaz de creer que está enamorado por la forma en la que su corazón late.

Y tiene que seguir trabajando.

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