Capítulo 11

74 30 27
                                    


Harta, me siento harta, he llegado a mi límite. Si él no va a sacarnos de aquí, lo haré yo, así me pierda o así me quedé sola.

Para mi grata sorpresa, Connan no me deja más de medio minuto sola.

Ambos hemos sido demasiado duros con el otro, algo que no ha sucedido antes en nuestra relación. Suena demasiado raro. Lo he visto enojado, furioso, frustrado y alterado, sí, pero nunca a mi persona. Me ha visto de la misma manera pero el trato nunca ha sido hacía él. Cuando estamos delante del otro, dialogamos y si no nos encontramos en humor para dialogar nos damos un espacio para analizar la situación y posteriormente hablar bien, siendo sensatos.

Me da miedo que al salir, nada vuelva a ser igual y discutamos cómo lo hemos hecho esta noche.

Ojalá haberme aferrado a este tema y discutirlo con Connan, pero antes había que abandonar este lugar.

Piensa, Anne... ¿Qué recuerdas?

Me detengo en una sala de estar y entonces, recuerdo que las escaleras se ubican en habitaciones de esta. En cada piso hay más de un par. Ya habíamos estado en una y ahora aquí, por lo que quedan descartadas y si no mal me ubico, las escaleras podrían estar en alguna habitación del fondo. Con suerte, acertaré.

Doy un fuerte suspiro antes de avanzar. Como si tomase fuerza en el oxígeno.

Me adentro a un dormitorio, la segunda salida me llevara a mi objetivo. La búsqueda empieza y acaba dentro de un baño. Hasta caminar en una habitación es confuso.

Retrocedo negando con la cabeza y cruzo los brazos bajo mi pecho.

No te enojes, Anne, vas bien. Solo busca otra puerta.

Entre Connan y yo había un gran espacio. Pero este se acorta cuando ralentice el paso. Y finalmente me detengo, mi reacción es instantánea.

¿Qué mierda?

Doy media vuelta.

—¡Madres! —exclama Connan enojado—. ¡Anne!

Me sujeta por las caderas con firmeza a tiempo. Lo agradecía, mi culo lo hace con toda la sinceridad que tiene. No resistiría otro estampado contra el suelo.

Las gracias quedaron en el olvido dentro de mi garganta. Tan pronto como me sostiene, hago que retroceda e ilumino la habitación frenéticamente.

—¿Había alguien más?

Nadie. No hay nadie, Anne. Te confundes muy rápido con el silencio.

—¿Qué? —parece estar muy desconcertado.

Paso saliva y niego la cabeza.

Hasta que me sostiene la cara con sus manos y me obliga a mirarlo, por enésima vez en la noche, deje de ignorarlo.

—¿Qué te pasa? ¿Te pasa algo? Dímelo ahora —hay dureza en sus palabras.

Trotes, pasos, pisadas, personas cerca... todas ellas juntas, Connan. ¿Tú no lo escuchas?

Vuelvo a negar y tragar saliva, con ella se digirieron las palabras. Prefería negarlo que confesar que estoy delirando.

Mis ojos no lo observan con claridad, ven borrosos como consecuencia de las lágrimas que intentan escapar.

—¡Dime que te pasa, Anne, y termino todo en este momento!

Mi piel se eriza pero no por sus palabras. Me asfixio por la abrupta falta de oxígeno en mis pulmones. Mis ojos se petrificaron, abiertos, como es de esperarse.

Silencio | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora