Silencio | Completa

By luisaaf2

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¿Puede tu mente jugar en el lugar equivocado? Anne tiene un grupo numeroso de amigos a los que les confía su... More

Introducción
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo final
Epílogo
Preguntas para los personajes

Capítulo 10

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By luisaaf2

—Connan —mi voz apenas resulta audible—, me siento tan cansada —bostezo y mis oídos se tapan, puedo escuchar un silencio agradable, quise quedarme así hasta ver la luz natural de un amanecer de nuevo.

—Dios, Anne —se detuvo y se acerca rápidamente. Sujeta mi rostro entre sus manos.

La calidez de su piel me provoca una sensación de paz por lo que por inercia cierro los ojos y en vano lucho por volver abrirlos.

—Sabía que iba a ser una mala idea —¿había dicho algo o era la voz de mi madre?

Mamá está de pie frente a mí, está lo que le sigue de enojada. Lo sé por como alza las cejas y los poros de la nariz la hacen ver como un cochito. Muerdo mi labio para arrancar la piel y evitar que mi madre se percate de mi descaro al burlarme de su ridícula advertencia. Mueve su boca y sus manos, que apenas se posan en su cadera y no duran más de dos segundos en ella cuando ya está señalando al aire. Dice, no, me advierte que un día me va a pasar algo muy, pero muy malo, como siga atreviéndome a entrar a cualquier lugar o haciendo cualquier estupidez. Calmada, le respondo que nunca me va a pasar nada. Al final tuvo la razón, ahora me encontraba bajo miles y miles de metros del suelo sin poder salir.

—Anne —siento unos piquetes en mi mejilla—. Anne, hay que seguir, ¿Estás bien?

Mis párpados están adheridos, no puedo abrir los ojos.

—¿Cómo sigue tu tobillo? —alguien insiste—. Responde, An, vamos —y otra vez esos molestos toques en mi mejilla.

Lamentablemente se convierten en sacudidas desesperadas.

—¡¿Qué?! —vuelvo a ser parte de mi triste realidad.

—Te estás quedando dormida, Anne, vamos —y sin su tan caracterizada delicadeza tira de mi mano.



DEBBY

El cuarto está vacío.

Bueno, debía estarlo. Hay total oscuridad y nadie habla. Y los chicos tienen sus linternas prendidas. Así que sí, estaba sola y a oscuras.

Suponiendo que no tienen mucho de haber entrado a la habitación no han ido muy lejos.

—¡Anne!

¿En qué me metí?

Sostengo la tela de mi vestido y formo en puños las manos. Camino con precaución, para no chocar con algún mueble. De nada funciona.

—Vete a la verga —exclamo apretando los dientes. Me quiero morir.

Procuro tocarme la rodilla con sumo cuidado y siento un líquido descender. Sangre. Mugre. Infección.

Calma, suspira y piensa... suspira, piensa... cálmate.

¿Regresar o buscar a Conna y Anne?

Con suerte encontraba al grupo numeroso a tiempo.

Miro atrás.

Solo había más oscuridad. No estaba segura de dónde está la puerta exactamente. Ellos también se habían ido de la habitación.

Recorro el pulgar por el celular, buscando el botón de encendido. Tarda en iluminar mi cara cuando el logo aparece.

—Valí verga —en la pantalla aparece una notificación, me hacía saber que solo me quedaba dos por ciento de batería. Tenía que aprovecharlo al máximo.

Activo el modo nocturno y el ahorro de batería. Algo debía durar.

Solo con la pantalla encendida sigo adelante.

Ahí te voy, Diosito, mi señor.

—¡Connan!

Nada.

¿Y si llegaron al grupo por otro lado?

—¡Anne! —gritó tan fuerte como puedo.

—Anne, Anne, Anne —me devolvía las paredes cada vez más bajito, como consecuencia del eco.

No sé cómo se me ocurrió que iba a ser una idea grandiosa buscar a mis amigos.

Ahora la pérdida soy yo. Y sola, lo que lo vuelve espeluznante.

Vienen a mí unas ganas de tirarme al suelo y llorar desconsoladamente y el único consuelo que estoy segura que voy recibir es del bebé llorón.

Di un pasito más, disgustada. ¿A dónde debería ir?

—¡¿De que no lo imagine?! —¡Anne, esa era Anne!—. ¡Claro que no, yo sé lo que vi!

—¡Anne! —le llame de nuevo y camine más rápido.

Es todo lo que oí. Después de eso, nada.

Asomo la cabeza en la habitación; vuelve a estar vacía.

—¿A dónde fueron?

Me limpio la frente con el dorso de la mano. Las gotas de sudor corrían a cántaros por mi rostro. Lo que me faltaba.

Me adentro en otra habitación y casi grito del susto ante un sonido y vibración. Inclusive estuve a nada de aventar lejos el celular. Sin embargo solo era una notificación, solo me quedaba un por ciento de batería.

Lo tomé como el inicio de mi olvidó y el fin de mi vida.

—Solo dura un poquito más, prometo ya no dejarte caer cada cinco minutos cuando salgamos de aquí —suplico al celular.

Dicen que los celulares nos espían, ¿No? Pues ahora resulta el mejor momento para que me escuche y se apiade un poco de mi trágica situación.

Con cero en esperanza y cien en miedo, vuelvo andar.

La sangre en mis zapatillas me causa cosquillas. Es incómodo. Optó por no prestarle atención.

—¡Oigan!

Silencio.

Nada.

Nadie.

Sola.

Estaba muy sola y quizá, muy apartada del resto.

—¡La vaca loca, la vaca loca, tiene cabeza y tiene cola! —canturree.

¿Una manera de distraerme? Efectivamente. Solo que no resulta efectiva en su totalidad.

Tararee el tono de la canción y desee saberme la letra. Que mal no haberla aprendido cuando pude. Ahora mismo no recuerdo ninguna otra que sea así de animadora.

Repito el mismo fragmento.

Asomo la cabeza en una nueva habitación. Y luego en la siguiente. Ambas vacías.

—De tin marín... —señala un cuarto y luego el otro—. De dos pingüé...

Unos trotes que entran a la habitación me hacen callar.

Mi corazón se aceleró de alegría. Me giro sin pensarlo dos veces y protesto:

—¡¿Dónde estaban?! He estado sola más de media hora!

Alumbre la habitación solo con la pantalla del celular.

Mi corazón se detiene de golpe.

Prendo la linterna y la paseo por la habitación asustada.

Seguía sola.

Los trotes continúan.

Cada vez estaban más cercas. Se escuchaban a mi lado. En las esquinas del cuarto. Pero no había nadie aquí, nadie que pudiese ver.

¡¿Qué?!

¿¿¿Qué???

La linterna se apaga.

—¡Púdrete pedazo de mierda! —me enojo.

Estoy a punto de estrellar el celular y que diera dónde fuera. Sin embargo, respiro a tiempo para pensarlo mejor y opto por correr.

Doy media vuelta y cruce la primera puerta que encontré. Choque contra la orilla del umbral pero no me importo. Sigo corriendo a pesar de que el hombro me duele mucho.

ANNE

—¿A dónde vamos, Conna? —sigo adormilada—. Hemos pasado por aquí varias veces.

—Lo sé, Anne.

Que ser tan detestable, ¿Cómo me gusta tanto?

—¿Te conté como fue mi primer beso?

—No.

—Ahora lo haré.

—No quiero escucharte.

—¡Yo no quiero seguir en silencio! —cruce los brazos y me detuve.

Connan también. Le veo su ancha espalda.

—Muévete, Anne —su tono es frío. Pero no me inmute.

—No.

—Pareces una niña chiquita.

—Me siento como una. ¡Estoy asustada, tengo sueño y mucho miedo!

Suelta un suspiro.

No dice nada. Ni siquiera intenta decir una palabra y entonces, me deja atrás.

Suficiente, parezco idiota yendo de detrás de él.

Enfurruñada, voy por una dirección distinta.

—¡Ven acá! —le oigo decir y satisfactoriamente lo ignoro. 

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