La ciudad de la luz (Profecía...

By ValeGarbo

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Ya es lo suficientemente jodido tener el sueño más liviano del planeta, pero ¿que tu hermana desaparezca sin... More

Prólogo
Alba
Esperando
Ocultamiento
El primer encuentro
Te encontré
El club de Alba
Historias de Lidhan
Bloqueo mental
La marca de Alba
Entrenamientos
CEL 20
Nota de la autora
Preguntas Frecuentes

Pruebas

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By ValeGarbo

Al día siguiente todo me daba vueltas. Nunca en mi vida me había sentido especial y, de repente, iba a entrenar con dagas, arcos y runas, o lo que fuera mi don.

Los lidhanitas tenían lo que ellos llamaban “don”, era una habilidad con la que nacían, una habilidad que podía ser casi cualquier cosa relacionada con lucha, el mentalismo o las runas. Alba había tenido este último, el poder de ser una hechicera. Aunque deseaba tener un don, por dentro seguía convencida de que todo era una equivocación. Tal vez era adoptada. Además, la sublime perfección de mi hermana se explicaría si fuera lidhanita.

Aquella mañana tuve que pasar por la cafetería del señor Hudson, disculparme rápidamente con él, renunciar y salir corriendo.

“Nunca me dará una buena referencia” pensé mientras salía de local.

Antes de poder alejarme dos edificios, sin embargo, alguien me dio alcance. Era Dariel.

—Buenos días —saludó—. Feried ha pensado que no era bueno que deambularas sola por las calles.

Mi propio guardaespaldas, bufé mentalmente, genial.

—Fui a buscarte a tu casa pero ya habías salido así que pensé que vendrías por aquí y quería darte una noticia.

—¿Qué cosa?

—¿Conoces a Janice? —una sensación de culpa se instaló en mi estómago, recordando su promesa de llamar a la policía en una semana.

—Diablos, me olvidé de ella —dije pegándome un golpe en la frente y deteniéndome en seco.

—No te preocupes por ella —dijo Dariel con la mirada perdida y las manos en los bolsillos— fui a con Eric ayer. También la han bloqueado.

—¿Alba? —pregunté sin mucha emoción.

—No, un daluth lo hizo —replicó encogiéndose de hombros.

Dariel no parecía ser el tipo de persona que hablaba sin parar, por lo que después de ese comentario, caminamos en silencio. Otro problema solucionado, pensé involuntariamente, aunque lo lamentaba por Janice.

El CEL lucía increíblemente normal, a pesar de que poco a poco me hacía a la idea de que pronto iba a ver cosas muy pero que muy extrañas.

Dariel me dejó en el rellano y me indicó que esperara allí. Feried apareció del aire unos segundos después, lo cual aún no dejaba de sorprenderme y asustarme.

—Buenos días, Liz —dijo con una sonrisa gigantesca—, es bueno ver que has venido.

—Ha enviado a Dariel para traerme —dije intentando que no se me notara el resentimiento en la voz.

—Sí —su sonrisa se ensanchó y su culpabilidad estuvo a punto de hacerme soltar una risita— pero todo es por tu seguridad. Aunque claro, también estaba la posibilidad de que decidieras que estamos todos locos y escaparas de la ciudad.

—Ni siquiera se me había ocurrido —confesé con sinceridad—. No podría.

Después de eso, Feried me dio algunas instrucciones sobre lo que era entrenar en el CEL, la responsabilidad, las condiciones y demás.

—Es tu primer día —dijo— necesitas alguien que te instruya —me miró de pies a cabeza, evaluándome—, necesitas una chica.

—Ya —acoté sin muchos ánimos.

—Sakie —decidió finalmente—, ella te ayudará.

Había oído hablar tanto de ella que me moría de curiosidad. Me llevó con él al cuarto piso del inmenso edificio. Recorrimos el pasillo hasta la habitación 403. Tocó la puerta y una chica salió. Tragué saliva involuntariamente.

—Hola Sakie —la saludó Feried—, sé que estás ocupada pero... necesitamos ayuda para entrenar a alguien.

Ni siquiera se fijó en mí pero una sonrisa iluminó su rostro.

—¡Por supuesto, Feried! Estaré encantada. Sabía que hoy me esperaba algo bueno. Dame un segundo. 

Entró a su cuarto y la oímos buscar algo con desesperación.

—¡Por fin! —exclamó. Salió con un pasador y se recogió la brillante cascada de cabello rubio rojizo—. Listo —me tendió la mano—. Mucho gusto.

Me sonrió con todas sus ganas. Sakie era dolorosamente bonita. Parecía una muñeca de porcelana enfundada en aquellos jeans. Era delicada y al mismo tiempo imponente. Su rostro era bellísimo, sin una gota de maquillaje.

—Hola, soy Liz —dije sintiéndome algo estúpida.

—La hermana de Alba —asintió ella—. Te vi en tu casa el otro día —admitió con una risita.

Lo comprendí de golpe. Ya había notado que su voz me sonaba de alguna parte.

—Tú dijiste que Alba había desaparecido —dije para que supiera que lo entendía—¿Dónde te metiste?

—Salí por la ventana —confesó orgullosamente—, ya intuía que te habías despertado.

Feried tosió para llamar su atención y le contó brevemente la situación de mi madre.

—¡Oh Dios mío! —dijo mirándome como si quisiera abrazarme—. Lo siento tanto. Había oído lo de la reunión pero esto es terrible. Encontraremos a tu hermana, deben haberla obligado a hacer algo así. Pobre, Alba siempre era tan…

—Sakie —la calmó Feried—, entrenamiento.

—Oh, claro —dijo ella con una sonrisa deslumbrante que contrastaba con su pena teatral de hace unos segundos. Me miró con insistencia y supuse que esperaba que yo dijera algo.

—Gracias, yo…

—Shh —Feried alzó una mano mientras Sakie me taladraba con la mirada. Me empezaba a poner los nervios de punta. Quería preguntar qué diablos estaba pasando pero ella cerró los ojos y pareció entrar en una suerte de trance. Cuando los abrió me mostró su perfecta dentadura como si nada hubiera pasado.

—Eric o yo. A menos que prefieras a Keltay, Orlenka o Dalike —agregó con una mirada retadora.

—Tú estás bien —dijo Feried levantando las manos en una oferta de paz—, aunque agrega a Andrew o Dariel, por si acaso.

Sakie le sacó la lengua pero asintió.

—Está bien, hablaré con Andrew.

Admito que no entendía nada y las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera controlarme.

—¿De qué hablan?

—Mi don está aquí —dijo Sakie señalándose la sien—, y el tuyo también.

—¿Mi don?

—Lidhanita es igual a don —dijo ella como si fuera lo más natural de mundo—Ahora, vámonos, tenemos que descubrir exactamente por dónde va todo.

Cerró la puerta detrás suyo y le sonrió a Feried.

—¿Algo más?

—Es toda tuya —dijo él— nos veremos luego Liz.

Desapareció, como si nunca hubiera estado allí.

Sakie me miró expectante, intentando decidir qué hacer primero.

—Supongo que podremos conseguirte una habitación —dijo emocionada—sígueme.

Iba a decir que no la necesitaba pero Sakie alzó una mano.

—La necesitas —dijo de forma cortante—, nunca se sabe qué puede pasar.

Me quedé de piedra.

—¿Cómo has sabido…?

Se señaló la sien nuevamente.

—Mi don está aquí —repitió— es difícil de explicar, pero no estoy leyendo tu mente —dijo de forma tranquilizadora— es más como… intuición.

Me llevó un piso más arriba y me hizo recorrer interminables pasillos que se cruzaban entre sí, hasta que se detuvo frente a una que tenía un 728 en la puerta.

—Esta está vacía —dijo Sakie haciendo una mueca— ya sé que no se parece mucho a tu verdadera habitación pero siempre puedes traer tus cosas aquí.

Era pequeña y bastante ordenada. Una cama en un rincón, una mesa de noche, una puerta que debía llevar al baño, un estante lleno de cajones y espacios vacíos y una especie de red de metal que colgaba de la pared.

—Pero si son casi idénticas —dije— un techo y cuatro paredes, justo lo que necesito. Incluso tiene una ventana, es como si hubieran tomado mi casa de modelo.

Sakie se rió en silencio.

—¿Qué es eso? —dije señalando la red metálica.

—Es para que cuelgues tus armas —dijo Sakie sacando una llave de la manija de la puerta y entregándomela—, es tuya.

Era desconcertante tener un mueble para colgar armas cuando ni siquiera podía pegarle a alguien por temor a hacerme daño a mí misma. Me senté en la cama y observé todo a mi alrededor.

—Gracias —dije en voz baja—. Es extraño que me regalen una habitación, con lo caras que están últimamente.

—Todo lidhanita se merece una. Esto es como los hoteles, puedes robarte las pequeñas cosas, si quieres. Creo que incluso tenemos jabones de regalo —sonreí sin muchos ánimos—. No te sientas así —dijo Sakie colocando una mano en mi hombro—. Tu don será maravilloso, ya lo verás.

Aquello era más un buen deseo que un resultado de usar su don.

—¿Te refieres a que puedo ser mentalista?

—No —dijo ella—, me refiero a que tu don no es del cuerpo. Mentalista, tal vez, pero las runas también son una opción. Aunque no lo creo…

Se quedó pensativa unos instantes y volvió a mirarme como hace unos minutos.

—Eres igual que Alba —dijo lentamente. Era la segunda vez que me repetían eso en los últimos días a pesar de nunca haberlo oído en toda mi vida pero ella alzó la vista, súbitamente divertida y supe que había captado algo de lo que estaba pensando— no físicamente, ni siquiera en la forma de ser, porque no te conozco lo suficiente para decir algo así. Hablaba de algo relacionado con mi don —me miró a los ojos y pude leer una duda que la consumía por dentro—. La sensación de que algo se me escapa… era igual con ella.

—Lo siento —farfullé con torpeza.

Sakie sonrió con indulgencia.

—No te disculpes —dijo sentándose a mi lado—. Alba nunca me dejó acercarme a ti, pero puedo sentirlo ahora. No estoy segura de que seas lidhanita —añadió chasqueando la lengua.

—¿Ah no?

Ella sacudió la cabeza.

—Lo siento, tengo esa sensación de nuevo y me empieza a marear —se disculpó—pero puedo decirte con toda seguridad que no eres simplemente humana.

—¿De verdad?

—Sí, y se supone que deberíamos haber empezado —se puso pie—. Vas a adorar el CEL. No es por alardear pero somos uno de los mejores en los que podrías haber caído. Ya los conocerás, a todos. Andrew, Eric, Iskander, Dheliab, Goruen, Galexa, Aleia —recitó con emoción— ¡Santo Dios! Va a resultar agotador, así que es el momento de ponernos en marcha.

A pesar de eso, mi primer día con Sakie, pasó de forma extraordinariamente tranquila.

—Se supone que debo llevarte con Eric —me explicó— pero prefiero avisarle antes para que se haga a la idea. Hace mucho que no entrena a nadie. Será mejor que lo dejemos en paz. Es capaz de lanzarnos algo extremadamente desagradable. La última vez se las ingenió para arrojarle una sustancia asquerosa a Andrew y le crecieron verrugas en los brazos. Y la verdad es que a ninguna de las dos nos convienen este tipo de cosas. 

Aquello sonaba ligeramente escalofriante.

—¿No es un poco exagerado?

Sakie puso la expresión de una madre que te cuenta las travesuras de un hijo al que no podía dejar de adorar.

—No, Eric es genial algunas veces. Se entrena demasiado, desde que… bueno, es algo así como un adicto al trabajo, si entiendes lo que quiero decir.

—Sí, supongo.

—Pero te enseñará cosas interesantes —siguió Sakie— sobre todo teniendo en cuenta que es un hechicero con grandes habilidades de lucha.

—¿Tiene dos dones?

—No, eso es imposible. Es hechicero, pero se entrena tanto que es casi tan bueno como cualquiera con un don de lucha. Aunque, en situaciones desesperadas, será la magia la que acuda a él, no su cuerpo. Así de simple.

¿Simple? Yo no había entendido ni jota.

—¿La magia acudirá a él en situaciones desesperadas? No entiendo.

Sakie suspiró mientras llamaba al ascensor. Era evidente que se estaba cansando de tener que responder a todas mis preguntas.

—Situaciones desesperadas, ya sabes cuando corres peligro y puedes morir. El don de un lidhanita acude a él cuando siente la muerte cerca. Algo así como un subidón de adrenalina, pero mejor. Dicen que podemos usar nuestro don al máximo en ocasiones como esas. Si le pasa a Eric, podrá usar la magia a niveles increíbles, pero su cuerpo no responderá igual de bien. Del mismo modo, si le pasa Goruen, su fuerza física será imparable. Aunque la verdad, creo que depende de la situación, que los niveles máximos solo se logran cuando de verdad vas a morir.

El ascensor llegó y nos metimos dentro. Sakie presionó el último botón de la fila.

—¿Nunca te ha pasado?

—No, pero tampoco lo deseo mucho. Estar al borde de la muerte no suena precisamente al plan perfecto para poder volver ver la ciudad de la luz ¿no crees?

—Supongo que no —murmuré.

—Ahora dime, ¿qué hacemos hablando de muerte? Ve a casa a comer y alista tus cosas para mudarte. Puedes volver allí de vez en cuando, pero estarás más segura aquí. Además, tu madre estará mejor sin ti haciendo cosas extrañas todo el tiempo.

Aquello me recordó que mamá estaba en casa con un bloqueo que la hacía hablar como si tuviera un serio retraso mental cada vez que se me escapaba el nombre de Alba. El ascensor se abrió en el primer piso.

—Está bien.

—Mañana tendré listo para ti un horario de clases. Andrew llega hoy en la noche desde Suiza así que tendrá tiempo y tu habitación estará lista para recibirte con un buen equipamiento.

—Gracias.

Sonrió y me empujó suavemente fuera del ascensor.

—Que duermas bien.

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