Hacia lo Prohibido ©

By Nara_CC

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Collet Zane es una adolescente que, junto a su mudanza de Carolina del Norte a nueva York, viene a su vida lo... More

ANTES DE LEER
...
Prólogo
Introducción | Collet Zane
Capitulo 1 | El comienzo de todo
Capítulo 3
Capítulo 4
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Capítulo 2

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By Nara_CC

Collet.

No tardo mucho en moverme y alejarme del desagradable hombre que me quería agarrar. Y mientras camino, miro lentamente a mi alrededor, forzando a mi vista porque todo parece ser muy borroso. Quiero encontrar al otro personaje desagradable que, como si fuese lo más normal del mundo, ha sacado un arma y ha apuntado en contra de alguien sin tener siquiera una pizca de miedo o remordimiento. ¿Qué clase de lugar es este?

No veo ni encuentro nada. Solo me alejo de toda la gente que baila y se sale de control de maneras un poco desconsideradas. Este ambiente no es para nada a lo que yo estoy acostumbrada, y por si fuera poco, Allie no se aparece por ningún lado.

Me comienzo a sentir bastante incómoda, con miedo y bastante defraudada por mi amiga. Clavo mis ojos en las puertas de entrada, siguen cerradas y parece que pasará un largo tiempo para que vuelvan a abrirlas. Siento que me miran desde varias direcciones, pero no tengo el valor de voltear a ver quiénes son las personas responsables de tal pesada sensación, y lo único viable que se me ocurre hacer es regresar a los baños, porque claramente no voy a regresar ni a la barra, ni al centro de personas.

Doy vuelta sobre mis pies y me apresuro a seguir mi camino hacia los baños, esperando no encontrar nada más desagradable, ni a personas creyéndose exhibicionistas en los baños. A tientas voy dando cada paso, los tacones ahora no son lo mejor que me pudo pasar, porque con cada paso siento que caeré, y mientras voy cuidando el suelo de no pisar nada, siento el impacto de mi hombro contra alguien. Inmediatamente levanto la vista y pido disculpas.

—No te preocupes —me responde ella, tocando levemente mi hombro y sonriéndome, a lo que solo asiento con la cabeza.

—Sofía —ella voltea a ver, evidenciando que le corresponde el llamado—, por acá.

Deja de tocarme y se va, no logro ver quien es la persona que le llamó y solo continúo por donde iba. Cuando llego me introduzco empujando con rabia las puertas.

Si hay alguien teniendo relaciones sexuales, me va a importar un carajo estando como estoy: molesta y asustada.

Por suerte no hay nada de eso, solo unas cuantas chicas frente a los espejos. Suspiro y me recuesto en la pared al lado de las puertas, saco mi celular. Ver las llamadas perdidas de Wyatt en las notificaciones me aceleran el corazón, comienzo a sentirme culpable y mejor le marco a Allie, esperanzada de que pueda contestarme.

Suenan cinco veces los timbres de espera y luego me manda a buzón. Cuando escucho a la operadora dejo caer mi cabeza en la pared, suspirando y rindiéndome.

Parece que hacer de todo para querer salir de acá no va a funcionar. Parece que solo debo resignarme y esperar a que termine todo.

Mi celular vibra entre mis manos y lo levanto de inmediato, creyendo que es Allie, pero el nombre de mi novio es lo que se proyecta y empiezo a ponerme nerviosa. ¿Y si no le contesto? Puede ser una buena opción, porque yo no debería de estar de fiesta, lo sé perfectamente, pero es que, tampoco puedo no responder luego de tantas llamadas que ya me ha hecho. Chasqueo la lengua y cierro los ojos, más preocupada que antes. Miro el celular, sigue timbrando, sigue insistiendo y...

—Hola amor —le contesto finalmente decidiéndome.

—Hola, corazón. Te he llamado desde la tarde, ¿qué estás haciendo?

Cierro los ojos, rendida.

—Es que no escuché tus llamadas, lo siento.

Hay un silencio en la línea y maldigo en mi interior, porque ya sé lo que se viene.

—¿Dónde estás? —pregunta directamente, sin ningún tipo de sutileza.

Ahora soy yo la que se queda callada. Suspiro y sigo sin saber qué decirle. Quisiera que la verdad no fuese una opción, pero ¿qué se supone que debería de usar cómo mentira? Y como si fuese eso justamente la respuesta, se me salen las palabras de inmediato:

—En un evento de mi papá, ya en un rato termina, creo —le digo, con el tono de voz bajo y aburrido.

—¿De verdad? —responde, con la misma seriedad de antes.

—Claro, ¿no me crees?

Vuelvo a cerrar los ojos, sintiéndome muy mal, ahora seré la ofendida.

—Es solo que no creo que en un evento de tu padre pongan ese tipo de música que logro escuchar.

Ups. Creo que la idea no iluminó todo lo que debería, lo que implicaba.

—Pues dímelo a mí, ya estoy demasiado fastidiada.

Se ríe, pero se ríe sin gracia.

—Ay Collet, mi amor, no sirves para mentir en lo absoluto. —suelta otra pequeña risa— Solo dime dónde estás, me preocupo por ti.

Entro en pánico, me despego de la puerta, y este movimiento fue lo bastante exagerado que llama la atención de la última chica que quedó en el baño, viéndome a través de los grandes espejos. No respondo, y no lo hago tanto por el hecho de que Wyatt me ha dejado sin palabras, sino por la sorpresa de ver cómo esa chica está semi recostada sobre los azulejos para, lo que supongo, ver más de cerca sus labios en lo que se los pinta, esos mismos azulejos donde tenía el trasero desnudo aquella otra chica mientras...

—Pero si yo no estoy mintiendo, mi amor —respondo mientras la chica me hace una mueca de desagrado, arrugo mis cejas y se la devuelvo.

—Mmm, ya, no me vas a decir dónde estás —habla, y lo conozco tanto que ya puedo reconocer el enojo en su tono de voz—. Bien, pues no me hables entonces cuando quieras decírmela.

—Wyatt, no es-- —

Me corta, ni deja que termine mi frase y me corta. Suspiro. Han sido semanas de problema tras problema con Wyatt y no puede ser que no hayamos encontrado todavía una solución para esto. Sé que no debería salir de fiesta, o al menos no sin antes platicarlo con él, a quien le cuido sus celos. Y también sé que debería de ser sincera con él si quiero que sea recíproco, pero es muy agotador.

♡♡♡


Sentada sobre la tapa del baño, me limpio los ojos húmedos cuando comienzan a tocar la puerta del cubículo.

—Oye, todas queremos usar los baños.

Vuelven a golpearla, tanteo la posibilidad de ignorar y seguir acá, hasta que los golpes aumentan y siento que van a derribar esa puerta y mejor no lo tomo como una opción. Todo acá es tan desagradable. Me levanto, agarro un pedacito de papel de mi bolso y me limpio la humedad de la cara que aun haya, me arreglo el cabello y por fin salgo, sin ponerle la más mínima atención a quienes están, solo busco la salida y la cruzo, volviendo al ambiente ebrio y lleno de música.

Con un poco de desconfianza comienzo a caminar, miro mientras tanto a las puertas de salida y ya han abierto una, lo que inmediatamente me ilumina, hasta que cerca de ella veo a Allie, con el celular pegado a la oreja, moviendo su cabeza en varias direcciones, como buscando algo.

Claro, ahora ella es la preocupada. Me muevo un poquito de mi lugar a uno más libre de personas pasando de un lado a otro, me cruzo de brazos y espero pacientemente a que me encuentre. Probablemente sea a mí a quien llama, pero coloqué en silencio el celular, sin el más mínimo interés de que me molesten.

—Ya te hacia a kilómetros de acá.

Me tenso de inmediato. ¿escucharon eso, o solo fui yo siendo paranoica?

No me muevo, miro a todos lados y trato de no ponerme tan nerviosa. Medio deshago el cruce de brazos preparada para ver un poco quién es el que habla y luego huir en busca de Allie, pero mi cometido queda a penas en su inicio cuando siento la cercanía justo en mi espalda baja y mis piernas.

—Si te quitas de enfrente, sería genial —su voz es grave, un susurro lento y con todas las intenciones de ponerme nerviosa.

Agarro fuerza de valor y giro un poco mi rostro, para ver quien jodidos se atreve a no respetar mi espacio personal. Entonces lo reconozco.

No me mira, mira hacia el frente mientras lleva un vaso de cristal a su boca y bebe, está sentado, inclinado hacia delante con sus brazos apoyados en sus piernas, lo que hizo que su cara quede a la altura de mi cadera. Lo observo un poco más, indignada, confirmando que efectivamente es el del baño.

Entrecierro los ojos y me vuelvo a cruzar de brazos, le quiero responder, porque no me ha tomado con el mejor humor, hasta abro los labios para hablar, pero se me atraganta la primera palabra cuando levanta poco a poco su cara y por ende me mira directamente desde abajo.

—¿Eres sorda?

Y su desprecio no es, ni un poco, más que el mío.

—Vaya, con cada segundo me encuentro con un patán peor que el otro.

Me pongo recta, incapaz de moverme de donde estoy, por más que lo esté deseando.

Suelta una risa, me congelo por completo y junto a ello la molestia crece.

—¿No vas a quitarte?

Baja la mirada por mis piernas, nuevamente siento que los tacones me van a traicionar, sube de nuevo y se aventura a soplar en dirección a mi cadera. El desagrado sube por mi garganta.

—Me das asco. —le digo, antes de ponerme a caminar hacia donde está Allie.

Escucho otra de sus risas y aprieto mis manos frente a mi estómago, lidiando con los nervios, el asco y el enojo.

Cada paso tiembla, trato de que no se note, de ocultar que me da miedo enfrentarme a él: un desconocido que anda con un arma sobre él como si fuese lo más normal del mundo, y como si fuese poco, es alguien descarado y que le falta el respeto a las mujeres.

Se me acercó demasiado, al final no hubo diferencia entre él y el otro hombre que me agarró hace un rato. Me hace pensar entonces sobre sus intenciones al "defenderme". ¿Lo hizo para él mismo cometer el acto?

Llego hasta Allie, cuando me nota parece como que se le ilumina todo el rostro y se me viene encima con brazos abiertos para abrazarme. No le correspondo, pero lo acepto, no sabrá ella lo mucho que iba a necesitar ese abrazo. Quiero volver a llorar, quiero disipar el miedo, el enojo y la tristeza al mismo tiempo. Esto definitivamente no era lo que tenia en mente que iba a pasar esta noche.

—Llevo buscándote un gran rato, Collet —se queja, con su tono de voz preocupado.

—Sí..., no fuiste la única en buscar —respondo, en un susurro aún contra su pecho.

—Creí que te habían raptado o algo —me separa, respiro hondo y la miro mal—, ¿por qué no me contestabas? ¿Dónde estabas además?

—Podría hacerte exactamente las mismas preguntas a ti Allie —. Me mira fijamente y relaja todo su cuerpo, en una clara señal de rendimiento.

—Perdóname —pide—, me demoré más de lo que creí con Seth y mi celular estaba en silencio.

Sonrío sin gracia. Vaya, que linda excusa para dejarme.

—Ya —le respondo, tratando de no enojarme más—, solo vámonos ahora.

La tomo del brazo para irnos, pero no se mueve cuando jalo de ella.

—Colletcita, ¿qué te ocurrió? —me voltea y me mira con una expresión preocupada.

Me le quedo viendo, pensado en si sería buena idea contarle, que la verdad no quiero. Y luego de perderme un poco en el color miel de sus ojos, decido que no lo haré.

—¿Te vas o me voy?

Deja caer sus hombros, decepcionada. Acepta y me agarra para irnos, mientras la sensación nauseabunda que este lugar me provocó no se va, y el impulso de querer ver hacia atrás es casi incontrolable, como si me estuviese atrayendo como un imán al metal. Maldita sensación.


• ───────── ✾ ───────── •


De puntitas y con los tacones en la mano, camino lo más rápido que puedo en busca de mi cuarto, con muy pocas ganas de encontrarme a mi padre y aguantar sus regaños por haber salido. Que, si bien Allie me dijo que él me dio permiso, dudo que este lo recuerde a estas horas de la noche, pues, aunque no lo pareciera, estuve dentro de ese bar alrededor de 3 horas.

Trato de correr, pero el crujido de la madera me detiene, se hacen eternos los segundos que tardo en atravesar la sala, subir las gradas y llegar a mi cuarto. Frente a él entro y cierro la puerta rápido y con seguro. Por fin dentro del dulce olor a pera de mi lindo refugio.

Me alejo de la puerta, voy suspirando hasta llegar al borde de mi cama y caer sobre ella. Hogar dulce hogar. Quizás no es tan malo vivir encerrada por las reglas de papá, porque esta noche no me dan ganas ni de repetirla.

Cierro los ojos y la sensación de vacío me invade de inmediato. Ay, ¿y ahora como contento a Wyatt después de semejante descaro?

Me levanto de un impulso y busco mi celular dentro de mi bolsito, lo enciendo y entro al chat con él, me muerdo la punta del dedo índice mientras con la otra mano intento escribir un mensaje lo suficientemente convencedor para quitarle el enojo, pero luego se me corta el impulso cuando tocan a mi puerta. Doy un salto y me pongo de pie, apagando la pantalla, luego asustada me paro y corro por una bata al closet, me la coloco con velocidad y salgo a ver quién es.

—Hola papá —saludo al hombre que se cruza de brazos.

—No te oí llegar.

Le observo antes de contestar, tiene el traje del trabajo aún, lo que quiere decir que a penas dejó de ejercer sus obligaciones también en casa.

—¿No? —me hago la loca— Llegué como... a las nueve —miento con una sonrisa.

Me mira con los ojos entrecerrados, siento que comenzará a regañarme, pero sorprendentemente asiente luego de unos segundos pensando quién sabe qué cosa.

—¿Tu amiga te trajo? —No le pone tanta importancia al tema.

—Eh sí —le respondo, aun un poco precavida—, ella me trajo.

—Muy bien, duérmete entonces, que mañana hay que madrugar.

Quiero preguntar sobre como conoce a Allie, en dónde fue y a que se debe el haber confiado tanto en ella para dejarme salir, pero a la vez no quiero entrar en esos asuntos ahora, porque sería tentar a la suerte y no quiero provocar que me regañe, me grite o me de un sermón.

—Bien, ve a dormir tú también, no es bueno el trabajo en exceso —le doy un beso en la mejilla y espero a que se vaya antes de cerrar la puerta.


• ───────── ✾ ───────── •


Las ráfagas de aire fresco me desordenan el cabello mientras entro a la universidad. El día está fresco, me transmite paz, aunque ignoro el hecho de que no puedo controlar tan bien mi cabello suelto. Acomodo mi mochila lidiando con el vaso de café en mi mano y tratando de que el hermoso clima no arruine mi peinado.

Reviso mi entorno, sin dejar de caminar, para encontrar a Allie entre toda la gente que está sentada en las mesas del jardín frente al edificio. Ella siempre, de lo que llevo conociéndola, está acá antes de entrar a clases. Llego y entonces la veo. Hace una semana que fuimos al club en donde me dejó sola, no le reproché tanto su acto, no podría siendo ella la única amiga que he hecho desde que llegué de Carolina del Norte. Voy a su encuentro sonriendo al verla tan centrada en su celular. Me preguntó qué la tendrá tan enganchada.

—Me levanté tarde, pero había café y te traje un poco —me anuncio al llegar a la mesa y colocando el vaso frente a ella.

No me responde, aun no regresa a la realidad, a traerla voy cuando escucho risas y habladeras con tanta alegría y evidente escándalo que levanto la vista para observar a los responsables de eso. Sin querer, me hacen sentir reproche por el ruido, la mañana está tan tranquila.

—¿Por qué hacen tanto ruido? —inquiero, sin dejar de verlos.

Parecen alegres, demasiad a decir verdad por tanta risa. Me generan mucha curiosidad, porque son varios reunidos en un solo lugar, no recibo ninguna respuesta por parte de mi amiga y bajo el rostro para verla, sin decir más nada, siente mi pesada mirada y levanta su vista del celular para verme fijamente.

—¿Quiénes? —pregunta a cambio. Con la mirada le señalo en dirección al círculo, voltea un poco siguiendo la indicación y parece entender a qué me refiero.

—Ah, ellos —vuelve su vista al celular. Enarco una ceja.

—Están dándole la bienvenida a Hanniel —todo lo dice sin mirarme, como si con eso diera sentido a todas mis dudas, como si yo conociera a la persona.

Devuelvo nuevamente mi atención a ese grupo de personas reunidas y arrugo mis cejas, mientras que, extrañamente, con un poco de nerviosismo tamborileo mis dedos en el borde de mi celular entre mis manos.

—¿Quién es Hanniel? —Termino preguntando, sin opción alguna.

Allie sigue en su celular sin intenciones de dejarlo, teclea y sonríe sin parar. Me aburre que me ignore, así que me recuesto hacia delante sobre la mesa para arrebatarle el celular sin previo aviso. Al ya tener el aparato en mis manos, me enderezo y me dejo caer en una de las sillas alrededor de la mesa.

—¡Hey! —se pone de pie—, dame mi celular —extiende su mano, con un atisbo de nerviosismo que logro notar.

—Antes respóndeme lo que te pregunté —ella ve el celular entre mis manos y sin levantar la vista pregunta, con un poco de fastidio:

—¿Qué cosa?

No respondo, levanta la vista y vuelvo a señalar con la mirada, ella nuevamente sigue mi mirada y voltea los ojos.

—Ya te dije, le dan la bienvenida a Hanniel.

Suelto un suspiro y me pongo recta para hablar.

—¿Quién es ese?

—Un chico de tercer año. Es muy conocido, por ello toda esa gente que está allá —dirige por unos segundos su mirada al grupo y después vuelve hacia mí—, son sus amigos, o bueno, algunos quizás y los demás no sé.

Ve su celular en mi mano, yo lo bajo a ver también, está apagado, la regreso a ver y ella esboza una sonrisa y se sienta nuevamente, como si eso la hubiese relajado.

—¿Por qué no lo había visto antes? —sigo preguntando. De acá no se va hasta que sacie mi curiosidad.

—¿Qué parte de bienvenida no entiendes? —levanta una ceja, devolviéndome el gesto.

Me da gracia, pero luego arrugo mis cejas y pongo otra vez mi atención en el grupo. Unos a otros se abrazan de lado mientras dicen algo y se ríen como respuesta. Veo alrededor y varios de los que están tienen su atención también en ese lugar, es ahí cuando me da la sensación de que ese alguien rodeado de tantas personas, a las cuales les provoca estar entusiasmados para darle una bienvenida, es el popular codiciado.

Me rio con las conclusiones conspirativas que saco de mi mente y dejo de verlos, regreso a Allie, quien saca un recipiente sellado con lo que puedo ver son fresas, lo destapa, me ofrece y yo acepto encantada. Como una y luego otra, disfrutando del delicioso sabor. Voy a tomar otra, pero me detengo cuando agarra su bolso y saca un vaso que me ofrece.

—Yo no venía tarde, pero había licuado de mango y te traje —me dice y formo una gran sonrisa recibiéndolo.

O sea que si me escuchó cuando recién vine. Le doy las gracias junto con un beso al aire.

—Amo estos licuados que te preparan —recuerdo abriendo el recipiente.

Lo olfateo antes y luego tomo un sorbo, lo saboreo y luego doy otro trago. Noto entonces que las personas de enfrente se mueven y como si fuese de mi incumbencia los veo de nuevo, a ese grupo escandaloso, se están dispersando, despidiéndose. Ay qué buen chisme, me van a dar hasta la vista del culpable de tanto alboroto. Llevo mi vaso a los labios dando otro sorbo pendiente del chico de en medio, que para cuando queda a la vista...

Me atraganto y por impulso me giro y termino escupiendo el jugo de mi boca.

—¡¿Qué te pasa?! —gritan de inmediato, yo me sigo atragantando y toso tratando de tomar aire.

Siento que me dan palmadas en la espalda mientras que yo busco a la persona frente a mí que se sacude la blusa que le mojé. Me mira mal y yo levanto las manos para pedirle disculpas.

El grito ha llamado la atención de todos, automáticamente veo hacia donde estaba antes de ahogarme, y sí, la atención de ese, el mismo que vi en los baños del bar teniendo sexo, y la de todos aquellos a su lado también está puesta sobre nosotras «excelente».

Mi mirada se cruza con la de él, esos ojos grises vuelven a verme y yo, por mi parte, reúno todas mis fuerzas para no experimentar ningún tipo de nerviosismo. Es que no puede ser posible tanta coincidencia.

Con la cara ardiendo de vergüenza me regreso hacia la chica que está enojada y con la blusa blanca manchada de amarillo, termino de digerir las cosas y encuentro por fin mi voz.

—Yo... lo siento tanto —me levanto del asiento y tomo unas servilletas que estaban en la mesa.

—¡No me toques! —vuelve a alzar la voz, me tira encima las servilletas que ya tenía en las manos, que supongo, usó para limpiarse.

Se da la vuelta, agradezco que no haga más grande el suceso. Respiro hondo, allí es cuando me doy cuenta de que ella ha llamado la atención de la mayoría de los presentes que están en el jardín. Y por más que me resisto, otra vez vuelvo a caer en busca de ese pelinegro y ya no me está viendo; él tiene puesta su atención en la chica a su lado, la misma que lo agarra de la mano y lo jala introduciéndose al edificio, sacudiendo su cabello rizado.

♡♡♡


Cuando yo decidí que la academia de baile iba ser lo que tomaría para entrar a la universidad, no tenía en cuenta que sería tan difícil y que iba a lidiar con una persona tan cruel como lo es Fernán, el que se supone será mi profesor de inicio a fin durante tantos años.

—Dígame, Collet, ¿cuál es su problema? —insiste, es la segunda vez que hace la pregunta, la primera no respondí para nada y me gritó, pidiendo que responda si él se dirige a mí.

—Ninguno —contesto firme, o tratando de serlo, en realidad.

—Entonces explíqueme el motivo por el cual aún no ha bajado de peso y no puede lograr la voltereta triple —me recuerda, cada palabra concisa e intimidante, es como si con solo sus ojos azules pudiera hacerme tan pequeña, porque ni siquiera el tono de voz ahora es alto, ¿o es porque extrañamente está siendo muy suave?

Le observo por unos segundos, tratando de descifrar el qué haría si le respondo como quiero, no como debería. Este me mira también, fijamente, hasta que termina cruzándose de brazos.

—Yo... —trato de buscar una respuesta prudente al instante en que lo veo moverse, sin embargo, ninguna viene a mi mente, realmente estoy molesta—, yo no sé.

¿Qué se supone que debería responder? No hay nada lógico en mi mente, porque a diferencia de él que parece saberlo todo, yo sí he tratado de bajar de peso, desde el día que me lo pidió las porciones de mi comida han sido menos, dejé de tomar bebidas carbonatadas, carbohidratos en exceso, azúcar, todo lo que podría subirme de peso lo he eliminado poco a poco en mi dieta, y eso ha sido hace dos jodidos meses.

—¿No sabe? —se endereza y deja caer sus brazos a los lados— Yo se lo haré saber. Pase al centro por favor —señala el lugar mencionado y se hace a un lado para que pase.

Veo a mi alrededor sin mover mi cuerpo, todas las chicas y chicos me ven, todos atentos a lo que me dice, me tenso por completo cuando entiendo lo que va a hacer y con un poco de miedo regreso mis ojos hacia él, este levanta una ceja, lo que es una clara advertencia. Un poco vacilante me apresuro a obedecer, pasando al centro del salón de prácticas frente a la perfecta vista de todos.

—Muy bien, ya que no sabe la respuesta, lo vamos a analizar entre todos, ¿le parece? —se acerca y se posa frente a mí.

Trago la poca saliva que me queda en la boca y asiento despacio, porque ya sé lo que se viene y me ruego poder contenerme ante la humillación que voy a experimentar por primera vez en mi vida. Maldita sea, no era esto lo que estaba en mis planes cuando soñaba venir.

Este lugar es muy estricto, además de ser prestigioso, y no fue hasta que lo pisé cuando supe que de todos los profesores que hay, Fernán es de los más jodidos. Vaya información la que me dieron cuando pregunté por el salón de él el primer día.

—Podemos empezar con que usted es alguien irresponsable —se aleja y me ve de arriba abajo, observando todo mi cuerpo, para luego comenzar a caminar alrededor de mí, despacio—, alguien que a pesar de que se le exige una cosa, la ignora. Alguien a quien no le importa comer comida chatarra en exceso y aumentar de grasa no saludable, solo véase, sus piernas están flácidas al igual que sus caderas.

Instintivamente agacho la cabeza.

—La quiero firme —exige al instante en que llevo a cabo la acción.

Levanto la cabeza y enderezo mi espalda, viendo a ningún punto en específico del salón, sin querer ver la reacción de los demás.

—Alguien que cree que no habrá consecuencias por no obedecer —sigue, y mi reacción es instintiva al percatarme del calor que sube a mi cabeza, de la molestia que me provoca las palabras que dice, y no tanto por ellas, sino por la forma en que elige decírmelas—, ¿sabe usted el por qué aún no domina la voltereta? —se posa nuevamente frente a mí— Por estar gorda, por tener débiles sus piernas, por no ejercitarse para poder tener fuerza en ellas y así aguantar su propio peso al impulsarse.

¿De verdad lo acaba de decir, así concretamente? Arrugo el ceño y por primera vez lo veo a los ojos, incrédula, cosa que a él no le importa y me retiene la mirada, mucho más demandante e imponente que antes. Le transmito mi molestia, y como si no le importara y eso le divirtiera, se queda callado por unos segundos para luego volver a hablar.

—Usted firmó un contrato al inscribirse en esta academia, en dónde acepta cumplir con todos los requisitos que fuesen necesarios, y que en el camino le impusiera su profesor, así sea cambiar su estilo de vida, ¿es así, Collet?

Me muerdo el interior de la boca aguantando el enojo, asintiendo nuevamente.

—Entonces —reflexiona—, ¿hasta ahora lo ha cumplido? —se cruza los brazos sobre el pecho.

Le sostengo un poco más la mirada, porque intenta intimidarme, pero no lo hace y ni lo hará, y aunque así fuera, nunca se lo haría saber. Por un momento considero en responderle que la forma de mi cuerpo no es un estilo de vida, aunque yo baje de peso mi complexión no va a cambiar.

—No, pero lo haré, profesor —acepto, sin cometer el error de querer discutir,

—Eso espero —desenreda sus brazos y se da la vuelta viendo a todos los demás—. Ha terminado la clase, pueden retirarse. No olviden practicar las coreografías y los pasos que aún no dominan, los veo mañana. —concluye y se dirige a su escritorio donde yacen sus cosas, las toma y sale del salón.

Todos dejan salir el aire de sus pulmones como si lo hubiesen estado reteniendo, la tensión era evidente y nadie habría querido hacer ruido mientras él estaba molesto.

Yo resoplo y pongo los ojos en blanco, me doy la vuelta y camino a una de las ventanas en dónde está mi pachón de agua.

—Ese profesor es un dolor de cabeza —inquiere Allie a mis espaldas.

Me giro a su encuentro y tomo un sorbo del agua pura.

—Creo que estoy comenzando a odiarlo —acepto—. Me dijo gorda, ¿escuchaste? —sigo indignada porque, aunque eso no es real, me ofendió el que lo haya dicho en frente de toda una clase.

—Si, no entiendo cómo no le gusta tu cuerpo, si está para comérselo enterito —me da un pequeño golpe en la cadera y se ríe.

—No lo puedo creer —. Me río junto a ella, sacando sus manos de encima de mí para ir en busca de mis cosas a los casilleros.

—No le pongas atención, él es así —me alcanza y toma sus pertenencias al igual que yo—. Qué lástima que un hombre tan guapo y sexy como él sea tan insoportable y gruñón.

Si, Allie lo halaga porque Fernán es un hombre de veintitrés años, es el más joven de todos los profesores y el más estricto. Todas las chicas mueren por él y me atrevo a decir que las profesoras solteras también. Con unos ojos azules, castaño y una sonrisa perfecta, quién iba a resistirse, cierto.

El solo hecho de pensarlo me causa gracia, odiando a ese desgraciado que se le ocurre humillarme de esa manera.

Con Allie salimos de la academia con todas nuestras cosas. Ella se va a su carro estacionado, sin antes haberme preguntado si quería que me llevara, y le dije que no, ya que papá es quien me recoge todas las tardes. Se va y yo me quedo al lado de la salida del parqueo y saco mi celular para matar el tiempo que va a durar papá en llegar. Lo primero que veo es que tengo varios mensajes de Ivonne, mi mejor amiga que se quedó en Carolina del Norte; abro el chat con mucha curiosidad.

"Oye, no sabes lo que acabo de ver haciendo tu novio". Son unas simples palabras, que mientras las leo, me voy confundiendo. Tecleo una respuesta de inmediato, y ni lo he mandado aun cuando ya me está cayendo otro mensaje, pero este es de él, de Wyatt.

"Hey bebé, ¿cómo estás? Quiero verte". Inevitablemente se forma una sonrisa en mi rostro, y es ahí cuando me doy cuenta lo mucho que extraño a mi novio. Estuve a punto de llegar hasta donde solía vivir para contentarlo luego del desacuerdo que tuvimos la noche que fui al club con Allie, se molestó y desconfió tanto que casi sentí que terminaríamos. Por segunda vez intento responder, pero...

Doy un respingo cuando escucho el claxon de un auto detrás de mí, aceleran y, me doy la vuelta, desconcertada. El BMW en color gris lleva los vidrios arriba y está polarizado, no puedo ver quién carajos es la persona grosera que va dentro.

Vuelve a tocar el claxon y acelera, así que me hago a un lado para que pase, y ni siquiera le estaba quitando espacio, había demasiado para que quepa el carro. Avanza con lentitud, me le quedo viendo y extiendo mi mano en un gesto que le indica que pase, y como si tal persona quisiera retar mi enojo, detiene el carro y el lado del piloto queda justo frente a mí, bajan el vidrio.

—No debería obstaculizar la salida, Collet —. Es el profesor. Me quedo quieta, analizando como a este hombre le gusta molestar—. Tanto espacio que hay dentro del edificio o en las aceras —se pasa la mano por el cabello— ¿O eso también le cuesta hacer?

Habla con sarcasmo, se está burlando, haciendo que yo ponga los ojos en blanco, de verdad que este hombre me está colmando la gran paciencia que tengo.

—Y usted, profesor, ¿no puede ser más amable o sutil? —uso su mismo tono de voz. Él ladea la cabeza y sonríe.

—¿Amble y sutil? —se repite para sí mismo—, claro que puedo serlo, pero en este momento no me apetece serlo —con esa respuesta se endereza en su asiento y comienza a subir su vidrio, acelera y cuando creo que se irá vuelve a bajar el vidrio.

—Recuerde, baje de peso —me recorre con la mirada— Así está... muy llamativa.

«Llamativa» Se va, acelerando en el proceso. ¿Qué diablos fue eso? Veo como desaparece en la carretera y escucho otro claxon sonar, y por segunda vez doy un respingo girando mi cabeza para ver quien es ahora, enojada.

Es mi papá que está a la orilla de la calle, me acerco y subo del lado del copiloto. Me siento con rabia, con las palabras e insultos atorados en la garganta porque quería decírselas al profesor y no pude.

—¿Qué tal la academia? —pregunta papá, poniendo en marcha el auto y mirándome por unos segundos.

«¿Qué tal la academia?» hum, pues bien, el profesor es un completo amor que decidió humillarme y encima ser grosero.

—Todo bien —miento.

—Me alegro, tiene que ser así. Estoy pagando una fortuna por eso.

El comentario me saca del enojo que tengo y me quedo en las últimas palabras: "una fortuna por eso". Está pagando para que me traten mal, carajo.

—Sí, lo sé —le recuerdo—, no voy a decepcionarte.

—¿Qué vamos a cenar? —pregunta Dafne, mi hermana menor, desde atrás cambiando de tema.

La veo por el retrovisor, está pegada al celular.

—No lo sé, probablemente una pasta —responde papá—. Ustedes irán a cocinar, yo debo arreglar unas cosas así que iré a mi despacho.

Terminando de decir las cosas está y hago una mueca de desagrado.

—¿Ahora?, pero si ya van a ser las siete —protesta mi hermana, bajando el celular a sus piernas.

Me le quedo viendo a papá, a la expectativa de su reacción. Él ha estado trabajando mucho estos últimos días y realmente eso me preocupa, siento que también le afectó la mudanza; el haber dejado nuestro hogar, aquel que compartimos con mamá, y creo que por eso se refugia en el trabajo.

—Será algo rápido. Llegaré antes de las diez, ustedes cenen sin mí.

—Siempre lo hacemos, no te preocupes —se molesta Dafne.

Yo me volteo en el asiento, viéndola directamente, le advierto con la mirada, exigiendo también que no siga. Ella pone los ojos en blanco y se cruza de brazos viendo hacia la ventanilla.

Papá no responde, en unos minutos llegamos a casa y él se detiene enfrente, pero no apaga el motor. Dafne sale rápido sin decir nada, papá la sigue con la mirada y suelta un suspiro cansado.

—No te preocupes —lo tranquilizo—, ve y haz lo que tengas pendiente, yo haré la comida con ella.

—Si quieres pide algo a domicilio —saca su billetera y me da efectivo—, no pidas para mí.

Recibo el dinero, me coloco mi mochila y agarro todas mis cosas.

—Bien, solo no regreses tan tarde, sabes que no es bueno el trabajo en exceso.

—Gracias al trabajo en exceso estoy pagando tu academia —responde, de inmediato y a la defensiva.

Me detengo y resoplo.

—No es necesario que me lo eches en cara todo el tiempo —le reprocho.

Me molesta que siempre que tiene la oportunidad lo hace y realmente yo no tengo culpa de que él se refugie en el trabajo y no en su familia como debería de ser para sobrellevar el dolor. No se lo digo, porque lo respeto.

—Vete —ordena—, que Dafne está esperando.

Me le quedo viendo, esperaba una respuesta más de su parte, pero veo que no tiene intenciones de hacerlo, así que mejor salgo del carro, lo rodeó y me dirijo a la puerta, dejándolo en su mundo. Abro con mis llaves y soy la que entra de primero, Dafne me secunda y cierra la puerta, es apenas allí es cuando el carro acelera y se aleja de la casa.

—Yo no quiero pasta —inquiere Dafne dejándose caer al sillón.

La observo por unos segundos antes de empezar a subir las escaleras con intenciones de ir a dejar mis cosas, teniendo que lidiar con el mal carácter de ella también.

—No te preocupes, vamos a pedir hamburguesas —le hice saber saber sin parar de subir.

Al momento en que cruzo el marco de mi habitación, comienzo a quitarme de encima todas las cosas que llevaba, luego voy y me dejo caer sobre la cama sintiendo tan rico la sensación de mi cuerpo relajándose ante el suave y muy tentativo colchón. Estiro mis extremidades cerrando los ojos, suspirando y pensado en que las cosas no han mejorado para nada como había dicho papá antes de mudarnos, creo que está siendo todo lo contrario, como que empeoran, hasta con Wyatt, porque por más que no pasó a más su enojo, me hace tanta falta, cada día es más difícil sobrellevar el hecho de que no lo voy a ver cada tarde o fin de semana, ni siquiera a cada mes. Ni siquiera sé cuando lo veré. Estaba tan acostumbrad a su compañía, demasiado, joder.

«Tiene que ver con tu novio» esas palabras llegan a mi cabeza como un recordatorio. Me levanto y agarro mi celular, le envío un mensaje a Ivonne, pero no responde, por lo que opto por responderle a Wyatt.

"Hey bebé, ¿cómo estás? Quiero verte". Una sonrisa se forma en mi rostro casi de inmediato, es la segunda vez que leo el mensaje y tiene el mismo efecto en mí.

"Hola amor, estoy bien. ¿Quieres verme ahora?". Se lo envío con una emoción absurda.

"¿Por qué me has dejado en visto?". Su respuesta llega en instantes que no me dejan digerir de forma rápida su respuesta tan... seca, para mí, que le respondí con dulzura.

"Estaba saliendo de la academia y justo llegó papá. No pude responder". Le doy enviar, creyendo que con eso será suficiente. Pero vaya que estaba tan equivocada.

"No me gusta, no lo hagas". ¿Qué le pasa? Resoplo y arrugo el ceño, moviendo mis dedos rápido para formar una respuesta.

"Lo sé, no pensaba hacerlo. Ahora tranquilízate".

"¿Qué es lo que te pasa? Estás insoportable".

«Insoportable» Casi que me toco el pecho en un gesto de indignación. No era esto lo que esperaba cuando le respondí. Ni entiendo por qué lo dice, quizás me expresé mal con la forma en la que escribí el texto, o no me expliqué bien.

Claro, algo de eso habrá sido. Me dejo caer de nuevo de espaldas sobre la cama, con el celular sobre mi cara, respondiendo con cuidado ahora.

"No tengo nada, amor, solo siento que estás haciendo un drama por algo sin sentido".

"La dramática eres tú, no yo. Hablamos cuando ya no estés insoportable". Lo termino de leer y bajo el celular, dejándolo sobre mis piernas, miro al techo pensando en que hice ahora para que me respondiera de esta manera, considero la idea de pedir explicaciones, pero la verdad es que no quiero discutir con él, ya mucho lo hemos hecho, así que opto solo por cambiar de tema.

"¿Y no que querías verme?". Lo envío con la esperanza de recibir una respuesta rápida, obteniendo lo contrario porque no responde ni pasados varios minutos.

La sonrisa que tenía hace unos minutos, ya no la tengo, ahora tengo una sensación nostálgica en mi pecho. Cada vez tengo más indiferencias con Wyatt, y tengo miedo que eso pueda pasar a algo que ni quiero pensar ni mencionar. Lo amo, y no sé qué pasaría si algo que no tenga reparación ocurre en nuestra relación. Enciendo nuevamente la pantalla y tecleo otro mensaje para él.

"Te amo, Wyatt, no te enojes por algo que no vale la pena. De acuerdo, ¿bien? No volveré a dejarte en visto, pero de verdad quiero verte, quiero besarte, abrazarte, y eso no está siendo fácil de aguantar, sé comprensivo". Le doy enviar, al mismo tiempo en que la puerta de la habitación se abre, dándole paso a Dafne.

—¿Vas a pedir la comida? —habla con fastidio, de mal humor y es que, Dafne vive así, con un carácter que pocos pueden soportar.

—Ya voy —respondo sin ganas de nada; ni para soportar su mal humor ni para pararme a pedir la comida.

Vuelve a insistir y se acerca a mí, cierro los ojos para alejarla hasta de mi vista, pero lo mucho que le gusta molestarme no se le quita: pega su mano a un lado de mi cabeza y me la empieza a mover. Se la quito pidiendo que me deje tranquila por unos segundos, pero la pasa completamente por alto y sigue con lo mismo.

Señor, dame paciencia para soportar a Dafne.

Me levanto de un solo impulso, alejándola con mi mal humor. Me dirijo a la puerta, salgo y cierro. Dafne baja las gradas corriendo y yo la sigo. A mitad de las gradas me vibra el celular y un atisbo de felicidad crece en mí, deseando que sea Wyatt.

"El que no me respondas me hace saber que no te importa". Es Ivonne. ¿No le había respondido ya? Mi atisbo de felicidad se desvanece al no ser la persona que espero.

"Lo siento, no podía responder, acabo de llegar a mi casa. Dime de qué se trata".

"Ahora mañana, estoy en una cena familiar y no sé a qué hora termine". Lo leo y me molesta, ¿entonces para qué me escribe? Dejándome con la duda.

"No me dejes así".

Me quedo viendo todavía la pantalla esperando su respuesta, la cuál nunca llega. 

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Publicado el 10/10/2020

Corregido el 19/11/2021

02/09/2024





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