Crueles instintos © [YA A LA...

By ElenaaL04

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A Dixon Russo nadie le dice que no. Un mafioso en el bajo mundo y un empresario exitoso ante el ojo público... More

Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Dexter.
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo Final
Epílogo
Capítulo extra/1
Capítulo extra/2
Capítulo extra/3
Capítulo extra/4
Capítulo extra/5
Capítulo extra/6
Capítulo extra/7

Capítulo 22

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By ElenaaL04


El capítulo es cortito porque mis ideas no dieron para más, pero no quería irme sin dejarles algo de estos dos. Disfrutenlo.

Holly

Nos tomó horas tener todo listo para la fiesta. Gracias a este día pude recordar cuanto odiaba ir de compras, terminaba hastiada y con dolor en mis pies. Fue un alivio cuando pude llegar y echarme en mi cama, aunque esta no se sintiera igual de cómoda que la de Dixon.

Suspiré con la mirada en el techo.

Él no me llamó, tampoco envió mensajes, y aunque no lo quisiera, mi mente traicionera creaba cientos de hipótesis, la mayoría incluía mujeres y una mínima parte se inclinaba a que él era lo suficientemente maduro para darme espacio, y por ello extendió un silencio entre ambos.

Siendo franca, ignoraba qué haría con Dixon... con ese efímero nosotros.

Tenía mucho miedo de salir lastimada. Recordaba sus gestos con Marie y me enfermaba, si continuaba a su lado y permitía que los sentimientos se incrementaran, la sensación ante otra situación similar, sería peor.

Todo sería más fácil si no albergara cariño por él, pero aquí estaba: queriéndolo intensamente.

El sonido de mi móvil interrumpió mis pensamientos y causó un cosquilleo en mi estomago al sopesar la idea de que se tratara de Dixon. Me incorporé deprisa y cogí el móvil de la mesa, vi el nombre de Dexter en la pantalla. Decepcionada, respondí.

—Hola, Dexter.

—Holly, seré breve —dijo y se oía preocupado—, hirieron a Dixon, lo han llevado al hospital, creí que querrías saberlo.

Trastabillé y mi mano se asió al respaldo de la silla, la noticia me cayó como un balde de agua helada. El primer sentimiento que experimenté fue miedo, luego dolor. Si bien, estaba preparada para recibir este tipo de noticias a causa de su estilo de vida, nunca me acostumbraría, esta era la primera vez que lo herían y... estaba aterrada.

—Iré para allá, ¿sabes cómo está? —Pregunté, cogí mis llaves y mi bolso, saliendo rápido del departamento.

—No, solo sé lo que Adam me dijo. Te veo allá.

Colgué y metí el móvil dentro del bolso, bajé los escalones corriendo, me olvidé de la herida que aún seguía molestándome de tanto en tanto, ahora Dixon era lo único que me preocupaba.

Tenía que estar bien, por Dios, era Dixon Russo, no les sería fácil acabar con él.

Llegué a la acera y el aire golpeó mi cara, se me dificultaba respirar, el pánico apretujaba cada partícula de mi ser y estuvo a punto de paralizarme entera.

Detuve un taxi y le di indicaciones, apenas era consciente de lo que sucedía a mi alrededor.

¿Y si moría?

Negué. No. Él no podía morir.

Apreté la mano contra mi pecho, cayendo en cuanto de todo el cariño que había en mi corazón; a pesar de lo que él era, de las diferencias que teníamos, eso no cambiaba nada, yo lo seguiría queriendo sobre todas las cosas. Protector, posesivo, patán, celoso, ángel o demonio, conocía cada una de sus facetas y en cualquiera de ellas, lo que sentía por él prevalecía.

Minutos más tarde el taxi se detuvo a las afueras del hospital, el cual era un caos. Había muchos reporteros pululando en la entrada, aglomerados en busca de una noticia para sus revistas amarillistas.

Le pagué al taxista y me aventuré hacia el interior del edificio, pasé de largo de toda esa gente, nadie me prestó atención, sin embargo, cuando Dexter llegó y su brazo descansó en mi espalda baja, no se hicieron esperar los gritos que llevaban preguntas en ellos, además de las luces cegadoras de los flashes. Maldije en mi interior, Dexter lo hizo en voz alta.

—Llegamos justo a tiempo —señaló. No respondí, no podía hablar.

Entramos al ascensor. Dexter se comunicaba por el móvil, mas no intenté entender lo que decía, no me importaba, solo necesitaba llegar para tener noticias de su hermano.

—Francis murió —comunicó de improviso, lo miré—, solo estaban ellos dos.

Aparté la vista y mi corazón se doblegó por el miedo y la tristeza. Francis era un buen chico, lo lamentaba demasiado por él.

—Pude haber sido yo —musité trémula. Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salimos.

—Son los riesgos a los que te expondrás, Holly. Jamás lo olvides.

Y no lo olvidaba, mas no me asustaba ni amedrentaba, por supuesto, era consciente del riesgo, pero este siempre estaría presente en nuestras vidas y se volvía inevitable. Claro, que al llevar una vida delictiva el riesgo se incrementaba aun más, sin embargo, todo se equilibraba en una balanza. La mafia te quitaba, pero también te daba.

Atravesamos un pasillo y me encontré con Taylor y un puñado de hombres armados dispersos por todas partes. La seguridad era mucha.

—¿Cómo está? —Preguntó Dexter tan solo al llegar. No había rastro de sus padres.

—Estable, recibió la bala en un costado, afortunadamente no dañó ningún órgano —explicó serio.

—Bien, necesito que averigües cómo mierda pasó —siseó entre dientes—, ¿cómo pudieron llegar a mi hermano?

—Estoy en eso, señor —murmuró.

—Ve a hacerte cargo, ¿la seguridad está en orden?

—Sí, señor.

—Retírate.

Enseguida obedeció, Dexter me miró cuando una llamada entró a su móvil. Maldijo por enésima ocasión.

—¿Podrías quedarte un momento a esperar noticias? Tengo que salir, hay un caos en las calles —susurró preocupado—, y sin Dixon al frente, tratarán de tomar ventaja.

—No te preocupes, ve, te llamaré ante cualquier novedad.

Besó mi mejilla y volvió por donde llegamos, no sin antes darle ordenes al encargado de la seguridad del hospital. Yo me precipité hacia el sofá en la sala de espera, angustiada y ansiosa por ver a Dixon y asegurarme de que estuviera bien.

—Disculpe, ¿usted es familiar del señor Russo? —Me abordó una enfermera, parecía asustada. Entonces raparé en que yo era la única persona en el piso que no se encontraba armada.

—Sí, yo... yo soy su novia —mentí.

—Él ya despertó, pero está empecinado en abandonar el hospital y aun no se encuentra en condiciones de hacerlo.

Tallé el puente de mi nariz. Dixon siendo Dixon.

—¿Puedo pasar a verlo?

—Justamente quería pedirle que lo hiciera, sígame.

Dixon

No sentía dolor, solo furia.

Necesitaba largarme de aquí, no estaba para perder el tiempo postrado en una cama cuando los malditos italianos se encontraban destruyendo mi ciudad. Hijos de puta miserables.

—Señor Russo, no puedo dejarlo ir —repitió la enfermera, se acercó con toda la intención de tocarme.

—No se atreva a ponerme las putas manos encima o se las cortaré —amenacé y no bromeaba. La condición de mi temperamento no era la mejor y no me importaba quemar el jodido mundo.

—Recibió un impacto de bala, debe quedarse donde está o lo sedaré para que lo haga.

—Usted pone esa mierda en mi sistema y juro que será lo último que hará en su patética vida.

El temor atravesó sus rasgos, pero fue efímero. Era una mujer madura, de semblante duro y serio, no parecía verse intimidada ante mi comportamiento y amenazas.

—Yo me haré cargo, enfermera —dirigí la vista a la puerta—, él se quedará en esa camilla.

—Bien, más le vale que lo mantenga ahí o lo sedaré —reiteró su amenaza.

—Quiero verla intentarlo —siseé.

La enfermera me dedicó una mirada despectiva y se largó de la habitación, a estas alturas no dudaba que inyectara algo en mi vena para asesinarme, era obvio que le desagradaba y el sentimiento era mutuo.

—¿Qué haces aquí? —Espeté. No la quería cerca, no cuando tenía a mis enemigos preparados para atacarme en cualquier momento.

No respondió y se precipitó hacia mí, al tenerme cerca sujetó mis mejillas, las hebras de su cabello ondulado me hicieron cosquillas en la cara, luego ella depositó un beso en mi frente. Respiré profundo y no pude resistirme a su aroma y su calor, a lo que sentía en mi pecho al saber que, a pesar de haberlo arruinado con ella, seguía volviendo a mí, sin amenazas o presiones de mi parte.

—Estás bien —susurró aliviada.

—Se necesita más que eso, nena —murmuré; sostuve sus manos entre las mías—. Tienes que irte de aquí, Bridger, ahora es peligroso, estar conmigo lo es.

—No te dejaré, voy a quedarme y tú también —sentenció tajante.

Se apartó y la determinación detonó en su tierno mirar. Toqué el contorno de su cara y rocé mi pulgar contra su labio inferior.

—Me negaba a morir sin poder verte una vez más.

—No digas eso —cerró despacio sus ojos—, ellos no podrán contigo, tú jamás te rindes, tienes suficientes razones para no hacerlo.

—Quédate a mi lado, Bridger, dame otra razón para querer vivir.

—Estaré contigo, Dixon —susurró cohibida, evitó mirarme.

—¿Siempre? —Sonrió. Era tan hermosa.

—No te aproveches de tu condición —riñó.

—Pude morir —articulé en voz baja.

Me observó y sacudió despacio la cabeza, alborotó más su aroma, volviéndome loco por hundir mi nariz entre sus hebras.

—Basta —se apartó y tomó asiento en la incómoda silla a mi lado—, ¿cómo te sientes?

—De la mierda —respondí—, y no precisamente por la herida, necesito salir de aquí y hacerme cargo.

—Dexter y Taylor ya lo están haciendo, así que despreocúpate.

—Es mi trabajo masacrar a esas ratas italianas.

—Primero es tu salud —insistió sin dar su brazo a torcer.

—Estoy bien, un poco de morfina bastará.

—He dicho que no —espetó seria—, deja de ser tan terco y por una vez en tu vida obedece.

Respiré profundo, totalmente resignado sin sentir la mínima pizca de dolor en mi cuerpo, solo se sentía entumecido, quizá por los medicamentos que me administraron. Me moví hacia un lado sobre la camilla que me resultaba de lo más incómoda.

—Sube —indiqué, palmando el lugar extra en la camilla.

—No, vas a lastimarte, el espacio es reducido.

—Es más que el de tu cama y creo recordar que dormimos muy bien en ella —dije burlesco.

—Dixon...

—Sube o no me quedaré quieto, sabes lo estresante que puedo ser si no tengo lo que quiero —recordé. Entornó los ojos y se incorporó.

—Eres un chantajista manipulador.

Subió a la camilla, se quitó los zapatos y se acomodó sobre su costado sano, aun recordaba su herida. Movió el brazo por encima de mi abdomen vendado y descansó la palma en mi pecho. Su calidez me reconfortó, besé su frente y la atraje más a mi cuerpo; al tenerla a mi lado las cosas mejoraban y el mundo entero podría irse a la mierda sin que me afectara.

—Necesito estar al borde de la muerte para que me perdones... lo anotaré para la próxima vez que lo arruine.

Me dio un golpe en el costado, me quejé, eso me había dolido.

—Carajo, Bridger.

—Pensé que no te dolía —masculló.

—Solo bromeaba —toqué mi costado—, no pienso arruinarlo de nuevo.

—No quiero hablar de eso ahora.

—Necesito hacerlo o me volveré más loco de lo que ya me tienes.

—No me culpes de tus desórdenes mentales —replicó, haciéndome reír.

Ansioso busqué sus ojos, me fascinaba mirarlos, mirarme en ellos; Holly alzó la vista y desplazó la mano hasta mi mejilla. Nos quedamos en silencio por breves minutos; ella sondeaba a través de mis ojos en busca de algo, mientras que yo, ahondaba en los suyos, dispuesto a ser dueño de ese dulce mirar.

—¿Me dejarás intentarlo otra vez? —Inquirí.

Tenía una herida de bala en el costado, a dos familias de mafiosos italianos detrás de mí, pero en lo único que podía pensar cuando la tenía cerca, era en poseerla en todos los sentidos. Debía arreglar el desastre que hice y ser cuidadoso para no volver a arruinarlo.

—¿Qué pasa si digo que no? —Tensé la mandíbula.

—Quisiera decirte que nada —acuné su cuello con la mano—, que te dejaré en paz, pero sería mentirte. Te tengo metida en mi cabeza y en mi corazón, no estoy bien sin ti y contemplar la idea de perderte me enfurece tanto como me lastima. 

—Tu intensidad me abruma, es como si estuvieras empeñado en consumirme —musitó trémula, siendo cautelosa.

—Quiero hacerlo, Bridger, consumir cada parte de ti.

—¿Y si me rompes el corazón?

—Sí, hay algo dentro de ti que quiero romper, pero no se trata de eso.

—Parece que te esfuerzas para que te diga que no —espetó. Reí un poco.

—No voy a lastimarte, Bridger, dame una última oportunidad, por favor. Solo una.

—Si fallamos, dame tu palabra de que no lo forzaremos más.

Tragué en seco y cerré por unos instantes los ojos. Su condición me dejaría en una situación complicada, y a la vez sería el impulso suficiente para hacer las cosas bien, pues tendría presente que no habría otra oportunidad para recuperarla.

—Te lo prometo.

Espero tener tiempo para escribir otro más tarde, muchas gracias por leer, chicos, son mi incentivo🥺❤️

Los ama mucho Elena💙

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