Capítulo 8

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Esmeralda alzó una ceja al ver a los guardias acercarse. Colette estaba a punto de lanzarse a correr hacia su hermana pero Pierre la detuvo. Los guardias, con sus armas desenvainadas, se acercaron a ella, mientras la chica parecía despreocupada.

-A ver, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… diez de ustedes contra mi.- la chica comenzó a fingir un tono trágico en su voz.- ¿Y ahora que voy a hacer…?

Esmeralda soltó un sollozo y de pronto, desapareció en una nube morada.

Los guardias observaron el espacio, desconcertados.

-Brujería…-siseó Frollo.

-¡Chicos!- llamó Esmeralda, de pie en la tarima donde había bailado. -¡Por Aquí!-

Los guardias giraron hacia ella. La chica saltó de la tarima hacia abajo, empujando a Colette que se lanzaba hacia ella.

-¡Vete de aquí!- le exclamó a su hermana y arrancó a correr.

Colette tropezó, cayendo en los brazos de Pierre, quien observaba sorprendido todo aquello.

-Tu hermana se toma estas cosas a juego, ¿no?-

Colette bufó. -Se toma la vida a juego.-

Esmeralda corría entre la gente, mientras los guardias venían trás ella. La multitud le abría paso a la gitana y se lo cerraba a los soldados. Estos, molestos, y frustrados, intentaban atrapar a la chica, pero no lo lograron. La gitana desapareció entre la gente, y Frollo estaba más que enfadado. De pronto, comenzó a llover, y todas las miradas se fijaron en Quasimodo. El chico, a punto de llorar, bajó de la tarima con ayuda de Mollié, quien por fin había logrado alcanzarlo. Los dos sintieron la mirada de fuego de Frollo clavada en sus nucas. Comenzaron a caminar hacia la Catedral, mientras la gente se apartaba de su camino, aún asustados por el aspecto del Jorobado. Cuando llegaron a la puerta, ambos chicos se vieron, con lágrimas en los ojos y la cerraron con fuerza.

Frollo, con el tono iracundo aún en su voz, volteó a ver a Febo.

-Capitán, encuentre a la gitana, y arréstela, la quiero con vida.- Arrastró las últimas palabras, haciendo énfasis en ellas, escupiéndolas con desprecio una por una.

Febo asintió, subiéndose a su caballo, besando la mano de su mujer y yendo con los demás soldados a buscar a Esmeralda.

-Te dije que no debíamos ir.- susurró Quasimodo cuando él y Mollié llegaron al campanario.

-Tu nunca me dijiste nada.- espetó ella con antipatía. Luego respiró profundamente y volteó a verlo. -Lo siento, es que… no entiendo como esto pudo pasar.-

Quasimodo la abrazó contra él.

-Tienes que perdonarme, Quasi.- susurró ella, sin soltarlo.

-¿Y eso por qué?- murmuró él a su oído.

-Porque yo te hice bajar, yo te dejé subir a ese escenario, si no lo hubiese hecho tu…-la chica soltó un sollozo y Quasimodo la abrazó mejor.

-No, hermanita, por favor no llores.- le decía mientras acariciaba su cabello. -Creeme, dentro de todo la pasé bien.-

Ella alzó sus ojos llenos de lágrimas hacia él. -¿Có...cómo…?-

Quasimodo sonrió con timidez. -Bueno, conocí a Esmeralda… y tu y yo cumplimos nuestro sueño de pasar un día afuera.-

El chico juntó su enorme frente con la cabeza de su hermana y ambos sonrieron con suavidad entre tanta tristeza, cuando un relincho de un caballo se escuchó abajo en la plaza, con tanta fuerza como si fuese un trueno. Ambos se acercaron a la terraza, sin importar que siguiera lloviendo, para observar lo que pasaba. Entre las calles se veía a Esmeralda correr, mientras que Febo le hacía señas a sus soldados y pequeños grupos tomaban distintos caminos buscando a la gitana.

A Los Pies De Notre DameWhere stories live. Discover now