Total disaster. /\- SDE3 ~ Da...

By chanchantal_

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–Escúchame. Estoy de tu lado. De tu parte. Siempre lo he estado, no voy a cambiar ahora solo porque se tuerza... More

Sinopsis.
1. Mentira
2. estresando*
4. Maletas
5. "Eres el mejor"
6. "Pero..."
7. Mafiosos y ninjas.
8. Pequeña.
9. Papeles
N/A: ¡Feliz San Valentín!
10. Matt.
11. 'Especial'
12. Sujeto
Nota; semana bilingüe
13. Traductor de Google
Respuestas de los personajes.
Nota: Sí, yo odiaba las notas.
14. Visita
15. They get drunk on jealousy.
16. Imagina.
17. Tamagotchi.
18. El papi de Naty.
19. Thortilla.
20. Esto va a ser fuerte.
21. Jaque mate
22. Malfoy
23. Su historia.
24. Cultura española
25. Otp
26. Friendzone
27. Hobbies
28. Amor fatal.
29. Se levanta la sesión.
Epílogo (de temporada)
Epílogo (de trilogía)
Agradecimientos (y más)
Otra historia

3. Culpa

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By chanchantal_

N/A: okay, solo quiero decir que, a partir de ahora va a tener importante relevancia las fechas y horas que aparecen al inicio y durante los capítulos. Porque voy a mezclar días, y así se organiza mejor. Con cualquier duda cronológica, no dudeis en preguntar, aunque el lío vendrá en el siguiente cap. Besitos mis gambas rebozadas:3

 
                  13 de abril
                   8:46 a.m

Brad.

Di la vuelta en la cama, medio despierto, abrazándo la almohada. Me parecía que algo sonaba, pero no estaba seguro. Es posible que sea algún vecino cabrón que baja las escaleras demasiado deprisa porque llega tarde al trabajo y hace que vibre todo el edificio. Suspiré y volví a intentar dormirme. Pero seguía. Me puse boca arriba y abrí los ojos al creer diferenciar el sonido de algunos golpes.

No, no era de algún sueño, eran reales. Estaban aporrendo mi puerta. Me quité el edredón de encima -sí, aún conservaba el edredón a mediados de abril-  y me senté en la cama mientras seguía escuchando los golpes en la puerta. Fruncí el ceño, ¿quién podría ser? Fui al baño para hacerme un lavado de cara rápido y peinarme lo más mínimo con agua y hacia atrás. Luego volví a la habitación, ciertamente estresado por los constantes golpes. Me puse un pantalón de chándal, una chaqueta encima de la camiseta del pijama y las deportivas.

Me acerqué hacia la puerta mientras me frotaba los ojos del sueño. De camino, miré el reloj. Eran las nueve menos cuarto. Joder, para un día que libro... Estaba ya a la mitad del salón, cuando los golpes se convirtieron en gritos.

¡Quieres abrir, joder! gritó una voz chillona desde fuera, que no fui capaz de reconocer. 

Bueno, es que con semejante gallo no se reconocería a nadie.

–¡Ya voy! Cuánta prisa..

Bufé antes de bajar el pomo y abrir. Tiré un poco de la puerta hacia mí, y mientras la dejaba abrirse me ajsusté bien la chaqueta. Alcé la mirada y casi se me cae la boca al suelo al verla ahí de pie, con los brazos en jarras y la cara más seria que jamás la había visto.

–¿Qué haces aquí?– pregunté parpadeando repetidas veces. Sin llegar a creermelo del todo.

–Eres el mayor hijo de puta que ha llegado a este mundo.– dijo ella, avanzando unos pasos y presionando su dedo índice contra mi pecho, mientras me miraba con odio.

–Ojito, que tenemos la misma madre.– dije. Sarian soltó una risa irónica y volvió a su posición del principio. 

La miré mientras se tragaba todos los insultos que estaba deseando soltar. Prácitcamente no la había visto en estos tres meses, y verla así, tan de golpe, sin aviso... vaya. Tenía el pelo mucho más largo y las mejillas más rosadas. Parecía un poco más alta e incluso guapa. Siempre nos decían que nos parecíamos mucho, ahora incluso más. Pero sin duda, lo que más me conmocionó, fue verla una barriga un tanto alzada y redonda. Siempre se me olvidaba que estaba embarazada. Dios, mi hermana embarazada. Mi hermana que me odia, para aclarar.

–¿Me estás escuchando?– escupió la pregunta.

–Estoy un tanto en shock por el echo de que te presentes así, como una fiera.

–¿Perdona? ¡Y cómo quieres que me presente! ¡Eres insufrible!

–Yo también te quiero.

–No estoy de humor, Bradley, no me toques los ovarios que he desarrollado muy mala hostia. 

–¿Qué quieres entonces?– pregunté. Ella chistó con la lengua y me miró como si fuera obvio.

–No me puedo creer que hayas hecho semejante estupidez. 

–¿Hola?

–Solo dime, ¿qué te he hecho yo? ¿Algo tan malo como para que me intentes arruinar la vida?

–No sé de qué estás hablando.

–Brad, lo sabes perfectamente.– dijo, y por primera vez me miró a los ojos.

Mentiría si no dijese que me dolió verla así, mirándome con odio y decepción al mismo tiempo.

–Jamás intentaría arruinar tu vida.– dije.

–¿Y por eso tienes que tener la genial idea de denunciarles?– preguntó, entonces me di cuenta de qué iba toda la conversación. 

–No tienes ni idea, Sarian.

–Brad, espero que te acuerdes de que el siete de mayo es mi cumpleaños. Anda que casualdiad, también es el día del juicio.

–Eso no lo decidí yo, además ya te lo he dicho, hermanita. No tienes ni idea de nada, así que no hables sin saber.

–Oh,hermanito. Lo sé todo. Y es posible que bastante mejor que tú.

La miré con curiosidad por unos segundos. 

–Y si lo sabes, ¿qué haces echándome la bronca?– pregunté. Ella abrió la boca, apuesto a que con ganas de gritarme. Pero se calmó.

–¿Perdona?

–No lo entiendo.

–¿Te crees que voy a estar a favor de lo que estás haciendo solo por saber la historia que lleva detrás?– preguntó con tono despectivo.

–Es la cosa. Lo que está bien. Solo cumplo con la ley.

–Tú si que no estás bien.– rió con sarcasmo.– ¿Cumples la ley, Bradley, en serio? ¿Por eso mientes en las declaraciones?

–Yo no he mentido.– solté sin pensar.

–Ah, perdona, que entonces fue uno de los cinco quién disparó a María.– dijo ella alzando las cejas.

–Dejemos ese tema, por favor.– dije alzando las manos a la altura del pecho.

–Fuiste tú. Pedazo de cobarde.– escupió. 

–Sarian, ya val...

–¡Tú la disparaste y ahora le cargas la culpa a otro! ¡Tú estuviste a punto de matarla, a María, a la que hacías llamar una segunda hermana para tí! ¡Fuiste tú!

–¡Pero no está muerta, joder!

–¿Te crees que hay alguna diferencia?– preguntó ella, mientras veía como el brillo que tenía en los ojos a causa del enfado, iba disminuyendo.

–Obivamente la hay.

–No te puedes hacer una idea de lo que te odio en este momento.– dijo, alzando su fría mirada hacia mí. 

Y me dolió. Mucho. El que tu hermana pequeña, tu hermanita, la alegría de la casa, a la que siempre has querido, ayudado y protegido. A la que siempre le enseñaste todo lo que sabías, la que en su momento te miraba con admiración. La que decía que el cliché de que los hermanos se llevan mal con nosotros no funcionaba. Duele mucho que te diga semejantes palabras después de todo eso. 

Por mucho que te las merezcas.

–¿Qué querías que dijese? ¿Que fui yo? Oh, vamos. Lo perdería todo. Absolutamente todo. 

–¿Te crees que ellos no pierden nada?

–Se lo merecen.

–¡No se lo merecen! 

–Si tan bien sabes todo, espero que también sepas lo que hicieron de antes. Todo eso es lo que hace que se lo merezcan. No vas a comparar todo eso a lo que hice yo.

–Deja de echar balones fuera porque sabes que no tienes razón.

–Esta conversación no está llegando a ninguna parte.– dije, intentando finalizar.

–Esto no va a acabar así.– dijo dejando caer las manos de los costados.– No te vas a salir con la tuya. 

Volví a tirarme en la cama en cuanto se fue. Intenté aclararme sobre todo lo que había dicho, pero eran demasiadas cosas. Lo primero, yo no sabía que habían programado el juicio para el día de su cumpleaños, sería demasiado cruel por mi parte; lo segundo, ¿cómo se supone que "lo sabe"? No veo a los cinco subnormales sentados en corro contando sus batallas como los abuelos en las residencias. Me hace cierta gracia, porque dijo que no se lo merecen. O sea, sería una injusticia enorme no hacerles pagar por todo lo que han echo. Son malas personas, me da igual que hayan cambiado a bien, el pasado siempre se queda ahí. 

Y tendría piedad, pero es que no me dan ninguna pena. No han echo nada bueno por mí, ni tienen que hacerlo la verdad. Me seguirían cayendo mal. Siempre me han caído mal. No sé como a las chicas les puede caer bien. Son los típicos niñatos rechulones que no llegan ni a canis. En fin. No merece la pena. 

Sobretodo el que Carla adora con toda su alma, o sea, a ese me dan ganas de darle dos hostias bien dadas cada vez que le veo. 

Acomodé la cabeza en la almohada y suspiré. Me sentía como una real mierda. Por nada y por todo. Por estar peleado con Sarian, por dar el papel de malo cuando en realidad no lo soy. No, joder, no ha sido culpa mía ¡Nada ha sido culpa mía! ¡El jodido disparo iba para Álvaro pero el rubio enano me empujó! Me puse otra almohada encima de la cara, apreté y comencé a gritar de frustración. Por más que me lo intente negar, está así por lo que yo hice, aunque no tuviera la culpa de hacerlo de esa manera. Si tan solo no me hubiera empujado... ahora estaría con mi hermana a mi lado mientras escuchábamos otra de las típicas discusiones de Natalie y María. Lo que daría por volver a escucharla gritar como una energúmena... 

Al apartar la almohada, la sostuve un momento con los brazos extendidos. Había una mancha húmeda, fruncí el ceño y asumí que me había puesto a llorar. Tiré la almohada con fuerza mientras gritaba. Joder. ¿Por qué todo tiene que salir al revés?

Estaba a punto de tomar una decisión muy arriesgada, solo espero que no se tuerza.

Me levanté de la cama y me cambié la camiseta del pijama por una básica  de manga larga. Encima me puse la chaqueta de antes. Me calcé las deportivas y salí con furia de mi habitación. Cogí el móvil y las llaves del coche, y cerré dando un portazo.

**__**__**__**__**
9:32 a.m

Apagué el motor cuando comprobé que el coche estaba perfectamente aparcado. Miré por la ventanilla, viendo al resto de coches aparcados en el estrecho párking. Suspiré. Me quité el cinturón y me llevé las manos a la cara para pasarmelas por el pelo, retirándolo hacia atrás. Lo estaba dejando crecer demasiado. Quité el contacto de las llaves y me las guardé en el bolsillo, aún sin atreverme a salir. 

Era una inmensa estupidez. Yo mismo era un estúpido. No sé exactamente cómo acabé aquí, y no estoaba seguro de que sea una buena idea. Miré mi reloj de muñeca, eran las nueve y media. Apoyé la coronilla en el reposacabezas antes de decidirme por fin si salir o no. Suspiré. Puede que hasta incluso no me mereciese estar aquí después de tanto tiempo. Pensé tantas veces en venir, y en todas me acobardé. 

A pesar de ser abril, aún hacía frío. Bueno, aquí la mayoría del tiempo hace frío. Cosa que solo consigue deprimirme más. Metí las manos en los bolsillos y comencé a andar, admirando el paisaje, no era la cosa más expectacular del mundo, pero me bastaba. Respirar ese aire fresco que tanta falta me hacía, me bastaba. Me dieron ganas de entrar en una rabieta por la frustración y comenzar a dar puñetazos al aire aunque fuese, pero sería un tanto extraño.

Las puertas automáticas se abrieron justo cuando me paré frente a ellas, fue entonces cuando mi móvil comenzó a vibrar en el bolsillo del pantalón. 

Bastantes personas que entraban y salían me miraron con cara de odio por un momento, al final decidieron seguir su camino sin prestarme demasiada atención. Como siempre. Andé hacia atrás un par de pasos mientras sacaba el teléfono. Vi el nombre de Natalie en la pantalla, torcí una mueca  y miré el letrero del edificio. Luego contesté.

–Heey.– respondí al descolgar.

Estás loco.

–Natalie, no estoy de humor.

¡No estoy de broma, Brad! Acabo de hablar con mi padre, ¿va en serio? ¿les has denunciado?

Arrgué la nariz. Seguía sin afectarme demasiado.

–Sí.

Oh vamos, no me lo puedo creer. 

–¿Por qué? Estoy seguro de que fueron ellos.

No es eso. No sé. Brad estoy asustada. Sé que tenemos las de ganar, pero tengo un mal presentimiento con todo esto.

–Yo tuve un mal presentimiento cuando les vi las caras por primera vez, es normal, tranquila.

Esto es muy serio, no me hace gracia.

–¿Te crees que a mí sí? Por su puta culpa mi hermana me odia.

¡Porque quieres meter preso a su novio!

–Esa cosa con ojos no se puede considerar novio.

¡Deja de ser tan cabezota!

–¿Les estás defendiendo de alguna forma?

¿Qué? ¡No! Nunca, estoy contigo. Pero no veo una salida bonita a todo esto.

–Ojalá te equivoques.

Ella suspiró al otro lado de la línea. Una ráfaga de aire me agitó el pelo y me obligó a cerrar los ojos. Vaya mierda de año llevaba. Le di una patada a una piedra que vi en el suelo, y observé cómo se iba rodando mientras daba botecitos en el suelo. Acabó chocando con otras pequeñas piedrecitas.

Oye, ¿dónde estás? –preguntó Natalie. Me reí para mis adentros antes de volver a mirar al edificio y contestar.

–En el hospital. –respondí, encaminándome hacia la puerta.

¿Eh? ¿Cómo?

Había venido a ver a María. Hacía mucho que no venía.

Sigues estando loco, ¿sabes?

–Yo lo veo bastante normal.

Si te encuentras allí a alguno de los cinco fantásticos y te la montan, te juro que solo me pienso reir.

–Tú tan maja y simpática como siempre.

Las puertas automáticas se volvieron a abrir cuando entré. Tomé una respiración profunda e intenté recordar en qué habitación se encontraba María. De la última vez que fui, me sonaba una planta bastante alta.

No sé que decirte, Brad. Estás tomando decisiones demasiado arriesgadas, símplemente no quiero que te arrepientas de ello después. 

–Te voy a dejar que entro al ascensor, no te estreses tanto.– dije pulsando el botón.

En fin. Luego hablamos.

Colgué y me guardé el móvil en el bolsillo, miré el cartel informativo que había al lado del ascensor. Te indicaba en qué se especializaba cada planta del hospital, y nada más ver la letra morada de "cuidados intensivos" me vino a la cabeza la última visita que hice. Hará unas cinco semanas, lo sé, es muchísimo, pero es que lo pasé fatal. Verla ahí tumbada, sin chillarte ni quejarse por algo, esa no era María de verdad. Suspiré mientras las puertas del ascensor se abrían y numerosas personas salían de ellas. Me hice a un lado para dejar salir, y después, junto con otro grupito, pasé a la caja de metal. Pulsé el botón 11 y me apoyé en una esquina. 

Se fue parando prácticamente en todas las plantas para ir dejando bajar y subir gente. Cada vez que se abrían las puertas entraba un olor tremendo a enfermedad. No es por ser hostil, pero por eso odiaba los hospitales. Es todo sufrimiento. Es pasarlo mal al venir. Toda mi vida lo había intentado evitar, salvo en ocasiones muy puntuales, como lo han sido las cuatro o cinco veces que vine a ver a María. 

Por fin llegué a mi planta, y noté como se me aceleraba la respiración. Giré a la izquierda por acto reflejo y me metí por el segundo pasillo a la izquierda nuevamente. Notaba el corazón a punto de salírseme del pecho, y más a medida que me iba acercando a la habitación 1117. Incluso se me contrajo el estómago, pero no me dieron ganas de vomitar, sino de gritar. Tenía muchas ganas de comenzar a correr por el pasillo y entrar a verla cuanto antes.

Lo mismo es el sentimiento de culpa.

Me eché desinfectante en las manos de un bote colgado en la pared, solo por tener algo que hacer mientras llegaba. Era un camino corto, pero se me hizo eterno. Estaba a unos escasos metros de llegar, cuando escuché un golpe cortante de algo empotrando contra el suelo y me paré en seco. Provenía de su habitación. Seguí andando, mucho más despacio y con mucha más torpeza. ¿Y si había alguien ya dentro? Me echaría a patadas, supongo. Me situé frente a su puerta, y puedo jurar que oí murmullos. 

Puse la mano en el pomo de la puerta mientras temblaba por el pulso irregular, tiré hacia abajo, y empujé para poder abrir.

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