A Los Pies De Notre Dame

Por LionIsa

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1482, París. En esta ciudad, durante la era de las catedrales, una historia muy peculiar acontece, donde un... Mais

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18

Capítulo 8

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Por LionIsa

Esmeralda alzó una ceja al ver a los guardias acercarse. Colette estaba a punto de lanzarse a correr hacia su hermana pero Pierre la detuvo. Los guardias, con sus armas desenvainadas, se acercaron a ella, mientras la chica parecía despreocupada.

-A ver, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… diez de ustedes contra mi.- la chica comenzó a fingir un tono trágico en su voz.- ¿Y ahora que voy a hacer…?

Esmeralda soltó un sollozo y de pronto, desapareció en una nube morada.

Los guardias observaron el espacio, desconcertados.

-Brujería…-siseó Frollo.

-¡Chicos!- llamó Esmeralda, de pie en la tarima donde había bailado. -¡Por Aquí!-

Los guardias giraron hacia ella. La chica saltó de la tarima hacia abajo, empujando a Colette que se lanzaba hacia ella.

-¡Vete de aquí!- le exclamó a su hermana y arrancó a correr.

Colette tropezó, cayendo en los brazos de Pierre, quien observaba sorprendido todo aquello.

-Tu hermana se toma estas cosas a juego, ¿no?-

Colette bufó. -Se toma la vida a juego.-

Esmeralda corría entre la gente, mientras los guardias venían trás ella. La multitud le abría paso a la gitana y se lo cerraba a los soldados. Estos, molestos, y frustrados, intentaban atrapar a la chica, pero no lo lograron. La gitana desapareció entre la gente, y Frollo estaba más que enfadado. De pronto, comenzó a llover, y todas las miradas se fijaron en Quasimodo. El chico, a punto de llorar, bajó de la tarima con ayuda de Mollié, quien por fin había logrado alcanzarlo. Los dos sintieron la mirada de fuego de Frollo clavada en sus nucas. Comenzaron a caminar hacia la Catedral, mientras la gente se apartaba de su camino, aún asustados por el aspecto del Jorobado. Cuando llegaron a la puerta, ambos chicos se vieron, con lágrimas en los ojos y la cerraron con fuerza.

Frollo, con el tono iracundo aún en su voz, volteó a ver a Febo.

-Capitán, encuentre a la gitana, y arréstela, la quiero con vida.- Arrastró las últimas palabras, haciendo énfasis en ellas, escupiéndolas con desprecio una por una.

Febo asintió, subiéndose a su caballo, besando la mano de su mujer y yendo con los demás soldados a buscar a Esmeralda.

-Te dije que no debíamos ir.- susurró Quasimodo cuando él y Mollié llegaron al campanario.

-Tu nunca me dijiste nada.- espetó ella con antipatía. Luego respiró profundamente y volteó a verlo. -Lo siento, es que… no entiendo como esto pudo pasar.-

Quasimodo la abrazó contra él.

-Tienes que perdonarme, Quasi.- susurró ella, sin soltarlo.

-¿Y eso por qué?- murmuró él a su oído.

-Porque yo te hice bajar, yo te dejé subir a ese escenario, si no lo hubiese hecho tu…-la chica soltó un sollozo y Quasimodo la abrazó mejor.

-No, hermanita, por favor no llores.- le decía mientras acariciaba su cabello. -Creeme, dentro de todo la pasé bien.-

Ella alzó sus ojos llenos de lágrimas hacia él. -¿Có...cómo…?-

Quasimodo sonrió con timidez. -Bueno, conocí a Esmeralda… y tu y yo cumplimos nuestro sueño de pasar un día afuera.-

El chico juntó su enorme frente con la cabeza de su hermana y ambos sonrieron con suavidad entre tanta tristeza, cuando un relincho de un caballo se escuchó abajo en la plaza, con tanta fuerza como si fuese un trueno. Ambos se acercaron a la terraza, sin importar que siguiera lloviendo, para observar lo que pasaba. Entre las calles se veía a Esmeralda correr, mientras que Febo le hacía señas a sus soldados y pequeños grupos tomaban distintos caminos buscando a la gitana.

-Tengo que bajar a ayudarla.- pronunció Quasimodo.

-¡¿Pero qué…?! ¡¿Tú te volviste loco?!- exclamó su hermana.

-¡Mollié! ¡Ella me defendió de todo el mundo! ¡Me defendió de Frollo! ¡Tengo que devolverle el favor.-

Mollié se mantuvo en silencio, observándolo ponerse una capa, y luego resopló.

-Definitivamente si, la gitana te hizo perder la cabeza.- soltó aquel comentario y sin embargo, no lo detuvo.

Quasimodo saltó sobre las gárgolas, se guindó de una y se dejó caer, tomando el muro de otra terraza más abajo y luego se impulsó con fuerza hacia el frente, cayendo en el tejado de una casa, y comenzando a saltar entre las viviendas de Paris, corriendo él también tras la gitana.

Esmeralda recorría callejones y calles principales en aquel laberinto llamado Paris, aliviada de que conocía la ciudad como la palma de su mano y así podía recorrerla sin perderse a la hora de escapar. Tenía que correr hacia el lado contrario del cementerio, no podía guiarlos hasta su hogar. Escuchaba los relinchos de los caballos cerca, el trote de éstos y los gritos de los soldados. Sentía que Frollo había enviado todo un ejército tras ella, pero no le importaba, lograría escapar, porque siempre lo lograba, y aquella no iba a ser la excepción. Rogó para sus adentros que Colette hubiese logrado ponerse a salvo.

Entró en un estrecho y oscuro callejón, cuando escuchó los relinchos más cercanos que antes, y no se dió cuenta de que una sombra negra voló sobre su cabeza, hasta que escuchó un chapoteo tras ella. La gitana giró, con la respiración acelerada, jadeando por la carrera, cuando logró ver una sombra enfrente a ella. Soltó un grito ahogado, cuando unas fuertes manos se abrazaron a su cintura.

-Te tengo.- susurró una voz a su oído.

Ella soltó un grito y pataleó contra la enorme bestia que la tenía sujetada.

-¡Sueltame!- le gritó, mientras seguía forcejeando.

De repente, unas manos tomaron sus hombros, y otras tomaron al Jorobado, apartándolo de ella. La chica giró y se quedó frente a frente con el Capitán Febo.

-Gitana Esmeralda usted se encuentra bajo arresto por…-

La chica le dió un fuerte cabezazo al rubio y luego lo empujó. Unos guardias desenvainaron sus espadas, apuntándola, pero ella les lanzó lodo del suelo en el rostro, cegándolos por un momento y arrancó a correr de nuevo. Los guardias soltaron al Jorobado para correr tras ella, y Quasimodo volvió a la carrera por los tejados.

“¿A donde va?” se preguntó Quasimodo mientras seguía corriendo tras la chica. “Está corriendo en círculos… a no ser que…”

Esmeralda se permitió cantar victoria cuando divisó frente a ella la Catedral. Corrió con desespero hacia ésta, sin fijarse si Frollo seguía cerca, cruzó la plaza a una velocidad impresionante, saltó las escaleras y abrió la puerta, entrando a Notre Dame. Quasimodo al ver aquello, sonrió, cantando victoria, y del tejado donde estaba parado, saltó a la torre del campanario, pues pretendía entrar por ahí y encontrarse a la gitana dentro. Febo observó a la figura de la chica entrando a la Catedral, por lo que frenó en seco, le hizo señas a los soldados de que lo esperaran fuera, se bajó del corcel y entró al templo.

Dentro de la Catedral, Esmeralda se permitió respirar con alivio. Observó con admiración el interior de ésta, pues era realmente hermosa y sorprendente. Sus altas columnas parecían rozar el cielo, el piso era un enorme tablero de ajedrez, y los vitrales y rosetones, con hermosas figuras, dejaban pasar la luz, filtrándola, convirtiéndola en una lluvia de colores. Al fondo, se podía ver un enorme órgano de madera, y un hermoso altar, lleno de estatuas de oro, y el Cristo en la Cruz en el medio de todo. La chica seguía avanzando en silencio, cuando sintió una presencia detrás de ella. Giró con rapidez, quitándole la espada de la mano al Capitán Febo y lanzándolo al suelo, poniendo la punta de ésta bajo la barbilla del hombre.

-Capitán, que gusto verlo…-siseó ella.

-Querida, no lo digas con ese tono, por que entonces no sabría que creer después de esa caricia en la plaza.- comentó él con una suave risa.

Ella afincó la espada bajo la barbilla del rubio, casi rozando su cuello.

-Perdona, lo siento.- susurró él, a lo que ella frunció el ceño.

-¿Porqué?-

El hombre le dio una patada, tumbándola y le quitó su espada de vuelta.

-Por esto, por ejemplo.-

Ella gruñó. -Eres un hij…-

Febo abrió los ojos como platos y luego negó con su dedo, fingiendo sorpresa y horror.

-Querida, por el amor al Señor, estás en una iglesia.-

Esmeralda se lanzó sobre él con un grito de irritación. Febo, divertido, la esquivó con agilidad. Ella tomó un candelabro y lanzó un golpe hacia atrás, el cual fue frenado por la espada del Capitán Febo. El rubio soltó una carcajada, mientras ambos peleaban, lanzándose golpes con sus armas, esquivando otros y defendiéndose.

-No sabía yo que eras tan hábil peleando con armas.- se burló Febo.

-Que curioso… Iba a comentar lo mismo sobre usted, Capitán.- se mofó ella.

Febo alzó una ceja, empujando a la chica. -Eso fue un golpe bajo, ¿no lo crees?-

-No.- siseó ella. -Esto sí.- dijo, pisándolo con fuerza y dándole con el candelabro en el peto de hierro de la armadura.

-Touche.- admitió Febo, dando un paso atrás por el fuerte golpe.

-Puede irse retirando, capitán, no pretendo salir de aquí con usted.- siseó la gitana.

Febo sonrió para sus adentros.

“Que fiera, que mujer” pensó.

-Pues te dejaré ir solo si me contestar una pregunta.- comentó el Capitán.

Ella no podía creerlo. “¿Hablará en serio? No, seguro miente” pensó.

-¿Qué cosa?- preguntó ella con sequedad.

-Tu nombre.-

Esmeralda no esperaba que esa fuera la pregunta. Creyó que lo había escuchado en la plaza cuando Clopin la anunció. Seguro era una distracción. La chica mantuvo el candelabro en alto al contestar.

-Esmeralda.-

-Hermoso, ¿Español?-

-Gitano.- corrigió ella con firmeza.

Febo sonrió aún más para sí. Adoraba que ella estuviese tan orgullosa de ser gitana.

-Pues, el mío proviene del latín, es Febo.-

Ella levantó aún más el candelabro. -Prefiero llamarlo Capitán.-

El rubio fue a añadir algo más cuando se escuchó como la pesada puerta de la catedral se abría de golpe.

-¡Bien hecho, Capitán! Ahora arréstela.- siseó Frollo, acercándose a ellos.

Febo giró hacia ella, pero Esmeralda se apartó.

-¡Pido asilo!- exclamó la chica.

Frollo maldijo en su cabeza, Febo igual la tomó del brazo para arrastrarla a la calle, cuando apareció el Archidiácono de la Catedral.

-¡Capitán! ¡No se atreva a tocarla!- exclamó el anciano.

Febo alzó las manos, apartándose de la chica.

-No temas, querida. El Juez Frollo aprendió hace muchos años a respetar la santidad de la Iglesia.- siseó el archidiácono, lanzándole miradas asesinas a Febo y a Frollo.

Frollo gruñó por lo bajo, dándose media vuelta. El archidiácono tomó a Febo del brazo, llevándolo hacia la puerta a la fuerza, pensando que Frollo también lo seguía. El Juez tomó a Esmeralda del brazo con fuerza, torciéndolo en su espalda y pegándola contra sí, mientras ella se removía.

-¿Crees que puedes engañarme?- siseó a su oído.

-Soy paciente… y además los gitanos no soportan estar entre murallas.-

Esmeralda sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza con aquel comentario, siseado a su oído. Se sentía atrapada por una serpiente, escuchando siseos en su oído que hablaban de maldad y una fuerza superior a la de ella enroscándola y asfixiándola. Un escalofrío aún más fuerte que hizo que toda su piel se erizara fue el hecho de sentir a Frollo olfatear su cabello.

-¿Qué es lo que haces?- inquirió la chica con un hilo de voz.

Los esqueléticos dedos de Frollo danzaron sobre la piel de su cuello.

-Tan solo me imaginaba una soga atada a tan bello cuello.-

Esmeralda se hartó, le dio un fuerte golpe a Frollo, liberándose de su agarre y se apartó de él.

-Yo se lo que te imaginas.-

Por supuesto que lo sabía, muchos hombres eran así con ella, pervertidos y degenerados.

-Inteligente bruja, es muy típico de tu clase torcer la verdad para hacer que uno tenga pensamientos impuros.- siseó Frollo muy cerca de ella, tanto, que su aliento aterrizaba en el rostro de la gitana.

-Pero bueno, no importa.- comentó, apartándose y caminando hacia la salida.

-Escogiste una magnífica prisión, que después de todo será solo una celda. Pon un pie afuera, y serás mía.-

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