As bajo la manga | RESUBIENDO

By Heatherdelrey

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El jefe de la mafia se ha obsesionado con el único hombre que no puede tener, el mejor policía de la ciudad. ... More

🃏 Leer antes de jugar
01 ♣️ Esa noche en el club
02 ♣Nos encontramos
03♣ Él vino a impresionarme
04♣ Lo logró

05 ♣El crimen fue cometido

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By Heatherdelrey

EZRA.

Tengo más cosas en mente que una noche con resultados inesperados, marco el número de Louis en lo que llevo a Alek conmigo a la oficina, me preocupa dejarlo sin compañía. Mi "pareja" no me ha respondido desde hace días, lo atribuyo a alguno de sus caprichos por mis amistades y lo que menos me importa es eso, tengo un negocio que administrar. Tengo una vida que no es mía a la que adecuarme.

Algo dentro mío sabe que el espíritu de la muerte está libre esta noche, en búsqueda de a quien llevarse. 

Anoto las transacciones de dinero que me requieren, quisiera ir a mi casa la próxima semana, aunque creo que no será imposible, a mayor popularidad que va tomando el casino ocupo más expertos en el juego, más tiempo para mantener este edificio coordinado, el punto es que nosotros decidamos quién gana o no y como pudimos apreciar hace unas horas si se tiene un buen equipo podrían llegar a igualarnos.

Pasamos la madrugada organizando nuestras acciones junto a mi mejor amigo, mandé pedir la medicina de Alek, quien está por recuperar por completo la movilidad en las piernas.

En un descanso abro las gavetas en busca de una pluma, sin embargo, no hay ni una sola, en su lugar aparece una caja nueva de baraja inglesa, la saco sin recordar haberla puesto ahí, estoy extrañado porque sería una desfachatez que mis empleados toquen mis objetos personales.

La abro para ver si reconozco las cartas, son todas son negras, al desparramarlas sobre el escritorio en una larga línea arqueada noto que son todas tréboles.

Mi teléfono vibra en el bolsillo del pantalón, lo ignoro un par de veces pensando que es Louis cuando el tono de llamada me alerta, respondo sin ver el número en la pantalla.

—¿Lou? ¿Qué ocurre?

—Ezra —es la voz de mi madre, quebrada—, ven pronto.

La escucho aterrorizada como nunca ante, se me van los colores de la cara al instante. Ella nunca demuestra fragilidad.

—Mamá, ¿Qué pasa?

—Hay un cadáver en la piscina —chilla— Eva...

—¿Ella lo hizo? —bajo mi tono de voz en esa pregunta.

—¡Tu hermana no es una asesina, no sabemos cómo llegó aquí, pero ha pintado toda el agua de rojo!

—¡Vale! ¡Respira! ¡Llama a la policía, estaré allí en veinte!

—Sus órganos están flotando, hijo...

—¡Voy, ya voy! —busco las llaves de mi auto con desesperación—. ¡Calma!

—Ninguna calma, eres el rostro de la familia y nos dejaste, como se manche nuestro nombre será tu culpa —refunfuña—. Dios, nos persigue la desgracia.

Yo lo llamaría Karma.

Pego el teléfono a mi pecho, si bien nadie debe enterarse, no tengo ánimos de lidiar con esto solo. De hecho, ni siquiera quiero ir a esa casa.

—Alek, tenemos que irnos, ayúdame.

*🃏*

Lo primero que oigo al pisar ese terreno no es un saludo, sino un frío "La familia se ha derrumbado desde que tu padre murió" que me revuelve el estomago. Sí, el hogar es exacto como lo recordaba.

—¿Dónde está? —evado las quejas de mi madre. 

—Aún no la quitan de la piscina —gruñe contra su copa de vino—, la ineficiente policía aún no trae a los expertos, disque "No la podemos tocar porque va contra la ley" ¿Qué ley? ¿La de ser gilipollas? Solo quiero dormir hoy.

—Tenemos que hacer que la saquen.

—Ezra —toma el cuello de mi camisa—. Tienes qué, eres el jefe de esta familia, deja de actuar como un vago y ve a hacer algo.

—No soy un vago —corro las cortinas para observar el patio—. Estaba revisando documentos porque me obligas a ello.

—No te obligo, es lo necesario, no podemos confiar en nadie que no sea de nuestra sangre.

Y hablando de sangre...

Las tripas de la joven flotan en el agua teñida de rojo, el líquido de una piscina gigante que casi cubre la mitad del inmenso jardín. Ignoro los gritos de mi progenitora deslizando la puerta corrediza de vidrio, un par de agentes están parados cerca de las escaleras sin soltar sus radios, probablemente pidiendo refuerzos luego de que los hayan insultado.

Alek vino conmigo, aunque le pedí que se quedara en la cocina, no sé qué tanto le pueda afectar ver la escena ya que no me cuenta ni un detalle sobre su pasado, solo sé que es malo e involucra delitos similares. 

Pensándolo bien, cualquier persona decente se asustaría al ver un cuerpo despellejado en medio de sus órganos flotantes, la parte de su pecho está hundida como si la hubieran roto, quizás por eso es que se mantiene en el fondo.

Si es espantoso incluso para los profesionales, entonces ¿Por qué Eva está parada en el borde observándola sin pudor?

—¿Tú lo hiciste? —le susurro al oído.

—¿Me crees una asesina, hermanito?

Sí, sin dudarlo.

—No estás ni un poco asustada —comento examinando un mechón de su cabello, busco sangre—. ¿No te parece sospechoso?

Se gira al instante atrapando mi muñeca entre sus dedos, la aprieta con fuerza clavando sus uñas acrílicas en mi piel, el odio de sus ojos es el mismo de siempre acompañados de una nueva sonrisa hipócrita.

—¿Crees que puede asustarme? Crecí como la hija menor, no es la primera vez que vemos algo así.

—Anda, entonces ve a hacerte la ruda con la policía —me suelto de su agarre—. y arréglate ese violeta horrible del cabello, pareces una payasa.

—Ah, ¿sí? —se cruza de brazos—. No empecemos con recomendaciones, porque la primera sería estar en tu casa cuando, ya sabes, ¡Dejaron un jodido cadáver!

Un hombre vestido de negro con el logo de la policía en Drillfire se nos acerca, habla de cómo al revisar cada una de las cámaras que rodean nuestra mansión, las de dentro, además de algunos vecinos no hay resultados, absolutamente todas dejaron de funcionar treinta minutos antes de que encontráramos el cuerpo.

Nos pidieron permiso para entrar a las habitaciones en busca de pistas, otros procedieron a tomar fotografías u objetos de evidencia, aún no vaciarán la piscina. Mi madre se pone a hablar con el señor a cargo con su mejor voz de víctima, la verdad es que no les creo que haya aparecido de la nada.

—Van a entrar, cuidado que te descubren. —la molesto.

—Yo no la maté —espeta—, no me jodas ahora mismo.

—Eva, silencio.

—Si pudiera matar a alguien aquí, serías tú.

No se ve la cara de la víctima por su pelo negro liado en esta, el color de la sangre es muy intenso, un olor desagradable comienza a emanar haciendo que tenga que alejarme. Alek se queda viendo a través del cristal, más hombres armados y algunas personas con trajes especiales entran por la puerta, me alejo para ir a hacerle compañía, no me gusta que se quede solo.

—¿Qué pasa? —le masajeo el hombro—. ¿Tienes hambre?

—¿En tu familia son asesinos? —murmura.

—¡¿Qué cosas dices?! Por supuesto que no, solo que nos odian mucho.

—Ah.

—Aquí estás a salvo Alek, te prometo que moriría antes que te pase algo, eres parte de nosotros.

—Me dan miedo los asesinos.

—No te preocupes, el crimen fue cometido, eso no nos afecta en nada —palmeo su espalda—. Nosotros somos inocentes. 

Pensaba en un argumento decente para tranquilizarlo cuando me llamaron al comedor, los empleados se cruzan como conejos a lo largo de los pasillos, el silencio incómodo me consume, estoy harto de que esta gente sea tan silenciosa. Al llegar al comedor los miembros están acomodados alrededor del gran mesón, sus expresiones son serias y algunos parecen no verme en realidad, hay una silla vacía en la punta que asumo es para mí.

No mirar, sonreír, saludar, acomodarse la servilleta, no mirar a los ojos, ¿Se empezaba agarrando los cubiertos de la izquierda? ¿Era el papel a la derecha? Recuerdo vívidamente que los lados tienen relevancia. La etiqueta en la mesa es un tema que siempre ha estado vigente con nosotros, pero siendo sincero no lo recuerdo y me parece innecesario.

Acaban de destripar a una inocente para dejarla en nuestra casa, como carajos utilice la cuchara pequeña debe ser mi última preocupación, odio el instinto de acatar ordenes que me provocan estas paredes.

No me siento, posiciono ambas manos al borde de la madera barnizada inclinándome de forma ligera, no me prestan atención por estar colocándose los trozos de tela sobre las piernas así que golpeo el medio de la copa enfrente de mi plato con un tenedor ocasionando tintineos.

—¿Quién fue?

—¡Qué barbaridades dices! —chilla Elena—. No creerás que alguna de nosotras pueda cometer un crimen ¿Verdad?

—Yo creo que fue Eva. —comenta Emma.

—Si pudiera matar a alguien creo que todos saben quien sería. —Eva no se molesta en ocultar cuanto me odia.

—Eso no responde mi pregunta. —protesto.

—Estábamos todas en la terraza recordando a tu padre cuando Emma dio un vistazo hacia el jardín, no fue nadie de esta casa. —relata mi madre.

—¿Cómo es que no lo vieron? —cuestiono incrédulo—. Se metieron, burlaron la seguridad, distrajeron a los empleados y no parece haber sido introducido recién.

—A ver, ¿Estás aquí jugando al investigador? —grita mi madre—. Te recuerdo que es tu responsabilidad, ve a pagarles lo necesario.

—Es una vida, no puedo solo darles un par de centavos. 

—¿Crees que no tienen un precio? —interrumpe—. Pruébalo y deja de perder el tiempo.

La puerta del comedor se abre, las miradas van al guardia por no controlar quien llega hasta aquí, ahora que ha ocurrido este incidente deberé de multiplicar la seguridad. Un uniformado llama a mi madre para asuntos que no termino de entender por el lenguaje jurídico, creo que es como un interrogatorio.

¿A dónde fue Alek?

Salgo corriendo al patio chocándome con algunos agentes en el camino, me preocupa exponerlo, en la oscuridad del jardín a un lado de la piscina está al borde. Parece un video a cámara lenta en donde la persona cae a excepción de que él solo se mantiene quieto viendo el agua, mueve los labios de manera pausada y Kaan lo escucha atento.

No me gusta la actitud que está teniendo, nunca habla con extraños. Voy a ellos sintiendo una presión extraña en el pecho, la sensación de que algo muy malo está pasando, hay algo dentro de mí que sube hasta mi garganta obligándome a tragar grueso sin poder emitir palabra.

—Alek, sal de ahí. —decimos al unísono.

—No me voy a matar si esa es vuestra preocupación.

—Bueno, pero aléjate del cadáver. —lo aparta Kaan con sumo cuidado.

—Gracias. —susurro al mostrarle mi sonrisa genuina por primera vez. 

—Llévate a tu amigo dentro, ¿Sí? Me preocupa su estado.

Oh, al parecer no era un completo imbécil, mala mía. Suerte que no lo mandé golpear.

¿Voy a cambiar mi opinión sobre una persona solo porque trató bien a Alek? Sí, admito que él es mi cable a tierra sobre debilidades y excepciones, además, sé que no es un hombre fácil de tratar. 

—Irá solo.

No se mueve, así que luego de unos minutos voy yo mismo a llevarlo a una de las habitaciones de huéspedes, le recomiendo cerrar la puerta con llave y doble seguro.

Les dejo terminar sus absurdos procedimientos, no sé qué les hayan dicho mas  ha hecho que se muevan rápido, lo suficiente para que en una hora se devuelvan a la comisaría. El agente Kaan está recostado sobre el umbral de la entrada.

—Hasta luego, perro del gobierno. —digo en tono jocoso, esto lo molesta. Eso me gusta. 

—Si fuera un colgado del gobierno no estaría en servicio a las cinco de la mañana. Te lo aseguro.

—No eres el alma de la fiesta, ¿Verdad, Kaan?

—No voy a fiestas.

—¿Cómo que no vas? —frunzo las cejas—. Te estás perdiendo de mucho. 

—No desde hace media década.

—Qué amargado.

—Mira —bebe un sorbo largo de su bebida antes de contestar—,  aprende a quedarte callado, no tengo energías para discutir con privilegiados. Tampoco paciencia. 

—¡Qué agresivo eres! —exclamo con sarcasmo—. ¿Quieres papas fritas para acompañar esa falta de manejo emocional?

Se muerde el labio, la intensidad en su mirada me disgusta, soy solo un idiota, no hay que tomarme en serio.

Su compañera de cabello rosado viene a llevarlo casi arrastrándolo hasta los vehículos policiales, me deja solo enfrente de la puerta principal mientras veo como las luces rojas y azules dejan de iluminar las calles cercanas, va desapareciendo entre la estrecha ruta. Pido a un servidor que cierre las puertas para ir a mi ex habitación, si me obligaron a venir al menos tendré una siesta digna, con suerte no me topo a mi agradable familia de vuelta.

El cuarto no está desordenado, polvoriento o sucio, sigue fiel a la última vez que estuve en él, incluso por la fotografía con mi padre que tiene pintado un payaso encima suyo con marcador permanente, es señal de que mi madre no metió sus narices dentro. 

Van años de su muerte, aunque la recuerdo como si fuera ayer, con la misma felicidad en cada ocasión. Al contrario de lo que recitamos en el aniversario, todos querían bajo tierra al gran señor Galanterie, cuando digo todos, es todos.

Lo mío era cuestión de libertad, la misma que me impulsó a ir con los colores de la bandera gay, maquillaje extravagante y ánimos de carnaval a su funeral. Porque no tenía nadie a quien llorar en su lujosa tumba, hubiera bailado encima si me diesen la oportunidad. 

Mi madre heredó la mitad de su fortuna, tampoco la vi derramar ninguna lágrima, quizás lo extrañe ya que él se encargaba de nuestro estatus, cosa que le quita tiempo, aunque sigue siendo beneficioso. Mis hermanas nunca llegaron a entablar un lazo sentimental con él a excepción de Eva, quién fue la única afectada en el entierro, sigo dudando de que le haya puesto triste, es buena actriz.

Sus hombres, ellos parecían las verdaderas viudas, normal, el jefe de su mafia durante veinte años se fue, cuando eso ocurre conseguir otro es tema complicado.

Para mi desgracia, entre las muchas reglas que seguimos gracias al viejito manipulador estaba que su hijo varón se quedaría con "el puesto" como si de la realeza se tratase, pasa de rey en rey. Debe joderles que alguien como yo les dé órdenes, en especial a mis hermanas junto con miembros antiguos. Sin embargo, no tuvieron de otra.

Conozco la historia de cómo terminan estas andanzas, soy consciente de que acabaré muerto de alguna forma peor que la de mi padre, por eso desde el día donde supe que aún sin vida seguiría jodiendo la mía, me propuse dos cosas.

Número uno: Ser libre, no me importa a que costo, seré como se me antoje aún si eso significa ganar enemigos. Si nací para morir, al menos quiero disfrutarlo.

Número dos: Si de todas formas voy a tener mala fama, tendré la peor, es mejor ser temido a respetado, en la mayoría de los casos la primera viene con la segunda.

Las malas compañías que necesitaba vinieron a mí, las ratas se comparten enfermedades, sabiendo solo mi nombre ya cargo cierta reputación. Una asquerosa, por cierto.

Observo la foto, la misma que mi padre colgaba en su oficina atrás de su gran trono, tan solo quince años cuando puso su mano en mi hombro, sonrió a la cámara y sentenció mi juventud. Odio esta fotografía.

—Nunca podré romper la cadena, ¿No es así?

Quito los clavos que sostienen la imagen con mis propios dedos, no hay ningún objeto resistente con el que la pueda romper, tengo que hacerlo golpeándola contra algo, el vidrio es delgado.

—¿Cómo se sale de un pozo así? ¿Huyendo? —me burlé, antes de estampar el cristal por la repisa de madera—. ¿Muriendo?

La sonrisa tan placentera con la que planeo destruir el cuadro se me borra, no solo era una hipótesis válida, era la mejor salida. Debí interesarme por su muerte antes, aunque no me culpo, nadie se pondría a investigar en pleno festejo.

—Hey —golpean la puerta—. ¿Estás despierto? —susurra Alek.

—No pasa nada, solo se cayó un florero.

—No puedo dormir.

Y yo no quiero hacerlo.

—Bien —suspiro—, ¿Subimos a desayunar a la azotea?

—Me agrada la idea.

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