βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
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β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar

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By Lucy_BF

N. de la A.cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. No os arrepentiréis.

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──── CAPÍTULO LXI──

HOGAR, DULCE HOGAR

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        A KAIA LE TEMBLABA TODO EL CUERPO. Las sienes le palpitaban con virulencia ante el aluvión de pensamientos que se había formado dentro de su cabeza y el corazón le latía tan desenfrenadamente que apenas podía respirar. Pese a ello, siguió caminando, forzando a sus largas y esbeltas piernas a continuar en movimiento. Hilda iba tras ella, con las mejillas arreboladas y la falda de su vestido ligeramente levantada para evitar tropezar con la ribeteada tela. De vez en cuando La Imbatible se volteaba para mirar por encima de su hombro y cerciorarse de que la völva no se rezagaba, aunque su atención no tardaba en volver a focalizarse en la multitud que se había congregado en el embarcadero.

Kaia no vacilaba a la hora de dar empellones y utilizar las manos para apartar a todo aquel que se interponía en su camino. No le importaban las quejas o los comentarios poco corteses que recibía a su paso, lo único en lo que podía pensar en aquellos momentos era que varios drakkars habían arribado a Kattegat.

Tanto ella como Hilda se encontraban en la plaza del mercado cuando el sonido de los cuernos llenó el aire, anunciando la llegada de un grupo de navíos al muelle. Inmediatamente después se empezó a correr el rumor de que estos formaban parte de la flota que había zarpado hacia Inglaterra hacía ya casi un año. Y ahí estaban ahora, con los nervios a flor de piel y la vana esperanza de que así fuera y sus pequeñas hubiesen regresado sanas y salvas.

Ambas mujeres se atrincheraron en una zona no muy transitada y desde donde poseían una vista panorámica de los drakkars que ya habían echado amarras.

Con las manos en el pecho y la congoja empañando sus rasgos, Kaia observó cómo desembarcaban los primeros guerreros y escuderas. Algunos de ellos protagonizaban emotivos reencuentros con los familiares y amigos que habían dejado atrás durante tantos meses. Otros, en cambio, se echaban sus fardos de tela al hombro y abandonaban el puerto a paso ligero, con la única compañía de sus pertenencias.

A medida que La Imbatible buscaba a su hija en cada skjaldmö que divisaba en la lejanía, el nudo que se había aglutinado en mitad de su garganta se iba estrechando como si fuera una soga. La ansiedad por no verla por ninguna parte, aun cuando todavía quedaban bastantes personas por bajar de los barcos, estaba causando estragos en su interior, acrecentando sus peores temores.

Los segundos parecieron alargarse hasta convertirse en algo indefinido, enturbiado por la desazón que la corroía por dentro y que le impedía pensar con claridad. En un rapto de desesperación se puso de puntillas, a fin de contar con una mayor visibilidad, pero por más que buscara, no lograba dar con Drasil.

Procuró adoptar una expresión serena e imperturbable, pero ya no se sentía la dueña de su cuerpo ni de sus emociones. De pronto, un pánico visceral se apoderó de ella, abotargándole la mente y obnubilándole el juicio. Sus manos se cerraron en dos puños apretados y sus uñas se hundieron con brutalidad en sus palmas, creando pequeñas muescas en la piel. Un ramalazo de dolor se extendió por sus brazos, pero no le importó y siguió ejerciendo presión. Sus nudillos se tornaron blancos como la nieve recién caída y pequeñas heridas con forma de media luna se fueron abriendo en la carne.

A su lado, Hilda pareció reparar en la inquietud que la atenazaba, por lo que posó una mano en su hombro y se lo estrechó con cariño, tratando de infundirle algo de seguridad y confianza. Kaia no la miró, pero su cuerpo se relajó mínimamente ante su contacto.

La seiðkona le frotó la espalda con suavidad en un vano intento por apaciguarla, por hacerla sentir mejor. Sin apartar la vista de los navíos, la escudera buscó su otra mano y se aferró a ella como si su vida dependiera de ello. Hilda le devolvió el apretón e inspiró por la nariz, a la espera.

La anciana también estaba desasosegada, puesto que el regreso de su nieta también estaba en juego, pero se obligó a mantener la calma y a no ceder a esa vorágine de emociones que se había desatado en su interior. No podía permitirse perder los nervios ella también, no con su amiga en ese estado. Debía ser fuerte por las dos.

—Ten fe, ten fe... —bisbiseó Hilda.

La Imbatible quiso hacerla caso, pero el miedo la había apresado entre sus afiladas garras, subyugándola. La visión que tuvo la völva hacía ya varias lunas, aquella en la que su pequeña caía en combate y posteriormente era engullida por la oscuridad, acudió a su mente como un puñal recién afilado, junto con las palabras que le dedicó Harald el día que fue a visitarle a las barracas, cuando aún era prisionero de Lagertha. El gobernante de Vestfold había afirmado que Drasil había muerto en territorio sajón, lejos de su hogar y de su familia. Lejos de ella.

Les suplicó piedad a los dioses, rogándoles que fueran clementes y misericordiosos con ellas. No le importaba el precio que tuviese que pagar a cambio; haría lo que fuera por su primogénita, daría su vida por ella si fuese necesario. Lo único que deseaba era volver a verla, sentirla nuevamente junto a ella. La necesitaba como el aire que respiraba.

No podía perder a Drasil. A ella no.

#

Fue entonces cuando una figura en particular acaparó irremediablemente su interés. Lo primero que alcanzó a vislumbrar fue una larga melena rizada, y luego... Luego esos iris esmeralda que tantos recuerdos le traían de su difunto esposo, de su amado Søren.

El corazón se le encogió dentro del pecho cuando reconoció a su hija en la distancia. Se llevó una mano a la boca, con los ojos anegados en lágrimas de felicidad y alivio. La emoción que la embargó fue tal que ni siquiera se percató de que fue Ubbe Ragnarsson quien ayudó a Drasil a bajar del drakkar. Instantes después vio a Eivør, lo que provocó que Hilda emitiese un sonido ahogado.

La llamó con voz estrangulada y, cuando sus miradas se encontraron tras estar tanto tiempo alejadas la una de la otra, Drasil no se lo pensó y echó a correr hacia ella. Kaia se preparó para recibirla en tanto las lágrimas rodaban sin cesar por sus pálidas mejillas. Si aquello era un sueño, no quería despertar jamás.

La más joven se echó a sus brazos, resguardándose en ellos como cuando era una niña pequeña y asustadiza. Kaia la correspondió de inmediato, envolviéndola como un escudo protector. La apegó a su cuerpo y la arrulló mientras le susurraba palabras reconfortantes al oído. Le resultó imposible no cerrar los ojos y dejarse embriagar por el familiar aroma que desprendían sus ondulados cabellos.

La chispa que se había apagado en su interior, esa lucecita que se había ido consumiendo con el transcurso de las semanas y los meses, volvió a encenderse, titilando ahora con vigor. El dolor y el malestar que le habían generado los últimos acontecimientos parecieron mitigarse ante el contacto piel con piel con su primogénita, quien era el tónico perfecto para su maltrecha alma.

—Los dioses te han devuelto a mí —pronunció La Imbatible sin dejar de abrazarla—. Mi pequeña... Mi dulce niña... —Notó cómo Drasil se aferraba más a ella, sollozante, por lo que le acarició el pelo en silencio.

Una vez que ambas se hubieron serenado, Kaia tomó a su hija por los hombros y la apartó ligeramente para poder examinarla de arriba abajo.

Por Odín, había cambiado tanto... Cuando partió hacia Inglaterra era apenas una cría, con las facciones todavía aniñadas y un aura inocente rodeándola, pero ahora... Ahora ya era toda una mujer. Hasta su mirada había cambiado.

Drasil, por su parte, también se tomó unos segundos para poder observar mejor a su progenitora. Le alarmó verla mucho más delgada; su piel estaba pálida y apagada, y los huesos de los pómulos y las clavículas se le marcaban de manera exagerada. Su larga melena castaña comenzaba a entrever algunas canas y el cansancio bajo sus ojos le añadía una vejez prematura.

La muchacha tragó saliva, creyendo que su actual estado se debía al tiempo que había pasado fuera de casa. Un ramalazo de culpabilidad la atravesó de lado a lado, cortándole la respiración. Apretó los labios en una fina línea y parpadeó varias veces seguidas para ahuyentar las lágrimas.

Volvió a abrazar a Kaia, repitiéndole una y otra vez que no se marcharía de nuevo, que se quedaría allí, con ella. Su madre fue incapaz de articular palabra, de darles voz a sus pensamientos, de modo que la estrechó con fuerza entre sus brazos.

Junto a ellas, Hilda recibió a Eivør con una resplandeciente sonrisa iluminando su semblante. La seiðkona abrazó efusivamente a su única nieta, apretujándola hasta prácticamente la asfixia y llenándole las mejillas de besos. La joven rio, para luego tomar su envejecido rostro entre sus manos y juntar sus frentes en un tierno gesto. Se habían extrañado tanto que les costaba creer que al fin estuviesen juntas de nuevo.

—¿Dónde está Astrid? —preguntó Eivør, echando un vistazo rápido a su alrededor y reparando en que la mencionada no se encontraba entre ellas, lo que le pareció sumamente raro—. Me sorprende que no haya venido. —Volvió a centrar toda su atención en Hilda, a la espera de una respuesta. Drasil también estaba expectante.

La anciana intercambió una efímera mirada con Kaia, cuya expresión se había tornado mortalmente seria. Aquello no les pasó desapercibido a las recién llegadas, quienes no pudieron evitar alarmarse ante tanto secretismo. La dicha y el gozo que antes habían experimentado por reencontrarse con ellas no demoraron en ser sustituidos por una extenuante intranquilidad.

—¿Qué ocurre? —quiso saber Eivør.

—¿Astrid se encuentra bien? —inquirió Drasil, soliviantada.

El silencio cayó sobre ellas como una losa de piedra.

—Deberíais hablar con Lagertha —dijo finalmente Hilda, tomando las maltratadas manos de su nieta entre las suyas. Pudo ver la zozobra y la preocupación reflejadas en sus dilatadas pupilas—. Me temo que han pasado muchas cosas en vuestra ausencia.

El Gran Salón de Kattegat continuaba tal y como lo habían dejado lunas atrás. El ambiente que allí se respiraba seguía siendo el mismo de siempre, tan tranquilo y sosegado que resultaba hasta reconfortante. Era como si nunca se hubieran marchado, como si el tiempo se hubiese congelado en su ausencia... Pero de sobra sabían que no había sido así. Hilda se lo había dejado más que claro, exhortándolas para que fueran a hablar cuanto antes con Lagertha y se pusiesen al día.

Tanto Eivør como Drasil anclaron los pies en el suelo, deteniéndose a pocos pasos de la tarima sobre la que se hallaba el trono. La soberana, que hasta ese preciso momento había estado departiendo con Torvi, se puso en pie nada más verlas. Las dos chicas inclinaron la cabeza en señal de respeto en tanto Lagertha se aproximaba a ellas con una radiante sonrisa en los labios.

—Eivør. —Abrazó a la susodicha, que enseguida correspondió al gesto, y su sonrisa se ensanchó cuando estableció contacto visual con Hilda. Sus orbes celestes se posaron entonces en la más joven, que permanecía respaldada por Kaia. Esta le dedicó una mirada vacía que hizo que algo dentro de ella se quebrara. Ambas se habían distanciado desde aquel día en el bosque, no porque la rubia así lo hubiese querido, sino porque La Imbatible se había cerrado completamente en banda, evitándola en la medida de lo posible—. Drasil. —A ella también la envolvió en sus brazos, aunque tardó unos instantes más en ser correspondida.

A Drasil le resultó imposible no entrar en tensión, sin saber muy bien cómo reaccionar. Se había imaginado tantas veces ese momento, preguntándose cómo sería su reencuentro con Lagertha, que se había quedado totalmente en blanco.

Numerosas imágenes del tiempo que había pasado con Ubbe acudieron a su mente como un jarro de agua fría, ocasionando que la bilis le subiera por el esófago. Una parte de ella —aquella en la que primaban la lealtad y el deber— se sentía sucia por haber traicionado a la mujer que tanto había hecho por ella, convirtiéndola en una de sus skjaldmö y abriéndole las puertas a un mundo repleto de posibilidades, pero ahora que tenía claro que quería estar con el primogénito de Ragnar y Aslaug debía ser valiente y asumir las consecuencias de sus actos.

Su progenitora tampoco sabía nada todavía. Aún no había tenido la oportunidad de contarle todo lo que había sucedido en tierras inglesas... Ni siquiera estaba al tanto de que se había traído a un sajón para tenerlo de esclavo.

Antes de atracar en el muelle le había pedido a Ubbe que se quedara al cargo del cristiano —cuyo nombre continuaba ignorando— para que pudiera contar con algo de tiempo e intimidad para reencontrarse con sus seres queridos, de manera que hasta que no acabase su audiencia con la reina no iría a por él ni se lo presentaría a Kaia.

—Me alegra teneros de vuelta sanas y salvas —manifestó Lagertha, justo antes de que Torvi fuera a saludarlas—. Decidme, ¿cómo han ido las cosas en Inglaterra? —Giró sobre sus talones y volvió a arrellanarse en el trono. Aquellos largos meses también le habían pasado factura, propiciando la aparición de varios mechones platinados que contrastaban armónicamente con el dorado del resto de su hermosa cabellera.

Eivør trató de aparentar normalidad cuando la esposa de Björn acortó la distancia que las separaba y la abrazó gentilmente. Aquel simple contacto la incomodó tanto que no pudo hacer otra cosa que rehuir su mirada cuando Torvi se separó de ella y le regaló una de sus cordiales sonrisas. Las dos veces que se había acostado con el caudillo vikingo ahora pesaban más sobre su conciencia.

—Vengamos a Ragnar —comunicó la morena, tomando la iniciativa, dado que Drasil parecía ausente—. El rey Ælla no pudo hacer nada contra nuestro ejército. Lo vencimos y los Ragnarsson lo tomaron como prisionero. Fue Björn quien le realizó el Águila de Sangre. —El orgullo y la satisfacción asomaron al semblante de Lagertha—. El siguiente en caer fue Ecbert —añadió tras carraspear ligeramente.

La soberana sonrió con suficiencia.

—Dos reyes sajones derrotados por nuestro pueblo —subrayó, paladeando el dulce sabor de la victoria—. Me llena de gozo saber que se ha honrado la memoria de Ragnar. No esperaba menos de sus hijos. —Hinchó el pecho con orgullo, mentando especialmente a su primogénito, a quien ardía en deseos de volver a ver.

—Björn partió junto a Halfdan hacia el mar Mediterráneo, por eso no está aquí con nosotros —prosiguió Eivør, alternando la mirada entre Lagertha y Torvi. La boca le supo a hiel al mencionar al que había sido su amante durante el tiempo que habían estado en territorio inglés.

—Lo sé. —La reina hizo un movimiento afirmativo con la cabeza—. Harald tuvo el... detalle de venir a contárnoslo en persona. También nos informó de la muerte de Sigurd a manos de Ivar, aunque solo fue una tapadera —masculló entre dientes—. Una excusa para lograr su verdadero objetivo. —Alisó la falda de su vestido y entrelazó las manos sobre su regazo, adquiriendo un porte regio e impertérrito.

Drasil arrugó el entrecejo.

—¿Su verdadero objetivo? —cuestionó.

La rubia se relamió los labios. A su alrededor, Kaia, Hilda y Torvi guardaban un silencio sepulcral. Se notaba que aquel era un tema bastante espinoso y peliagudo.

—Fuimos atacados en vuestra ausencia —reveló luego de unos segundos más de incertidumbre. Tanto Eivør como Drasil palidecieron al oírlo—. Un joven llamado Egil El Bastardo trató de hacerse con el control de Kattegat. Gracias a los dioses conseguimos repeler la ofensiva y capturarlo —continuó relatando—. Durante el interrogatorio nos reveló que había sido contratado por Harald para que le hiciera el trabajo sucio.

Las escuderas más jóvenes lo escucharon todo con atención. Al parecer, Harald se había presentado allí con la excusa de ponerlas al corriente de lo que había ocurrido en territorio sajón y anunciarles que Björn había regresado al Mediterráneo para poder seguir explorándolo con el único fin de comprobar si Egil había tenido éxito en su empresa y le estaba calentando el trono.

El gobernante de Vestfold siempre había ambicionado Kattegat —o al menos a raíz de que se convirtiera en uno de los puestos comerciales más ricos de Noruega—, y no lo había dudado a la hora de aprovechar su vulnerabilidad ante la falta de sus mejores guerreros y skjaldmö. Pero, sin lugar a dudas, lo que más les había impactado era el hecho de que uno de los suyos, un pescador de la capital, las hubiera traicionado al liberar a Harald y ayudarlo a escapar, secuestrando a Astrid en el proceso.

—¿Habéis tenido noticias de Astrid? ¿Sabéis si se encuentra bien? —volvió a hablar Eivør, que no sabía cómo encajar aquel duro golpe. Le estaba costando horrores asimilar toda esa información. Sentía que la cabeza le iba a estallar en cualquier momento.

Lagertha exhaló un tenue suspiro, apesadumbrada.

—Desgraciadamente no. No hemos vuelto a saber nada de ella. —Los rostros de sus interlocutoras se desencajaron por completo ante eso último. Drasil clavó la vista en el suelo, sin dar crédito a lo que acababa de oír, y Eivør apretó los puños contra sus costados—. No sabemos qué papel juega en los planes de Harald, pero lo que está claro es que algo tiene reservado para ella.

—No podemos abandonarla a su suerte —contradijo la morena, cuya fisonomía se había ensombrecido—. Es Astrid de quien estamos hablando —insistió.

—Comprendo tu dolor, Eivør. —La soberana alzó una mano en un gesto conciliador—. Sé que Astrid era muy buena amiga vuestra, que os conocíais desde niñas. Yo soy la primera que lamenta su ausencia. —El énfasis en esa última locución fue más que notorio—. Pero no podemos hacer nada, al menos de momento. Ir a Vestfold sería demasiado arriesgado, y no podemos permitirnos perder a más guerreros —remarcó.

La susodicha tuvo que inhalar profundamente para no replicar. Le enervaba la displicencia con la que Lagertha estaba abordando aquel tema. ¿Acaso Astrid no era su pupila y amante? ¿Tan poco le importaba que la hubiesen raptado? Contó mentalmente hasta cinco, consciente de que no le convenía sacar a relucir su vena rebelde y temperamental.

—¿No haremos nada entonces? —intervino Drasil, que se había abrazado a sí misma para poder controlar el temblor de sus manos. Aquella noticia le había dejado muy mal cuerpo.

La rubia irguió el mentón con soberbia.

—De momento esperar. Tenemos muchos frentes abiertos ahora mismo, no podemos precipitarnos. Harald volverá a atacar, estoy segura. Y en cuanto a Ivar... No permanecerá por siempre en Inglaterra. —Realizó una breve pausa—. Pero basta de charla, id a descansar. Estaréis agotadas —apostilló, regalándoles una sonrisa despreocupada.

Su tono no admitía réplica.

Así que a ellas no les quedó más remedio que obedecer.

El sol ya empezaba a ocultarse tras las nevadas montañas que se erigían al oeste de Kattegat y que se recortaban contra el brumoso horizonte. Como consecuencia de ello, la temperatura había descendido de forma considerable, trayendo consigo una fría brisa vespertina. Drasil se arrebujó en la gruesa capa que llevaba sobre los hombros mientras su mente divagaba y reflexionaba sobre los últimos acontecimientos, que no eran pocos.

Respiró hondo, permitiendo que aquel aire tan puro, tan familiar, se colara en sus fosas nasales y abasteciese sus pulmones. Al igual que la primera vez que estuvo allí, admiró la belleza de la playa, del mar. Pequeñas olas iban y venían en un baile hipnótico y encantador, humedeciendo la arena y dejando a su paso una fina capa de espuma blanca.

Hacía varias horas que había concluido su audiencia con Lagertha. En cuanto fue libre de abandonar el Gran Salón, le pidió a Kaia que fuera a casa y la esperase allí. La cara que había puesto su madre cuando, poco tiempo después, se había presentado en la vivienda en compañía del cristiano había sido todo un poema. Una extraña —a la vez que graciosa— mueca en la que predominaban la incredulidad y el desconcierto.

Al principio a Kaia no le había gustado la idea, alegando que no necesitaban ningún esclavo, que podían apañárselas perfectamente solas, como siempre habían hecho. Pero, ante la insistencia de Drasil, no le había quedado otra alternativa que ceder. «Nos será útil», le había asegurado, tan emocionada que parecía un niño con un juguete nuevo.

—Hogar, dulce hogar. ¿No? —Ubbe se detuvo junto a ella, cruzándose después de brazos. Había estado tan ensimismada en sus cavilaciones que ni siquiera le había oído llegar. La hija de La Imbatible trató de sonreír, pero sus labios tan solo conformaron una línea vacía e inexpresiva, cosa que no pasó inadvertida para el muchacho—. ¿Recuerdas la primera vez que estuvimos aquí los dos juntos? —preguntó.

En esa ocasión, Drasil sí sonrió.

—Cómo olvidarlo. —Se encogió de hombros con naturalidad, volviendo la vista al frente—. Estabas desesperado por hablar conmigo —lo picó en un improvisado tono jocoso. Había sido la mañana siguiente a la fiesta de despedida de Björn y Hvitserk, después de que estos partieran por primera vez hacia el mar Mediterráneo.

Ubbe no pudo hacer otra cosa que carcajear.

—Y a ti te encantaba hacerte la dura y ponerme las cosas difíciles —repuso él, siguiéndole el juego y recibiendo un codazo en las costillas por parte de la aludida—. Cómo han cambiado las cosas desde entonces, hasta nosotros lo hemos hecho. —Su expresión jactanciosa mudó a una más seria y neutral.

Drasil entrelazó las manos sobre su regazo.

—Demasiado.

Se hizo el silencio.

—Me he enterado de lo de Astrid —comentó Ubbe tras unos instantes más de mutismo—. ¿Cómo estás? Sé que erais muy buenas amigas. —Procuró ser lo más delicado y cauteloso posible, sin querer hurgar demasiado en la herida.

La chica tragó en seco, cariacontecida. Las piernas le habían empezado a temblar bajo la falda del vestido y un dolor punzante se había instaurado en su pecho. Aún no había terminado de procesar todo lo que había sucedido en esos últimos meses, durante su estancia en Inglaterra. Le resultaba tan chocante, tan descorazonador saber que el futuro y la vida de Astrid se encontraban en manos de Harald... El simple hecho de saber que ya no estaba allí, con ellas, festejando su regreso, hacía que el alma se le cayera a los pies.

Eivør se había negado a hablar de ello. Se había cerrado en banda, poniendo de excusa que estaba agotada por el viaje y que necesitaba descansar. Drasil sabía que lo único que quería era estar a solas para poder asimilarlo todo, de modo que había respetado su decisión, permitiendo que se marchara junto a su abuela con la promesa de que se verían al día siguiente, cuando las cosas estuvieran más calmadas.

—Supongo que tratando de encajarlo. Ha sido un golpe demasiado duro e inesperado —contestó la escudera con la voz algo quebrada—. No... No lo entiendo... ¿Nadie vio ni oyó nada? —Se cogió los codos, hundiendo las uñas en la carne sensible de sus brazos.

A Ubbe le dolía demasiado verla así, en un padecimiento constante. Era evidente que Drasil estaba haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no perder la compostura ni derrumbarse delante de él, pero el sufrimiento que afloraba de sus ojos cada vez que estos se encontraban con los suyos era prueba más que suficiente de lo mucho que se estaba conteniendo, de todo lo que estaba guardándose para sí misma.

—Alguien de Kattegat ayudó a escapar a Harald —explicó el primogénito de Ragnar y Aslaug, quien también había tenido una conversación en privado con Lagertha. Había sido un encuentro bastante tenso e incómodo, pero también revelador—. Astrid estaba en el momento y el lugar equivocados.

La hija de La Imbatible movió la cabeza de lado a lado. Las cuerdas vocales se le habían agarrotado a causa de la represión de emociones y sus iris verdes relucían debido a las lágrimas que se habían agolpado en ellos. Lágrimas de rabia e impotencia.

—Llevamos juntas toda la vida, ¿sabes? Siempre hemos sido nosotras tres —pronunció luego de sorberse la nariz y parpadear varias veces seguidas—. A Eivør le encantaba hacerme rabiar cuando éramos pequeñas. Cuando no me gastaba bromas, me tiraba del pelo o directamente se negaba a jugar conmigo... Pero Astrid siempre estaba ahí para secar mis lágrimas y apaciguarme cuando tenía algún berrinche. —Sonrió de manera nostálgica—. Ahora solo quedamos Eivør y yo —musitó con un hilo de voz apenas audible—. No lo ha querido decir delante de nosotras, pero Lagertha ya la da por perdida. —Algo parecido a un sollozo brotó de lo más hondo de sus entrañas.

—Eh... —Ubbe rebasó los escasos centímetros que los separaban y acunó su semblante con ternura. El corazón le sangraba dentro del pecho al contemplar a Drasil en ese estado—. Volveréis a verla, ¿de acuerdo? Encontraremos la forma de traer a Astrid de vuelta —aseveró con la convicción grabada a fuego en sus titilantes pupilas.

La skjaldmö no dijo nada al respecto, puesto que había comenzado a llorar desconsoladamente. Ubbe la abrazó con fuerza y siseó para acallar su llanto, que se había convertido en el sonido más triste y desgarrador de todo Midgard. La arrulló con cariño y le acarició el cabello, permitiéndole que se liberara de su dolor, y después le susurró al oído que todo saldría bien, que él mismo se encargaría de que así fuera.

Pero Drasil sabía que aquello no era verdad. Ya nada saldría bien.

Y lo peor de todo era que tenía razón.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

¡Ay, que las niñas han regresado a Kattegat! Literal han estado fuera prácticamente un año, ¡pero ya han vuelto a casa! Decidme, ¿qué os ha parecido? ¿Los reencuentros han estado a la altura de vuestras expectativas? Tengo muchísimas ganas de leer vuestras opiniones n.n

Ha sido un capítulo complicado de redactar, ya que posee mucha carga emocional, pero he disfrutado un montón escribiéndolo. Estaba deseando que Drasil y Eivør se reencontraran con Kaia y Hilda. Que, por cierto, ¿podemos pararnos un momento a hablar de la amistad de estas dos últimas? Porque es de las más bonitas de todo el libro. Amo escribir sus interacciones, se me hacen súper tiernas y adorables <3

¡Y EL REENCUENTRO CON LAGERTHA! ¡¿QUÉ ME DECÍS DE ÉL, POR DIOS SANTO?! No os miento cuando digo que en este último tramo del primer libro va a haber mucho drama, salseo y mamarracheo. Es que madre mía, la que se viene es suave. Porque hasta ahora solo hemos visto a Drasil siendo rebelde con Lagertha, pero ahora resulta que Eivør se le ha unido con todo el tema de Astrid (͡° ͜ʖ ͡°)

¡Y LUEGO TENEMOS TAMBIÉN TODA LA MOVIDA CON TORVI! Porque recordemos que ella aún no sabe nada de lo que ha pasado entre Björn y Eivør. So... Salseo is coming.

Y bueno, qué os puedo decir de la última escena con nuestro amado Drabbe. Si es que más bonitos no pueden ser, están hechos el uno para el otro. Supongo que a vosotros también se os habrá roto el corazón con la parte en la que Dras habla de Astrid. Sorry not sorry, si no hurgo en la herida no soy yo u.u

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado de la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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