La táctica barata

By Yveltal777

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La fusión es solo una táctica barata. -Ha dicho Jaspe a Garnet en uno de sus últimos enfrentamientos, pero ah... More

Prologo
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Epilogo

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By Yveltal777


Steven se estremeció bajo la mirada de la doctora Maheshwaram mientras Connie la besaba en la mejilla, cuando su hija rodeo el auto y tomo a Steven del brazo, les sonreía cariñosamente.

— ¡Aw, quisiera tomarles una fotografía!—Les dijo, haciendo un pequeño mohín, mientras el vehículo avanzaba lentamente por el camino e iba subiendo la velocidad.

Ambos se despidieron mientras tomaba la curva y desaparecía en el interior de la ciudad.

—Sabes, dudaba que fuese a dejarme venir, pero ¡Realmente estas subiendo escalones con ellos!

"Dirás saliendo del subsuelo". —Pensó Steven, repentinamente le apretaba el cuello de la franela.

En realidad, su padre si había sabido escoger el guardarropa, llevaba unas zapatillas rojas, jeans negros, una camisa manga larga de color azul celeste y una franela blanca de algodón. Connie llevaba un vestido sencillo con cintas, de color salmón. Los tirabuzones de su cabello le cubrieron la mitad del rostro cuando la chica se giró para mirarlo.

—¿Tienes frio? Te pusiste pálido.

—En absoluto. Oye, se no está haciendo tarde, vamos. —La tomo de la mano y empezaron a caminar.

Al llegar al cine los esperaba una fila larga formada en su mayoría de adolescentes varones, aunque habían puesto una cinta roja y postes frente a la taquilla, que se encontraba vacía y con un letrero de "Entradas agotadas" pegado por dentro del mostrador. Un brazo se alzó entre la hilera de cuerpos nerviosos que se removían y les hizo señas con la mano, era Lars.

—¿Qué no se suponía que estarías buscando a Jaspe?—Le pregunto pícaramente Connie pinchándole la mejilla.

Había resultado todo un alivio que las gemas entendieran la importancia de la cita, no solo para distraerse estando a solas con Connie, sino también para el estreno de "Venganza de los muertos vivientes III", y esta vez, no era un refrito de la primera ni de la precuela de la segunda. Mientras tanto, el templo se hallaba vacío, Garnet exploraba usando los portales y Amatista y Perla andarían revisando por los sitios cercanos a la ciudad.

—Pienso que Jaspe regresara—Confeso Steven.

Amatista se había reído al escucharlo, Perla había dejado caer la taza que estaba secando y Garnet simplemente había asentido, su furia se veía reflejada por su silencio y su expresión inalterable.

—¡Me encanta lo que le hiciste a tu cabello, Lars!—Le dijo Kiki, empujándolo.

—Gracias. —Respondió Lars sin sonreír, la idea era que todos pudieran ayudarlo a pasar desapercibido con su piel y cabello rosado, pero ahora muchos otros también lo estaban mirando.

— ¡Porque no es natural!—Insistió Kiki, intentando hacerse oír entre las risas de sus compañeros. La única miembro faltante era Sadie, que estaba en una entrevista en un programa de radio.

Una vez que las puertas se abrieron, sintió el brazo de Connie alrededor de su cintura, recostó su cabeza en su hombro y ambos pudieron reír y disfrutar de la pequeña broma.

Mientras Lars buscaba en internet que numero era el tinte de cabello de color rosa y que enfermedades ponían la piel de ese color en el teléfono de Kiki, con la chica intentando mirar por encima de su hombro, Crema agria buscaba tomarse una buena selfie con una de las esculturas, que mostraba a un zombi rockero con la mandíbula pegada al cuello y sosteniendo una guitarra en sus brazos huesudos. Le pareció que al menos podía presumir que tendría una noche agradable y normal.

Cuando despertó, la voz continuaba llamándola. Había cruzado el bosque, de regreso a ese lugar que no guardaba paz para ella. Con ayuda de sus otros brazos, que le resultaban en ocasiones tan ajenos como el mismo mundo donde había despertado, cargaba las burbujas donde había contenido a los rutilos, aquellas gemas con forma de hormiga.

Le era difícil ver con todo ese aplastante silencio, pero basto con acercarse lo suficiente para que el paisaje se definiera frente a ella, la ciudad, aquella curiosa ciudad habitada por humanos, era distinta de noche, pero solo en apariencia, guiada por el susurro del agua en los desagües, los cables zumbando mientras arrastraban electricidad y el murmullo de las polillas arremolinadas alrededor de las farolas, aquella canción que dedicaba su compañera y el lazo que las unía era suficiente para guiarla.

Y mientras avanzaba dejando caer las burbujas, a su paso, los destellos rojizos no tardaron en hacerse presentes, mientras la distracción era puesta. En la oscuridad por donde avanzaba, incluso los gritos de miedo eran algo que podía agradecer y aun cuando llego a sentir miedo de lo que vendría después, ella no estaba sola.

Cuando Steven abrió los ojos había una hormiga gigante mirándolo, Connie gruño para que le prestara atención y le mordió el labio, demandante, el chico sonrió y le rodeo la cintura con los brazos. En realidad, el armatoste lucia bastante real, su exoesqueleto debía de ser de resina o plástico, aunque casi lucia como si fuese de cristal autentico, pues brillaba aunque no lo atravesara la luz, y el núcleo de su sombra era como magma de color rosado.

Connie decía algo sobre estar en graves problemas cuando el insecto gigante cerro lentamente sus mandíbulas y volvió a abrirlas, como tijeras dentadas de color azabache, tan brillantes que lucían húmedas. Grito con los labios unidos a los de Connie y la chica se apartó, riendo a carcajadas mientras apoyaba las manos en las rodillas.

—¡Steven, tonto! ¿Qué estas...?

Las mandíbulas de la hormiga gigante no llegaron a cerrarse sobre el cuello de Connie, pues el escudo lo impidió, y la chica pudo ver la pequeña boca de la criatura, mientras esta intentaba aferrar los bordes del escudo del chico, conferido de un brillo cristalino de color melocotón. Con suficiente fuerza, consiguió empujar a la criatura al otro lado del corredor. Cuando vio resbalar sus patas acabadas en agujas de cristal, tuvo que retroceder casi a trompicones cuando Connie salto, se sujetó de la reja y la hizo bajar con fuerza. Las puntas de las mandíbulas de la hormiga se clavaron entre los espacios del metal pintado de rojo, incapaz de entrar. Aturdida en un principio, se apartó de la caseta del cine y se alejó por la calle.

Ni siquiera se atrevía a mirar a Connie a la cara, la cinta del hombro derecho de su vestido se había rasgado, vio como la chica fruncía el ceño, sin sonreír, hubiera podido entender incluso que quisiera irse a casa, la vida de Connie no tenía por qué ser como la suya.

—Cine y batalla con hormiga gigante—Connie le dio un golpe en el brazo. —Sí que sabes atender a una chica, Steven Universe.

Aunque la risa se revolvió en su estómago, consiguió imitar su expresión seria.

—¿Sabes? En realidad suelo hacer esto en todas mis citas—Connie alzo una ceja, asintiendo, simulando impresión. —Es todo un asunto pagarle a la hormiga, y mis tarjetas están por los suelos, pero uno debe mantener la imagen...

Connie estaba a punto de preguntarle qué dirían las gems de verlo gastar así el dinero cuando el estruendoso sonido de la marea humana los hizo girarse. No parecía estar muy contentos de hallarse encerrados.

Mientras Connie discutía con el gerente Steven tomo su teléfono y empezó a marcar las teclas.

Era una de esas noches de cielo despejado, unas cuantas nubes todavía eran visibles y en ese momento opacaban la hermosa luna, que en esos momentos era un semicírculo afilado de color blanco. Un par de sombras en las escaleras hicieron que Garnet se apartara de aquella bonita escena y observo como Amatista y Perla entraban haciendo sonar la campanilla.

Le sorprendió que Perla sonriera a pesar del estado de sus ropas, maltratadas y manchadas de verde y marrón, Amatista en cambio estaba mojada hasta las rodillas y tenía arena en los zapatos, dejando un rastro brillante al caminar.

Al mirarla a los ojos, la sonrisa de Perla se hizo más ancha y las comisuras de sus labios subieron, Garnet sonrió, alzando una ceja.

— ¿Algo que valga la pena comentar?

— ¡Amatista le tiene miedo a las ratas!—Exclamo Perla.

— ¡Ya te dije que no era una rata normal!—Chillo la gema con las mejillas coloradas.

Una rata grande la había perseguido debajo del puerto. Por desgracia, no llegaron a ser capaces de debatir hasta que tamaño se podía considerar gigantesca una rata. Perla soltó un gritito y se llevó las manos a los pantalones, que estaban zumbando.

—¿Qué tienes ahí, Perla?—Le pregunto Amatista.—¿Un abejorro?

La gema tomo el teléfono y las demás se acercaron al escuchar la voz de Steven. No tenían otra opción que posponer la búsqueda de Jaspe.

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