Pruebas

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Al día siguiente todo me daba vueltas. Nunca en mi vida me había sentido especial y, de repente, iba a entrenar con dagas, arcos y runas, o lo que fuera mi don.

Los lidhanitas tenían lo que ellos llamaban “don”, era una habilidad con la que nacían, una habilidad que podía ser casi cualquier cosa relacionada con lucha, el mentalismo o las runas. Alba había tenido este último, el poder de ser una hechicera. Aunque deseaba tener un don, por dentro seguía convencida de que todo era una equivocación. Tal vez era adoptada. Además, la sublime perfección de mi hermana se explicaría si fuera lidhanita.

Aquella mañana tuve que pasar por la cafetería del señor Hudson, disculparme rápidamente con él, renunciar y salir corriendo.

“Nunca me dará una buena referencia” pensé mientras salía de local.

Antes de poder alejarme dos edificios, sin embargo, alguien me dio alcance. Era Dariel.

—Buenos días —saludó—. Feried ha pensado que no era bueno que deambularas sola por las calles.

Mi propio guardaespaldas, bufé mentalmente, genial.

—Fui a buscarte a tu casa pero ya habías salido así que pensé que vendrías por aquí y quería darte una noticia.

—¿Qué cosa?

—¿Conoces a Janice? —una sensación de culpa se instaló en mi estómago, recordando su promesa de llamar a la policía en una semana.

—Diablos, me olvidé de ella —dije pegándome un golpe en la frente y deteniéndome en seco.

—No te preocupes por ella —dijo Dariel con la mirada perdida y las manos en los bolsillos— fui a con Eric ayer. También la han bloqueado.

—¿Alba? —pregunté sin mucha emoción.

—No, un daluth lo hizo —replicó encogiéndose de hombros.

Dariel no parecía ser el tipo de persona que hablaba sin parar, por lo que después de ese comentario, caminamos en silencio. Otro problema solucionado, pensé involuntariamente, aunque lo lamentaba por Janice.

El CEL lucía increíblemente normal, a pesar de que poco a poco me hacía a la idea de que pronto iba a ver cosas muy pero que muy extrañas.

Dariel me dejó en el rellano y me indicó que esperara allí. Feried apareció del aire unos segundos después, lo cual aún no dejaba de sorprenderme y asustarme.

—Buenos días, Liz —dijo con una sonrisa gigantesca—, es bueno ver que has venido.

—Ha enviado a Dariel para traerme —dije intentando que no se me notara el resentimiento en la voz.

—Sí —su sonrisa se ensanchó y su culpabilidad estuvo a punto de hacerme soltar una risita— pero todo es por tu seguridad. Aunque claro, también estaba la posibilidad de que decidieras que estamos todos locos y escaparas de la ciudad.

—Ni siquiera se me había ocurrido —confesé con sinceridad—. No podría.

Después de eso, Feried me dio algunas instrucciones sobre lo que era entrenar en el CEL, la responsabilidad, las condiciones y demás.

—Es tu primer día —dijo— necesitas alguien que te instruya —me miró de pies a cabeza, evaluándome—, necesitas una chica.

—Ya —acoté sin muchos ánimos.

—Sakie —decidió finalmente—, ella te ayudará.

Había oído hablar tanto de ella que me moría de curiosidad. Me llevó con él al cuarto piso del inmenso edificio. Recorrimos el pasillo hasta la habitación 403. Tocó la puerta y una chica salió. Tragué saliva involuntariamente.

La ciudad de la luz (Profecías Supremas #1)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon